martes, 22 de noviembre de 2011


Desenmascarada la "libertad" de prensa en EE.UU.

La semana pasada, el periodista independiente Sam Husseini fue a una conferencia de prensa del príncipe Turki al-Faisal de Arabia Saudí en el Club Nacional de la Prensa de Washington, del cual Husseini es miembro. Entonces hizo algo que es extraño en la cultura mediática corporativa en EE.UU. Se condujo como un verdadero periodista e hizo una pregunta dura, pertinente, sin ningún tipo de restricciones. Es la siguiente, como la reproduce el blog de Husseini:
Quisiera saber qué legitimidad tiene su régimen, señor. Usted se presenta ante nosotros como representante de uno de los regímenes más autocráticos, misóginos, sobre la faz de la tierra. Human Rights Watch y otros informan de torturas, detención de activistas, habéis aplastado el levantamiento democrático en Bahréin, tratasteis de derrocar el levantamiento democrático en Egipto y por cierto continuáis oprimido a vuestro propio pueblo. ¿Qué legitimidad tiene su régimen, fuera de miles de millones de dólares y armas? [1]
El príncipe Turki, ex jefe supremo de la inteligencia saudí, ex amigo del líder de al Qaida, Osama bin Laden, ex embajador saudí en EE.UU., reaccionó con un cambio de tema [2].
Si esto hubiera ocurrido en Medio Oriente, Husseini habría sido debidamente secuestrado por la inteligencia saudí, torturado y eliminado. Preguntad a los restos del coronel Muamar Gadafi. Por mucho menos –por decir en alta voz en una reunión de la Liga Árabe que el rey Abdullah era un traidor por alentar al gobierno de George W Bush para que invadiera Iraq– la Casa de Saud hizo todo lo posible –durante años– para asegurar la eliminación de Gadafi.
Turki muestra todas las credenciales democráticas registradas de la Casa de Saud. Se refiere al empuje por la democracia en el mundo árabe como “Problemas árabes”.
Después de la pregunta a Turki
Según Husseini, el mismo día de la conferencia de prensa, recibió una “carta que me informa de que estaba suspendido del Club Nacional de la Prensa ‘debido a su conducta durante una conferencia de prensa’. La carta, firmada por el director ejecutivo del club, William McCarren, me acusa de violar reglas que prohíben ‘conducta o lenguaje alborotador o indecoroso’.”
Husseini, director de comunicaciones del Instituto por la Veracidad Pública, que refleja el periodismo crítico de todo el mundo, es un hombre calmado, pensativo, con credenciales impecables. La acusación no solo es falsa, es directamente patética.
¿Fue un caso aislado? Obviamente no. De vuelta a enero de 2009, al mismo Club Nacional de Prensa, durante una conferencia de prensa de la entonces ministra de exteriores israelí Tzipi Livni. Cuando a Livni le hicieron una pregunta difícil –también Husseini– cortaron el micrófono, y la conferencia terminó abruptamente. Mi cámara, Sebastian Pituscan, estaba conmigo [3].
Así funciona realmente el tan alabado mito de la “libertad de prensa” en EE.UU. Si se realiza la tarea de un verdadero periodista, diciendo la verdad al poder, no se puede asistir a conferencias de prensa en la Casa Blanca, el Pentágono o el Departamento de Estado. Ni siquiera te admitirán en el edificio.
Si alguien es un funcionario de un “aliado valioso” –como la Casa de Saud o el régimen en Israel– es seguro que obtendrá un púlpito libre de preguntas en cualquier sitio que quiera, especialmente si su inglés es fluido.
Pero si alguien es un funcionario de un régimen “canalla”, lo mejor que le puede pasar es que le humillen en público, como le ocurrió al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad en la Universidad Columbia en Nueva York. Especialmente si no habla inglés y la mayor parte de lo que dice se pierde en la traducción.
Por otra parte, si alguien es un periodista viajero de los medios corporativos de EE.UU., puede hacer lo que le venga en gana.
Por ejemplo: durante la crisis financiera asiática, en 1997 y 1998, fui a innumerables conferencias de prensa en las que periodistas estadounidenses llevados con ese objetivo intimidaban a los dirigentes asiáticos como si fueran un montón de hooligans (los periodistas, no los dirigentes). Chicas despabiladas recién salidas de una escuela insignificante de periodismo trataron al entonces primer ministro malasio Mahathir Mohamad como si fuera un violador de niños, porque había establecido controles de capital.
Resultó que Mahathir tenía razón, ya que Malasia superó la crisis mucho antes que aquellos, como Indonesia, Tailandia y Corea del Sur que se rindieron a los horrendos ajustes del Fondo Monetario Internacional.
En 1989, estudiantes chinos que protestaban en la Plaza Tiananmen fueron vitoreados por los medios estadounidenses como héroes que resistían a la tiranía. En 2011, estudiantes estadounidenses que protestaban en todo el país contra la tiranía financiera son “flojos”, “hijueputas”, las dos cosas, o son directamente criminalizados.
Los medios corporativos de EE.UU. no podrían admitir que la represión en la Plaza Tahrir por policías antidisturbios egipcios es exactamente lo mismo que la represión en Nueva York, Oakland, Portland o Boston por policías antidisturbios estadounidenses.
Todavía no se oye ni una palabra de la OTAN sobre el establecimiento de una zona de exclusión aérea “humanitaria” sobre una selección de sitios de Ocupad en ciudades de EE.UU. Todavía consultan con la Casa de Saud.

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