Una guerra de divisas no tiene vencedores
El autor cree que sin cooperación internacional la economía seguirá estancada, acentuándose los desequilibrios. Considera que el aluvión de liquidez en Estados Unidos tiene el riesgo de poner en peligro la estabilidad mundial. |
Es fácil ver por qué algunos políticos esperan que unos tipos de cambio favorables puedan volver a poner de nuevo en marcha la economía de EEUU. En medio de crecientes temores de un estancamiento a la japonesa, las demás opciones o no se toman en consideración o lo más probable es que sean ineficaces. La parálisis política y el endeudamiento galopante actúan como freno de una segunda tanda de estímulos eficaces y la política monetaria no ha reanimado la inversión. Sin embargo, debilitar el dólar para impulsar las exportaciones es una estrategia arriesgada. Podría dar lugar a una volatilidad del tipo de cambio y a proteccionismo; peor aún, invita a una respuesta de los competidores. En este frágil entorno económico mundial, los miembros del G-20 que se reúnen hoy y mañana en Seúl saben que una guerra de divisas sólo conseguirá que todo el mundo salga perdiendo.
Afortunadamente, hay alternativa. Sería mucho más eficaz una cooperación mundial basada en políticas de reformas estructurales que fomenten el crecimiento, en estímulos económicos y en cambios institucionales a largo plazo en el sistema monetario mundial.
Conocemos los peligros de una devaluación porque ya hemos pasado antes por eso. En la década de los 30, la política de empobrecer al vecino prolongó la Gran Depresión. En tiempos más normales, EEUU quizás tenía capacidad de hacer que otras monedas se apreciaran frente al dólar (y ayudar así a abaratar las exportaciones norteamericanas) por el procedimiento de mantener las tasas de interés bajas y de abrir sin freno la espita de la liquidez. Ahora bien, otros, sobre todo China, han indicado que no van a seguirles el juego.
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