Alguien debería dedicarse a informar a los productores de los medios de comunicación dominantes en EEUU que los casi 4.500 soldados estadounidenses que han muerto en la guerra de Iraq no han sido las únicas víctimas. Cientos de miles de iraquíes murieron asesinados como consecuencia de la injustificada invasión de EEUU, y muchos más resultaron heridos o se quedaron mutilados para siempre.
Lo más probable es que todas esas víctimas estuvieran aún hoy vivas si no hubiera sido por el presidente George Bush y su banda de neoconservadores. Haciendo gala de una extraña mezcla de ambición evangélica, matonería de cowboy y deseo patológico de “mantener la seguridad de Israel”, se ha venido destruyendo a Iraq sin descanso. Un corto informe emitido por
WTKR, una cadena de televisión de Virginia afiliada a la
CBS, que apareció citado en una información online de
Los Angeles Times del 16 de diciembre, transmitía imágenes de una pequeña base militar estadounidense en Bagdad en las que la bandera de EEUU se bajaba del mástil y se enrollaba. En la ceremonia, el secretario de defensa Leon E. Panetta reiteraba los sacrificios estadounidenses y trataba de racionalizar una de las guerras más destructivas de la memoria reciente. Numerosas informaciones declaraban también que la guerra de Iraq había terminado, aunque algunos expresaban dudas de que los iraquíes –presentados históricamente, cuando no genéticamente, como unos seres predestinados a ser violentos- pudieran manejar sus propios asuntos ahora que EEUU ha puesto fin a su intervención “humanitaria”.
Hagamos solo un rápido resumen: la investigación realizada por
The Lancet determinó que entre marzo de 2003 y junio de 2006, 601.027 iraquíes habían muerto violentamente. La investigación de
Opinion Research Business halló que, como consecuencia del conflicto, entre marzo de 2003 y agosto de 2007 habían muerto 1.033.000 iraquíes. En una única revelación,
WikiLeaks afirmó que “su publicación de casi 400.000 archivos secretos estadounidenses sobre la Guerra de Iraq mostraba que habían muerto 15.000 iraquíes más de lo anteriormente pensado”. Esta cifra se añade a los cientos de miles de vidas perdidas en la larga década de las sanciones a Iraq y a los cientos de miles de seres que murieron durante la I Guerra del Golfo, entre 1990-1991.
Cifras aparte, quienes se dedican a fabricar historias en los medios están muy ocupados reelaborando los parámetros de la discusión mediante omisiones, mentiras y un racismo descarado. Cojan, por ejemplo, el artículo de Loren Thompson en
Forbes. Thompson cree que la guerra fue un error –no por algo que tenga que ver con la moralidad o legalidad- sino debido puramente a errores prácticos respecto a recursos, falta de resolución, sectarismo iraquí e inconsistencia militar y cosas parecidas. A pesar de esos errores, “nuestras intenciones eran buenas”, afirmaba Thompson. Para asegurarse de que nadie le pudiera confundir con un “pirado izquierdista” antibelicista –la percepción que se tiene en los medios de derechas de cualquiera que por alguna razón se oponga a una guerra emprendida por EEUU-, hizo esta interesante afirmación:
“Lo que los políticos y la mayoría del electorado estadounidense saben ahora es que, ante todo, Iraq nunca debería haber sido un país, por eso intentar hacer un trabajo democrático allí no puede ser sino una tarea ingrata.” (Forbes, 15 diciembre)
Tal intransigencia y falta de sensibilidad (destruir un país soberano para después negar, ante todo, su derecho a haber existido, una reminiscencia lógica de la conducta israelí en Palestina) son las características predominantes de la representación que los medios dominantes en EEUU hacen de la Guerra de Iraq.
David S. Cloud y David Zucchino reconocían, aunque tarde, en su artículo del 15 de diciembre en
Los Angeles Times, que sí, que había habido muertos entre los iraquíes. Sin embargo, citaban la cifra más baja que habían podido encontrar (de la página de Internet
Iraqi Body Count), recurriendo a amplias generalizaciones que así como el que no quiere la cosa cargaban la culpa de la violencia sobre los mismos iraquíes. “Con los estadounidenses fuera, depende de los iraquíes ayudar a controlar la violencia endémica del país”, escribieron.
Sí, “endémico” significa “natural o característico de un pueblo específico o lugar” (
Dictionary.com). Si los iraquíes son propensos a la violencia debido a su composición cultural, religiosa o incluso genética, ¿cómo es que los recuentos diarios de muertos iraquíes empezaron en marzo de 2003, la fecha de la invasión estadounidense? ¿Quién tomó la decisión de ir a la guerra, convirtiendo en “endémica” la violencia? Desde luego que no fue el pueblo iraquí.
Y no fueron tampoco los iraquíes los que sembraron las semillas de su propio conflicto sectario. Esto formaba también parte de una estrategia que perseguía redefinir el papel del ejército estadounidense, desde localizar las armas (no existentes) de destrucción masiva hasta combatir el terrorismo, prendiendo al mismo tiempo la llama de la violencia sectaria.
En meros términos militares, la guerra de Iraq podría darse por terminada, pero en lo que al pueblo iraquí concierne, no hay tal. El experimento, que empezó casi hace nueve años con una campaña de bombardeos de “conmoción y pavor”, se irá manifestando en las futuras políticas estadounidenses. Toda la región se ha convertido en la columna vertebral de un imperio estadounidense en declive.
En su influyente libro
“The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism”, Naomi Klein describe cómo la guerra contra Iraq intentaba construir un modelo para Oriente Medio. Fue un experimento cuyo éxito podría influir en la geopolítica de toda la región. En el capítulo titulado
“Erasing Iraq: In Search for a ‘Model’ for the Middle East”, Klein describe el intento de destruir y después resucitar el país para ajustarlo al molde perseguido por quienes administraron su derrumbamiento. Concluye la Parte 6 con la siguiente afirmación: “Por tanto, al final, la guerra en Iraq creó un modelo económico… que fue el modelo de la guerra y reconstrucción privatizadas, un modelo que pronto estuvo listo para exportar”.
Oliver North, cuando escribe en la página de Internet de
FoxNews bajo el título: “
Iraq: Victory o Defeat”, deja poco espacio a la empatía y realmente no expresa ninguna hacia los iraquíes. “¿Quién ganó?”, se pregunta. “Breve respuesta: los soldados, marineros, aviadores, miembros de la guardia nacional y marines de EEUU, además del pueblo estadounidense cuyos hijos e hijas sirvieron en Iraq”.
Es ese tipo de patriotismo irracional y de hooliganismo intelectual los que hacen posible la guerra. Y seguirán facilitando futuras guerras, que irán seguidas de falsas victorias.
En cuanto a los millones de estadounidenses (y muchos más millones de seres por todo el mundo) que sin temor y con coraje se opusieron a la guerra, seguirán haciéndolo así. Si EEUU está dispuesto a recuperar una pizca de credibilidad en el mundo, debe cesar de percibir la guerra como una mera oportunidad estratégica. La guerra es brutal e inhumana. Es tremendamente costosa a muchos niveles y es más que probable que sus terribles consecuencias se impongan durante generaciones, como el futuro de Iraq seguramente, por desgracia, revelará.
Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un columnista que publica sus artículos en diversos medios internacionales. Es editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es“My father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story” (Pluto Press, Londres), disponible en Amazon.com.