Víctimas del libre mercado
Guerra civil en Libia. Los especuladores del petróleo revolotean en círculos alrededor del mercado. Durante casi una semana, día tras día las cadenas de televisión han sacado en todos los titulares la historia de la subida de los precios del petroleo y han hablado de “amenaza a la economía” ¿Es esto verdad? La inflación subyacente, cuyos datos ofrece la Reserva Federal estadounidense, excluye los alimentos y la energía, sobre la base de que la variabilidad de los precios es moderada y que en cualquier caso (salvo en el caso de que los revolucionarios ganaran terreno en Arabia Saudí) los especuladores van y vienen apostando hasta sobre las pinturas de Miguel Ángel. El precio de la gasolina va de 3,14 dolares a 3,55 [por galón], y de repente nos ponemos todos de los nervios por la posibilidad de tener que acudir a la explotación de nuestras reservas nacionales.
Durante la semana anterior a que las televisiones se dedicaran a poner su atención en los precios del petroleo, el gobierno anunció que la tasa de desempleo cayó hasta el 8,9 %. La línea argumental que está surgiendo es que el aumento de los precios del combustible está poniendo en peligro la “recuperación” económica. Ése no es el motivo por el cual la recuperación se está viniendo abajo.
Un informe del Departamento de Energía del año 2008 señala que el petroleo sólo supone un 37% del consumo total de energía. Libia sólo produce el 2% del petróleo mundial. A mí el relato que me parece más clamoroso es que las políticas estadounidenses en los terrenos de la industria, las finanzas, la construcción y la vivienda, casi sin críticas por parte del cuarto poder, crearon una tormenta perfecta desde mediados de los noventa hasta mediados de la década del 2000, permitiendo el crecimiento de burbujas especulativas en el mercado de valores y en el sector inmobiliario con el fin de dar una apariencia de prosperidad económica mientras Wall Street y toda la Maquinaria de Crecimiento se dedicaban a saquear bancos hasta que todo el plan colapsó como el Hindenburg.
Nadie ha tenido que asumir responsabilidades por lo sucedido, y quizás sea eso lo que está intranquilizado más a los televidentes. Observar a aquellos pobres árabes tomar las armas contra sus millonarios dictadores armados hasta los dientes está calentando los ánimos del personal a nivel nacional de una manera que, de momento, está pasando desapercibida.
La obsesión estadounidense por el “derecho a llevar armas” es como el chocolate del loro si la comparamos con las imágenes de las noticias en las que aparecen subfusiles en las manos de desorganizados rebeldes libios que disparan al aire. Visto esto a lo mejor la Asociación Nacional del Rifle va a tener que presionar para conseguir el derecho de los ciudadanos a llevar misiles tierra-aire. Mientras que los titulares son los precios de la gasolina lo que aparece en un discreto segundo plano es como una nueva clase de vendedores de pócimas están haciendo su agosto en los Estados Unidos.
Durante el siglo XIX, en el momento en que Robber Barons consolidaba su poder político y económico en torno a los ferrocarriles, estos vendedores surgieron como hongos vendiendo medicinas para curar las lombrices intestinales que consistían meramente en botellas rellenas de alcohol puro. Sus prescripciones son del mismo tipo que las de nuestros nuevos vendedores de pócimas. Son los defensores de una supuesta “sociedad de propietarios” o los miembros y seguidores del Tea Party que cargan contra las “regulaciones medioambientales que hacen desaparecer puestos de trabajo” como si fueran las brujas de Eastwick.
Nadie ha ido a la carcel. No Angelo Mozilo de Countrywide, la gigantesca compañía de hipotecas que convirtió en su mayor virtud el conceder hipotecas a cualquiera que pudiera provocar vaho en un espejo. En Florida, en el condado de Miami-Dade y en la capital estatal Tallahassee, la Escuela Angelo Mozilo de Robo y Camuflaje ha tenido un amento en su número de alumnos. Las élites del partido repúblicano están muy ocupadas haciendo de "Harry Potters" legislativos dando forma a las políticas más radicales de consolidación de poder vistas desde la decada de los 80 del siglo XIX.
Los que contaminan están en el buen camino para eliminar las ya de por si pobres regulaciones medioambientales y de salud pública. Pero no nos enteramos de eso: en su lugar vemos como aporrean sus biblias, como lucen alfileres con la bandera de los Estados Unidos en sus solapas o como esculpen su pelo para parecerse a los bustos de mármol de la rotonda del Capitolio.
En el programa 60 Minutes el pasado domingo el principal reportaje trataba sobre el masivo incremento de estudiantes sin hogar en las escuelas públicas. ¡En uno de los condados de Florida el número de estudiantes sin hogar que van a las escuelas públicas está aumentando de 15 a 30 alumnos al día!
¿Nuestra respuesta? Quitarles fondos ¿¡No tienen ninguno!? ¡Pues quitarles más!
60 Minutes señalaba que muchos estadounidenses están abriendo sus hogares para dar cobijo a estas víctimas del libre mercado. Pero en su mayor parte, los medios de comunicación más importantes se mantienen lejos, lo más lejos posible, de estas historias sobre la nueva ola de insensibilidad en los Estados Unidos. Se centran en su lugar en los precios de la gasolina. La inestabilidad en Libia empuja la inestabilidad en Wisconsin y en aquellos Estados, en donde los cargos de la administración local se están mostrando incapaces de afrontar las cargas del endeudamiento, tema que cae fuera del las portadas y de los temas de actualidad, ¿pero hasta cuando? ¿Cuanto tiempo tendrá que pasar para que nuestros cristianos evangélicos respondan a estas preguntas? ¿En qué lugar de la Biblia se establece el dogma de tener gobiernos pequeños y limitados o dónde dice que hay que bajar los impuestos a los especuladores financieros?
Fuente: http://www.counterpunch.org/
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