Moscú mira a Oriente
El viejo topo
Una década después de que Estados Unidos iniciase su plan de ataques y de intervenciones militares en Oriente Medio, primero con la invasión de Afganistán, y después con la ocupación de Iraq, campañas que han ido acompañadas de “ataques quirúrgicos” durante toda la década en el extenso territorio que abarca desde el Magreb libio hasta la India, cuando se inicia el segundo mandato de Obama, la política exterior norteamericana se define por una confusa estrategia y una improvisación que ha hecho disminuir su influencia global, aunque no por ello ha dejado de conseguir algunos éxitos. Washington, centrado ahora en la revisión de su política hacia Asia, ultimando su salida de Iraq y, después, de Afganistán, retiradas que quiere culminar con el menor desdoro posible, al tiempo que procura aumentar su influencia en la zona y navega entre la insostenible ocupación israelí y el sufrimiento palestino, apoyando a Tel-Aviv, e interviniendo en la guerra civil siria y en el acoso diplomático a Irán, ha visto como el tablero asiático se complicaba para los intereses norteamericanos, aunque sus posibilidades de actuación y su influencia continúan siendo determinantes.