Los amazónicos y, en particular los loretanos, jamás van a perdonar a Fujimori la derrota de Tiwinza y como consecuencia la entrega de los dos centros comerciales y de navegación a Ecuador, estados dentro del estado, en el mismo corazón de la Amazonía. En Loreto, esa es una herida que no ha terminado de cerrarse.
Como todos los peruanos recordamos, el duro ajuste estructural que Fujimori ejecutó siguiendo el recetario del Consenso de Washington provocó una conmoción en el país. En aplicación del catecismo neoliberal se inició la apertura comercial sin restricciones ni regulaciones, la demolición del aparato del Estado y la eliminación de sus servicios básicos, entre ellos el crédito, debilitando con ésta y otras medidas casi hasta la agonía al agro amazónico y abriendo las puertas a una masiva cocalización y que puso entre las cuerdas a la llamada “Doctrina Fujimori” y al Convenio AntiDrogas suscrito con Estados Unidos en 1991.
En el Valle del Huallaga, la producción de arroz y maíz, los únicos productos alternativos a la coca en ese momento, colapsaron. El maíz, de una superficie sembrada de 75 mil hectáreas en la campaña 89-90, cayó en 1991 a 4 mil hectáreas.
En enero de 1993 concurrimos al coloquio internacional “La Geopolítica de las Drogas”, en París, Francia, y la conclusión final del evento fue que el ajuste estructural decretado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba abriendo el camino para la narcotización del planeta, en particular en países como el Perú, Colombia y México.
La cocalización no fue el único resultado de la nefasta política fujimontesinista en la Amazonía. Bajo el argumento de que los incentivos económicos y las exoneraciones tributarias distorsionan la economía de mercado y la lógica del modelo neoliberal, el fujimontesinismo desmanteló pieza por pieza la política fiscal en la Amazonía desde 1990.
Un informe de la consultora Apoyo de noviembre de 1996 sobre el impacto de la eliminación de las exoneraciones en la Amazonía tiene cifras y conclusiones que provocan escalofríos:e: el 65 por ciento de la población sólo contaba con Educación primaria, había un solo médico disponible para 6500 habitantes; el 50 por ciento de la población sobrevivía en condiciones de extrema pobreza. El transporte y la energía correspondían al siglo XIX.
La corrupta década de la dictadura fujimontesinista fue el caldo de cultivo de la violencia terrorista, del narcotráfico y la crisis ambiental y la pobreza urbana y rural que ahora agobian a la Amazonía.
Por eso los amazónicos se aprestan a votar cerradamente -ya lo hicieron el 10 de abril pasado en LA PRIMERA vuelta-contra el fujimontesinismo que sumió al Perú en uno de los períodos más trágicos de su historia.
Los amazónicos y, en particular los loretanos, jamás van a perdonar a Fujimori la derrota de Tiwinza y como consecuencia la entrega de los dos centros comerciales y de navegación a Ecuador, estados dentro del estado, en el mismo corazón de la Amazonía. En Loreto, esa es una herida que no ha terminado de cerrarse.
Como todos los peruanos recordamos, el duro ajuste estructural que Fujimori ejecutó siguiendo el recetario del Consenso de Washington provocó una conmoción en el país. En aplicación del catecismo neoliberal se inició la apertura comercial sin restricciones ni regulaciones, la demolición del aparato del Estado y la eliminación de sus servicios básicos, entre ellos el crédito, debilitando con ésta y otras medidas casi hasta la agonía al agro amazónico y abriendo las puertas a una masiva cocalización y que puso entre las cuerdas a la llamada “Doctrina Fujimori” y al Convenio AntiDrogas suscrito con Estados Unidos en 1991.
En el Valle del Huallaga, la producción de arroz y maíz, los únicos productos alternativos a la coca en ese momento, colapsaron. El maíz, de una superficie sembrada de 75 mil hectáreas en la campaña 89-90, cayó en 1991 a 4 mil hectáreas.
En enero de 1993 concurrimos al coloquio internacional “La Geopolítica de las Drogas”, en París, Francia, y la conclusión final del evento fue que el ajuste estructural decretado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba abriendo el camino para la narcotización del planeta, en particular en países como el Perú, Colombia y México.
La cocalización no fue el único resultado de la nefasta política fujimontesinista en la Amazonía. Bajo el argumento de que los incentivos económicos y las exoneraciones tributarias distorsionan la economía de mercado y la lógica del modelo neoliberal, el fujimontesinismo desmanteló pieza por pieza la política fiscal en la Amazonía desde 1990.
Un informe de la consultora Apoyo de noviembre de 1996 sobre el impacto de la eliminación de las exoneraciones en la Amazonía tiene cifras y conclusiones que provocan escalofríos:e: el 65 por ciento de la población sólo contaba con Educación primaria, había un solo médico disponible para 6500 habitantes; el 50 por ciento de la población sobrevivía en condiciones de extrema pobreza. El transporte y la energía correspondían al siglo XIX.
La corrupta década de la dictadura fujimontesinista fue el caldo de cultivo de la violencia terrorista, del narcotráfico y la crisis ambiental y la pobreza urbana y rural que ahora agobian a la Amazonía.
Por eso los amazónicos se aprestan a votar cerradamente -ya lo hicieron el 10 de abril pasado en LA PRIMERA vuelta-contra el fujimontesinismo que sumió al Perú en uno de los períodos más trágicos de su historia.
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