La “acción de contención diplomática” que está llevando a cabo Israel ha tenido un éxito parcial, pero el mundo se va acostumbrando paulatinamente a la idea de que Palestina se unirá a la familia de las naciones este verano.
Este escenario, que los investigadores Shaul Mishal y Mazza Doron llaman la Intifada Blanca, puede ocurrir en agosto o septiembre, fecha aproximada que los palestinos han establecido para declarar su Estado independiente. El presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas y el primer ministro Salam Fayyad están aventajando al primer ministro Benjamín Netanyahu. La maniobra combinada que pusieron en marcha -la construcción de las instituciones del Estado y al mismo tiempo la obtención del reconocimiento internacional- está aislando a Israel, haciéndolo aparecer como un país que rechaza la paz e insiste en mantener las colonias.
El mundo se va acostumbrando paulatinamente a la idea de que Palestina se unirá a la familia de las naciones este verano. Esto es lo que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, prometió en su discurso ante la última Asamblea General de las Naciones Unidas. Esto es lo que la secretaria de Estado del mismo país, Hillary Clinton, prometió en su discurso ante el Foro Saban (según dijo, un Estado palestino logrado por medio de negociaciones, es inevitable). Esto es lo que los Estados latinoamericanos han prometido, y ahora también Rusia, miembro del Cuarteto internacional para la paz en Oriente Medio y miembro permanente del Consejo de Seguridad. Aún sin negociaciones, habrá internacionalización.
Cuanto más altas sean las expectativas de los palestinos, más profunda será la decepción si en septiembre la independencia no llega. Después de poner como fecha previa para una solución permanente el 13 de septiembre de 2000, el fracaso hizo que estallara la Intifada dos semanas y media después. Esta vez los palestinos han preparado de antemano el apoyo internacional, y si son sabios se abstendrán de hacer estallar autobuses y se centrarán en las protestas en las calles, como hace el pueblo de Bil'in en el este de Jerusalén.
Las reconvenciones de Netanyahu culpando a los palestinos del fracaso de las negociaciones se recibieron con escepticismo. Abbas dice a todos que entregó a Netanyahu una detallada propuesta de paz que abarca todas las cuestiones básicas, pero el primer ministro no respondió. Y todo el mundo cree a Abbas.
La "acción de contención diplomática" que Israel está llevando a cabo contra el reconocimiento palestino ha tenido un éxito parcial. Tanto el Congreso de los EE.UU. como la Unión Europea expresaron su oposición a una declaración unilateral de independencia. Pero la posición de Israel se está erosionando con cada nuevo país que reconoce Palestina en las fronteras de 1967.
Netanyahu respondió con una agachada. Echó de su gobierno a los ministros rebeldes laboristas y optó por una coalición de derecha para mostrar una "firme determinación" ante la presión internacional.
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Saldrán en el calor del verano de Jerusalén y marcharán por la calle Saladino hacia los muros de la Ciudad Vieja. Cincuenta palestinos, luego 100, luego 200 y 1.000 y 10.000. Marchando y gritando "Istiqlal," independencia. No es que apoyen al nuevo partido de Ehud Barak, Atzmaut –independencia en hebreo-, sino para echar a Israel de los territorios que están fuera de la Línea Verde y establecer en ellos un Estado palestino. Igual que los manifestantes en Túnez se deshicieron de Zine al-Abedine Ben Alí.
¿Cómo va a reaccionar a Israel? ¿Va a disparar a los manifestantes y los matará delante de las cámaras de todo el mundo? Un desastre para las relaciones públicas. ¿Va a arrestar a miles de personas por celebrar una manifestación no autorizada? No es práctico. ¿Culpará a la Autoridad Palestina? Irrelevante. ¿Y qué pasa si los manifestantes no dejan de avanzar, día tras día, con el apoyo de la simpatía internacional y de todos los medios de comunicación del mundo? Este escenario, que los investigadores Shaul Mishal y Mazza Doron llaman la Intifada Blanca, puede ocurrir en agosto o septiembre, fecha aproximada que los palestinos han establecido para declarar su Estado independiente. El presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas y el primer ministro Salam Fayyad están aventajando al primer ministro Benjamín Netanyahu. La maniobra combinada que pusieron en marcha -la construcción de las instituciones del Estado y al mismo tiempo la obtención del reconocimiento internacional- está aislando a Israel, haciéndolo aparecer como un país que rechaza la paz e insiste en mantener las colonias.
El mundo se va acostumbrando paulatinamente a la idea de que Palestina se unirá a la familia de las naciones este verano. Esto es lo que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, prometió en su discurso ante la última Asamblea General de las Naciones Unidas. Esto es lo que la secretaria de Estado del mismo país, Hillary Clinton, prometió en su discurso ante el Foro Saban (según dijo, un Estado palestino logrado por medio de negociaciones, es inevitable). Esto es lo que los Estados latinoamericanos han prometido, y ahora también Rusia, miembro del Cuarteto internacional para la paz en Oriente Medio y miembro permanente del Consejo de Seguridad. Aún sin negociaciones, habrá internacionalización.
Cuanto más altas sean las expectativas de los palestinos, más profunda será la decepción si en septiembre la independencia no llega. Después de poner como fecha previa para una solución permanente el 13 de septiembre de 2000, el fracaso hizo que estallara la Intifada dos semanas y media después. Esta vez los palestinos han preparado de antemano el apoyo internacional, y si son sabios se abstendrán de hacer estallar autobuses y se centrarán en las protestas en las calles, como hace el pueblo de Bil'in en el este de Jerusalén.
Las reconvenciones de Netanyahu culpando a los palestinos del fracaso de las negociaciones se recibieron con escepticismo. Abbas dice a todos que entregó a Netanyahu una detallada propuesta de paz que abarca todas las cuestiones básicas, pero el primer ministro no respondió. Y todo el mundo cree a Abbas.
La "acción de contención diplomática" que Israel está llevando a cabo contra el reconocimiento palestino ha tenido un éxito parcial. Tanto el Congreso de los EE.UU. como la Unión Europea expresaron su oposición a una declaración unilateral de independencia. Pero la posición de Israel se está erosionando con cada nuevo país que reconoce Palestina en las fronteras de 1967.
Netanyahu respondió con una agachada. Echó de su gobierno a los ministros rebeldes laboristas y optó por una coalición de derecha para mostrar una "firme determinación" ante la presión internacional.
El ridículo giro de su gabinete, acusando a los ministros derrocados de la responsabilidad del callejón sin salida diplomático es exagerado incluso para los estándares de Netanyahu y sus consejeros. Isaac Herzog y Avishay Braverman, los políticos caídos en desgracia, que perdieron todo cuando dudaron en dejar el gobierno, ¿son realmente los que frustraron la paz? ¿No fue el rechazo de Netanyahu a congelar la construcción de asentamientos y su negativa a hablar de las fronteras?
Ahora Netanyahu tiene varias opciones para intentar frustrar la independencia palestina, pero todas son terribles. Es demasiado tarde para presentar un programa diplomático que pueda convencer al mundo y también continuar disfrutando del apoyo de su coalición de derecha.
Podría atacar a Irán o convocar a elecciones anticipadas. En ambos casos los riesgos son enormes y lo único que conseguiría es retrasar el problema. Podría socavar el poder de Abbas con movimientos de represalia, ante todo, exigiendo un acuerdo que permitiría liberar al soldado Gilad Shalit a cambio de la liberación de los militantes de Hamás en Cisjordania. Eso haría daño a la Autoridad Palestina, pero también podría poner en peligro a Israel. O podría reconocer un Estado palestino en las fronteras existentes, separado en islotes tanto como sea posible y ofrecerse a negociar.
El próximo verano se acerca y traerá consigo un desafío político sumamente complejo para Netanyahu. Necesitará todo su talento estratégico que exhibió junto con Barak para la disolución del partido laborista si quiere aventajar a Abbas para hacerle retroceder y evitar una confrontación con los palestinos. Si les deja la iniciativa a ellos, tendrá que enfrentar su marcha de independencia en Jerusalén.
Fuente: http://www.haaretz.com/print-
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