viernes, 25 de marzo de 2011

La política de biocombustibles está provocando hambre

Lo dice el presidente de Nestlé
 
La vertiginosa inflación de los precios de los alimentos es consecuencia de la "inmoral" política de los EEUU, que desvía cultivos hacia la producción de biocombustibles en lugar de alimentos, según declaraciones del presidente de una de las mayores empresas de alimentos del mundo. Peter Brabeck-Letmathe, presidente de Nestlé, arremetió contra el gobierno de Obama por promover el uso de etanol producido con maíz, a expensas de cientos de millones de personas que luchan a diario para poder pagar sus alimentos básicos elaborados a partir del maíz.
El señor Brabeck-Letmathe irrumpió en el cada vez más enconado debate sobre la inflación de los precios de los alimentos para condenar a los políticos de todo el mundo que parecen decididos a culpar a los especuladores financieros en lugar de dedicarse a abordar los desequilibrios subyacentes de la oferta y la demanda. Y reservó sus dardos más acerados para el Secretario de Agricultura de EEUU, Tom Vilsack, de quien dijo que estaba realizando declaraciones "absolutamente alucinantes" sobre la capacidad del país para hacer frente a la creciente demanda interna y mundial de maíz.
"Al día de hoy el 35% del maíz de los EEUU se destina a producir biocombustible", dijo ayer en Nueva York el presidente de Nestlé ante una audiencia en el Council on Foreign Relations (CFR). "Desde el punto de vista medioambiental eso es una aberración, pero lo es mucho más cuando en el resto del mundo nos estamos quedando sin alimentos.
"Es absolutamente inmoral condenar a cientos de millones de personas al hambre y a la pobreza extrema a causa de esta política, por lo que creo y repito: ninguna comida para combustible".
Los precios del maíz casi se duplicaron desde principios de año hasta febrero, aunque han caído desde su pico en las últimas semanas. La cólera popular por el encarecimiento de los alimentos contribuyó a atizar las protestas en todo el Oriente Medio, y los crecientes costos de las materias primas estuvieron entre los factores que hicieron aumentar la inflación en el Reino Unido hasta el 4,4% en febrero, según cifras publicadas ayer.
Las exportaciones de EEUU representan cerca del 60% de la oferta mundial de maíz. La demanda ha aumentado a medida que más gente se incorpora a las clases medias en economías emergentes como China o la India, no sólo porque estos nuevos consumidores demandan más alimentos elaborados a partir del maíz, sino también porque la demanda de carne ha aumentado y los ganaderos necesitan comprar mayores cantidades de pienso.
Nestlé, la compañía que produce Shredded Wheat, Nescafé y las barritas de chocolate Aero, ha estado presionando a los reguladores europeos y a los gobiernos de todo el mundo para que se abstengan de fijar elevados objetivos de uso de biocombustibles, aunque muchos países ven en la producción de etanol un medio para cumplir con sus obligaciones de reducción de emisiones de combustibles fósiles.
Sin embargo, el cabildeo [de Nestlé] ha hallado oídos sordos en los EEUU. La producción de etanol de maíz está muy subvencionada y genera más de 13.500 millones de galones de combustible al año [1 galón = 3,785 litros]. Las políticas que promueven su producción son "absurdas", afirmó ayer el señor Brabeck-Letmathe, y si se fijara como meta mundial llegar a satisfacer el 20% de la demanda de combustibles por medio de los biocombustibles, ello supondría aumentar en un tercio la producción de éstos.
"¿Cuál es el resultado? Los precios están subiendo. No es muy complicado", dijo. "Esta cuestión es en estos momentos la prioridad número uno de la reunión del G-20 en Niza, pero lo más que vamos a hacer es luchar contra la especulación. Nos estamos concentrando en lo irrelevante".
En declaraciones realizadas ante agricultores a principios de este mes, el secretario del gobierno de Obama dijo que los argumentos que esgrimen agentes como Nestlé le resultan "irritantes". El señor Vilsack dijo: "Los que esgrimen ese argumento, o no entienden o no aceptan la idea de que nuestros agricultores son lo suficientemente productivos, inteligentes, innovadores y creativos como para satisfacer las necesidades de alimentos, de combustible y de piensos y para exportar".
El señor Brabeck-Letmathe fue director ejecutivo y presidente de Nestlé, hasta que ambas funciones se escindieron en 2008. Es también miembro del consejo de administración del fabricante de productos de lujo L'Oréal, del banco de inversión Credit Suisse y de la petrolera ExxonMobil. En su intervención de ayer ante el MCR, también defendió la idea de establecer un precio para el agua utilizada en agricultura como fórmula para asignar de forma más eficiente unos recursos escasos. Y sugirió que las fuentes alternativas para la producción de biocombustibles podrían ser las algas y los tallos de maíz cosechado.

Fuente: http://www.independent.co.uk/news/business/news/biofuel-policy-is-causing-starvation-says-nestl-boss-2250075.html?service=Print

La crisis alimentaria golpea de nuevo

La amenaza de una nueva crisis alimentaria es ya una realidad. El precio de los alimentos ha vuelto a aumentar alcanzando cifras récord, en una escalada creciente y consecutiva de precios desde hace ocho meses, según informa el Índice de la FAO para los Precios de los Alimentos de febrero de 2011, que analiza mensualmente los precios a escala global de una cesta formada por cereales, oleaginosas, lácteos, carne y azúcar. El Índice apunta a un nuevo máximo histórico, el más elevado desde que la FAO empezó a estudiar los precios alimentarios en 1990.

Este aumento del coste de la comida, sobre todo de los cereales básicos, tiene graves consecuencias para los países del Sur con bajos ingresos y dependencia de la importación alimentaria así como para millones de familias, en estos países, que destinan entre un 50 y un 60% de sus ingresos a la compra de alimentos, cifra que puede llegar hasta un 80% en los países más pobres. En estos casos, el aumento del precio de los productos alimentarios los convierte en inaccesibles.

Nos volvemos a acercar a la cifra de mil millones de personas, una de cada seis en el planeta, que hoy no tienen acceso a la comida. El propio presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, lo dejaba claro al afirmar que la actual crisis alimentaria había hecho aumentar en 44 millones el número de personas que padecen hambre crónica. Hay que tener en cuenta que en el año 2009 ya se superó esta cifra, llegando a los 1.023 millones de personas subnutridas en todo el planeta, cifra que se redujo levemente en 2010, pero sin regresar a los índices anteriores a la crisis alimentaria y económica de 2008 y 2009.

La presente crisis se da en un contexto de abundancia de alimentos. La producción de comida se ha multiplicado por tres desde los años 60, mientras que la población mundial tan sólo se ha duplicado desde entonces. Por lo tanto, de comida hay. No se trata de un problema de producción sino de un problema de acceso a los alimentos, a diferencia de lo que puedan afirmar las instituciones internacionales (FAO, BM, OMC), que instan a aumentar la producción a través de una nueva revolución verde, la cual no haría más que agravar la crisis alimentaria, social y ecológica que enfrentamos.

Las revueltas populares

Las revueltas populares en el Norte de África y en Oriente Medio tuvieron entre sus múltiples detonantes la escalada del precio de los alimentos. En diciembre de 2010, en Túnez, las capas más pobres de la población ocupaban la primera línea del conflicto exigiendo, entre otros, acceso a la comida.

En enero de 2011, jóvenes manifestantes en Argelia cortaban carreteras, quemaban tiendas y atacaban estaciones de policía para protestar por el aumento del precio de los productos básicos. Casos similares se han vivido en Jordania, Sudán y Yemen. Y no debemos olvidar que Egipto es el primer importador de trigo del planeta, dependiente de la importación alimentaria.

Evidentemente a este malestar hay que añadir otros: altas tasas de desempleo, falta de libertades democráticas, corrupción, déficit de viviendas y servicios básicos, etc. que constituyeron el núcleo duro de las revueltas. De todos modos, la subida del precio de los alimentos fue uno de los detonantes iniciales.

Una causa central

Pero, ¿cuáles han sido las causas de este nuevo aumento del coste de la comida? A pesar de que instituciones internacionales y expertos en la materia han señalado varios elementos como: fenómenos meteorológicos que habrían afectado a las cosechas en países productores, el aumento de la demanda en países emergentes, la especulación financiera, la creciente producción de agrocombustibles, entre otros; varios indicios apuntan a la especulación con las materias primas alimentarias como una de las razones principales de la escalada del precio de la comida.

De hecho, en el periodo 2007 y 2008 ya se vivió una crisis alimentaria profunda, con una subida del precio de los cereales como el trigo, la soja y el arroz, de un 130%, un 87% y un 74% respectivamente. Entonces, como hoy, diferentes fueron las causas indicadas, aunque destacaban el aumento de la producción en agrocombustibles y las crecientes inversiones especulativas en los mercados de futuros alimentarios. Pero este aumento del precio de la comida se estancó el año 2009, en parte, probablemente, debido a la crisis económica y la disminución de la especulación financiera.

A mediados de 2010, una vez apaciguados los mercados financieros internacionales, y con cuantiosas sumas públicas inyectadas a la banca privada, la especulación alimentaria golpeaba de nuevo y el precio de los alimentos volvía a subir. Para "salvar a la banca", tras el estallido de la crisis financiera de 2008-2009, se calcula que los gobiernos de los países ricos aportaron un total de 20 billones de dólares para apuntalar al sistema bancario y rebajar las tasas de interés.

Con esta entrada de dinero, los especuladores se vieron incentivados para pedir nuevos préstamos y comprar mercancías que previsiblemente aumentarían rápidamente de valor. Los mismos bancos, fondos de alto riesgo, etc. que causaron la crisis de las hipotecas subprime son, actualmente, los responsables de la especulación con las materias primas y el aumento del precio de la comida, aprovechándose de unos mercados globales de mercancías profundamente desregularizados.

La crisis alimentaria está íntimamente ligada a la crisis económica y a la lógica de un sistema que promueve, por ejemplo, unos planes de rescate en Grecia y en Irlanda, supeditando la soberanía de estos países a las instituciones internacionales como se supedita la soberanía alimentaria de los pueblos a los intereses del mercado.

Garantía o negocio

De hecho, siempre se ha dado una cierta especulación con el precio de los alimentos y esta lógica impera en el funcionamiento de los mercados de futuros, que, tal y como los conocemos actualmente, datan de mediados del siglo XIX, cuando empezaron a funcionar en Estados Unidos. Estos son acuerdos legales estandarizados para hacer transacciones de mercancías físicas en un tiempo futuro establecido previamente y han sido un mecanismo para garantizar un precio mínimo al productor ante las oscilaciones del mercado.

Para explicarlo en pocas palabras: el campesino vende a un comerciante la producción antes de la cosecha para protegerse de las inclemencias del tiempo, por ejemplo, y garantizarse un precio a futuro. El comerciante, por su parte, también, se beneficia. El año en que la cosecha va mal, el campesino obtiene buenos ingresos, y cuando la cosecha es óptima, el comerciante aún se beneficia más.

En la actualidad, este mismo mecanismo es empleado por los especuladores para hacer negocio aprovechando la desregulación de los mercados de materias primas, que fue impulsada a mediados de los años 90 en Estados Unidos y Gran Bretaña por bancos, políticos partidarios del libre mercado y fondos de alto riesgo, en el marco del proceso de desregulación de la economía mundial. Los contratos para comprar y vender comida se convirtieron en "derivados" que podían comercializarse independientemente de las transacciones agrícolas reales. Nacía, pues, un nuevo negocio: la especulación alimentaria.

Los especuladores, hoy, son quienes tienen más peso en los mercados de futuros, a pesar de que sus transacciones de compra y venta no tienen nada que ver con la oferta y la demanda real. En palabras de Mike Masters, gerente de Masters Capital Management, si en 1998 la inversión financiera con carácter especulativo en el sector agrícola era de un 25%, actualmente ésta se sitúa alrededor de un 75%. Estas transacciones se llevan a cabo en las bolsas de valores, la más importante de las cuales, a nivel mundial, es la bolsa de comercio de Chicago, mientras que en Europa los alimentos y las materias primas se comercializan en las bolsas de futuros de Londres, París, Ámsterdam y Frankfurt.

Un "depósito 100% natural"

El 2006/2007, inversores institucionales como bancos, compañías de seguros, fondos de inversión, entre otros, tras la caída del mercado de créditos hipotecarios de alto riesgo en Estados Unidos, buscaron lugares más seguros y con mayor rentabilidad, como las materias primas y los alimentos, dónde invertir su dinero. En la medida en que el precio de la comida subía, aumentaban las inversiones en los mercados de futuros de alimentos, empujando el precio de los granos al alza y empeorando la inflación en el precio de la comida.

En Alemania, el Deutsche Bank anunciaba ganancias fáciles si se invertía en productos agrícolas en auge. Y negocios similares proponía otro de los principales bancos europeos, el BNP Paribas. Pero no hay que ir tan lejos para encontrar ejemplos concretos.

Catalunya Caixa, antigua Caixa Catalunya, instaba, este enero de 2011, a sus clientes a invertir en materias primas bajo el lema "depósito 100% natural". ¿Y qué ofrecía? Una garantía del 100% del capital con posibilidad de obtener una rentabilidad de hasta el 7% anual. Y ¿cómo? En función, como indicaba en su publicidad, de "la evolución del rendimiento de tres materias primas alimentarias: azúcar, café y maíz". Para dar garantías de la alta rentabilidad, la publicidad no dudaba en señalar como la cotización de estos tres productos, los últimos meses, había aumentado en un 61%, un 34% y un 38% respectivamente, debido a "la demanda creciente que va a un ritmo superior a la producción "," por el incremento de la población mundial "y" su uso en agrocombustibles ".

Catalunya Caixa, pero, obviaba una información importante: la especulación alimentaria, que tan buenos réditos económicos da, aumenta el precio de los alimentos, los hace inaccesibles a amplias capas de población en países del Sur global y condena al hambre, a la miseria y a la muerte a miles de personas en estos países.

Dependencia del petróleo

Otro elemento que agudiza la crisis alimentaria es la fuerte dependencia del petróleo del actual modelo de producción y distribución de alimentos. De hecho, el aumento del precio del petróleo repercute directamente en una subida similar del coste de los alimentos básicos. En 2007 y 2008 tanto el precio del petróleo como el de los alimentos alcanzaron cifras récord. Entre julio de 2007 y junio de 2008, el petróleo crudo pasó de 75 dólares el barril a 140 dólares, mientras que el precio de los alimentos básicos aumentaba de 160 dólares a 225 dólares, según el Índice de la FAO para los Precios de los Alimentos.

Y es que la agricultura y la alimentación son cada día más 'petrodependientes'. Después de la 2ª Guerra Mundial y con la revolución verde, en los años 60 y 70, y con el supuesto de aumentar la producción, se apostó por un modelo de agricultura industrial e intensivo. El sistema agrícola y alimentario actual, con alimentos que recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestra mesa, con el uso de intensivo de maquinaria agrícola, de químicos, pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales no subsistiría sin el petróleo.

El aumento del precio del petróleo así como la estrategia de diferentes gobiernos para combatir el cambio climático ha conducido, también, a una creciente inversión en la producción de combustibles alternativos, agrocombustibles, como el biodiesel y/o el bioetanol, elaborados a partir de azúcar, maíz u otros. Pero esta producción ha entrado en competencia directa con la producción de alimentos para el consumo siendo otra de las causas del aumento del precio de los alimentos.

El mismo Banco Mundial reconocía que cuando el precio del petróleo sobrepasa los 50 dólares por barril, entonces un 1% de incremento de su precio supone un 0.9% de aumento del precio del maíz, ya que "por cada dólar que el precio del petróleo aumenta la rentabilidad del etanol y, consecuentemente, la demanda de maíz para su elaboración también crece". Desde el año 2004, 2/3 del aumento de la producción mundial de maíz fueron destinadas a satisfacer la demanda norteamericana de agrocombustibles. En el año 2010, el 35% de la cosecha de maíz de Estados Unidos, que significa un 14% de la producción de maíz mundial, fue utilizada para producir etanol. Y esta tendencia va al alza.

Pero más allá de una serie de causas como la especulación alimentaria y el aumento del precio del petróleo que repercute en una creciente inversión en agrocombustibles, provocando una competencia entre la producción de cereales para el consumo o para la automoción, nos encontramos ante un sistema agroalimentario profundamente vulnerable y en manos del mercado. La creciente liberalización del sector en las últimas décadas, la privatización de bienes naturales (agua, tierra, semillas), la imposición de un modelo de comercio internacional al servicio de los intereses privados, etc. nos ha conducido a esta situación.

Mientras la agricultura y la alimentación sigan siendo consideradas una mercancía en manos del mejor postor, y los intereses empresariales prevalezcan por encima de las necesidades alimentarias y los límites del planeta, nuestra seguridad alimentaria y el bienestar de la tierra no estarán garantizados.

Nucleares, riesgos no asumibles

¿Por qué no nos podemos permitir utilizar la energía nuclear? La respuesta a esta pregunta, en mi opinión, no puede limitarse a señalar el riesgo de la tecnología nuclear. Ningún economista plantearía las decisiones relacionadas con el riesgo en términos absolutos: tanto en el nivel individual como en el social aceptamos constantemente riesgos asumibles en función de las ventajas que comporta cada actividad.
Un único accidente nuclear tiene consecuencias extraordinariamente desastrosas; puede acabar con la vida de decenas de miles de personas y afectar a las generaciones futuras de un modo impredecible. Aún así, al menos en teoría, podría ser aceptable incurrir en el riesgo. Todo dependerá de dos cosas: de los beneficios sociales que perciban los ciudadanos y de la probabilidad de que sucediera tal accidente. La cuestión esencial, entonces, no es que existe riesgo, sino si este es asumible. Y va creciendo la evidencia que apunta en un sentido negativo.
Después de descartar cualquier prejuicio antinuclear, sigue siendo inevitable prestar atención a cómo se acumulan factores que hacen que la probabilidad de accidente nunca sea suficientemente baja. Siempre se trata de circunstancias excepcionales: hoy es un terremoto de grado 9, ayer fue un error humano, mañana puede ser un ciclón o un ataque terrorista. Una excepcionalidad que no deja de subrayar en cada caso el lobby nuclear. Pero nuestras estructuras técnicas, institucionales y políticas no tienen, hasta la fecha, respuestas adecuadas ante tal excepcionalidad. Quizás en una sociedad diferente a las nuestras las respuestas existirían. Sin embargo, no parece que las diferentes formas de organización con las que hemos gestionado la energía nuclear den suficiente garantía. Los accidentes que todos recordamos, los más antiguos y los más modernos, han sido provocados por muy diferentes combinaciones de errores, atribuibles unos al exceso de burocracia, otros al exceso de mercado, todo ello combinado con rasgos humanos, en este caso no controlados, como la estupidez o la codicia. En este contexto puede que lo más juicioso sea empezar a asumir que los costes de la energía nuclear, aquí y ahora, son ampliamente mayores que sus beneficios.

Jorge Calero es catedrático de Economía Aplicada
Fuente: http://blogs.publico.es/delconsejoeditorial/1285/nucleares-riesgos-no-asumibles/

El espectro de Chernobil

"No existe razón tecnológica por la que no podamos usar la energía nuclear de manera segura y efectiva... Japón lo hace, Francia lo hace y no emite gases de efecto invernadero, así que sería tonto que nosotros no lo hagamos de manera mucho más efectiva. No sé si estas palabras de Barack Obama, de octubre de 2009, ya fueron sepultadas por los graves sucesos en reactores y depósitos con barras de combustible usado, de la central atómica Fukushima I, en el noreste de Japón: según los expertos es el mayor siniestro desde Chernóbil y hasta hace poco, similar al de Three Mile Island, Pennsylvania –1979– que, como recordó el New York Times, paralizó la industria nuclear.
La emergencia atómica en Japón, país con fama de modelo en esa tecnología, confirma, por enésima vez, las advertencias de físicos, médicos y ecólogos: Barry Commoner, Helen Caldicott y Greenpeace, entre otros, de que la energía nuclear es una forma cara y muy riesgosa de calentar agua para generar electricidad. Es como usar una sierra eléctrica para rebanar mantequilla, con alta vulnerabilidad por la combinación, potencialmente catastrófica, de fallas de diseño, errores humanos y desastres naturales.
No es sólo el riesgo de estallido de reactores: científicos de la Universidad de Kioto exigen que se haga pública la información sobre la intensidad de los escapes de yodo 131, mientras Robert Álvarez, del Institute for Policy Studies, ex asesor de Bill Clinton, dice que un solo depósito con barras de combustible usado como los de la central de Fukushima –o del Cañón del Diablo y San Onofre, en California– contiene más cesio-137 que el total depositado en el hemisferio norte por todas las pruebas nucleares atmosféricas y que una explosión así podría lanzar a la atmósfera, quizá entre tres y nueve veces la cantidad de cesio-137 por el desastre en el reactor de Chernóbil.
Andy Robinson informa de que si cualquier depósito se queda sin agua podría ser inminente una catastrófica fusión de los desechos nucleares, algo más temible que la fusión de un reactor, ya que en el proceso nuclear de generación de energía lo que se coloca en los depósitos son materias muy radiactivas como el yodo 237 por lo que fue de extrema importancia que el Consejo de Investigación Nuclear de Estados Unidos advirtiera de que los residuos del reactor 4 de Fukushima ¡se habían quedado sin agua! (www.lavanguardia.es).
¿Cómo explicar que, a pesar del riesgo global y de que, hasta hoy, no hay solución al problema de almacenar durante siglos sustancias tan tóxicas, la Casa Blanca reitere que la energía nuclear es parte del plan general de energía del presidente y promueva la instalación de esas centrales en países de gran riesgo sísmico como Chile o México? ¿Se trata de una inercia mortal por el peak oil; el peso político-electoral del cabildo nuclear; la coopción empresarial del ente regulador; el calentamiento global y el aumento al subsidio federal del sector, que de 8 mil millones de dólares (mmd) en 2009 pasa a 18.5 mmd y ahora a 54.5 mmd? ¿Ello en medio de un déficit fiscal de 1.5 billones (trillions) de dólares y de fuertes recortes a servicios de salud, educación y apoyo a la comunidad?; ¿o es porque según Russ Baker, desde 2003 altos ejecutivos y empleados de Exelon, principal operadora de centrales atómicas en Estados Unidos, hicieron donaciones a las campañas de Obama al senado y luego a la presidencia?¿
Baker dice que el vicepresidente ejecutivo y el director de Exelon recaudaron fondos para esas campañas; igual el presidente de Exelon, quien además maneja un instituto eje del cabildo nucleoeléctrico y que David Axelrod, principal estratego político de la Casa Blanca, fue asesor de esa firma.
Sea como fuere, la tragedia de Fukushima muestra que, como ironizó en 2000 Dixie Ray Lee, ex director de la Comisión de Energía Atómica –que aglutina las principales empresas de energía nuclear de Estados Unidos–, “la cuestión de los residuos es el no problem más grande de la historia”. (ibid)