Para los neoliberales, el problema de países como Grecia es el excesivo gasto público y por lo tanto la solución a la crisis son ajustes del Estado. De esta manera, el FMI les impone a través de las condicionalidades la reducción del gasto público como contrapartida de los préstamos. Lo mismo que le sucedió a la Argentina a fines de la década del ’90. Pero la salida para Grecia es otra: la reestructuración de la deuda externa para el achicamiento de su capital e intereses junto con la modificación del esquema neoliberal de la Unión Europea.
Esta crisis se puede transmitir por dos vías: financiera y comercial. Es importante destacar que el efecto contagio es siempre más rápido por el canal financiero debido a la rapidez de sus operaciones. La crisis actual no se puede trasladar a la Argentina por vía financiera como consecuencia del proceso de desendeudamiento y la falta de necesidad de recurrir al mercado internacional. Por la vía comercial, a partir de la diversificación de los destinos de las ventas externas, existe un porcentaje menor de las exportaciones hacia los países desarrollados en crisis. Por lo tanto, la manera de trasladarse a la economía nacional es si la crisis repercute en los dos socios comerciales más importantes: Brasil y China.
A diferencia de la década del ’90, cuando las crisis en cualquier país del mundo se trasladaba rápidamente a la Argentina por vía financiera (como consecuencia de que el modelo de convertibilidad dependía del endeudamiento público externo), en la actualidad el país está más blindado de las fluctuaciones de la economía mundial. Además, si la crisis llegara por la vía comercial, la economía nacional presenta fortalezas como la cantidad de reservas internacionales en manos del Banco Central, el superávit comercial, fiscal y la solvencia del sistema bancario que le permitiría hacer frente a la misma.
Sin embargo, ante esta evidencia, economistas del establish-ment, al igual que los ortodoxos extranjeros, recomiendan que la Argentina debe devaluar la moneda y reducir el aumento del gasto público. Es decir, aconsejan planes de ajustes tradicionales. Para estos economistas siempre existe alguna excusa para ajustar. El resultado de sus consejos sería la estanflación: estancamiento más inflación.
En contraposición, el Gobierno viene aplicando recetas heterodoxas, como el aumento de la Asignación Familiar por Hijo, el incremento de la inversión pública, las convenciones colectivas que se traducen en una expansión de los salarios, la integración latinoamericana para la coordinación macroeconómica y la política comercial administrada. A esto se agrega el esfuerzo para aumentar la competitividad de la economía vía la reconstrucción de la infraestructura, por ejemplo en puertos, rutas y energía. Cuando los ajustadores se hicieron cargo de la economía, se terminó en el infierno
Esta crisis se puede transmitir por dos vías: financiera y comercial. Es importante destacar que el efecto contagio es siempre más rápido por el canal financiero debido a la rapidez de sus operaciones. La crisis actual no se puede trasladar a la Argentina por vía financiera como consecuencia del proceso de desendeudamiento y la falta de necesidad de recurrir al mercado internacional. Por la vía comercial, a partir de la diversificación de los destinos de las ventas externas, existe un porcentaje menor de las exportaciones hacia los países desarrollados en crisis. Por lo tanto, la manera de trasladarse a la economía nacional es si la crisis repercute en los dos socios comerciales más importantes: Brasil y China.
A diferencia de la década del ’90, cuando las crisis en cualquier país del mundo se trasladaba rápidamente a la Argentina por vía financiera (como consecuencia de que el modelo de convertibilidad dependía del endeudamiento público externo), en la actualidad el país está más blindado de las fluctuaciones de la economía mundial. Además, si la crisis llegara por la vía comercial, la economía nacional presenta fortalezas como la cantidad de reservas internacionales en manos del Banco Central, el superávit comercial, fiscal y la solvencia del sistema bancario que le permitiría hacer frente a la misma.
Sin embargo, ante esta evidencia, economistas del establish-ment, al igual que los ortodoxos extranjeros, recomiendan que la Argentina debe devaluar la moneda y reducir el aumento del gasto público. Es decir, aconsejan planes de ajustes tradicionales. Para estos economistas siempre existe alguna excusa para ajustar. El resultado de sus consejos sería la estanflación: estancamiento más inflación.
En contraposición, el Gobierno viene aplicando recetas heterodoxas, como el aumento de la Asignación Familiar por Hijo, el incremento de la inversión pública, las convenciones colectivas que se traducen en una expansión de los salarios, la integración latinoamericana para la coordinación macroeconómica y la política comercial administrada. A esto se agrega el esfuerzo para aumentar la competitividad de la economía vía la reconstrucción de la infraestructura, por ejemplo en puertos, rutas y energía. Cuando los ajustadores se hicieron cargo de la economía, se terminó en el infierno
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