miércoles, 30 de marzo de 2011
Revelan la identidad del agente cubano infiltrado en proyectos “humanitarios” de EEUU en Cuba
, la serie televisiva que se transmite en Cuba cada lunes, ha revelado hoy la identidad del agente Gerardo de la Seguridad Cubana, el Dr. Manuel Collera, quien estuvo infiltrado durante años y logró documentar prueba irrefutables de la manipulación política que hace el gobierno de los Estados Unidos de la supuesta “ayuda humanitaria”.
El Dr. Manuel Collera, cardiólogo infantil, comenta en el programa “Ayudas peligrosas”, que era sistemáticamente contactado por representantes del gobierno norteamericano, quienes le manifestaron abiertamente su interés de revertir el sistema político de la Isla.
El médico, quien fue vicepresiente de la Logia Masónica de Cuba, tenía orientaciones de funcionarios de los EEUU para organizar una red de personas que pudieran recibir medicamentos y otras donaciones, que permitieran ejercer influencias políticas con el objetivo de subvertir internamente la Revolución.
Todo comenzó a finales del año 2000, cuando José Manuel Collera Vento se le acercaron personas procedentes de Estados Unidos que le fueron presentadas por el ciudadano Gustavo Pardo Valdés, vinculado a la Sección de Intereses de Washington en La Habana. Querían “ayudar” al pueblo cubano. Los funcionarios de EEUU estaban siempre presentes en los encuentros con emisarios de las ONGs que enviarían el soporte humanitario.
Hacia el año 2002 ya los nexos de Collera con la canadiense Fundación Donner, utilizada por el enemigo para enmascarar el financiamiento de proyectos subversivos contra la Isla, y la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD), un engendro de la OEA cuyos mayores ingresos proceden de la USAID (sigla en inglés de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU.), eran fluidos.
De alguna manera asistió en reiteradas ocasiones a la SINA junto a directivos de esas ONGs en tiempos de Vicky Huddleston, James Cason y Michael Parmly como jefes de la oficina.
Sus contactos en EEUU fueron Curtin Winsor, un ex embajador de Estados Unidos en Costa Rica que estaba al frente de la Donner; Akram Elías, ex Gran Maestro de la Gran Logia de Washington; Marc Wachtenheim, colaborador de la CIA vinculado a uno de sus oficiales, Rene Greenwald.
Hasta el 2010, Wachtenheim fue el director del Programa Iniciativa para el desarrollo de Cuba de la FUPAD, también receptora del dinero de la Fondo Nacional para la Democracia (NED).
Bélgica enfrenta crisis política más larga del mundo
En medio de protestas ciudadanas, Bélgica batió hoy récord mundial al superar los 289 días sin gobierno estable, que hasta ahora recaía en Irak.
La nación sede de las principales instituciones de la Unión Europea y de la OTAN celebró elecciones legislativas anticipadas en junio de 2009, tras la renuncia del primer ministro Yves Leterme, pero ninguna organización política consiguió mayoría suficiente para gobernar en solitario.
Desde entonces, los siete partidos más votados no se ponen de acuerdo, entre otros asuntos, sobre la proyectada reforma del Estado que exigen las formaciones de la región de Flandes, como condición indispensable para conformar un gabinete de coalición.
Múltiples manifestaciones populares en tono humorístico fueron convocadas en esta capital en las últimas horas como señal de protesta contra las diversas fuerzas políticas que no logran conciliar el futuro político del país, reseña la prensa local.
Como en febrero pasado, la asociación juvenil División, utilizó nuevamente el término "Revolución de las Patatas Fritas" para denominar a la serie de mítines y actos en los que expresan su disgusto por el desgobierno que vive la nación del Benelux.
El lema de la protesta alude a uno de los platos favoritos de los belgas y tal vez uno de los últimos símbolos de unidad nacional.
Entre los temas que mantienen estancadas las negociaciones figuran los desacuerdos sobre la separación del distrito electoral de la capital belga y su periferia (Bruselas-Halle-Vilvoorde), la financiación de Bruselas y la transferencia de competencias de empleo a las regiones.
La misión principal de los partidos que aspiran a formar gobierno radica en encontrar una propuesta que equilibre las diferencias entre flamencos (Flandes) y francófonos, respecto a esas modificaciones.
Bélgica está dividida en tres regiones (Flandes, Valonia y Bruselas) y en igual cantidad de comunidades lingüísticas (neerlandófona, francófona y germanófona).
Los conflictos entre estas han puesto al país en más de una oportunidad al borde de la fragmentación.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=275907&Itemid=1
La nación sede de las principales instituciones de la Unión Europea y de la OTAN celebró elecciones legislativas anticipadas en junio de 2009, tras la renuncia del primer ministro Yves Leterme, pero ninguna organización política consiguió mayoría suficiente para gobernar en solitario.
Desde entonces, los siete partidos más votados no se ponen de acuerdo, entre otros asuntos, sobre la proyectada reforma del Estado que exigen las formaciones de la región de Flandes, como condición indispensable para conformar un gabinete de coalición.
Múltiples manifestaciones populares en tono humorístico fueron convocadas en esta capital en las últimas horas como señal de protesta contra las diversas fuerzas políticas que no logran conciliar el futuro político del país, reseña la prensa local.
Como en febrero pasado, la asociación juvenil División, utilizó nuevamente el término "Revolución de las Patatas Fritas" para denominar a la serie de mítines y actos en los que expresan su disgusto por el desgobierno que vive la nación del Benelux.
El lema de la protesta alude a uno de los platos favoritos de los belgas y tal vez uno de los últimos símbolos de unidad nacional.
Entre los temas que mantienen estancadas las negociaciones figuran los desacuerdos sobre la separación del distrito electoral de la capital belga y su periferia (Bruselas-Halle-Vilvoorde), la financiación de Bruselas y la transferencia de competencias de empleo a las regiones.
La misión principal de los partidos que aspiran a formar gobierno radica en encontrar una propuesta que equilibre las diferencias entre flamencos (Flandes) y francófonos, respecto a esas modificaciones.
Bélgica está dividida en tres regiones (Flandes, Valonia y Bruselas) y en igual cantidad de comunidades lingüísticas (neerlandófona, francófona y germanófona).
Los conflictos entre estas han puesto al país en más de una oportunidad al borde de la fragmentación.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=275907&Itemid=1
Inglaterra, por fin, se moviliza contra la crisis
Más de 300.000 personas, en su mayoría sindicalistas de todos los rincones de Inglaterra y Escocia, se han manifestado este fin de semana por las calles de Londres en contra de los recortes salvajes que propone el gobierno de coalición Conservador-Liberal. Es la mayor manifestación del mundo laboral en treinta años, dato que expresa la amplia preocupación del sector público donde se anuncia un recorte de plantilla, a marchas forzadas, del 20%.
La manifestación, la primera desde que comenzó la Gran Crisis en 2008, ha sido la culminación de más de seis meses de organización y motivación. Pero aunque el número de participantes ha sido impresionante – este no es país de huelgas generales y manifestaciones gigantes – a la manifestación le ha faltado el metabolismo. Se ha mostrado tanto fuerzas como debilidades. El movimiento laboral inglés se enfrenta a varios problemas de envergadura para defenderse de los hachazos presupuestarios.
Veinte años de Thacherismo, seguidos de trece de neoliberalismo laborista, han logrado destruir la conciencia de clase y, en muchos casos, la conciencia sindical. El obrero inglés se encuentra atomizado. A menudo razona una repuesta a la crisis a perjuicio de otros sectores laborables: “no me des el hachazo, dáselo al otro”. Joan Stuart es un ejemplo. Formaba parte de un grupo de enfermeras de Nottingham que portaba una bandera grande que rezaba, : “No al despido de trabajadores de primera línea”. Le pregunto si la consigna no dificultaría el apoyo unitario de otros trabajadores, los de segunda linea? Me explica, dirigiéndose a mi razonamiento interesado: “Si te rompes la pierna y vas a urgencias, lo que necesitas es enfermeras y médicos de primera línea”. Lógica aplastante. Pero también necesitaría – le sugiero - un radiólogo, un celador y sobre todo un administrativo que asegure que se paguen las nóminas de enfermeras”. Se encoge de hombros, “Cada uno tiene que luchar por lo suyo”. Sálvese quien pueda.
La estructura sindical, organizada por oficios y no por centrales, tampoco facilita la movilización. Los sindicatos cuentan con una coordinadora, la Trade Union Congress, que patrocinó oficialmente la manifestación. Pero la TUC es célebre solo por su parsimonia y su falta de coordinación.
Treinta años de acoso ideológico, mediático y legislativo también han acobardado a los sindicatos. En su mayoría son instituciones que pertenecen a otra época – se les califica a menudo de ‘dinosaurios sin dientes’ - cuando el país se regía por acuerdos y arreglos tripartitos: El Estado, la patronal, los sindicatos.
Solo un sindicato, el RMT-Rail Maritime & Transport Workers (ferroviarios, marinos y del transporte), puede calificarse de combativo. Su secretario general, Bob Crowe, es uno de los promotores más fuertes de la campaña contra recortes y despidos. Crowe, un antiguo comunista, no se deja intimidar ni por la notoriedad ni el acoso mediático. Ha hecho carrera mostrando que un estilo agresivo y tajante produce dividendos a la hora de conseguir subidas salariales. Tiene un arma potente: su sindicato puede paralizar a los dos millones de viajeros que necesitan entrar y salir de Londres cada día para trabajar.
Pero el problema mayor que tiene el movimiento obrero es la falta de liderazgo político. El Partido Laborista no ha apoyado la manifestación, y se niega ha apoyar la lucha contra los recortes, aunque hayan participado ampliamente sus comités locales y sus activistas. La dirección laborista, a pesar de sus críticas retóricas, apoya, con matices, los mismo recortes que propone el Gobierno.
En el lado positivo, sigue desarrollándose el movimiento de jóvenes anticapitalistas, especialmente el de inspiración anarquista. A diferencia de las dos generaciones anteriores, la de la post-guerra y la de los años 60, cuya pasividad política se basa en la esperanza de que el estado de bienestar les iba a cuidar de la cuna a la fosa, la juventud presiente que la fiesta se acabó y que poco le espera con el capitalismo inglés. De ahí su anticapitalismo feroz y la dureza de su rechazo de todo lo existente. No es para ellos el desfile ordenado y encauzado de las manifestaciones tradicionales. Van a su bola y por donde les da la gana.
La policía londinense está acostumbrada a manifestaciones que se ciñen a un recorrido preestablecido, que casi siempre es el mismo: comienzo en Westminster, y hacia arriba hasta la plaza de Trafalgar, por Picadilly hasta Hyde Park para romper filas, tomarse un helado, escuchar discursos y a casa. La policía no tiene ni la experiencia, ni el equipo, para enfrentarse a decenas de grupos que se mueven rápidamente en distintos puntos de la ciudad. Por primera vez para mantener el control la policía ha tenido que utilizar tres helicópteros en vez de uno y 5000 efectivos. Aun así, se han visto desbordados.
Durante varias horas la juventud anticapitalista era dueña de la calle. Destruyeron los escaparates de tiendas de súperlujo y de una veintena de bancos, dos de ellos sucursales del Santander. Fortnum & Masons, la tienda emblemática de la Casa Real y de la aristocracia inglesa, fue invadida por un grupo anarquista y durante horas ondeó de su fachada la enseña roja y negra. Hubo 210 detenidos, la mayoría por delitos de orden público y una decena de policías resultaron heridos.
La manifestación, la primera desde que comenzó la Gran Crisis en 2008, ha sido la culminación de más de seis meses de organización y motivación. Pero aunque el número de participantes ha sido impresionante – este no es país de huelgas generales y manifestaciones gigantes – a la manifestación le ha faltado el metabolismo. Se ha mostrado tanto fuerzas como debilidades. El movimiento laboral inglés se enfrenta a varios problemas de envergadura para defenderse de los hachazos presupuestarios.
Veinte años de Thacherismo, seguidos de trece de neoliberalismo laborista, han logrado destruir la conciencia de clase y, en muchos casos, la conciencia sindical. El obrero inglés se encuentra atomizado. A menudo razona una repuesta a la crisis a perjuicio de otros sectores laborables: “no me des el hachazo, dáselo al otro”. Joan Stuart es un ejemplo. Formaba parte de un grupo de enfermeras de Nottingham que portaba una bandera grande que rezaba, : “No al despido de trabajadores de primera línea”. Le pregunto si la consigna no dificultaría el apoyo unitario de otros trabajadores, los de segunda linea? Me explica, dirigiéndose a mi razonamiento interesado: “Si te rompes la pierna y vas a urgencias, lo que necesitas es enfermeras y médicos de primera línea”. Lógica aplastante. Pero también necesitaría – le sugiero - un radiólogo, un celador y sobre todo un administrativo que asegure que se paguen las nóminas de enfermeras”. Se encoge de hombros, “Cada uno tiene que luchar por lo suyo”. Sálvese quien pueda.
La estructura sindical, organizada por oficios y no por centrales, tampoco facilita la movilización. Los sindicatos cuentan con una coordinadora, la Trade Union Congress, que patrocinó oficialmente la manifestación. Pero la TUC es célebre solo por su parsimonia y su falta de coordinación.
Treinta años de acoso ideológico, mediático y legislativo también han acobardado a los sindicatos. En su mayoría son instituciones que pertenecen a otra época – se les califica a menudo de ‘dinosaurios sin dientes’ - cuando el país se regía por acuerdos y arreglos tripartitos: El Estado, la patronal, los sindicatos.
Solo un sindicato, el RMT-Rail Maritime & Transport Workers (ferroviarios, marinos y del transporte), puede calificarse de combativo. Su secretario general, Bob Crowe, es uno de los promotores más fuertes de la campaña contra recortes y despidos. Crowe, un antiguo comunista, no se deja intimidar ni por la notoriedad ni el acoso mediático. Ha hecho carrera mostrando que un estilo agresivo y tajante produce dividendos a la hora de conseguir subidas salariales. Tiene un arma potente: su sindicato puede paralizar a los dos millones de viajeros que necesitan entrar y salir de Londres cada día para trabajar.
Pero el problema mayor que tiene el movimiento obrero es la falta de liderazgo político. El Partido Laborista no ha apoyado la manifestación, y se niega ha apoyar la lucha contra los recortes, aunque hayan participado ampliamente sus comités locales y sus activistas. La dirección laborista, a pesar de sus críticas retóricas, apoya, con matices, los mismo recortes que propone el Gobierno.
En el lado positivo, sigue desarrollándose el movimiento de jóvenes anticapitalistas, especialmente el de inspiración anarquista. A diferencia de las dos generaciones anteriores, la de la post-guerra y la de los años 60, cuya pasividad política se basa en la esperanza de que el estado de bienestar les iba a cuidar de la cuna a la fosa, la juventud presiente que la fiesta se acabó y que poco le espera con el capitalismo inglés. De ahí su anticapitalismo feroz y la dureza de su rechazo de todo lo existente. No es para ellos el desfile ordenado y encauzado de las manifestaciones tradicionales. Van a su bola y por donde les da la gana.
La policía londinense está acostumbrada a manifestaciones que se ciñen a un recorrido preestablecido, que casi siempre es el mismo: comienzo en Westminster, y hacia arriba hasta la plaza de Trafalgar, por Picadilly hasta Hyde Park para romper filas, tomarse un helado, escuchar discursos y a casa. La policía no tiene ni la experiencia, ni el equipo, para enfrentarse a decenas de grupos que se mueven rápidamente en distintos puntos de la ciudad. Por primera vez para mantener el control la policía ha tenido que utilizar tres helicópteros en vez de uno y 5000 efectivos. Aun así, se han visto desbordados.
Durante varias horas la juventud anticapitalista era dueña de la calle. Destruyeron los escaparates de tiendas de súperlujo y de una veintena de bancos, dos de ellos sucursales del Santander. Fortnum & Masons, la tienda emblemática de la Casa Real y de la aristocracia inglesa, fue invadida por un grupo anarquista y durante horas ondeó de su fachada la enseña roja y negra. Hubo 210 detenidos, la mayoría por delitos de orden público y una decena de policías resultaron heridos.
Oposición en Taiwan no quiere energía nuclear
La presidenta del opositor Partido Democrático Progresista (PDP) y ex viceprimera ministra de Taiwán, Tsai Ing-wen, anunció un plan nacional para prescindir de la energía nuclear en 2025. El debate sobre esa fuente de energía se reavivó con los controvertidos 9.300 millones de dólares para construir una cuarta central atómica aquí tras el terremoto y posterior tsunami que golpeó el noreste de Japón y que causó la muerte a más de 10.000 personas. Las instalaciones quedaron dañadas, hubo grandes explosiones y liberación de radiación.
El vicepresidente de la estatal Taiwan Power Company (Taipower), Huang Hsiend, respondió que es "casi imposible" depender del gas natural y de las energías renovables para 2025. "Es inviable" abandonar la alternativa nuclear, remarcó.
"Nadie reclama un cese inmediato de la generación, sino una disminución gradual y equilibrada", dijo a IPS la concejala del PDP de Taipei, Hsu Chia-ching.
"Permitir que opere la central y generar más combustible que produce desperdicios radiactivos significará una tragedia mayor", respondió Tsai al ser consultada de si la interrupción de la construcción no era una pérdida de dinero.
"El daño a la sociedad y a la economía japonesa, incluido el turismo, la agricultura, la pesca y la industria, es muchísimo mayor, sin mencionar el costo de la reconstrucción", dijo a IPS la profesora de ciencias atmosférica Hsu Kuang-jung, quien trabaja en la Universidad Nacional de Taiwán.
"El problema de Fukushima no ha terminado", remarcó, refiriéndose al complejo atómico japonés dañado por el terremoto y el tsunami.
"La energía nuclear es el método más caro y riesgoso de generación de energía y si no tenemos una necesidad imperiosa, ¿por qué tenemos que crear tanto peligro y hacer que nuestra población viva con miedo?", preguntó Hsu. "Los taiwaneses nunca tuvieron la oportunidad de expresarse al respecto", añadió.
Más de 2.000 vecinos de la cuarta central nuclear, ambientalistas y figuras políticas de la oposición organizaron una manifestación la semana pasada bajo el lema "Amamos a Taiwán. No queremos desastres nucleares".
El presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, insistió en el buen estado de las tres plantas existentes y señaló que se terminará con la construcción de la cuarta, que generará 2.750 megavatios. Pero la apertura de las instalaciones se demorará, informaron varios funcionarios, quienes añadieron que se realizará una inspección total de las otras tres.
Tsai señaló que su propuesta apunta a iniciar un debate sobre "cómo podemos encontrar otras fuentes de energía para que Taiwán no tenga que depender de la alternativa nuclear en 2025".
La líder opositora pretende ser candidata de su partido a las elecciones presidenciales de principios del año próximo y competir con Ma.
"El desastre de Fukushima mostró que el peligro de las plantas nucleares es mucho mayor de lo que la gente cree y que la posibilidad de que ocurra algo similar en Taiwán es muy alta", declaró Tsai.
Seis de los 564 reactores nucleares en funcionamiento o cerrados del mundo tuvieron graves accidentes, indicó la presidenta del PDP. "Japón y Taiwán son zonas sísmicas y lo que ocurrió en ese país puede pasar aquí", arguyó.
"No hay forma de implementar un plan de respuesta para un episodio que causaría un daño incalculable a la salud de nuestra población y a nuestro comercio y economía", sostuvo Tsai. "Es un costo demasiado alto", añadió.
Las dos primeras centrales nucleares de Taiwán, ubicadas en el extremo norte de la isla, tienen dos reactores de agua en ebullición General Electric cada una. Taipower tiene una concesión para operar uno hasta 2018, el segundo hasta 2019, el tercero hasta 2021 y el cuarto hasta 2023.
La licencia para operar los dos reactores de agua a presión Westinghouse de la tercera central, ubicada en el extremo sur de Taiwán, vence en 2024 uno y 2025 otro.
Taipower solicitó al Consejo de Energía Atómica una renovación de la licencia por 20 años, lo que ampliará la vida operativa de las tres instalaciones.
La controvertida cuarta central nuclear, que se construye en la localidad de Yenliao, en Taipei en la costa nororiental de Taiwán, contará con dos avanzados reactores de agua en ebullición, uno comenzará a operar en diciembre de 2012 y otro, un año después.
De ahora hasta 2025 hay suficiente tiempo para un proceso de "revisión completa e integral" y para "crear un consenso social", indicó Tsai.
El año pasado hubo un margen de capacidad de reserva de energía de más de 23,4 por ciento, mientras las tres plantas nucleares existentes sólo produjeron 18 por ciento del total, según datos de Taipower.
"Aun si las tres centrales atómicas dejan de operar, habrá 5,4 por ciento de margen de reserva, mejor de lo que hubo de 1992 a 1995", añadió.
"Tenemos que estimular ese 5,4 por ciento y elevarlo a un 15 por ciento, lo que se considera un margen seguro para las economías más avanzadas como la de Taiwán", subrayó.
Tsai también llamó a la liberalización de la industria energética.
"Habilitar la competencia entre empresas privadas y Taipower estimulará la generación de energía de forma eficiente y eliminará una barrera al desarrollo de las fuentes renovables", arguyó.
"Espero que podamos evitar que se vuelva un tema de campaña pues tratamos de promover un diálogo con el partido gobernante pues es un asunto que afecta a todas las personas que viven en Taiwán", añadió.
Capacidad de Reserva de Energía
El ex ministro de Ambiente Chang Kuo-lung se opone a la ampliación de las licencias de operación de las tres plantas nucleares existentes y a agregar un nuevo reactor a las instalaciones.
También reclama una revisión integral de la seguridad de las tres plantas operativas y que se detenga de inmediato la construcción de la cuarta central, que según los activistas está "plagado de escándalos y flaquezas" y no podrá resistir un terremoto fuerte ni un tsunami.
Especialistas en materia energética, incluidos ex ministros, ofrecieron varios métodos para alcanzar una capacidad de reserva de energía de 15 por ciento. Entre ellas:
- Aumentar la incidencia de las energías alternativas del 6,5 por ciento actual previsto por el gobierno para 2025.
- Mejorar la eficiencia de las plantas de energía termal invirtiendo en sistemas más avanzados, agregando así 5,8 por ciento a la capacidad energética total, al reducir las emisiones de dióxido de carbono.
- Agregar nuevas plantas termales, mejor si funcionan con gas natural, para agregar más de 10 puntos porcentuales a la capacidad de generación energética general, sin aumentar demasiado las emisiones de dióxido de carbono.
Fuente: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=97863
El vicepresidente de la estatal Taiwan Power Company (Taipower), Huang Hsiend, respondió que es "casi imposible" depender del gas natural y de las energías renovables para 2025. "Es inviable" abandonar la alternativa nuclear, remarcó.
"Nadie reclama un cese inmediato de la generación, sino una disminución gradual y equilibrada", dijo a IPS la concejala del PDP de Taipei, Hsu Chia-ching.
"Permitir que opere la central y generar más combustible que produce desperdicios radiactivos significará una tragedia mayor", respondió Tsai al ser consultada de si la interrupción de la construcción no era una pérdida de dinero.
"El daño a la sociedad y a la economía japonesa, incluido el turismo, la agricultura, la pesca y la industria, es muchísimo mayor, sin mencionar el costo de la reconstrucción", dijo a IPS la profesora de ciencias atmosférica Hsu Kuang-jung, quien trabaja en la Universidad Nacional de Taiwán.
"El problema de Fukushima no ha terminado", remarcó, refiriéndose al complejo atómico japonés dañado por el terremoto y el tsunami.
"La energía nuclear es el método más caro y riesgoso de generación de energía y si no tenemos una necesidad imperiosa, ¿por qué tenemos que crear tanto peligro y hacer que nuestra población viva con miedo?", preguntó Hsu. "Los taiwaneses nunca tuvieron la oportunidad de expresarse al respecto", añadió.
Más de 2.000 vecinos de la cuarta central nuclear, ambientalistas y figuras políticas de la oposición organizaron una manifestación la semana pasada bajo el lema "Amamos a Taiwán. No queremos desastres nucleares".
El presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, insistió en el buen estado de las tres plantas existentes y señaló que se terminará con la construcción de la cuarta, que generará 2.750 megavatios. Pero la apertura de las instalaciones se demorará, informaron varios funcionarios, quienes añadieron que se realizará una inspección total de las otras tres.
Tsai señaló que su propuesta apunta a iniciar un debate sobre "cómo podemos encontrar otras fuentes de energía para que Taiwán no tenga que depender de la alternativa nuclear en 2025".
La líder opositora pretende ser candidata de su partido a las elecciones presidenciales de principios del año próximo y competir con Ma.
"El desastre de Fukushima mostró que el peligro de las plantas nucleares es mucho mayor de lo que la gente cree y que la posibilidad de que ocurra algo similar en Taiwán es muy alta", declaró Tsai.
Seis de los 564 reactores nucleares en funcionamiento o cerrados del mundo tuvieron graves accidentes, indicó la presidenta del PDP. "Japón y Taiwán son zonas sísmicas y lo que ocurrió en ese país puede pasar aquí", arguyó.
"No hay forma de implementar un plan de respuesta para un episodio que causaría un daño incalculable a la salud de nuestra población y a nuestro comercio y economía", sostuvo Tsai. "Es un costo demasiado alto", añadió.
Las dos primeras centrales nucleares de Taiwán, ubicadas en el extremo norte de la isla, tienen dos reactores de agua en ebullición General Electric cada una. Taipower tiene una concesión para operar uno hasta 2018, el segundo hasta 2019, el tercero hasta 2021 y el cuarto hasta 2023.
La licencia para operar los dos reactores de agua a presión Westinghouse de la tercera central, ubicada en el extremo sur de Taiwán, vence en 2024 uno y 2025 otro.
Taipower solicitó al Consejo de Energía Atómica una renovación de la licencia por 20 años, lo que ampliará la vida operativa de las tres instalaciones.
La controvertida cuarta central nuclear, que se construye en la localidad de Yenliao, en Taipei en la costa nororiental de Taiwán, contará con dos avanzados reactores de agua en ebullición, uno comenzará a operar en diciembre de 2012 y otro, un año después.
De ahora hasta 2025 hay suficiente tiempo para un proceso de "revisión completa e integral" y para "crear un consenso social", indicó Tsai.
El año pasado hubo un margen de capacidad de reserva de energía de más de 23,4 por ciento, mientras las tres plantas nucleares existentes sólo produjeron 18 por ciento del total, según datos de Taipower.
"Aun si las tres centrales atómicas dejan de operar, habrá 5,4 por ciento de margen de reserva, mejor de lo que hubo de 1992 a 1995", añadió.
"Tenemos que estimular ese 5,4 por ciento y elevarlo a un 15 por ciento, lo que se considera un margen seguro para las economías más avanzadas como la de Taiwán", subrayó.
Tsai también llamó a la liberalización de la industria energética.
"Habilitar la competencia entre empresas privadas y Taipower estimulará la generación de energía de forma eficiente y eliminará una barrera al desarrollo de las fuentes renovables", arguyó.
"Espero que podamos evitar que se vuelva un tema de campaña pues tratamos de promover un diálogo con el partido gobernante pues es un asunto que afecta a todas las personas que viven en Taiwán", añadió.
Capacidad de Reserva de Energía
El ex ministro de Ambiente Chang Kuo-lung se opone a la ampliación de las licencias de operación de las tres plantas nucleares existentes y a agregar un nuevo reactor a las instalaciones.
También reclama una revisión integral de la seguridad de las tres plantas operativas y que se detenga de inmediato la construcción de la cuarta central, que según los activistas está "plagado de escándalos y flaquezas" y no podrá resistir un terremoto fuerte ni un tsunami.
Especialistas en materia energética, incluidos ex ministros, ofrecieron varios métodos para alcanzar una capacidad de reserva de energía de 15 por ciento. Entre ellas:
- Aumentar la incidencia de las energías alternativas del 6,5 por ciento actual previsto por el gobierno para 2025.
- Mejorar la eficiencia de las plantas de energía termal invirtiendo en sistemas más avanzados, agregando así 5,8 por ciento a la capacidad energética total, al reducir las emisiones de dióxido de carbono.
- Agregar nuevas plantas termales, mejor si funcionan con gas natural, para agregar más de 10 puntos porcentuales a la capacidad de generación energética general, sin aumentar demasiado las emisiones de dióxido de carbono.
Fuente: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=97863
Negocio y basuras nucleares
La catástrofe de Fukushima ha avivado el debate nuclear, que podría racionalizarse bastante distinguiendo dos temas: uno, el uso de la energía nuclear en general, y otro, el empeño de sembrar de plantas nucleares la geografía española registrado hace 30 años, que frenó la actual moratoria.
Si pensamos en el uso masivo de la energía nuclear para abastecer a largo plazo a la especie humana, salta a la vista su inviabilidad. Las reacciones nucleares tienen su apogeo en el Sol o en lejanas estrellas en las que no existe ni un resquicio de vida. Por ello resulta contradictorio el afán de mejorar la vida en la
Tierra extendiendo en ella este tipo de reacciones (y sus residuos) cuya peligrosidad reclama un aislamiento tan perfecto como difícil de asegurar. En general, desencadenar reacciones nucleares cuyas temperaturas sobrepasan miles de veces las requeridas por los usos ordinarios (hervir agua, calentar una vivienda, etc.) se asemeja a matar pulgas a cañonazos. Y en particular, la actual “alternativa” nuclear se apoya en unos stocks de uranio que son todavía más limitados que los de petróleo y que, una vez utilizados, se trasforman en residuos radiactivos de larga duración.
La catástrofe de Fukushima ha venido a subrayar el conflicto fáustico propio de la civilización industrial, al evidenciar el horizonte de degradación que resulta de su empeño en utilizar energías que proceden de “echar a la caldera” stocks de uranio, petróleo u otros recursos planetarios y no del flujo solar y sus derivados renovables.
En el segundo tema mencionado hay que recordar que no son afanes altruistas, sino de lucro, los que mueven al lobby propagandista de la energía nuclear. Y que este lucro no resulta de producir electricidad por un procedimiento caro y problemático, sino de manejar e inflar los enormes presupuestos que requiere la construcción de plantas nucleares –véase Aguilera y Naredo (eds.) 2009 Economía, poder y megaproyectos, pp. 29-36–. Sólo la plena conciencia de que los grupos interesados en el negocio de la construcción de las centrales nucleares manejaron a las empresas eléctricas para hacer su negocio particular a costa de usuarios y contribuyentes impedirá que semejante extorsión vuelva a producirse.
José Manuel Naredo es economista y estadístico
Si pensamos en el uso masivo de la energía nuclear para abastecer a largo plazo a la especie humana, salta a la vista su inviabilidad. Las reacciones nucleares tienen su apogeo en el Sol o en lejanas estrellas en las que no existe ni un resquicio de vida. Por ello resulta contradictorio el afán de mejorar la vida en la
Tierra extendiendo en ella este tipo de reacciones (y sus residuos) cuya peligrosidad reclama un aislamiento tan perfecto como difícil de asegurar. En general, desencadenar reacciones nucleares cuyas temperaturas sobrepasan miles de veces las requeridas por los usos ordinarios (hervir agua, calentar una vivienda, etc.) se asemeja a matar pulgas a cañonazos. Y en particular, la actual “alternativa” nuclear se apoya en unos stocks de uranio que son todavía más limitados que los de petróleo y que, una vez utilizados, se trasforman en residuos radiactivos de larga duración.
La catástrofe de Fukushima ha venido a subrayar el conflicto fáustico propio de la civilización industrial, al evidenciar el horizonte de degradación que resulta de su empeño en utilizar energías que proceden de “echar a la caldera” stocks de uranio, petróleo u otros recursos planetarios y no del flujo solar y sus derivados renovables.
En el segundo tema mencionado hay que recordar que no son afanes altruistas, sino de lucro, los que mueven al lobby propagandista de la energía nuclear. Y que este lucro no resulta de producir electricidad por un procedimiento caro y problemático, sino de manejar e inflar los enormes presupuestos que requiere la construcción de plantas nucleares –véase Aguilera y Naredo (eds.) 2009 Economía, poder y megaproyectos, pp. 29-36–. Sólo la plena conciencia de que los grupos interesados en el negocio de la construcción de las centrales nucleares manejaron a las empresas eléctricas para hacer su negocio particular a costa de usuarios y contribuyentes impedirá que semejante extorsión vuelva a producirse.
José Manuel Naredo es economista y estadístico
Radioactividad, las consecuencias de la contaminación
El primer ministro japonés, Naoto Kan, calificó hoy de “imprevisible” la situación de la planta nuclear de Fukushima Daiichi, que obliga a “no bajar la atención”.
Desde este sábado no llegan buenas noticias de Fukushima, donde los trabajadores de TEPCO, la empresa operadora, intentan desde el terremoto del 11 de marzo refrigerar sus seis reactores, pero cada día se enfrentan a una nueva dificultad.
El tsunami que generó ese seísmo de 9 grados Richter, con olas de hasta trece metros, destruyó el sistema eléctrico de la central que es necesario para enfriar sus reactores, que albergan peligrosas barras de combustible nuclear.
Los más recientes esfuerzos se centraron en tratar de drenar el agua radiactiva que inunda la zona de turbinas cerca de los reactores 1, 2 y 3, el último de los cuales preocupa especialmente por contener un combustible que mezcla uranio y plutonio, altamente tóxico.El portavoz japonés, Yukio Edano, muy crítico con la gestión de TEPCO de la crisis, pidió vigilar la salida de plutonio al exterior de la planta y consideró probable que el material detectado provenga de barras de combustible fusionadas parcialmente.
El portavoz nipón indicó no obstante que las cantidades de plutonio halladas son las mismas que pueden encontrarse en el medio ambiente mientras, en Viena, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) señalaba que la composición de isótopo sugiere que procede de un reactor y destacaba también su escasa cantidad.
Para las autoridades japonesas, lo prioritario ahora en Fukushima es continuar lanzando agua sobre los reactores, para así tratar de refrigerarlos, y al tiempo drenar las zonas inundadas.
Un terremoto de 6,4 grados sacude de nuevo Fukushima
Un terremoto de 6,4 grados de magnitud en la escala de Richter hizo temblar este martes de nuevo el noreste de Japón y se sintió en Tokio, con epicentro en la costa de la provincia de Fukushima, donde se encuentra la inestable planta nuclear.Según la Agencia Meteorológica de Japón, el seísmo ocurrió a las 19.54 hora local (9.54 GMT) y el epicentro se situó a poca profundidad bajo el lecho marino frente a Fukushima, una de las provincias más afectadas por el seísmo de 9 grados del 11 de marzo.
En algunos pueblos costeros de esa provincia el temblor tuvo una intensidad 4 en la escala japonesa de 7 grados, mientras en la mayor parte de la costa se sintió con un nivel de 3.
El terremoto volvió a sacudir toda la costa noreste nipona afectada desde el día 11 de marzo y también se sintió con claridad en la ciudad de Tokio, sin que por el momento se informara de daños.
Tampoco se han reportado daños en la central nuclear de Fukushima Daiichi, donde se lucha día y noche por refrigerar sus seis reactores, dañados por el terremoto de 9 grados Richter.
Desde el gran seísmo y posterior tsunami del día 11, que arrasó vastas zonas de la costa noreste, se han sucedido más de 700 réplicas en Japón, de ellas tres de más de 7 grados en la escala Richter, más de 60 superiores a 6 y unas 350 de más de 5 grados.
En Libia, el imperio se despierta
A lo largo de la historia, gobernar un imperio ha sido siempre algo más que la pura dominación económica y el ejercicio de la fuerza militar aplastante. Incluso un imperio moderno sin colonias como el que rige Estados Unidos requiere más finura que fuerza. La adaptación hábil a condiciones cambiantes es lo que hace que los imperios perduren. O como dice el viejo refrán, “no nadar contra corriente”. Finalmente, después de meses intentando desesperadamente situarse en el lado correcto de la historia únicamente con las palabras, puede que Estados Unidos tenga algunos nadadores en el agua. La intervención militar en Libia es una señal de que el imperio ha despertado de su letargo aparente. La fórmula para el despertar incluye un tábano dictatorial, una insurrección tal vez inoportuna y una generosa cantidad de petróleo.
Estados Unidos se está preparando en el norte de África y en otras partes de la región para la gran adaptación a la democracia árabe. Al no poder contar ya con una red de gobernantes autoritarios en la zona, la maquinaria diplomática que es el Departamento de Estado estadounidense se centra ahora en relacionarse con las nuevas fuerzas pro-democracia. La verdad es que Estados Unidos no estaba ligado exclusivamente a los Hosni Mubarak del mundo. Ha disfrutado de relaciones igualmente acogedoras con el aparato militar de cada país. Y este aparato, a diferencia del político, ciertamente no ha sido derrocado. Los ejércitos en el norte de África y en Oriente Próximo siguen siendo los mismos actores militares y económicos que eran antes de las protestas pro-democracia.
Estados Unidos se está preparando en el norte de África y en otras partes de la región para la gran adaptación a la democracia árabe. Al no poder contar ya con una red de gobernantes autoritarios en la zona, la maquinaria diplomática que es el Departamento de Estado estadounidense se centra ahora en relacionarse con las nuevas fuerzas pro-democracia. La verdad es que Estados Unidos no estaba ligado exclusivamente a los Hosni Mubarak del mundo. Ha disfrutado de relaciones igualmente acogedoras con el aparato militar de cada país. Y este aparato, a diferencia del político, ciertamente no ha sido derrocado. Los ejércitos en el norte de África y en Oriente Próximo siguen siendo los mismos actores militares y económicos que eran antes de las protestas pro-democracia.
Lo podemos ver en Libia, donde el pacto faustiano de la oposición con Estados Unidos se ha extendido a las relaciones con el ejército egipcio. Armas egipcias sin duda con autorización estadounidense están fluyendo a través de Túnez hacia el este de Libia. Los vínculos entre los militares de toda la región representan un recurso importante para la adaptación de Estados Unidos a este proceso monumental de cambio. Hasta ahora, los militares en varios países han logrado poner límites reales a la magnitud de la transformación manteniéndola constreñida a cuestiones relativas a la representación política y a la forma de gobierno.
El proceso libio ha concedido a Estados Unidos incluso un mayor acceso al haber aprobado los rebeldes del este una campaña de bombardeos esencialmente liderada por Estados Unidos y destinada a debilitar las fuerzas leales al general libio Muamar Gadafi. De este modo, los rebeldes del este podrían estar a punto de aprender la dura lección de que las revoluciones no pueden ser subcontratadas. La intervención estadounidense tiene un precio, y la factura se pagará política, económica y militarmente. No hubo manera de escindir al ejército del régimen de Trípoli así que la intervención desde el exterior iba a ser con seguridad la principal estrategia una vez que la insurrección en el este estuvo en marcha.
Es evidente que Estados Unido está interesado en mejorar su posición estratégica en la región a la vez que en dar algo de sustancia a sus pretensiones en favor de la democracia. Otras naciones europeas, con algo más de mala gana, también han seguido imitando los mismos tópicos sobre la marcha. Sin embargo, ha sido el petróleo lo que realmente ha acelerado la política exterior de Estados Unidos moviéndolo desde las reclamaciones generales de democracia y libertad a una costosa intervención militar. La simple idea de un régimen de Gadafi militarmente victorioso haciendo proselitismo con grandes cantidades de petróleo ante los opositores económicos de Estados Unidos ha empujado a Obama a ponerse ya otra gorra de guerra. Mientras las calles árabes pueden haber cambiado el debate político en la región empujando a Estados Unidos en una dirección particular retóricamente, sigue siendo su petróleo lo que atrae la atención no deseada del Imperio.
Los rebeldes del este de Libia todavía pueden ganar el día. Puede que una insurrección quizá prematura y ciertamente mal equipada sea salvada de la aniquilación. La fuerza impresionante de las fuerzas armadas de Estados Unidos puede garantizar ese tipo de cosas. Sin embargo, si las transformaciones políticas del siglo XX sirven de alguna guía, cómo se gane puede ser tan importante como ganar. Cuanto más se acerque este movimiento del este de Libia a Estados Unidos menos independencia tendrá una vez que comience la transición política. Y, más tarde, cuando el petróleo comience a fluir de nuevo, vencerá el plazo de una factura colosal ¿Estarán dispuestos a pagarla los rebeldes? ¿Y a qué coste para sus sueños políticos de democracia?
Billy Wharton escritor, militante y editor de Socialist WebZine.
Otra vez el engaño de los rescates
¿Ahora Portugal?
En otros artículos referidos al caso español traté de poner de relieve que cuando se habla de "rescatar" a un país se produce un gran engaño que es imprescindible tratar de desvelar.
Ahora ocurre lo mismo con Portugal cuando las autoridades europeas y los llamados "mercados", en realidad los grandes grupos financieros y empresariales, insisten para que el gobierno portugués solicite que su país sea "rescatado".
Generalmente, cuando se habla de "rescatar" a un país se parte de una situación real y de gravedad que suele manifestarse en un gran endeudamiento que dificulta o impide hacer frente a los compromisos de pago adquiridos. Sin embargo, cuando esto ocurre se produce un engaño muy bien orquestado en relación con las razones, los problemas, las soluciones y los efectos de la operación que se desea llevar a cabo.
El primer engaño suele darse sobre la naturaleza de los problemas que padece el país al que se dice que hay que "rescatar". Ahora, como en los caso griego o irlandés recientes, se afirma que Portugal tiene un grave endeudamiento público derivado del crecimiento desbordado de sus gastos que le obliga a recurrir a un cuantioso préstamo para liquidar con él sus deudas. No es del todo cierto, como señalaré enseguida.
El segundo engaño se deriva del anterior. Para que el "rescate" sea útil se afirma que debe ir acompañado de medidas que resuelvan el problema que originó la situación que se quiere resolver y que, por tanto, deben consistir, principalmente en recortar el gasto. En consecuencia, los que dan el préstamo para "rescatar" al país, en este caso Portugal, imponen políticas consistentes en recortar cualquier tipo de gasto público y en especial el que está vinculado con las actividades que dicen que el sector privado puede llevar a cabo más eficazmente, es decir, con los servicios públicos (otro engaño más porque no es seguro que lo haga mejor y sin embargo es inevitable que el capital privado lo proporcione más caro y a menos población), o el que se considera improductivo, como el sueldo de los funcionarios, por ejemplo.Al mismo tiempo se engaña también afirmando que el resultado del rescate será el mayor incremento de la actividad y de la creación de empleo y que, por tanto, gracias a él las aguas de la economía volverán a su cauce anterior e incluso a un nivel mucho más satisfactorio de rendimiento económico.
Desde que en los años ochenta se empezaron a producir "rescates" en economías de América Latina hemos podido ver cómo acaban este tipo de operaciones (con menos actividad, empleo y desigualdad y con más pobreza) y analizando la situación de los países que han sido o que van a ser "rescatados" podemos comprobar sin demasiada dificultad la naturaleza de este engaño.
Los problemas económicos que tiene Portugal no son exactamente el resultado de que haya habido mucho gasto público, de endeudamiento público. Es verdad que el déficit ha aumentado mucho en los dos últimos años pero eso se ha producido como consecuencia de la crisis que han provocado los bancos y de que se haya impuesto una respuesta a ella basada justamente en salvarlos a costa de un precio extraordinariamente alto. De hecho, el gobierno portugués, siguiendo directrices y ejemplos europeos y la presión de los propios poderes financieros, llegó a nacionalizar bancos en operaciones que le costaron muy caro.
Pero ni siquiera eso es lo que provoca los problemas más agudos de la economía portuguesa. Su problema más grave no es el endeudamiento público sino el exterior y éste se viene produciendo en los últimos años no precisamente porque haya habido despilfarro público sino como consecuencia de las políticas neoliberales que han destruido su riqueza productiva, su industria y agricultura y que le han cercenado las fuentes de generación de ingresos ya de por sí débiles. Como en tantos otros países, han sido estas políticas generadoras de escasez en aras de salvar el beneficio de los grandes grupos oligárquicos y que han obligado a Portugal a vender sus mejores activos productivos al capital extranjero, las que han destruido tejido industrial y producción agraria y las que así han provocado un debilitamiento de su capacidad de crear empuje económico, de su competitividad y, como consecuencia de ello, el incremento de la deuda exterior.
La realidad es que las políticas neoliberales auspiciadas por la Unión Europea han significado un corsé letal para la economía portuguesa y que han ido produciendo en los últimos años un incremento del desempleo y de la pobreza que se ha tratado de disimular, entre otras medios, gracias a que el dominio de los grandes medios de comunicación está cada vez más en manos de esos mismos capitales extranjeros.
Y cuando la crisis ha estallado y cuando el gobierno ha asumido la carga extraordinaria del salvamento bancario, así como cuando ha sufrido mayor merma de ingresos y aumento de gasto para evitar el colapso de la economía, es cuando la situación se ha hecho ya insostenible.
Por tanto, es mentira que el "rescate" sea obligado porque la economía portuguesa sufra debido al endeudamiento público. Si se viene encontrando cada vez más debilitada es por otro tipo de razones.
Y aquí viene otro engaño especialmente peligroso. Las medidas que necesita Portugal para salvar su economía no son las encaminadas a reducir el gasto sino a cambiar el tipo de políticas que le vienen ocasionando pérdida de ingresos, de actividad y de empleo y una desigualdad cada vez mayor, que ha hecho que las rentas en aumento de las clases ricas se hayan dedicado a la inversión financiera o inmobiliaria especulativas que han dado grandes beneficios a bancos también extranjeros, entre los que destacan los españoles, pero que han acumulado mucho riesgo y ha creado una base cada vez más volátil y débil para la economía portuguesa, como ahora se puede comprobar.
El siguiente engaño tiene que ver con los efectos benéficos que dicen que tendría el "rescate".
En contra de lo que afirman los voceros de los grandes grupos financieros que lo desean, si a los problemas reales que acabo de mencionar se añade ahora, como quieren los que se disponen a "rescatar" a Portugal, recortes en el gasto, disminuciones de salarios y en general políticas que van a producir disminución de la demanda, lo que ocurrirá será que la economía portuguesa se encontrará aún peor porque todo ello solo va a provocar una caída del consumo, de la inversión y del mercado internos y, por tanto, menos actividad y menos empleo.
La realidad es que el "rescate" de Portugal, tal y como se daría allí siguiendo la línea de otros tantos anteriores (un préstamo muy cuantioso para que Portugal pague las deudas acompañado de medidas restrictivas y de recorte de derechos sociales y de gasto) no va a salvar a su economía. Es mentira que este tipo de operaciones rescaten a los países. Esto es solo un último y definitivo engaño: de lo que se trata no es de salvar o rescatar a un país sino a los bancos, principalmente, y a los grupos más ricos y poderosos, puesto que lo que se hace con el rescate es poner dinero para que ellos cobren sus deudas y obligar a que la sociedad cargue con la factura de la operación durante años.
Tan cierto es esto que resulta fácil y patético comprobar que son precisamente estos grupos financieros y las autoridades europeas que le sirven los que se empeñan en convencer a las portuguesas de que soliciten el "rescate", una buena prueba de quiénes son de verdad los que se beneficiarán de él.
Y esto pone sobre la mesa una última cuestión. Un engaño no menos importante. Quizá el peor. El que tiene que ver con el tipo de régimen político en el que vivimos y en el que los electores, los ciudadanos, no podemos decidir realmente sobre las cuestiones económicas.
Lo llaman democracia pero a la vista de lo que viene sucediendo está cada vez más claro que no lo es porque se nos ha hurtado la posibilidad de decidir sobre las cuestiones económicas que evidentemente son una parte central de las que directamente afectan a nuestra vida. Y es justamente por ello que hemos de hacer todo lo que esté en nuestras manos para tratar de cambiarlos. Eso sí que sería un verdadero rescate. Lo demás es otro robo.
Exclusión aérea, el confuso nombre de la guerra libia
Los fantasmas balcánicos de la década de 1990 están de regreso: zonas de exclusión de vuelos, la guerra humanitaria de Washington, Europa y la ONU, las garantías de que no se desplegarán tropas estadounidenses y una ofensiva aérea que por sí sola no puede alterar lo que pasa a ras del suelo. Con los términos leguleyos con los cuales la comunidad internacional reconoce con repugnancia que una guerra está en marcha, la ONU (Organización de las Naciones Unidas) resolvió proteger a los civiles y crear un "cordón sanitario" en torno del país apestado, en este caso Libia.
Pero hay demasiados ecos de las terribles guerras de la partición de Yugoslavia, cuando se instauró la idea de que se podía bombardear una población con fines humanitarios.
El lenguaje de la guerra liberal puede fluir tan suavemente como el crudo ligero de los yacimientos libios, pero esta vez incluso los más creyentes parecen haberse quedado sin gasolina.
Pocos críticos se han molestado siquiera en señalar la selectividad obvia de la medida tomada contra Libia.
Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que la comunidad internacional no podía permanecer pasiva ante el brutal ataque de un tirano contra su pueblo, se refería específicamente a uno, el líder libio Muammar Gadafi.
Y el Consejo de Seguridad de la ONU ofreció su beatífica protección sólo a algunos civiles libios, pero no a los sirios, yemeníes, palestinos ni bahreiníes. Mucho menos a los que sufren violencia en Costa de Marfil, Zimbabwe o en tantos otros lugares.
La idea de la guerra liberal –la del uso de la fuerza con fines humanitarios—continúa confundiendo a la opinión pública, sustentando los términos oficiales del debate en los foros internacionales, especialmente en Europa occidental, y delineando las operaciones militares extranjeras en Libia.
Negar la guerra: el arte del eufemismo
La guerra liberal es útil, sobre todo para los "buenos europeos", porque desmiente que se trate de una guerra. Es una zona de exclusión de vuelos para proteger los derechos humanos.
Si bien resulta obvio que los comandantes de la coalición occidental se han sumado a los rebeldes libios en su guerra contra el régimen de Gadafi, se ven obligados a simular que no es así. Con modales educados, informan a las fuerzas de Gadafi dónde deben reagruparse para evitar ser destruidas.
En esencia, aunque sin decirlo, el mensaje a Gadafi es que debe dejar de defenderse de quienes quieren derrocarlo. Pero permítasenos preguntar por qué no es posible hablar con más franqueza. ¿Por qué hay que hablar de la guerra con eufemismos liberales?
La guerra liberal tiene una contradicción central entre la gran retórica –la humanidad, la inocencia, la maldad— y la limitada responsabilidad que se expresa en la ausencia de tropas terrestres y las patéticas legiones de fuerzas de paz de la ONU.
En las guerras justificadas primordialmente por fines altruistas, los líderes elegidos de las democracias occidentales invierten sabiamente –si les conviene—la sangre, o los dólares, de sus ciudadanos.
El arma elegida es el poderío aéreo y el costo es la incoherencia estratégica. Ante la ausencia de una política sobre el terreno, las fuerzas aéreas se limitan a explotar cosas, revisar los resultados y dar vueltas por ahí. Si otros factores no se modifican, el resultado más probable es un callejón sin salida.
Pero lo más pernicioso es la forma en que la guerra liberal determina el entendimiento de los conflictos, mediante una prestidigitación digna de admirarse.
Una obra dramática
En esta obra, hay espacio para dos actores protagónicos: el interventor humanitario –casi siempre la comunidad internacional conducida por Occidente— y el perpetrador bárbaro, un reparto cambiante y selecto de líderes, regímenes y grupos étnicos.
Así, como por arte de magia, países y pueblos reales con historias imbricadas se convierten en personajes de una pieza moralizante, estereotipos básicos cuya conducta obedece a características innatas.
El melodrama viene en varios sabores, y de ningún modo Occidente termina siempre bien al final. Pero sus términos se establecen de un modo fascinante: intereses e ideales, tragedia y política, parálisis burocrática y carisma.
La memoria histórica es una baja tan inmediata que nadie la nota. Estados Unidos peleó en 1801 su primera guerra en lo que hoy es Libia contra los reinos berberiscos de Marruecos y Trípoli, entonces vasallos del Imperio Otomano, también con la justificación de razones humanitarias, bien asentadas en intereses comerciales.
Cegados una y otra vez por los cuentos de los occidentales bienintencionados y los nativos violentos, nos resulta imposible ver las historias compartidas y conexas que condujeron al actual conflicto y en las cuales se sitúan los libios, los occidentales y otros pueblos.
Libia obtuvo su independencia como reino hace sólo 60 años, teniendo a Estados Unidos y Gran Bretaña como patrones que le suministraban dinero y armas a cambio de petróleo y estabilidad.
Como en otros lugares, entonces y ahora, esa combinación generó el resentimiento popular y suministró el caldo de cultivo para que surgieran alternativas políticas que Gadafi supo aprovechar.
La feria de atracciones
Gadafi, en el poder desde 1969, funciona muy bien como personaje de una feria de atracciones, pero sus orígenes se encuentran en las historias compartidas de Occidente con el resto del mundo.
En los últimos años, la guardia costera y la policía fronteriza de Gadafi, entrenadas y apoyadas por la Unión Europea, eran muy valoradas por los "buenos europeos" pues ayudaban a mantener lejos a los inmigrantes africanos.
El último servicio de la guerra liberal es colocar la fuente de la violencia en los nativos, en los pueblos atrasados del mundo no europeo, y no en los occidentales que los explotan, los invaden, los ocupan y los bombardean.
Si nos guiamos por la retórica oficial, el problema de Iraq y de Afganistán tiene que ver con prejuicios religiosos y étnicos de poblaciones que siguen matándose irracionalmente entre sí, mientras los soldados occidentales intentan amablemente modernizarlas.
El gran costo de la guerra liberal es la claridad. Occidente corre el riesgo de crear una situación en la que no puede derrocar a Gadafi por sí mismo, pero tampoco permite ni habilita a que lo hagan los rebeldes.
Para llevar adelante su lucha, Gadafi puede apelar a escuadrones de la muerte y a francotiradores. Pero, como en Bosnia-Herzogovina y Kosovo, suministrar armas o permitir el ingreso de combatientes voluntarios árabes violaría la supuesta neutralidad de la intervención humanitaria.
La guerra no es un cuento moralizante, sino un violento abrazo mutuo. Una reflexión seria debe comenzar por admitir que Occidente es una de las partes combatientes, y la ética de la responsabilidad exige ver más allá de las seducciones del liberalismo.
Tarak Barkawi es profesor de estudios internacionales de la Universidad de Cambridge, especializado en la guerra, las fuerzas armadas y la sociedad, así como en el conflicto entre Occidente y el Sur global.
Fuente: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=97859
Pero hay demasiados ecos de las terribles guerras de la partición de Yugoslavia, cuando se instauró la idea de que se podía bombardear una población con fines humanitarios.
El lenguaje de la guerra liberal puede fluir tan suavemente como el crudo ligero de los yacimientos libios, pero esta vez incluso los más creyentes parecen haberse quedado sin gasolina.
Pocos críticos se han molestado siquiera en señalar la selectividad obvia de la medida tomada contra Libia.
Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que la comunidad internacional no podía permanecer pasiva ante el brutal ataque de un tirano contra su pueblo, se refería específicamente a uno, el líder libio Muammar Gadafi.
Y el Consejo de Seguridad de la ONU ofreció su beatífica protección sólo a algunos civiles libios, pero no a los sirios, yemeníes, palestinos ni bahreiníes. Mucho menos a los que sufren violencia en Costa de Marfil, Zimbabwe o en tantos otros lugares.
La idea de la guerra liberal –la del uso de la fuerza con fines humanitarios—continúa confundiendo a la opinión pública, sustentando los términos oficiales del debate en los foros internacionales, especialmente en Europa occidental, y delineando las operaciones militares extranjeras en Libia.
Negar la guerra: el arte del eufemismo
La guerra liberal es útil, sobre todo para los "buenos europeos", porque desmiente que se trate de una guerra. Es una zona de exclusión de vuelos para proteger los derechos humanos.
Si bien resulta obvio que los comandantes de la coalición occidental se han sumado a los rebeldes libios en su guerra contra el régimen de Gadafi, se ven obligados a simular que no es así. Con modales educados, informan a las fuerzas de Gadafi dónde deben reagruparse para evitar ser destruidas.
En esencia, aunque sin decirlo, el mensaje a Gadafi es que debe dejar de defenderse de quienes quieren derrocarlo. Pero permítasenos preguntar por qué no es posible hablar con más franqueza. ¿Por qué hay que hablar de la guerra con eufemismos liberales?
La guerra liberal tiene una contradicción central entre la gran retórica –la humanidad, la inocencia, la maldad— y la limitada responsabilidad que se expresa en la ausencia de tropas terrestres y las patéticas legiones de fuerzas de paz de la ONU.
En las guerras justificadas primordialmente por fines altruistas, los líderes elegidos de las democracias occidentales invierten sabiamente –si les conviene—la sangre, o los dólares, de sus ciudadanos.
El arma elegida es el poderío aéreo y el costo es la incoherencia estratégica. Ante la ausencia de una política sobre el terreno, las fuerzas aéreas se limitan a explotar cosas, revisar los resultados y dar vueltas por ahí. Si otros factores no se modifican, el resultado más probable es un callejón sin salida.
Pero lo más pernicioso es la forma en que la guerra liberal determina el entendimiento de los conflictos, mediante una prestidigitación digna de admirarse.
Una obra dramática
En esta obra, hay espacio para dos actores protagónicos: el interventor humanitario –casi siempre la comunidad internacional conducida por Occidente— y el perpetrador bárbaro, un reparto cambiante y selecto de líderes, regímenes y grupos étnicos.
Así, como por arte de magia, países y pueblos reales con historias imbricadas se convierten en personajes de una pieza moralizante, estereotipos básicos cuya conducta obedece a características innatas.
El melodrama viene en varios sabores, y de ningún modo Occidente termina siempre bien al final. Pero sus términos se establecen de un modo fascinante: intereses e ideales, tragedia y política, parálisis burocrática y carisma.
La memoria histórica es una baja tan inmediata que nadie la nota. Estados Unidos peleó en 1801 su primera guerra en lo que hoy es Libia contra los reinos berberiscos de Marruecos y Trípoli, entonces vasallos del Imperio Otomano, también con la justificación de razones humanitarias, bien asentadas en intereses comerciales.
Cegados una y otra vez por los cuentos de los occidentales bienintencionados y los nativos violentos, nos resulta imposible ver las historias compartidas y conexas que condujeron al actual conflicto y en las cuales se sitúan los libios, los occidentales y otros pueblos.
Libia obtuvo su independencia como reino hace sólo 60 años, teniendo a Estados Unidos y Gran Bretaña como patrones que le suministraban dinero y armas a cambio de petróleo y estabilidad.
Como en otros lugares, entonces y ahora, esa combinación generó el resentimiento popular y suministró el caldo de cultivo para que surgieran alternativas políticas que Gadafi supo aprovechar.
La feria de atracciones
Gadafi, en el poder desde 1969, funciona muy bien como personaje de una feria de atracciones, pero sus orígenes se encuentran en las historias compartidas de Occidente con el resto del mundo.
En los últimos años, la guardia costera y la policía fronteriza de Gadafi, entrenadas y apoyadas por la Unión Europea, eran muy valoradas por los "buenos europeos" pues ayudaban a mantener lejos a los inmigrantes africanos.
El último servicio de la guerra liberal es colocar la fuente de la violencia en los nativos, en los pueblos atrasados del mundo no europeo, y no en los occidentales que los explotan, los invaden, los ocupan y los bombardean.
Si nos guiamos por la retórica oficial, el problema de Iraq y de Afganistán tiene que ver con prejuicios religiosos y étnicos de poblaciones que siguen matándose irracionalmente entre sí, mientras los soldados occidentales intentan amablemente modernizarlas.
El gran costo de la guerra liberal es la claridad. Occidente corre el riesgo de crear una situación en la que no puede derrocar a Gadafi por sí mismo, pero tampoco permite ni habilita a que lo hagan los rebeldes.
Para llevar adelante su lucha, Gadafi puede apelar a escuadrones de la muerte y a francotiradores. Pero, como en Bosnia-Herzogovina y Kosovo, suministrar armas o permitir el ingreso de combatientes voluntarios árabes violaría la supuesta neutralidad de la intervención humanitaria.
La guerra no es un cuento moralizante, sino un violento abrazo mutuo. Una reflexión seria debe comenzar por admitir que Occidente es una de las partes combatientes, y la ética de la responsabilidad exige ver más allá de las seducciones del liberalismo.
Tarak Barkawi es profesor de estudios internacionales de la Universidad de Cambridge, especializado en la guerra, las fuerzas armadas y la sociedad, así como en el conflicto entre Occidente y el Sur global.
Fuente: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=97859
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