viernes, 25 de noviembre de 2011


Qatar ejerce una influencia desmedida en la política árabe

Qatar es más pequeño que Connecticut y su población nativa, 225.000 personas, no llenaría los barrios más grandes de El Cairo. Pero es un país que inspira irritación y admiración a partes iguales; he aquí su trayectoria en las revueltas árabes: ha sido decisivo en el aislamiento del dirigente de Siria, ayudó a derrocar al de Libia, se ofreció como mediador en Yemen y tiene como amigo a la más poderosa figura de Túnez.

Esta punta de arena con forma de pulgar situada en el Golfo Pérsico se ha convertido en el país árabe más dinámico en medio del tumulto que está realineando la región. Sus intenciones siguen siendo oscuras para sus vecinos e incluso para sus aliados —algunos dicen que Qatar tiene complejo de Napoleón, otros dicen que tiene una agenda islamista. Pero su influencia no deja de ser una lección sobre lo que se puede obtener con una de las más grandes reservas mundiales de gas, con la cadena de noticias más influyente de la región, Al-Yasira, a través de una serie de contactos (muchos de ellos de tendencia islamista), y con una manera de hacer política propia de una monarquía absoluta investida en un hombre, su emir, el jeque Hamad bin Jalifa al-Zani.


Qatar se ha convertido en un contrapunto vital de un mundo árabe donde los poderes tradicionales están siendo sacudidos por la revolución, anquilosados por dirigentes envejecidos, o se tambalean aún por la guerra civil, y donde Estados Unidos se percibe cada vez más como una potencia en decadencia.


“¿Llenan un vacío?, Sí”, afirma Bassma Kudmani, dirigente de la oposición siria que atribuye a los qataríes un papel clave en la sorprendente decisión de la Liga Árabe del sábado [12 de noviembre] de suspender a Siria y aislar a un gobierno medular para las relaciones de la región. “[Los qataríes] están ocupando un espacio y una función que otros países no ocupan”.


Flanqueado por los más importantes rivales de la región, Arabia Saudí e Irán, Qatar siempre ha desempeñado un papel muy importante en el Golfo pero nunca hasta este extremo. Alberga una extensa base aérea estadounidense aunque ciertos responsables de Estados Unidos sospechan de su reciente respaldo a dirigentes islamistas, sobre todo en la guerra de Libia.

Furiosos por su papel en la deriva de la votación de la Liga Árabe, algunos responsables sirios lo han llamado lacayo de los intereses estadounidenses e israelíes. El lunes, Siria declaró que boicoteará los Juegos árabes del mes que viene en Doha.



Sin embargo, a pesar de todas las contradicciones de su política —y son muchas— Qatar está potenciando un cambio decisivo en la política árabe que muchos en Occidente todavía no han comprendido: un Oriente Próximo y Norte de África dominado por corrientes de partidos islamistas llegados al poder en una región que es más democrática, más conservadora y más tumultuosa.

“Qatar es un país sin ideología”, afirma Talal Atrissi, analista y comentarista político libanés. “Saben que los islamistas son el nuevo poder en el mundo árabe. Esta alianza sentará los cimientos para un centro de influencia en toda la región”.



No todo el mundo está contento. “¿Quién es Qatar?” se preguntaba este mes bruscamente Abdel-Rahman Shalgham, embajador de Libia ante Naciones Unidas, en el canal árabe de una emisora alemana.


Las autoridades sirias se han hecho esa pregunta mientras la crisis entre dos países que eran amigos se profundiza. Los sentimientos personales parecen estar intensamente presentes en la política de Qatar, por ejemplo en la de Libia, donde la esposa del emir, Sheika Mozah, pasó un tiempo cuando era pequeña. El país sirvió durante mucho tiempo de intermediario con Siria, y llevó a cabo una fuerte inversión en una economía que el presidente Bashar al-Assad trataba de modernizar. Sin embargo, diplomáticos y analistas dicen que Sheik Hamad se sintió rechazado por el Sr. Assad en abril, poco después de que comenzase la revuelta en Siria.


Algunos ven la política de Qatar en Siria a través de un prisma sectario por apoyar, como hace, una revuelta predominantemente suní. (Respaldó igualmente la intervención de Arabia Saudí en el vecino Bahréin para ayudar a sofocar las protestas de musulmanes chiíes.) Otros la ven como más oportunista al ofrecer Qatar una vía para realinear un Oriente Próximo en el que Siria, con frecuencia, ha enfrentado a potencias rivales: Turquía, Irán, Israel, Arabia Saudí y a los actores de Líbano.


“Siria es un eje crucial en Oriente Próximo” afirma Salman Shaikh, director del Centro Brookings de Doha, en Qatar. “Siria sería sencillamente un objetivo demasiado tentador como para que no se interviniera desde el exterior, y estoy seguro de que los qataríes lo harán”.


La ambición domina en Doha, cuyo frenético horizonte sugiere el Bagdad medieval atravesado por “Blade Runner”. La economía de Qatar ofrece indicadores superlativos: la tasa de crecimiento más alta del mundo y el mayor ingreso per cápita. Su emir, un hombre imponente cuyo contorno ridiculizó el coronel Muamar al-Gadafi de Libia, ha tratado de conciliar lo que podría considerarse irreconciliable.


Yusuf Qaradawi, una influyente figura islamista egipcia, lo denomina su hogar. Así lo llamaba también Ali Sallabi, prominente islamista libio. Jaled Meshal, dirigente de Hamas, tiene una residencia aquí, y la especulación de que los talibanes en Afganistán podrían abrir una oficina reina en el ambiente. Escuelas y empresas estadounidenses situadas en el más moderno de los complejos tienen asimismo su sede aquí.


“Traerlos aquí, darles dinero y todo saldrá bien”, dice sobre el estilo de Qatar, solo medio en broma, Hamid al-Ansari, editor de prensa.


El dinero ha sido decisivo en el papel que Qatar ha desempeñado este año en Libia. Los diplomáticos dicen que se canalizaron a la oposición cientos de millones, a menudo a través de los canales que Qatar había cultivado con los expatriados en el país, en particular, con el Sr. Sallabi y Abdel Hakim Belhaj, presidente del Consejo Militar de Trípoli, que en cierta ocasión dirigió una insurgencia islamista en Libia. Un canal de la oposición libia se estableció en Doha. Qatar envió asesores formados en Occidente que ayudaron a financiar, entrenar y armar a los rebeldes libios.

Pero el aparente favoritismo de Qatar hacia los islamistas provocó la ira de figuras con mentalidad más laica. Los responsables políticos qataríes desdeñan esas acusaciones aunque otros sugieren que el jeque Hamad, quien derrocó a su padre en 1995, es afín a las figuras islamistas que se hacen eco de los conservadores Estados del Golfo mucho más que a figuras aparentemente laicas como el presidente de Siria, Assad. “Hablando desde un punto de vista histórico, tratar con esas personas es mejor que tratar con Gadafi o Assad”, afirma Ansari. “Creemos que la religión es importante, y ellos lo creen igualmente”.
El mantenimiento de canales con fuerzas diversas ha demostrado ser una piedra angular de la política de Qatar. Alberga dos bases militares estadounidenses con más de 13.000 efectivos; en Líbano el emir fue recibido como un héroe por los partidarios de Hizbolá el año pasado por ayudar a reconstruir las ciudades destruidas por Israel en 2006. A diferencia de Arabia Saudí y de Emiratos Árabes Unidos, Qatar goza de estrechos vínculos con las diversas ramas de los Hermanos Musulmanes en Libia, Siria y Egipto, así como con figuras como Rachid al-Ghannuchi, el islamista tunecino, todos los cuales desempeñarán seguramente un papel crucial en la próxima generación de la política árabe.
Pero también cuenta con lo que podría describirse como el equivalente qatarí de poder blando: la influencia de Al-Yasira, fundada y financiada por el emir y que cada vez refleja más la política exterior de Qatar; los vínculos con el Sr. Qaradawi, que tiene su propia red de islamistas prominentes en la región; y la destreza propia del emir para hacer intervenir a Qatar en conflictos tan lejanos como Afganistán y la región sudanesa de Darfur.


Muy recientemente, el director general de Al-Yasira, Wadah Janfar, departió sobre lo que algunos periodistas entendieron formaba parte de la determinación de Qatar por aplacar a países como Arabia Saudí y Jordania, ambos irritados desde hace mucho tiempo por la información que ofrece Al-Yasira.


Cables diplomáticos estadounidenses de 2009 dados a conocer por Wikileaks, afirman que Qatar ha ofrecido alguna vez la cobertura de Al-Yasira como moneda de cambio en negociaciones. Un periodista de alto nivel de la cadena afirma que aunque no hubo orden alguna, la información sobre Siria que ofrece el canal cambió bruscamente en abril. “Pudimos sentir el cambio en la atmósfera”, dijo el periodista.

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