Grecia es el primer caso de prueba de la resistencia de la moneda única europea en un tiempo de crisis. Es un hecho históricamente establecido que una crisis bancaria va seguida de un fuerte aumento en la deuda pública, debido tanto al apoyo fiscal al sector bancario como a la caída del PIB debida al aumento de la recesión. Aunque Grecia no tenía una crisis bancaria de la magnitud de la de otros Estados miembros de la UE, sus finanzas públicas fueron afectadas fuertemente por la recesión causada por la crisis financiera global. Esto, combinado con sus débiles mecanismos de recaudación de impuestos y sus altos gastos públicos de los últimos años (gastos militares, Juegos Olímpicos, etc.), han llevado a un gran aumento de su déficit público y de la deuda.
Contrariamente a algunos informes de los medios, los trabajadores en Grecia trabajan más horas que en Alemania (en promedio 2.161 horas anuales por trabajador en 2009, en comparación con 1.382 en Alemania). Además, la productividad por hora de trabajo en Grecia duplicó la velocidad del aumento en Alemania en los diez años después de la introducción del euro (26,3% en Grecia en comparación con 11,6% en Alemania).
El problema ha sido la mayor tasa de aumento en salarios y precios en Grecia en comparación con Alemania, haciendo que las exportaciones griegas sean menos competitivas que las alemanas. Esto está en la raíz de los llamados ‘desequilibrios comerciales’ de la UE, por los cuales algunos países, como Alemania, refrenaron los salarios más que otros países, sobre todo en el sur de Europa. De esta manera, Alemania acumuló un excedente comercial que se refleja en el déficit comercial de sus socios de Europa del Sur como Italia y Grecia.
Por otra parte, el ingreso promedio per cápita de la población en Grecia nunca alcanzó el de los antiguos 15 de la UE, mientras que en el año pasado, ¡ha disminuido a un nivel que está muy por debajo del de 1980, cuando llegó a ser miembro pleno de UE! Por lo tanto, aunque los griegos han estado trabajando duro, sus ingresos solo aumentaron con mucha lentitud al promedio de la UE.
Los ‘rescates’ de la UE y el FMI no solucionaron el problema del sobre-endeudamiento. En los hechos, lo agravaron. Esto, porque las medidas de austeridad a las que están vinculados intensificaron la recesión de la economía griega. Mientras se reduce el PIB, aumenta la relación entre el déficit público y la deuda. Además, la continua especulación contra los bonos del gobierno griego sigue aumentando las tasas de interés y por ello el peso de la deuda. El hecho de que no se regule a los protagonistas financieros como las agencias de calificación crediticia y los fondos especulativos solo exacerba el problema.
Un año después de la implementación del primer paquete de ‘rescate & austeridad’, los ingresos y el nivel de vida de una gran parte de la sociedad griega han caído drásticamente y no existe ninguna perspectiva de mejora en el futuro previsible. Los más afectados son las pequeñas empresas, que constituyen la espina dorsal de la economía griega, los pensionistas y los jóvenes, quienes emigran en grandes cantidades en busca de un futuro.
Considerando esas condiciones, no cuesta comprender por qué pueblo griego no solo está indignado, sino furioso, contra la dirigencia política de los dos partidos gobernantes, que ocultaron la verdad y que todavía no encaran los problemas de la economía y el futuro de la sociedad griega.
La forma en que la UE ha manejado la llamada ‘crisis griega’ ha empeorado las cosas. No solo no se ha comprendido la naturaleza de la crisis y los peligros para la Eurozona de un modo más general, sino que además ha habido confusión sobre cómo resolver la crisis.
A pesar de sus características ‘griegas’, se trata de una prueba de resistencia del euro en un mundo de finanzas globales en tiempos de crisis. La actual arquitectura de la Eurozona expone a sus miembros a los ataques especulativos de los mercados financieros, pero no provee ninguna política de manejo de las crisis. Se necesita una clara visión europea y mucha voluntad política para convertir la actual zona de moneda única en una unión económica y política. Desgraciadamente, menos que eso no bastará. Es lo que ha mostrado la experiencia de Grecia y de otros países que han seguido sus pasos.
Por último, los aprietos del pueblo griego no terminarán aquí. La deuda pública griega es insostenible. Por ello, habrá que reestructurarla o puede ser que ocurra un default muy desordenado. Parece que por fin el Consejo Europeo reconoce este hecho. Sin embargo, se teme que las medidas sugeridas el 24 de junio –reestructuración voluntaria y apoyo de los Fondos Estructurales– sea ‘demasiado poco, demasiado tarde’. La zona euro y por cierto el proyecto de integración europea están en un momento decisivo. La integración tendrá que profundizarse con el fin de resolver los actuales problemas, o la Unión Europea corre peligro de desintegrarse.
Marica Frangakis es economista y asociada del Instituto Transnacional, miembro del Grupo Euro-Memorandum y miembro de ATTAC Hellas.
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