domingo, 20 de marzo de 2011

¿Adelantamos "el Apocalipsis"?

Los últimos desastres naturales ocurridos a nivel mundial han hecho reflexionar a mucha gente sobre sus causas, llegando a concluir que el estilo de vida adoptado bajo los parámetros del capitalismo sería una de las principales, dado que su afán depredador de ganancias inmediatas y fáciles no repara en los daños que pudiera ocasionar al ambiente en cualquiera de nuestras naciones. Sin embargo, aún existen posiciones interesadas que pretenden reducir el impacto de estas afirmaciones, incluso apelando a elementos de carácter religioso, que son difundidas sin ahondar.

Así, la contaminación del aire, del agua y de los suelos, el saqueo de los recursos naturales, la deforestación incontrolada y los problemas de acceso a los recursos vitales para la subsistencia y el mejoramiento de la calidad de vida de muchos pueblos ubicados en Asia, África y nuestra América tienen su origen -indudablemente- en la persistencia de un modelo económico voraz e incontenible. En este aspecto, cabe citar lo expuesto por Carlos Marx al referirse a la gran industria y la agricultura en el tomo I de El Capital: “ Al igual que en la industria urbana, en la moderna agricultura la intensificación de la fuerza productiva y la más rápida movilización del trabajo se consiguen a costa de devastar y agotar la fuerza de trabajo del obrero. cada progreso de la agricultura capitalista es un progreso no solamente en el arte de explotar al trabajador [para mejorar la productividad], sino también en el arte de desvalijar al suelo; cada progreso en el arte de acrecentar su fertilidad por un tiempo, es la ruina de sus recursos duraderos de fertilidad. La producción capitalista no desarrollará la técnica y la combinación del proceso de producción social más que minando al mismo tiempo las dos fuentes de donde surge toda riqueza: la tierra y el trabajador”. Tales palabras tienen una plena vigencia en este siglo cuando se mantiene una constante lucha contra la explotación y los estragos originados por el sistema capitalista a escala mundial, lo cual ha hecho que se retome al socialismo como la alternativa revolucionaria a dicho sistema, ahora dotado de una visión más integral de lo que ello debiera ser, con elementos que anteriormente fueron obviados o desestimados.

De ahí que ya se hable sin sorpresa de un adelantamiento del apocalipsis bíblico, incluso adosándole la teoría de un conspiración perpetuada desde los grandes centros de poder mundial que estaría dirigida a provocar un caos generalizado en aquellos países con suficientes recursos estratégicos que les sería necesario controlar de forma directa, estableciendo un nuevo orden internacional. Los más conscientes de ello -aún sin racionalizarlo del mismo modo que éste y otros análisis similares- son las comunidades empobrecidas de nuestros países al enlazar sus luchas sociales con la defensa del uso de los recursos naturales al margen de la lógica del mercado capitalista actual (o fuera de la administración estatal), lo que representa una imagen contrapuesta a la que se ha querido imponer respecto a que la pobreza es la causa fundamental de la degradación ambiental.

Ahora, teniendo presente la tragedia que padece Japón, al igual que lo sucedido en Chernóbil, en Ucrania, durante el siglo pasado, muchas personas han tomado conciencia de las graves consecuencias del avanzado cambio climático que sufre nuestro planeta, derivadas del desarrollo económico capitalista, planteándose nuevos enfoques sobre su relación con la naturaleza. Esto pudiera suscitar -de algún modo- una nueva percepción respecto a los hábitos consumistas que afectan directa e indirectamente a nuestro medio ambiente, modificándolo de modo irreversible. Sin embargo, en los grandes centros de poder mundial esto no parece tener demasiada importancia. Así, su irracionalidad nos expone a todos los seres vivos de La Tierra (sin que sea simple exageración) a una situación bastante cercana a la extinción total, lo cual amerita mayores acciones de manera colectiva que la reduzcan y eliminen, en beneficio de la vida.-

Obama: ¡go home!

Cuando se hagan públicas las filtraciones que ojalá alguna vez el futuro nos depare, tal vez sepamos qué pasó realmente en estos días para que finalmente Rusia y China, no solo no utilizaran su derecho al veto para frenar este último anatema o resolución de la ONU, sino que, junto a Alemania, Brasil e India, en vez de votar en contra por lo menos, como era su derecho, se abstuvieran. He leído por ahí que algunos califican de hipócritas a estos países abstinentes. Entonces, ¿qué quedaría para los otros, los que votaron a favor de esta ominosa e hipócrita declaración de guerra encubierta con motivos humanitarios? ¿Que quedaría para ERC, Esquerda (???) de Cataluya que votó a favor de implicar a España en esta guerra de conquista?

Pero volviendo a algo más importante, y mientras permanecemos esperanzados de que algún nuevo mártir destinado al escarnio en una cárcel de máxima seguridad en EEUU nos provea de informaciones que nos expliquen la sorpresiva actuación de Rusia y China, yo adelanto que para mí Rusia es un enigma, más grande que China. Con China puede que haya obrado a favor de su derecho al veto el ejemplo reciente, precisamente, del secuestro de los activos económicos que Libia tenía distribuidos a lo ancho y a lo largo de la economía capitalista. Luego del fuego graneado contra Libia con acusaciones de alto calibre afirmando que ese gobierno ejercía violencia contra su población civil desarmada (acusaciones que resultaron hasta ahora abiertamente falsas, para variar) los gobiernos occidentales bloquearon los fondos del gobierno de Gadafi. Con ese argumento o garrote vil puesto sobre sus cabezas, los dirigentes chinos pueden haber temido consecuencias tan devastadoras como ésta para sus propios activos en dólares, en el caso de no satisfacer su comportamiento a los gobiernos occidentales, hambrientos y endeudados como están con China.

Para recordar un poco lo que la apisonadora de información sepulta cada día en falsas tumbas a cielo abierto copio acá uno de los antecedentes más antiguos en este nuevo episodio de la remanida expresión "zona de exclusión aérea": “Esto es una masacre”, dijo por teléfono la frenética mujer libia a Anderson Cooper de la CNN mientras se agazapaba de miedo en su apartamento en Trípoli. (El testimonio resultó falso, como el caso de las tumbas en Trípoli) "Seguramente fue pura coincidencia que ese “Grito en la noche” desde Libia haya tenido eco, en la misma red, unas pocas noches después, en boca del arquitecto de la guerra de Irak, ex presidente del Banco Mundial y criminal de guerra Paul Wolfowitz, quien pocos días antes de la dramática transmisión de Cooper (el autor de la falsa entrevista) pidió una “zona de exclusión aérea” sobre Libia impuesta por la OTAN. (de un artículo de Willian Norman Grigg, publicado al comienzo de esta escalada, y no suficientemente atendido por la izquierda). Los guionistas que escriben el impactante relato en 3d de la vida diaria (a estas horas se anuncia el estreno del episodio de la guerra abierta en Libia), parece que conocen todos los trucos del culebrón, de la miniserie, o Gran Hermano, que vienen a ser lo mismo.

Ya dije que esto da asco. Pero después del asco vienen las arcadas: desde que Hillaridad hizo su tan triste aparición en aquel ya enterrado (apresurada y provisoriamente) tema de Egipto, rogando como rogó desde el principio paciencia eterna con Mubarak para luego, con su plan C, aparecer pidiendo apoyo a su frustrada momia resucitada, Suleimán, o como se llame aquel siniestro as que la secretaria se sacó de la manga inventando un cargo de vicepresidente, hasta entonces inexistente en Egipto, Hillaridad, pasó a un estratégico segundo plano. Después de sus continuados furcios o exabruptos en Egipto, se mandó a callar durante un par de semanas, en las que todos disfrutábamos de su ausencia. No sin antes, decir, ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU que los EEUU pensaban decretar entre otras cosas, una "zona de exclusión aérea" para Libia. Y después se mandó a callar en público, mientras ponía al rojo vivo los teléfonos de sus "socios" de Europa y de las tiranías que le son adictas en el mundo árabe para arrinconarlos durante un par de semanas en que los que no participábamos en su cruzada secreta disfrutamos de su ausencia, mientras los guionistas planeaban su reaparición áurea. En el ínterín entraron en escena Cachorro Blair seguido por Luna Menguante Sarkozi quienes sacaron su carota amorrada "en defensa del pueblo libio" y aconsejaron prescribir al pestilente ex reciente amigo Gadafi una camionada de bombardeos cuatro o cinco veces al día hasta dejarlo, según solía amenazar en sus tiempos aquel otro Obama, aquel Bush que devino en éste, con mandar a todo el que se le cruzara en el camino a la mismísima edad de piedra. Edad de piedra que en realidad representan con más énfasis y convicción estos miembros conspicuos de la juventud hillariana (Sarkozi busca su apariencia más jovial) que hace una semana entraron en escena con una valentía sobreactuada. Fue para bajarle el dedo a "este" tirano desvalorizado, cuando por un lado no solo está probado que no tiene armas de destrucción masiva, -lo que fue un requisito ineludible que los buenos modales occidentales exigían hasta ahora para tirar bombas a los tiranos que no les son afectos-, cuando por otro lado Gadafi no planeaba actos terroristas contra occidente como habría sido excusa exclusiva, casi exclusiva, hasta hace solo unas semanas si se querían iniciar nuevas guerras y ejecutar excomuniones con una bula papal antiterrorista. Luego de aquella desaparición de escena de Hillary, que resultó ser un truco de los guionistas, se hizo evidente un movimiento de pinzas bastante bien ejecutado, si se descarta que contaban con la verosimilitud aportada por todos los medios de comunicación que ayudaron a pasar el efecto. Fue así: mientras parecía que Hillaridad se oponía a una escalada, cuando incluso su secretario de Guerra afirmaba que no era el momento de abrir un nuevo frente de guerra para EEUU, llegaron al primer plano Cachorro Blair y Alain (Qué) Tupé el French de la mano de todos los medios, a coro, sincronizados, coreografiados diciendo que estos eran los únicos fieros defensores del "establecimiento de una zona de exclusión aérea", a la que se oponía EEUU: La antigua "zona de exclusión aérea o la nueva resolución 1973 de la NULA-ONU son solo eufemismos que, recordemos, en el diccionario de Eupócrita significa adobar previamente con bombardeos bien especiados y luego llevar a horno a fuego máximo hasta el punto de cocción de una guerra generalizada, como probablemente ocurrirá, o está ocurriendo ya. Porque el argumento avanza inexorablemente hacia su bien planeado desenlace.

Fué un movimiento de pinzas ejecutado por Obama y Clinton, desde un propicio segundo plano, simulando al principio su oposición a la opción guerrera, con el concierto doblegado de cachorro Blair y Sarkozy, pariendo un nuevo anatema-resolución-declaración de guerra desde la también doblegada, una vez más, NULA-ONU. Un movimiento planeado tempranamente, aprovechando el calor de Túnez y Egipto, para leudar la masa de un alzamiento en Libia, con posterior intervención y ocupación militar, primero al este, y a dividir y reinar.

Todo esto ocurre justamente la misma semana en que Obama ha decidido prolongar ad eternum la estadía infernal de los detenidos sin juicio ni pruebas en su contra en Guantánamo. Justamente cuando se hace evidente que Obama tendría que devolver su premio Nobel de la Paz y empezar a ser señalado como cómplice y continuador de Bush. Cuando se vuelven a escuchar testimonios de que a Brad Manning, al que se acusa de ser el origen de las filtraciones que hizo públicas Wikileaks, se lo mantiene en una cárcel de máxima seguridad, en el interior de USA, en estados próximos a la tortura física y adentrados en la tortura psicológica. Cuando se anuncian grandes manifestaciones en Brasil y Chile repudiando la visita del nuevo Bush: "Obama go home". Cuando todo el concierto de los medios predominantes silencia todas estas coincidencias y tapona la publicación de una declaración del vicecanciller de Libia (emitida apenas conocerse la aprobación de esta nueva resolución siniestra de la ONU) que afirmó que su gobierno ha acatado la resolución de la ONU, que detuvieron toda acción militar, y lo que es más importante y asesino no publicar, que reclaman la presencia de observadores internacionales de la ONU, Alemania, Brasil o Turquía para que vayan a documentarse en el terreno, con toda garantía de libertad de movimiento, de que no existe ninguna acción militar en curso por parte del ejército de Libia contra los rebeldes.

El silencio o taponamiento de una declaración como esta que, si se quisiera mínimamente evitar la guerra, podría abrir un camino creíble, comprobable, rápido y efectivo para lograr una resolución pacífica de la crisis en Libia, es una nueva prueba que se agrega a una larga lista ya existente que permitiría acusar a los medios predominantes de complicidad con una matanza planificada, para emprender otra ocupación colonial, en el siglo XXI, al mando del premio Nobel de la Paz, que ahora si está iniciando una guerra propia, además de continuar todas las que dijo que iba a terminar.

Ante este exhibicionismo de acciones intrépidas y decididas por parte de Obama en su campaña por la "democracia y los derechos humanos" uno podría decir que hay que tomarle la palabra para que la aplique a toda la gama de dictaduras que EEUU sustenta con disimulo y descaro al mismo tiempo. La presidenta de Brasil ha mandado a decir a Obama que no quieren más su "alianza para el progreso", que quieren que los traten con seriedad. Tambíen se podría agregar como en la broma, "no nos dé más de su democracia Obama, go home". Tomarle la palabra a Obama a estas alturas no tendría sentido porque no se necesita ningún sofisticado detector de mentiras para saber que no se puede creeer en ninguna de sus palabras.

Peligros de la "intervención humanitaria" en Libia

Conque vamos a tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles libios, ¿cierto? Lástima que no se nos haya ocurrido hace 42 años. O 41 años. O… bueno, ustedes saben el resto. Y no nos dejemos engañar sobre lo que en realidad significa la resolución del Consejo de Seguridad. Una vez más, será el cambio de régimen. Y así como en Irak –para usar una de las únicas frases memorables de Tom Friedman en ese tiempo–, cuando el último dictador se vaya, ¿quién sabe qué clase de murciélagos saldrán de la caja?
Y luego de Túnez y de Egipto, tenía que ser Libia, ¿verdad? Los árabes de África del norte demandan libertad, democracia, no más opresión. Sí, eso es lo que tienen en común. Pero otra cosa que esas naciones tienen en común es que fuimos nosotros, los occidentales, quienes alimentamos a sus dictaduras década tras década. Los franceses acurrucaron a Ben Alí, los estadunidenses apapacharon a Mubarak y los italianos arroparon a Gadafi hasta que nuestro glorioso líder fue a resucitarlo de entre los muertos políticos.
¿Sería por eso, me pregunto, que no habíamos sabido de lord Blair de Isfahán en fechas recientes? Sin duda debería haber estado allí, aplaudiendo con júbilo ante una nueva intervención humanitaria. Tal vez sólo está tomando un descanso entre episodios. O tal vez, como los dragones en La reina de las hadas, de Spenser, está vomitando en silencio panfletos católicos con todo el entusiasmo de un Gadafi en pleno impulso.
Abramos el telón apenas un poco y observemos la oscuridad que hay detrás. Sí, Gadafi es un orate absoluto, un lunático del nivel de Ajmadineyad de Irán o Lieberman de Israel, quien una vez, por cierto, se puso a fanfarronear con que Mubarak podía irse al infierno, pero se puso a temblar de miedo cuando Mubarak fue en verdad lanzado en esa dirección. Y existe un elemento racista en todo esto.
Medio Oriente parece producir estos personajes… en oposición a Europa, que en los 100 años pasados sólo ha producido a Berlusconi, Mussolini, Stalin y el chaparrito aquel que era cabo en la infantería de reserva del 16 regimiento bávaro y que de plano perdió el seso cuando resultó elegido canciller en 1933… pero ahora estamos volviendo a limpiar Medio Oriente y podemos olvidar nuestro propio pasado colonial en este recinto de arena. Y por qué no, cuando Gadafi dice a la gente de Bengasi: “iremos zenga, zenga (callejón por callejón), casa por casa, cuarto por cuarto”. Sin duda es una intervención humanitaria que de veras, de veritas es una buena idea. Después de todo, no habrá tropas en tierra.
Desde luego, si esta revolución fuese suprimida con violencia en, digamos, Mauritania, no creo que exigiéramos zonas de exclusión aérea. Ni en Costa de Marfil, pensándolo bien. Ni en ningún otro lugar de África que no tuviera depósitos de petróleo, gas o minerales o careciera de importancia en nuestra protección de Israel, la cual es la verdadera razón de que Egipto nos importe tanto.
Enumeremos algunas cosas que podrían resultar mal; demos una mirada de soslayo a esos murciélagos que aún anidan en el reluciente y húmedo interior de su caja. Supongamos que Gadafi se aferra en Trípoli y que británicos, franceses y estadunidenses destruyen sus aviones, vuelan sus aeropuertos, asaltan sus baterías de vehículos blindadas y misiles y él sencillamente no desaparece. El jueves observé cómo, poco antes de la votación en la ONU, el Pentágono comenzaba a ilustrar a los periodistas sobre los peligros de toda la operación, precisando que podría llevar días instalar una zona de exclusión aérea.
Luego está la truculencia y villanía de Gadafi mismo. Las vimos este viernes, cuando su ministro del Exterior anunció el cese del fuego y el fin de todas las operaciones militares, sabiendo perfectamente, por supuesto, que una fuerza de la OTAN decidida al cambio de régimen no lo aceptaría y que eso permitiría a Gadafi presentarse como un líder árabe amante de la paz que es víctima de la agresión de Occidente: Omar Mujtar vive de nuevo.
¿Y qué tal si sencillamente no llegamos a tiempo, si los tanques de Gadafi siguen avanzando? Entonces enviamos mercenarios a ayudar a los rebeldes. ¿Nos instalamos temporalmente en Bengasi, con consejeros, ONG y la acostumbrada palabrería diplomática? Nótese cómo, en este momento crítico, no hablamos ya de las tribus de Libia, ese curtido pueblo guerrero que invocamos con entusiasmo hace un par de semanas. Ahora hablamos de la necesidad de proteger al pueblo de Libia, ya sin registrar a los senoussi, el grupo más poderoso de familias tribales de Bengasi, cuyos hombres han librado gran parte de los combates. El rey Idris, derrocado por Gadafi en 1969, era senoussi. La bandera rebelde roja, blanca y verde –la vieja bandera de la Libia prerrevolucionaria– es de hecho la bandera de Idris, una bandera senoussi.
Ahora supongamos que los insurrectos llegan a Trípoli (el punto clave de todo el ejercicio, ¿no es así?): ¿serán bienvenidos allí? Sí, hubo protestas en la capital, pero muchos de esos valientes manifestantes venían de Bengasi. ¿Qué harán los partidarios de Gadafi? ¿Se disgregarán? ¿Se darán cuenta de pronto de que siempre sí odiaban a Gadafi y se unirán a la revolución? ¿O continuarán la guerra civil?
¿Y si los rebeldes entran en Trípoli y deciden que Gadafi y su demente hijo Saif al-Islam deben recibir su merecido, junto con sus matones? ¿Vamos a cerrar los ojos a las matanzas de represalia, a los ahorcamientos públicos, a tratos como los que los criminales de Gadafi han infligido durante tantos años? Me pregunto. Libia no es Egipto. Una vez más, Gadafi es un chiflado y, dado su extraño desempeño con su Libro Verde en el balcón de su casa bombardeada, es probable que de cuando en cuando también monte en cólera.
También está el peligro de que las cosas salgan mal de nuestro lado: las bombas que caen sobre civiles, los aviones de la OTAN que pueden ser derribados o estrellarse en territorio de Gadafi, la súbita sospecha entre los rebeldes/el pueblo libio/los manifestantes por la democracia de que la ayuda de Occidente tiene, después de todo, propósitos ulteriores. Y luego hay una aburrida regla universal en todo esto: en el segundo en que se emplean las armas contra otro gobierno, por mucha razón que se tenga, las cosas empiezan a desencadenarse. Después de todo, los mismos rebeldes que la mañana del jueves expresaban su furia ante la indiferencia de París ondeaban banderas francesas la noche de ese día en Bengasi. ¡Viva Estados Unidos! Hasta que…
Conozco los viejos argumentos. Por mala que haya sido nuestra conducta en el pasado, ¿qué debemos hacer ahora? Es un poco tarde para preguntar eso. Amábamos a Gadafi cuando llegó al poder en 1969 y luego, cuando mostró ser un orate, lo odiamos; después lo volvimos a amar –hablo de cuando lord Blair le estrechó las manos– y ahora lo odiamos de nuevo. ¿Acaso Arafat no tuvo un similar historial de altibajos para los israelíes y los estadunidenses? Primero era un superterrorista que anhelaba destruir a Israel, luego un superestadista que estrechó las manos de Yitzhak Rabin, y luego de nuevo se volvió un superterrorista cuando se dio cuenta de que había sido engañado sobre el futuro de Palestina.
Algo que podemos hacer es ubicar a los Gadafi y Saddam del porvenir que alimentamos hoy, los futuros dementes sádicos de la cámara de torturas que cultivan a sus jóvenes vampiros con nuestra ayuda económica. En Uzbekistán, por ejemplo. Y en Turkmenistán, Tayikistán, Chechenia y otros por el estilo. Hombres con los que tenemos que tratar, que nos venderán petróleo, nos comprarán armas y mantendrán a raya a los terroristas musulmanes.
Todo es tan conocido que fastidia. Y ahora estamos de nuevo en ello, dando puñetazos en el escritorio en unidad espiritual. No tenemos muchas opciones, a menos que queramos ver otro Srebrenica, ¿verdad? Pero un momento: ¿acaso aquello no ocurrió mucho después de que impusimos nuestra zona de exclusión aérea en Bosnia?

Sobre la visita de Obama

¡Es la Amazonía, estúpido!

Todos recuerdan aquella frase con la que Bill Clinton desarmó a George Bush padre en la competición presidencial de 1992. Una expresión parecida podría utilizarse en el momento actual, cuando muchos piensan, en Brasil y fuera de él, que Obama está de visita en ese país para vender los F-16 fabricados en Estados Unidos, desplazando a su competidor francés, y para promover la participación de empresas estadounidenses en la gran expansión futura del negocio petrolero brasileño. También, para asegurar un suministro confiable y previsible a su insaciable demanda de combustible mediante acuerdos con un país del ámbito hemisférico y menos conflictivo e inestable que sus proveedores tradicionales del Oriente Medio o la propia Latinoamérica. Aparte de eso, la carpeta de negocios que lleva Obama incluye la intervención de empresas de su país en la renovación de la infraestructura de transportes y comunicaciones de Brasil y en los servicios de vigilancia y seguridad que requerirán la Copa Mundial de Fútbol (2014) y los Juegos Olímpicos (2016). Quienes apuntan a estas realidades no dejan de señalar los problemas bilaterales que afectan a la relación comercial, sobre todo debido a la persistencia del proteccionismo estadounidense y las trabas que éste implica para las exportaciones brasileñas. La relación, por lo tanto, está lejos de ser tan armónica como muchos dicen. Además, la creciente gravitación regional y en parte internacional del Brasil es vista con preocupación por Washington. Sin el apoyo de Brasil y Argentina, amén de otros países, la iniciativa bolivariana de acabar con el ALCA no habría prosperado. Por lo tanto, un Brasil poderoso es un estorbo para los proyectos del imperialismo en la región.
Dado lo anterior hay que preguntarse acerca de los objetivos que persigue la visita de Obama al Brasil. Observemos primero los datos del contexto: desde la inauguración del gobierno de Dilma Rousseff la Casa Blanca desplegó una enérgica ofensiva tendente a fortalecer la relación bilateral. No habían pasado diez días de su instalación en el Palacio del Planalto cuando recibió la visita de los senadores republicanos John McCain y John Barrasso; pocas semanas más tarde sería el Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, quien golpearía a su puerta para reunirse con la presidenta. El interés de los visitantes se desató ante el recambio presidencial y la esperanzadora señal procedente del Brasilia cuando la nueva presidenta anunció que estaba reconsiderando la compra de 36 aviones de combate a la firma francesa Dassault que, en su monento, había anunciado el saliente presidente Lula. Este cambio de actitud hizo que los lobbistas de las grandes empresas del complejo militar-industrial –es decir, el “gobierno permanente” de los Estados Unidos, con prescindencia del transitorio ocupante de la Casa Blanca- se dejaran caer sobre Brasilia con la esperanza de verse beneficiados con la adjudicación de un primer contrato por 6.000 millones de dólares que, eventualmente, podría acrecentarse significativamente si el gobierno brasileño decidiera, como se espera, ordenar la compra de otros 120 aviones en los años siguientes. Pero sería un error creer que sólo la motivación crematística es la que inspira el viaje de Obama.
En realidad, lo que a aquél más le interesa en su calidad de administrador del imperio es avanzar en el control de la Amazonía. Requisito principal de este proyecto es entorpecer, ya que no puede detener, la creciente coordinación e integración política y económica en curso en la región y que tan importante han sido para hacer naufragar el ALCA en 2005 y frustrar la conspiración secesionista y golpista en Bolivia (2008) y Ecuador (2010). También debe tratar de sembrar la discordia entre los gobiernos más radicales de la región (Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador) y los gobiernos “progresistas” –principalmente Brasil, Argentina y Uruguay- que pugnan por encontrar un espacio, cada vez más acotado y problemático, entre la capitulación a los dictados del imperio y los ideales emancipatorios, hoy encarnados en los países del ALBA, que hace doscientos años inspiraron las luchas por la independencia de nuestros países. El resto son asuntos secundarios. Sorprende, dados estos antecedentes, la indecisión de Rousseff en relación con el reequipamiento de sus fuerzas armadas porque si finalmente Brasil llegara a cerrar el trato favoreciendo la adquisición de los F-16 en lugar de los Rafale franceses su país vería seriamente menoscabada su voluntad de reafirmar su efectiva soberanía sobre la Amazonía. Con esto no se quiere afirmar que Brasil debe comprar los aviones de la Dassault; lo que sí se quiere decir es que cualquier otra alternativa es preferible a su adquisición a un proveedor estadounidense. Si tal cosa llegara a ocurrir es porque la cancillería brasileña habría pasado por alto, con irresponsable negligencia, el hecho de que en el tablero geopolítico hemisférico Washington tiene dos objetivos estratégicos: el primero, más inmediato, es acabar con el gobierno de Chávez apelando a cualquier expediente, sea de carácter legal e institucional o, en su defecto, a cualquier forma de sedición. Este es el objetivo manifiesto y vociferado de la Casa Blanca. Pero el fundamental, a largo plazo, es el control de la Amazonía, lugar donde se depositan enormes riquezas que el imperio, en su desorbitada carrera hacia la apropiación excluyente de los recursos naturales del planeta, desea asegurar para sí sin nadie que se entrometa en lo que su clase dominante percibe como su hinterland natural: agua, minerales estratégicos, petróleo, gas, biodiversidad y alimentos. Para los más osados estrategas estadounidenses la cuenta amazónica, al igual que la Antártida, es un área de libre acceso en donde no se reconocen soberanías nacionales y abierta, por eso mismo, a quienes cuenten con “los recursos tecnológicos y logísticos” que permitan su adecuada explotación. Es decir, los Estados Unidos. Pero, obviamente, ningún alto funcionario del Departamento de Estado o del Pentágono, y mucho menos el presidente de Estados Unidos, anda diciendo estas cosas en voz alta. Pero actúan en función de esa convicción. Y, coherente con esta realidad, sería insensato para Brasil apostar a un equipamiento y una tecnología militar que lo colocaría en una situación de subordinación ante quien ostensiblemente le está disputando la posesión efectiva de los inmensos recursos de la Amazonía. ¿O es que alguien tiene dudas de que, cuando llegue el momento, Estados Unidos no vacilará un segundo en apelar a la fuerza para defender sus vitales intereses amenazados por la imposibilidad de acceder a los recursos naturales encerrados en esa región?
Lo que está en juego, en consecuencia, es precisamente el control de esa zona. Obviamente, de esto Obama no intercambiará una palabra con su anfitriona. Entre otras cosas porque Washington ya ejerce un cierto control de hecho sobre la Amazonía a partir de su enorme superioridad en materia de comunicación satelital. Además, la extensa cadena de bases militares con la que Estados Unidos ha venido rodeando esa área ratifica, con los métodos tradicionales del imperialismo, esa inocultable ambición de apropiación territorial. La preocupación que movió al ex presidente Lula da Silva a acelerar el reequipamiento de las fuerzas armadas brasileñas fue la inesperada reactivación de la IV Flota de Estados Unidos pocas semanas después de que Brasilia anunciara el descubrimiento de un enorme yacimiento petrolero submarino frente al litoral paulista. Allí se hizo evidente, como una relampagueante pesadilla, que Washington consideraba inaceptable un Brasil que además de contar con un gran territorio y una riquísima dotación de recursos naturales pudiera también convertirse en una potencia petrolera y, por eso mismo, en un país capaz de contrabalancear el predominio estadounidense al sur del río Bravo y, en menor medida, en el tablero geopolítico mundial. El astuto minué cortesano de la diplomacia estadounidense ha ocultado los verdaderos intereses de un imperio sediento de materias primas, energía y recursos naturales de todo tipo y sobre el cual la gran cuenca amazónica ejerce una irresistible atracción. Para disimular sus intenciones Washington ha utilizado –exitosamente, porque la cuenca amazónica terminó siendo rodeada por bases estadounidenses- un sutil operativo de distracción en el cual Itamaraty cayó como un novato: ofrecer su apoyo para lograr que Brasil obtenga un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Cuesta entender cómo los experimentados diplomáticos brasileños tomaron en serio tan inverosímil ofrecimiento que franqueaba el ingreso a Brasil mientras se lo cerraba a países como Alemania, Japón, Italia, Canadá, India y Pakistán. Deslumbrados por esa promesa la cancillería brasileña y el alto mando militar no percibieron que mientras se entretenían en estériles divagaciones sobre el asunto la Casa Blanca iba instalando sus bases por doquier: siete, ¡sí, siete!, en Colombia en el cuadrante noroeste de la Amazonía; dos en Paraguay, en el sur; por lo menos una en Perú, para controlar el acceso oeste a la región y una, en trámite, con la Francia de Sarkozy para instalar tropas y equipos militares en la Guayana francesa, aptos para monitorear la región oriental de la Amazonía. Más al norte, bases en Aruba, Curazao, Panamá, Honduras, El Salvador, Puerto Rico, Guantánamo para hostigar a la Venezuela bolivariana y, por supuesto, a la Revolución Cubana. Pretender reafirmar la soberanía brasileña en esa región apelando a equipos, armamentos y tecnología bélica de Estados Unidos constituye un mayúsculo error, pues la dependencia tecnológica y militar que ello implicaría dejaría a Brasil atado de pies y manos a los designios de la potencia imperial. Salvo que se piense, claro está, que los intereses nacionales de Brasil y Estados Unidos son coincidentes. Algunos así lo creen, pero sería gravísimo que la presidenta Rousseff incurriera en tan enorme e irreparable yerro de apreciación. Y los costos –económicos, sociales y políticos- que Brasil, y con él toda la región, deberían pagar a causa de tal desatino serían exorbitantes.

Gran Bretaña bombardea Trípoli

Aviones de caza Tornado del ejército británico lanzaron misiles en Libia, en el primer ataque perpetrado por la aviación de Gran Bretaña en el marco de la intervención militar de la comunidad internacional en el país norteafricano, informaron este domingo fuentes de Defensa en Londres.

"Ahora puedo confirmar que la RAF (fuerza aérea británica) han lanzado también misiles Stormshadow desde aviones de caza Tornado GR4", dijo el portavoz del ejército británico, el general John Lorimer.

El enviado especial de teleSUR a Trípoli, Jordán Rodríguez, reportó desde el hotel donde se aloja la prensa en la capital libia que ''a las 2:30 hora local (00:30 h. GMT) se se sintió un fuerte bombardeo en la ciudad, se oyen las unidades del ejército disparando, se siente el humo".

Agregó que en un principio el bombardeo, que duró aproximadamente 10 minutos, se estaba dando muy cerca ''del edificio donde está alojada la prensa internacional (...) las ventanas del hotel se estremecieron con el bombardeo, lo que indica la cercanía de los mismos", destacó.

Rodríguez indicó que cerca del hotel se encuentra una zona residencial que contiene una mezquita y un importante hospital de Trípoli.

"La orientación del sonido de los bombardeos y disparos es hacia la zona residencial y del hospital de Trípoli", afirmó el periodista.

De igual manera recordó que minutos "antes de estos bombardeos había calma en Trípoli  y las personas se manifestaban en las calles".

Una gran cantidad de partidarios del líder libio se había congregado en las cercanía de la residencia de Muammar Gaddafi, "no sabemos qué pasó con el gran número de personas que estaban frente a la residencia de Gaddafi, siguo oyendo los bombardeos" expresó el periodista de teleSUR.

Primer balence muertos por ataques occidentales
Al menos 48 personas murieron el sábado como consecuencia de los bombardeos aéreos y los misiles lanzados por la coalición occidental, encabezada por Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, contra varias ciudades de Libia, informó una fuente oficial del Gobierno libio a la prensa internacional.

Unas "48 personas murieron, de ellas 26 en Trípoli", indicó la fuente, que pidió el anonimato y subrayó que "el balance era provisional".

Estados Unidos y Gran Bretaña anunciaron que habían disparado el sábado más de 110 misiles de crucero Tomahawk, desde sus navíos y submarinos, contra objetivos en la costa libia, entre ellos sistemas de defensa antiaérea y enclaves de comunicación estratégicos.
El periodista de teleSUR, Jordán Rodríguez señaló que “hasta ahora se han confirmado bombardeos en las ciudades de Zuara (oeste), Trípoli, Misrata (noroste) y Benghazi (noreste)”.
Medios de comunicación internacionales muestran fotos de víctimas
Distintos medios de comunicación internacionales exhibieron este sábado fotos de las víctimas mortales de la agresión militar extranjera, que fue aprobada el pasado jueves por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Las imágenes confirman las versiones del Gobierno del país norteafricano.

El Gobierno de Muammar Al Gadafi denunció que cientos de civiles se encuentran heridos debido a los ataques militares extranjeros contra Libia pese a que la nación norteafricana anunció el alto al fuego e invitó a la comunidad internacional a enviar observadores que constaran la situación del país.

“Supuestamente esta agresión es para la protección de los civiles pero esto se contradice con lo que ha ocurrido en tierra esta noche, una gran cantidad de civiles ha resultado herida por la agresión de esta noche”, expresó el presidente del Congreso del país norteafricano.

Agregó que “se están llenando nuestro hospitales y hay muchas ambulancias que están haciendo lo que pueden para salvar las vidas”.

Asimismo, el enviado especial de teleSUR dijo que “no sabemos cuantas víctimas mortales hay, pero los hospitales del este de Trípoli se encuentran abarrotado de civiles heridos por los ataques de la coalición”

Reportó que los medios están mostrando duras imágenes de heridos y víctimas civiles que apoyaban a Gadafi.

Manifestó que se habla de un número indeterminado de víctmas y que este domingo llevarán a periodistas a las zonas de los ataques.

El primer ataque se registró este sábado cuando un avión de combate fránces disparó a las 16:45 h. GMT en Libia destruyendo cuatro tanques del ejército.

Más tarde las fuerzas estadounidenses y bitánicas lanzaron al menos 110 misiles de crucero Tomahawk en Libia contra sitios de defensa antiaérea del Gobierno libio.

Libia pidió este sábado una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU tras el inicio de una operación militar internacional contra el régimen de Muamar el Gadafi, informó el Ministerio de Exteriores en un comunicado difundido por la agencia oficial Jana.

La resolución 1973 aprobada el pasado jueves por Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autorizó el uso de la fuerza militar en contra de Libia y la instalación de una zona de exclusión aérea.
Fuentes:

ofensiva plutocratica-imperialista‏

La actual contra ofensiva plutocrática-imperialista contra las naciones y los pueblos de “nuestra mayúscula América”: algunas anticipaciones.
Por Luis Suárez Salazar*

caricatura-obama-2.jpg

Introducción:
Ya es un lugar bastante común en las reflexiones y denuncias de los principales representantes de “la nueva” y “la vieja” izquierda política, social e intelectual de la en que en 1953 el joven Ernesto Guevara de la Serna denominó “nuestra Mayúscula América” el reconocimiento de que –a partir del golpe de Estado que se produjo en Honduras en junio del 2009 y coincidiendo con el bicentenario del inicio de las multiformes y descentralizadas luchas de los pueblos y las naciones de ese continente contra los colonialismos europeos (España, Francia y Portugal)- el gobierno permanente y el actual gobierno temporal estadounidenses –presidido por el demócrata-liberal Barack Obama-  han emprendido una renovada y multifacética contra ofensiva dirigida a “restaurar” su debilitado, pero todavía poderoso sistema de dominación –hegemonía acorazada con la coacción y la fuerza- sobre el denominado “sur político del hemisferio occidental”.

Como he señalado en otras ocasiones (Suárez, 2007 y 2010), sin negar las contradicciones que lo afectan, ese multifacético sistema de dominación (político, diplomático, económico, militar e ideológico-cultural) continúa sustentado en las alianzas asimétricas elaboradas por los grupos de poder, los poderes fácticos y los gobiernos temporales de la suavemente llamada “potencia hegemónica en el hemisferio occidental” con sus contrapartes de Canadá y de la mayor parte de los Estados independientes o semiindependientes de América Latina y el Caribe.  A pesar de su desgaste, expresión y, a la vez, complemento de esas alianzas siguen siendo las diversas instituciones político-militares que componen el Sistema Interamericano –la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Junta Interamericana de Defensa (JID), fundadas en 1948 y 1942, respectivamente- e, interactuando con ellas, los diversos foros oficiales panamericanos que –con la exclusión de Cuba- han venido funcionando a partir de las sucesivas Cumbres de las Américas –ordinarias y extraordinarias-  realizadas desde 1994.   
Sin embargo y a pesar de su importancia para el porvenir de las multiformes luchas por la emancipación nacional y social que en la actualidad se desarrollan en buena parte de los Estados y en algunos territorios colonizados (cuál es el caso de Puerto Rico) ubicados al sur del río Bravo y de la península de Florida, en los trabajos y denuncias difundidas no abundan los enfoques que, con una visión continental,  sinteticen los principales objetivos que se plantea lograr la antes mencionada contraofensiva plutocrática-imperialista en el futuro más o menos inmediato. A contribuir a resolver esa carencia va dirigido el presente artículo. Por consiguiente, en él se presentarán algunas anticipaciones (seguramente incompletas) de las acciones contra los pueblos y las naciones de América Latina y el Caribe (o, si se prefiere, del “continente del Abya Yala”) que, en los próximos dos años y contando con el apoyo de los sectores más reaccionarios de los partidos Demócrata y Republicano, emprenderá la antes mencionada administración estadounidense en consuno con sus principales aliados hemisféricos o extra hemisféricos.       
Las “estrategias inteligentes” de Barack Obama contra “nuestra Mayúscula América”: algunas anticipaciones.  
Como recientemente indiqué en un ensayo aún inédito (Suárez, 2011), dándole continuidad a muchas de las acciones desplegadas por las dos administración neoconservadoras encabezadas por el presidente republicano George W. Bush (2001-2009), así como asumiendo algunas de la recomendaciones de la bipartidista Comisión para un Potencia Inteligente auspiciada por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Estados Unidos (Nye, 2008), en los primeros dos años de su primer y, tal vez, único mandato, el gobierno temporal de Barack Obama emprendió diversas “estrategias inteligentes” dirigidas a “renovar” y a prolongar durante el presente siglo el eufemísticamente denominado “liderazgo” estadounidense en el hemisferio occidental (Obama, 2008 y 2008a).   
Contando con el apoyo de los gobiernos derechistas o “socialdemócratas” instalados en Canadá, México, Honduras (a partir de junio del 2009), Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú y Chile, al igual que en diferentes Estados del Caribe insular y continental, esas estrategias estuvieron dirigidas a “contener”, neutralizar y, donde le fue posible, derrotar (roll back) a los gobiernos reformistas, reformadores o revolucionarios, según el caso, instalados en diversos países de América Latina y el Caribe. Asimismo, a lentificar los diversos procesos de concertación política, cooperación e integración económica que –al margen de la voluntad del gobierno estadounidense- se habían venido reformando, dinamizando o fundando en los años más recientes. En primer lugar, a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio entre los Pueblos (ALBA-TCP), actualmente integrada por los gobiernos y algunos movimientos socio-políticos de Antigua y Barbuda (AB), Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, la República Bolivariana de Venezuela (RBV) y San Vicente y las Granadinas (SVG).
Componentes de esas “estrategias inteligentes” fueron, entre otras, las reiteradas convocatorias realizadas por la administración de Barack Obama al establecimientos de nuevas alianzas interamericanas –presuntamente despojadas de “las confrontaciones ideológicas del pasado”- en temas tan sensibles como “la seguridad pública” y “la agenda verde” (Obama, 2009); el despliegue de interacciones diferenciadas con los gobiernos genéricamente denominados “de izquierda”; el cada vez menos sibilino apoyo político, mediático y financiero que le han venido ofreciendo diversas agencias del aparato estatal y político estadounidense a las “organizaciones de la sociedad civil” opuestas a esos gobiernos y en particular a los indistintamente calificados como “anti-democráticos”, “populistas radicales”, “anti-estadounidenses” o “patrocinadores del terrorismo” (Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y la República Bolivariana de Venezuela) y la contigua suscripción de una nueva generación de acuerdos de defensa y seguridad con la absoluta mayoría de los actuales gobiernos caribeños, al igual que con mesoamericanos y suramericanos ubicados en el “eje del Pacífico”. En la visión geopolítica y geoeconómica estadounidense éste se extiende desde México hasta Chile.  
A lo dicho hay que agregar la ampliación del poderoso dispositivo militar y policiaco instalado por las fuerzas armadas y los órganos de seguridad y del “cumplimiento de la Ley” estadounidenses en la llamada Cuenca del Caribe, en la “región andino-amazónica” y, en menor medida, en la Cuenca del río de la Plata; la continuidad de las Cumbre del Ministros de Defensa y de Seguridad Pública de las Américas; las sistemáticas reuniones de Jefes de Ejército, Marina y Aviación coordinadas por la JID, al igual que las diversas maniobras militares interamericanas (como las llamadas UNITA y PANAMAX) convocadas por el Pentágono al amparo del mal llamado Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR). Asimismo, el apoyo al ya mencionado golpe de Estado que se produjo en Honduras y las gestiones desplegadas por el Departamento de Estado norteamericano para que la OEA reconozca al espurio gobierno presidido por Porfirio Lobo.
Igualmente, la ocupación militar de Haití inmediatamente después del sismo del 12 de enero del 2010, el reiterado apoyo estadounidense a las labores de la Misión de la Naciones Unidos para la Estabilización de ese país (MINUSTAH) y a las acciones desarrolladas por las fuerzas policiacas-militares que la integran,  así como por la burocracia de la OEA con vistas a garantizar la instalación en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de un gobierno totalmente favorable a los intereses geopolíticos y geoeconómicos estadounidenses. En ese empeño, la administración de Barack Obama ha contado con el apoyo de los gobiernos permanentes y temporales de Canadá, Francia y República Dominicana.            
A pesar del alto costo político que tuvieron y todavía tienen algunas de esas acciones para la credibilidad de los pregones acerca de “una nueva era de las relaciones interamericanas” y de “un nuevo comienzo” de sus relaciones con Cuba difundidos por Barack Obama en la Quinta Cumbre de las Américas realizada en Trinidad y Tobago en abril del 2009 (Obama, 2009), los propósitos referidos en el segundo párrafo de este acápite se mantendrán en los próximos dos años. Con tal fin la actual administración, al igual que otras agencias de aparato político estadounidense controladas por los sectores más reaccionarios de los partidos Demócrata y Republicano, continuarán desplegando diversas acciones dirigidas a “socavar el apoyo popular” al gobierno presidido desde el 2008 por Raúl Castro (Morales, 2009 y 2011); confiando en que, en el mediano plazo, los efectos del extraterritorial bloqueo económico, comercial y financiero establecido contra Cuba, las serias dificultades que afectarán a su socio-economía y la “transición generacional” que se está produciendo en su sociedad y su  sistema político, crearán las condiciones para “el cambio del régimen” instaurado en ese país desde el primero de enero de 1959.
De manera convergente, el gobierno temporal de Barack Obama priorizará sus multiformes acciones dirigidas a lograr la derrota del actual presidente venezolano Hugo Chávez en los comicios presidenciales que se efectuarán a fines del 2012. Para el cumplimiento de ese propósito el poderoso aparato estatal estadounidense continuará respaldando “diplomática”, mediática y financieramente, así como impulsando “la unidad” de todas las fuerzas sociales, políticas, ideológico-culturales y militares opuestas a la Revolución Bolivariana. Apoyados en los diputados con que éstas cuentan en la unicameral Asamblea Nacional (Lander, 2011), así como en su abrumador control sobre los medios privados de desinformación masiva (Weisbrot y Ruttenberg, 2011), esas fuerzas continuarán trabajando para cooptar a los dirigentes, los diputados y las bases del Partido Patria para Todos (PPT), al igual que para utilizar las diversas debilidades que lo afectan con vistas a dividir al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Con ello –y con la definición de un candidato único de “la oposición” para los comicios presidenciales del 2012- esperan entorpecer “la gobernabilidad democrática” de ese país, al igual que seguir debilitando el apoyo popular a las transformaciones internas, así como a la activa política internacional y hemisférica desplegada por el gobierno bolivariano.
Funcional a esos propósitos seguirá siendo la magnificación de todos los errores cometidos o que el futuro cometa ese gobierno y el sostenimiento del “cerco militar” actualmente instalado contra la RBV. También el apoyo “diplomático”, económico y mediático a las fuerzas sociales, políticas, militares e ideológico-culturales (incluidas algunas que gozan de influencia en ciertos sectores populares) opuestas a la “revolución democrática y cultural” que se despliega en Bolivia, al igual que a “la revolución ciudadana” que se desarrolla en Ecuador. En ambos casos y aprovechando las debilidades que tienen ambos gobiernos y las fuerzas políticas que los respaldan, esas acciones del poderoso aparato estatal estadounidense irán dirigidas a desestabilizar y, si le fuera posible, derrocar a los gobiernos presididos por Evo Morales y Rafael Correa, respectivamente. Y, en caso que no puedan lograrlo, a impedir sus correspondientes reelecciones en los comicios presidenciales que se realizarán en esos países en el 2013 y 2014.
Paralelamente, y con el apoyo de los actuales gobiernos “socialdemócratas” de Costa Rica y Guatemala, así como de “la derecha” mesoamericana (Honduras, México y Panamá), los poderes fácticos y el actual gobierno temporal estadounidense emprenderán diversas acciones dirigidas a unificar a todos los sectores políticos nicaragüenses (incluidos los que moviliza el llamado “sandinismo renovado”) opuestos a la reelección del líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en los comicios presidenciales de fines del 2011. En caso de que no puedan impedirla, la administración de Barack Obama y sus principales aliados hemisféricos y extra hemisféricos amplificarán sus acusaciones de inconstitucionalidad y fraude electoral, así como las presiones económicas con el propósito de debilitar y aislar al gobierno nicaragüense, al menos, dentro de los principales órganos del Proyecto Mesoamericano (impulsado desde el 2002 por sucesivos gobiernos de la derecha mexicana) y del Sistema de Integración Centroamericano (SICA).
Estos últimos acuerdos de integración neoliberal y subordinada a las necesidades geoestratégicas de Estados Unidos se verán cada vez más fortalecidos por el cumplimiento de las estipulaciones del Tratado de Libre Comercio firmado en el 2005 entre los gobiernos de Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA, por sus siglas en inglés), al igual que por la instrumentación de los acuerdos signados en el 2010 en el marco de la llamada Iniciativa Regional para la Seguridad para Centroamérica (CARSI, por sus siglas en inglés) entre la actual administración estadounidense y la mayoría de los actuales gobiernos de esa subregión,  incluido el actual gobierno de Belice, encabezado por el Primer Ministro Dean Barrow, y el gobierno salvadoreño presidido, desde comienzos del 2009, por Mauricio Funes. Seguramente, esos compromisos se consolidarán durante la visita que realizará Obama a ese país en marzo del 2011; ya que –a decir del actual canciller salvadoreño- ésta permitirá “sellar una alianza estratégica con los Estados Unidos, en las áreas de seguridad regional, combate a la pobreza, comercio, migración y energía” (Pineda, 2011).
Por consiguiente, esa asimétrica alianza, además de agudizar las contradicciones existentes en las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y entre éste y el presidente Funes, también contribuirá al fortalecimiento –como desea del Departamento de Estado norteamericano- del espurio gobierno hondureño presidido por Porfirio Lobo; lo que tendrá una influencia negativa en el respaldo internacional a los emprendimientos que se han realizado con vistas a definir el programa y garantizar la unidad de los diversos movimientos sociales y políticos integrantes del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNPR), coordinado por el derrocado presidente constitucional de ese país Manuel Zelaya. Asimismo, en las acciones que están desplegando diversas organizaciones populares guatemaltecas con vistas a institucionalizar el Frente Nacional de Lucha en Defensa de los Servicios Públicos y los Recursos Naturales (FNL) que les permita construir un Frente Amplio, capacitado para enfrentar las elecciones generales que se realizarán a fines del 2011 y para convertiste en un instrumento que permita  “la refundación del Estado y la construcción de una nueva nación” (Luna, 2011).
Sin embargo, dada la debilidad que todavía exhibe el FNL, al igual que las fuerzas políticas que respaldan al debilitado gobierno “social-demócrata” encabezado por Álvaro Colom, es probable que en esos comicios resulte electo alguno de los candidatos presidenciales de  “la derecha” o de la “centro-derecha”. Mucho más porque los poderes fácticos y el actual gobierno temporal de EE.UU. seguirán laborando para garantizar el respaldo del mandatario que resulte de esas elecciones a la CARSI y a la cruenta “guerra contra el narcotráfico” emprendida –con el apoyo político, económico y militar de Estados Unidos- por el gobierno mexicano, encabezado por el cada vez más desprestigiado y genuflexo “panista” Felipe Calderón. Éste, al igual que las fuerzas económicas y sociales que actualmente controlan el Partido Revolucionario Institucional (PRI) e imperan en el todavía llamado Partido de la Revolución Democrática (PRD), hará todo lo que esté a su alcance para minimizar la alicaída influencia popular del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) e impedir, otra vez, la victoria en las elecciones presidenciales de fines del 2012 de Andrés Manuel López Obrador: candidato del Movimiento de defensa de la economía popular, del petróleo y de la soberanía nacional que se ha venido estructurando y fortaleciendo en los años más recientes.  
En consonancia con los propósitos contrarreformadores y contrarrevolucionarios antes señalados, los poderes fácticos y el gobierno temporal de Estados Unidos continuarán respaldando la multimillonaria Iniciativa Mérida (inicialmente denominada Mexico and Central America Security Cooperation Initiative) y los acuerdos vinculados a la llamada Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) previamente signados con los gobiernos de Canadá y México. También impulsarán el cumplimiento de  todos los acuerdos económico-comerciales y en el campo de la “seguridad multidimensional” incluidos en el llamado Compromiso de Bridgetown para la Prosperidad y Seguridad del Caribe adoptado en “el encuentro informal” que en agosto del 2010 sostuvo la Secretaria de Estados Hilary Clinton con todos los Cancilleres de los países independientes o semiindependientes integrantes de la cada vez más debilitada y dependiente Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM).  
A cambio de la actualización y la prolongación hasta el 2020 de las concesiones comerciales unilaterales incluidas en la otrora llamada Iniciativa para la Cuenca del Caribe (impulsada en 1983 por la reaccionaria administración de Ronald Reagan) y sobre la base de las cerca de siete decena de millones de dólares asignadas a la llamada a Iniciativa para la Seguridad de la Cuenca del Caribe impulsada por la administración de Barack Obama, en esa ocasión los Cancilleres de la CARICOM respaldaron todos los acuerdos negociados durante el Dialogo sobre la Cooperación en Asuntos de Seguridad entre Estados y el Caribe (en el cual también participaron representantes de la República Dominicana), efectuado en Washington el 27 de mayo del 2010, particularmente: The Caribbean-United States Declaration of Principles, The Caribbean-United States Plan of Action on Security Cooperation y el Joint Caribbean-United States Framework for Security Cooperation Engagement (CRNM, 2010).
Aprovechando esos acuerdos, el actual gobierno temporal estadounidense continuará impulsando sus acciones dirigidas a desestabilizar y eventualmente derrocar mediante la celebración de elecciones anticipadas al recientemente reelecto (por un estrecho margen de votos) Primer Ministro de SVG, Ralph Gonsalves, líder del Partido Laborista Unido (ULP, por sus siglas en inglés). En la percepción de “la derecha” de ese país –encabezada por el Nuevo Partido Democrático (NDP, por sus siglas en inglés)- y de sus congéneres caribeños, estadounidenses, canadienses y británicos “la contención” de Gonsalves debilitará a las fuerzas sociales, políticas e intelectuales, así como a los demás gobiernos de la CARICOM o de la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO) que apoyan la presencia de AB, Dominica y SVG en el ALBA-TCP, al igual que los acuerdos firmados en los marcos de PETROCARIBE y del Fondo ALBA-Caribe.
Al debilitamiento de esos acuerdos también contribuirá el resultado de la manipulada segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se desarrollará en Haití el 20 de marzo del 2011. En razón de las irregularidades y de la alta abstención electoral (75%) que se produjo en la primera vuelta de esos comicios y, por tanto, de la escasa legitimidad popular de que gozará cualquiera de los candidatos que resulte electo (la social-cristiana ex Primera Dama Mirlande Manigat o el cantante derechista Michelle Martelli), así como de la profunda crisis ambiental, económica, social y humanitaria que sigue sufriendo el pueblo haitiano, en los próximos años se mantendrá “el protectorado” que el gobierno estadounidense ha venido ejerciendo sobre ese país desde el sismo de enero del 2010. Éste ha contado con el respaldo de los actuales gobiernos de Canadá, Francia y República Dominicana, del antidemocrático Consejo de Seguridad de la ONU, de la burocracia de la OEA, al igual que con la anuencia o el silencio cómplice de todos los gobiernos del hemisferio occidental integrantes de la MINUSTAH. Por consiguiente, las fuerzas militares y policiales que la integran seguirán reprimiendo a los diversos movimientos socio-políticos de raigambre popular; en primer lugar, a los todavía influidos por el deportado presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide y a los que, con total independencia de la llamada Fanmy Lavalas, participan en los movimientos altermundistas y antiimperialistas vinculados a la denominada Vía Campesina.
En razón de su vecindad geográfica, esa política represiva hacia el movimiento popular haitiano se fortalecerá antes, durante y después de las elecciones presidenciales que se realizarán en República Dominica en mayo del 2012. Mucho más si en éstas llegaran a concretarse las hasta ahora inconstitucionales aspiraciones reeleccionistas de su actual presidente, Leonel Fernández; quien, impelido por sus múltiples compromisos con el gobierno y con diversas empresas transnacionales estadounidense, así como con los sectores más poderosos de las clases dominantes dominicanas y por la participación de su país en el DR-CAFTA, aceptó de buena gana la participación de la fuerzas militares y policiales dominicanas tanto en la CARSI, como en los referidos acuerdos de seguridad signados en agosto del 2010 entre la actual administración estadounidense y los gobiernos integrantes de la CARICOM. Por ello, en los años que le queden en la presidencia, Fernández continuará manteniendo su apoyo a esas iniciativas, al igual que su hostilidad a todas las fuerzas políticas y sociales dominicanas (en particular, las de raigambre popular) que han venido denunciado “la corrupción [existente] en todos los niveles del gobierno” y “las implicaciones de sus fuerzas militares y policiales en el tráfico de drogas que se desarrolla entre América del Sur y los Estados Unidos” (Isa Conde, 2011).   
Con el socorrido pretexto de frenar ese tráfico, así como con vistas a preservar sus intereses geopolíticos y geoeconómicos en la Cuenca del Caribe y en la estratégica región andino-amazónica, los poderes fácticos, el poderoso aparato estatal y el gobierno temporal de Barack Obama mantendrán su apoyo político, económico y militar a la sangrienta “guerra contra el narcoterrorismo” (incluidas las diversas organizaciones populares acusadas de estar vinculadas con el Ejército de Liberación Nacional y con las Fuerzas Armadas Revolucionarias-Ejército del Pueblo de Colombia) que continuará desplegando el gobierno presidido, desde agosto del 2010, por el liberal oligárquico Juan Manuel Santos. Éste seguirá rechazando las demandas de una solución política-negociada de la guerra civil que se desarrolla en ese país, así como desplegando diversas acciones dirigidas a debilitar al movimiento popular colombiano y, dentro de él, al Polo Democrático Alternativo (PDA), integrado por diversas organizaciones y partidos de la izquierda parlamentaria.
Santos también hará lo que esté a su alcance para lograr el respaldo del corrupto congreso colombiano al legalmente cuestionado Acuerdo Complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad firmado en octubre del 2009 por el ex presidente Álvaro Uribe con la administración de Barack Obama. Ésta –a pesar de sus reticencias iníciales- cederá ante las presiones de importantes sectores del Partido Republicano para que coloque en la agenda del Senado estadounidense la ratificación del Tratado de Libre Comercio con Colombia y del Tratado de Promoción Comercial con Panamá firmados por la administración de George W. Bush. En este último país diversas agencia militares y de seguridad de Estados Unidos continuarán avanzando en la instalación de las diversas bases militares o policiales acordadas a fines del 2009 con el “empresario-presidente” panameño, Ricardo Martinelli (Gandásegui, 2009)  
Por otra parte y con vistas a preservar sus intereses geopolíticos y geoeconómicos en el  eje del Pacífico sur del hemisferio occidental, los poderes fácticos y el actual gobierno temporal estadounidense mantendrán su respaldo diplomático, económico, político y militar a cualquiera de los tres candidatos de la derecha peruana (Alejandro Toledo, Keiko Fujimori o Luis Castañeda),  que resulte ganador en la primera o en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se realizarán a partir del 10 de abril del 2011. Con el apoyo del presidente que resulte electo en los comicios antes mencionado la actual administración estadounidense continuará impulsando los acuerdos militares establecidos con ese país en los marcos de la denominada Iniciativa Regional Andina. Igualmente, las acciones que despliegue con el fin de reprimir y debilitar a las heterogéneas y dispersas fuerzas políticas, sociales e intelectuales de “la izquierda” peruana, así como a entorpecer el funcionamiento y evitar la profundización de la UNASUR.
En ese empeño el gobierno temporal de Barack Obama seguirá contando con el apoyo del antes mencionado gobierno colombiano, al igual que del gobierno chileno presidido desde comienzos del 2010 por el “derechista moderado” Sebastián Piñera. Asimismo, tratará de cooptar al recientemente reelecto presidente surinamés, ex coronel Désiré Bouterse, así como al mandatario que finalmente resulte electo en los comicios que se realizarán en la República Cooperativa de Guyana en agosto del 2011. Mucho más si, como todo parece indicar, no se modifican las disposiciones constitucionales que impiden la reelección del actual presidente y experimentado líder del Partido Popular Progresista Cívico (CPPP, por sus siglas en inglés), Bharrat Jagdeo. Esto abre la posibilidad de una victoria electoral de las fuerzas políticas que se le oponen: el Partido Nacional del Congreso Reformado (RPNC, por sus siglas en inglés) y la Alianza por el Cambio (FCA, por sus siglas en inglés). Sobre todo si, con el apoyo estadounidense, éstas finalmente logran formar una coalición contra el candidato presidencial del CPPP.
Paralelamente y aprovechando las oportunidades que pudiera ofrecerle la actual presidente  Dilma Rousseff, el gobierno temporal estadounidense continuará sus gestiones para tratar de disminuir las diversas contradicciones que se le presentaron con el gobierno de Brasil durante las dos administraciones de Luiz Inácio da Silva (Lula); tanto por el peso que ha adquirido ese cada vez más poderoso país en la agenda global y hemisférica, como porque el Departamento de Estado, el Pentágono y la Inteligencia Nacional de EE.UU, consideran que el actual gobierno brasileño pudiera actuar como “un contrapeso” a la que el director de esa agencia, Dennis Blair, denominó “influencia regional de [Hugo] Chávez”, su capacidad para continuar apoyando las “posturas anti-estadounidense de sus aliados”, así como para “minar a [los] gobiernos moderados pro Estados Unidos” instalados en América Latina y el Caribe (NOTIMEX, 2010). Todo lo dicho contribuye a explicar el por qué el presidente Barack Obama escogió a Brasil como uno de los dos destinos de la primera (y tal vez última) visita que realizará a Suramérica en la tercera semana de marzo del 2011.
También contribuye a explicar el por qué esa visita no incluyó a Argentina; país en el que los poderes fácticos y el actual gobierno temporal estadounidense han venido apostando a la victoria de algunos de los candidatos de “la derecha” y la “centro-derecha” (incluido ciertos sectores del llamado “peronismo federal”) que se presentarán en los comicios presidenciales que se realizarán en el último trimestre del 2011. En la percepción geopolítica prevaleciente en la burocracia político-militar estadounidense, la derrota de las fuerzas peronistas y de algunos sectores de la izquierda que han venido respaldando los sucesivos gobiernos del desaparecido ex presidente Néstor Kirchner y de Cristina Fernández le permitirán debilitar los diversos acuerdos argentino-brasileños que en los años más recientes posibilitaron la inconclusa reforma y ampliación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y los relativamente rápidos avances obtenidos en la institucionalización de la UNASUR.
Para lentificar esos avances y evitar la profundización de sus acuerdos la actual administración estadounidense continuará sus acciones dirigidas a fortalecer al llamado “sector pragmático” (encabezado por el vice-presidente Danilo Astori) del actual gobierno del Frente Amplio-Encuentro Progresista uruguayo presidido, desde el 2010, por José Mujica; quien antes de comenzar su gestión conciliadora (incluso con los partidos de “la derecha”) era considerado como el líder del llamado “sector programático” (de izquierda) del Frente Amplio. La burocracia político-militar estadounidense también continuará sus gestiones para evitar que el congreso paraguayo ratifique el Tratado Constitutivo de UNASUR y el ingreso formal de la RBV al MERCOSUR. Con esos y otros fines, respaldará de manera sibilina los emprendimientos de los sectores de la derecha paraguaya dirigidos a inhabilitar “institucionalmente” al cada vez más debilitado presidente Fernando Lugo, tomando como pretexto la grave enfermedad que lo ha venido afectando y, si no lo logran, para evitar su reelección en los comicios presidenciales del 2013. En ambos empeños el gobierno estadounidense contará con el apoyo del actual vice-presidente paraguayo y líder del ahora opositor Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Federico Franco.  
Resulta imposible terminar este acápite sin referir el papel protagónico que en sus interrelaciones con América Latina, y en particular con América del Sur, la burocracia política-militar estadounidense le ha conferido y le conferirá al actual gobierno chileno. Mucho más porque –según la información disponible- Barack Obama aprovechará su visita a ese país con vistas a relanzar y actualizar, como una visión global y de futuro, sus incumplidas promesas de impulsar “una nueva era de las relaciones interamericanas” (Bitar, 2011). Comoquiera que Sebastián Piñera es el presidente pro tempore del denominado Grupo de Río (actualmente integrado por 23 gobiernos de América Latina y el Caribe, incluido Cuba) y, por tanto, desempeñará un papel relevante en la preparación, el desarrollo y los resultados de la Tercera Cumbre de Jefes de Estado y Gobiernos de América Latina y el Caribe (CALC) que se desarrollará en la RBV a comienzos de julio del presente año, es de esperar que Obama utilice sus interacciones con su homólogo chileno con vistas a entorpecer la institucionalización de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) que se analizará en esa cita.
Y, sobre todo, para evitar que esa naciente comunidad menoscabe el funcionamiento de las Cumbres de las Américas, al igual que los fundamentos y actuales pilares políticos, jurídicos y militares del Sistema Interamericano. Entre ellos, todos los Tratados y acuerdos adoptados por la Asamblea General de la OEA y por la JID dirigidos a institucionalizar el que otros escritos he denominado “un nuevo orden panamericano” funcional a los intentos de sucesivos gobiernos temporales de EE.UU. de “gobernar el mundo de la posguerra fría” (Suárez, 2007; Suárez y García, 2008). En esos empeños, Piñera seguramente contará con el decidido respaldo de todos los gobiernos temporales latinoamericanos y caribeños controlados por la derecha y la centroderecha, así como de algunos de los gobernados por la que hace casi una década un corifeo de la política hemisférica estadounidense denominó “la izquierda aggiornada” (Castañeda, 1993)
Algunos comentarios finales
Tengo conciencia de que las anticipaciones que aparecen en las páginas anteriores también deberían haber incluido algunas referencias al contradictorio impacto que tendrá en la compleja situación que está atravesando la CARICOM –sobre todo después de haber aceptado colectivamente las estipulaciones de los Acuerdos de Asociación Económica con la Unión Europea (EPA, por sus siglas en inglés)- el resultado de las elecciones que se realizaron en Trinidad y Tobago el 24 de mayo del 2010. Mucho más porque en éstas fue ampliamente derrotado el influyente líder del Movimiento Nacional Popular (PNM, por sus siglas inglés) y varias veces Primer Ministro, Patrick Manning.
Por consiguiente, asumió el gobierno de esas islas gemelas una heterogénea coalición de fuerzas políticas agrupadas en la denominada Alianza Popular (PA, por sus siglas en inglés), encabezada por la nueva líder del Congreso Nacional Unido (UNC, por sus siglas en inglés), Kamla Persad-Bissessar. En la formación de esa coalición tuvo un papel destacado el Movimiento por la Justicia Social (SJM, por sus siglas en inglés) y la Federación de Sindicatos Independientes y Organizaciones No Gubernamentales (FITUN, por su acrónimo en inglés) que había sido la anfitriona de la IV Cumbre de los Pueblos de América, efectuada de manera paralela a la referida Cumbre de las Américas realizada en Trinidad y Tobago.
A decir de algunos analistas, ese “cambio histórico” modificará las interacciones del gobierno temporal trinitario con sus contrapartes del hemisferio occidental, incluido el de Estados Unidos. Sin embargo, hasta ahora no dispongo de elementos que me permitan afirmar que el gobierno de la premier Persad-Bissessar haya cuestionado el respaldo que le dio su antecesor a todos los contenidos del  antes mencionado Compromiso de Bridgetown para la Prosperidad y Seguridad del Caribe. Tampoco dispongo de suficiente información para aquilatar el impacto positivo o negativo que tendrán en el cumplimiento de esos asimétricos compromisos los resultados de las elecciones que se realizarán en Santa Lucía en diciembre del presente año, así como en Bahamas y en Jamaica en mayo y octubre de 2012, respectivamente.
Por ahora sólo puedo decir que –según algunos especialistas- en esos tres países obtendrán la victoria los actualmente opositores Partido Laborista de Santa Lucia (SLP, por sus siglas en inglés), Partido Liberal Progresista (PLP, por sus siglas en inglés) y Partido Nacional del Pueblo (PNP por sus siglas en inglés). En este último caso, a causa de la grave crisis política y de seguridad (sólo pudo ser resuelta gracias a la intervención  de las fuerzas armadas) creada en los primeros meses del 2010 por la violentamente cuestionada decisión del actual Primer Ministro y líder del Partido Laborista de Jamaica (JLP, por sus siglas en inglés), Bruce Golding, de deportar hacia Estados Unidos al popular “narcotraficante” Christopher "Dudus'' Coke.  
Cualesquiera que sean juicios que merezcan esas y otras anticipaciones que aparecen en las páginas precedentes, en mi consideración los elementos señalados en este artículo y otros excluidos en beneficio de la síntesis deberán ser tomados en cuenta por los gobiernos reformistas, reformadores o revolucionarios actualmente instalados en América Latina y el Caribe, así como por las fuerzas sociales, políticas e intelectuales que los respaldan o critican desde “la izquierda”; ya que, como demuestran múltiples evidencias históricas, el gobierno permanente y sucesivos gobiernos temporales estadounidenses (ya sean demócratas o republicanos) siempre han tenido como uno de sus principales objetivos estratégicos la derrota, de manera más o menos violenta, según el caso, de todos los gobiernos que han desafiado, aunque sea tímidamente, su dominio sobre nuestra Madre América (Suárez, 2003 y 2006).
No obstante su retórica respecto a “una nueva era de las relaciones interamericanas” y a los cambios que ha introducido en algunas de las prácticas escasamente inteligentes de la administración neo-conservadora de George W. Bush, la administración de Barack Obama no ha escapado ni escapará de esa regularidad. Por el contrario –como se ha comprobado en sus primeros dos años- esa administración se ha planteado de manera más o menos expresa restaurar, con ciertas dosis de “credibilidad” y a través de “alianzas modulares o circunstanciales” con diversos gobiernos del continente (incluidos los más reaccionarios y  algunos de los comandados por la “izquierda aggiornada”), la crisis que en la actualidad está sufriendo su multifacético sistema de dominación sobre los 33 Estados independientes o semiindependientes y sobre los 16 territorios sometidos a diversas formas de dominación colonial ubicados al sur del río Bravo y de la península de Florida.  
En esa lógica, la actual administración estadounidense no perderá ninguna oportunidad para derrotar las multiformes luchas populares que se están desplegando en Puerto Rico y para tratar de desestabilizar, derrotar electoralmente o derrocar a través de procedimientos más o menos violentos, según las circunstancias, a los gobiernos que el Departamento de Estado o el Pentágono califiquen como “anti-democráticos”, “anti-estadounidenses” o “patrocinadores del terrorismo”. También para retrotraer donde y cuando les sea posible los cambios internos o externos favorables a los intereses populares, nacionales, latinoamericanos o caribeños que se han venido realizando en los últimos años; incluidos los impulsados por aquellos gobiernos que el conocido economista Claudio Katz (2009) califica como “social-liberales” (Brasil y Uruguay) o “neo-desarrollistas” (Argentina).
Mucho más en momentos de una crisis tan profunda como la que está viviendo la socio-economía estadounidense y por tanto sus pretensiones de mantener “el liderazgo” de su  país en la economía-mundo y en el actual sistema internacional (Obama, 2011). En esas circunstancias y dada la histórica tendencia de los grupos de poder estadounidenses y de otras potencias imperialistas de “exportar” sus crisis y de tratar de resolverlas a costa del resto del mundo, América Latina y el Caribe continuarán siendo uno de los principales escenarios de la actividad depredadora de las más poderosas empresas multinacionales y transnacionales, en particular las que tienen sus casas matrices en Estados Unidos. Esas corporaciones continuarán impulsando el saqueo y la sobre-explotación de los ingentes recursos humanos y naturales del continente americano, así como la extracción de todos los excedentes que le permitan contrarrestar la continua tendencia decreciente de su “tasa media de ganancia” o de rentabilidad (Antunes, 2009). Como siempre, en esos empeños contarán con el respaldo del gobierno permanente y el gobierno temporal estadounidense.
A consecuencia, se producirán multiformes conflictos sociales y políticos, internos y externos, en los que los “actores” y sujetos sociales y políticos, estatales y no estatales, de raigambre popular continuarán avanzando en el siempre contradictorio y zigzagueante proceso de “organizar sus esperanzas” de que es imprescindible y posible desafiar el sistema de dominación instaurado por Estados Unidos y por las clases dominantes “nacionales” del hemisferio occidental. Por ello quiero concluir estas páginas indicando que, cualquiera que sea la validez de mis anticipaciones, el futuro de ninguno de los procesos nacionales (mencionados o no en este artículo) está predeterminado. Tampoco lo está el porvenir de los diversos proyectos de concertación política, cooperación e integración económica que, al margen de la voluntad oficial estadounidense, se están desarrollando en el continente americano.
Como he indicado en otras publicaciones, sus respectivos futuros estarán directamente vinculados al desenlace de las multifacéticas luchas sociales, de clases, civilizatorias y culturales, nacionales y transnacionales, que se están desplegando o que en los próximos años se desplegarán en diferentes países del tercer mundo, incluidos los de América Latina y el Caribe. Y, en particular, de la creación de las condiciones subjetivo-objetivadas en la organización y la acción de todos aquellos “actores” y sujetos sociales y políticos interesados en producir modificaciones sustantivas en el depredador, inhumano, genocida, estructuralmente violento, antidemocrático, patriarcal, racista, así como social, económica y culturalmente excluyente capitalismo subdesarrollante y dependiente instalado en ese continente. Por consiguiente de los avances o retrocesos de todas esas luchas también dependerá el éxito o fracaso de las estrategias ya emprendidas o que emprenda en el futuro inmediato la administración de Barack Obama.
En ese escenario me parece pertinente recordar lo planteado por el comandante Ernesto Che Guevara en su virtual testamento político: “En nuestro mundo en lucha, todo lo que sea discrepancia en torno a la táctica, método de acción para la consecución de objetivos limitados debe analizarse con el respeto que merecen las apreciaciones ajenas. En cuanto al gran objetivo estratégico, la destrucción del imperialismo por medio de la lucha debemos ser intransigentes” (Guevara [1967] 1970, t II: 597). Mucho más en momentos de una crisis tan multifacética, sistémica y profunda como la que está viviendo y en el futuro previsible vivirá el sistema capitalista mundial y, a causa de éste, nuestra “madre Tierra” (pashamama).
Coincidiendo con lo recientemente indicado por Fidel Castro, esas superpuestas crisis imponen la búsqueda de la mayor unidad posible y sin sectarismos de ningún tipo entre los más diversos “actores” sociales y políticos, estatales y no estatales”, hemisféricos y extra-hemisféricos, interesados en evitar que la humanidad sea arrastrada a “una catástrofe que puede conducir a la extinción de nuestra especie” (Castro, 2010); ya que si ésta no se evita será inviable cualquier proyecto de emancipación nacional, social y humana, así como de unidad o integración económica, política y cultural emancipadora de nuestra mayúscula América.