Los restos de la minería, llamados pasivos ambientales mineros, dejan amplias zonas contaminadas; tierras y ríos, que no son recuperados e impiden la vida de las comunidades. Perú es uno de los principales países mineros del mundo. Esconde bajo su suelo numerosos minerales semipreciosos y preciosos, como el oro. Los ingresos millonarios que genera la actividad minera en Perú explican la permisividad y la corrupción de las instituciones públicas.
La contaminación medioambiental no sólo existe mientras las empresas realizan la explotación del mineral, sobre todo cuando éstas abandonan la extracción. Entonces surge una nueva amenaza, los llamados pasivos ambientales mineros (PAM). Minas, plantas y residuos mineros abandonados ocasionan graves impactos y un riesgo permanente para la salud de las comunidades campesinas, que sufren además la contaminación de los ríos por el óxido de los minerales.
Perú cuenta con 5.551 pasivos ambientales mineros y, aunque las empresas mineras tienen la obligación de limpiarlos, no lo hacen por el elevado coste que supone. Muchas de esas empresas mineras son multinacionales que actúan a través de empresas subsidiarias. Y deberían rehabilitar el suelo tal y como estaba antes de la actividad minera. Los pasivos ambientales están compuestos por minerales y metales pesados muy peligrosos, como el cobre, zinc, plomo, cadmio, plata, arsénico o manganeso, entre otros.
Según el ingeniero medioambiental peruano, Pedro Camacho, el mayor número de residuos mineros se concentra en el Cerro de Pasco, en Cajamarca, al norte de Perú, y en el distrito de La Oroya, en la Sierra Central. Camacho, de la ONG Derechos Humanos y Medio Ambiente, señala que es especialmente grave el impacto de pasivos mineros en la región de Puno. “En esta región existen más de 300 zonas contaminadas. La mayoría concentradas en las provincias de Ananea y Carabaya”. La empresa minera peruana que genera mayor número de pasivos mineros es Minsur, dedicada a la explotación de estaño y, en menor medida, cobre, y que sondea nuevos yacimientos.
Uno de los casos de contaminación más grave lo sufre la comunidad campesina de Condoraque, en Puno, a causa de los pasivos mineros que ha dejado la empresa Sillustani. Condoraque se encuentra dentro de los primeros 20 casos más graves de los más de 5.000 que sufre Perú por los restos mineros. El relave [desechos tóxicos y concentración de minerales] acumula en esa zona entre 750.000 a 800.000 toneladas de residuos que contaminan las aguas de la Laguna Choquene y los ríos de Toco Toco, Putina, Huancané y Ramis, residuos que llegan hasta el lago Titikaka. “Ahora la laguna de Choquene es de color rojizo sangre. Más arriba se encuentran todos los relaves mineros, culpables de que la laguna tenga una importante concentración de óxidos de hierro”, dice Camacho.
Muerte de animales
Eso está produciendo la muerte de animales y enfermedades en las comunidades campesinas. Se han infectado manantiales, pastizales, bofedales (praderas húmedas de altura) y tierras agrícolas. En la zona de Condoraque el pH del suelo es muy alto, entre 2,79 y 3,20 puntos, según la época. Esto ha afectado a 14 comunidades, casi 2.000 familias. El agua no es apta para el consumo, y los animales al beber, con el tiempo enferman y se mueren. Los habitantes de la zona, al andar por los ríos infectados se abrasan los pies. Las aguas tienen una temperatura tan alta que las alpacas y ovejas que se bañan en ellas, van perdiendo la lana poco a poco y en sus pezuñas, quemadas por las aguas contaminadas, aparece una enfermedad conocida como pereda. Van entrando los residuos químicos en las pezuñas, se produce pus, y las alpacas y ovejas dejan de caminar y comer, y posteriormente se mueren. Ante la pasividad de las instituciones peruanas, el caso de Condoraque ha llegado incluso a la ONU, que ha emitido un informe contra Sillustani.
Ríos que se mueren
Según la ONG Derechos Humanos y Medio Ambiente, en el río Tambo, que discurre por la vertiente oriental de los Andes, hay gran cantidad de cal que ha vertido la empresa minera Aruantani después de neutralizar con ella el cianuro, que también se usa en la minería, y es altamente contaminante. El lodo de cal impide la filtración del agua al subsuelo y vuelve el río insalubre.
Igualmente la explotación minera Kakachara, en la provincia de El Collao, en Santa Rosa, vierte residuos tóxicos al río Blanco, que nace detrás de la minera. Este río también está amenazado por el proyecto de extracción de cobre, en la sierra de Piura, de la Monterrico Metals, empresa inglesa en manos de la firma china Zijin. La zona ha sido militarizada según denuncian algunos vecinos. Por otra parte, la laguna de Suches atrae a cientos de mineros desde que uno encontrara oro en 2004. Esta actividad contamina la laguna, que ha cambiado de color y se ha desnaturalizado, al igual que la laguna de Pampa Blanca y de Trapiche. Las poblaciones de alrededor sufren las consecuencias. El río Suches desemboca en el lago Titikaka.
El derecho a la consulta La minería está en el momento de mayor expansión en Perú, con casi 20 millones de hectáreas en concesiones mineras, el 15% del país y el 48,6% de la Amazonía peruana con proyectos de gas y petróleo. Esto genera un grave impacto ambiental y social. Las comunidades piden que se respete el artículo 169 de la OIT que habla del derecho a consulta de los pueblos. Una campaña internacional, Zonas libres de minería, pide que en las provincias del norte no se lleven a cabo más explotaciones.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Los-residuos-mineros-contaminan.html
La contaminación medioambiental no sólo existe mientras las empresas realizan la explotación del mineral, sobre todo cuando éstas abandonan la extracción. Entonces surge una nueva amenaza, los llamados pasivos ambientales mineros (PAM). Minas, plantas y residuos mineros abandonados ocasionan graves impactos y un riesgo permanente para la salud de las comunidades campesinas, que sufren además la contaminación de los ríos por el óxido de los minerales.
Perú cuenta con 5.551 pasivos ambientales mineros y, aunque las empresas mineras tienen la obligación de limpiarlos, no lo hacen por el elevado coste que supone. Muchas de esas empresas mineras son multinacionales que actúan a través de empresas subsidiarias. Y deberían rehabilitar el suelo tal y como estaba antes de la actividad minera. Los pasivos ambientales están compuestos por minerales y metales pesados muy peligrosos, como el cobre, zinc, plomo, cadmio, plata, arsénico o manganeso, entre otros.
Según el ingeniero medioambiental peruano, Pedro Camacho, el mayor número de residuos mineros se concentra en el Cerro de Pasco, en Cajamarca, al norte de Perú, y en el distrito de La Oroya, en la Sierra Central. Camacho, de la ONG Derechos Humanos y Medio Ambiente, señala que es especialmente grave el impacto de pasivos mineros en la región de Puno. “En esta región existen más de 300 zonas contaminadas. La mayoría concentradas en las provincias de Ananea y Carabaya”. La empresa minera peruana que genera mayor número de pasivos mineros es Minsur, dedicada a la explotación de estaño y, en menor medida, cobre, y que sondea nuevos yacimientos.
Uno de los casos de contaminación más grave lo sufre la comunidad campesina de Condoraque, en Puno, a causa de los pasivos mineros que ha dejado la empresa Sillustani. Condoraque se encuentra dentro de los primeros 20 casos más graves de los más de 5.000 que sufre Perú por los restos mineros. El relave [desechos tóxicos y concentración de minerales] acumula en esa zona entre 750.000 a 800.000 toneladas de residuos que contaminan las aguas de la Laguna Choquene y los ríos de Toco Toco, Putina, Huancané y Ramis, residuos que llegan hasta el lago Titikaka. “Ahora la laguna de Choquene es de color rojizo sangre. Más arriba se encuentran todos los relaves mineros, culpables de que la laguna tenga una importante concentración de óxidos de hierro”, dice Camacho.
Muerte de animales
Eso está produciendo la muerte de animales y enfermedades en las comunidades campesinas. Se han infectado manantiales, pastizales, bofedales (praderas húmedas de altura) y tierras agrícolas. En la zona de Condoraque el pH del suelo es muy alto, entre 2,79 y 3,20 puntos, según la época. Esto ha afectado a 14 comunidades, casi 2.000 familias. El agua no es apta para el consumo, y los animales al beber, con el tiempo enferman y se mueren. Los habitantes de la zona, al andar por los ríos infectados se abrasan los pies. Las aguas tienen una temperatura tan alta que las alpacas y ovejas que se bañan en ellas, van perdiendo la lana poco a poco y en sus pezuñas, quemadas por las aguas contaminadas, aparece una enfermedad conocida como pereda. Van entrando los residuos químicos en las pezuñas, se produce pus, y las alpacas y ovejas dejan de caminar y comer, y posteriormente se mueren. Ante la pasividad de las instituciones peruanas, el caso de Condoraque ha llegado incluso a la ONU, que ha emitido un informe contra Sillustani.
Ríos que se mueren
Según la ONG Derechos Humanos y Medio Ambiente, en el río Tambo, que discurre por la vertiente oriental de los Andes, hay gran cantidad de cal que ha vertido la empresa minera Aruantani después de neutralizar con ella el cianuro, que también se usa en la minería, y es altamente contaminante. El lodo de cal impide la filtración del agua al subsuelo y vuelve el río insalubre.
Igualmente la explotación minera Kakachara, en la provincia de El Collao, en Santa Rosa, vierte residuos tóxicos al río Blanco, que nace detrás de la minera. Este río también está amenazado por el proyecto de extracción de cobre, en la sierra de Piura, de la Monterrico Metals, empresa inglesa en manos de la firma china Zijin. La zona ha sido militarizada según denuncian algunos vecinos. Por otra parte, la laguna de Suches atrae a cientos de mineros desde que uno encontrara oro en 2004. Esta actividad contamina la laguna, que ha cambiado de color y se ha desnaturalizado, al igual que la laguna de Pampa Blanca y de Trapiche. Las poblaciones de alrededor sufren las consecuencias. El río Suches desemboca en el lago Titikaka.
El derecho a la consulta La minería está en el momento de mayor expansión en Perú, con casi 20 millones de hectáreas en concesiones mineras, el 15% del país y el 48,6% de la Amazonía peruana con proyectos de gas y petróleo. Esto genera un grave impacto ambiental y social. Las comunidades piden que se respete el artículo 169 de la OIT que habla del derecho a consulta de los pueblos. Una campaña internacional, Zonas libres de minería, pide que en las provincias del norte no se lleven a cabo más explotaciones.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Los-residuos-mineros-contaminan.html