Queremos guerra, y la queremos ahora
Asia Times Online
Fue tarde por la noche, en algún sitio sobre Siberia, en un vuelo de Moscú a Beijing (¿BRIC a BRIC?) cuando el pensamiento, como un relámpago, comenzó a apoderarse de mí.
¿Qué diablos pasa con estos árabes?
Tal vez haya sido el efecto narcótico del perennemente horrible Terminal F en el aeropuerto Sheremetyevo – sacado directamente de un gulag de Brejnev. Tal vez fue la expectación de saber más sobre el ejercicio naval conjunto Rusia-China programado para fines de abril.
O fue simplemente otro caso de “puedes sacar al muchacho de Medio Oriente, pero no puedes sacar a Medio Oriente del muchacho”.
Con amigos como estos… Todo tuvo que ver con la reunión de Amigos de Siria (¿locos por la guerra?) en Estambul. Imaginad al ministro de Exteriores saudí Saud al-Faosañ –quien parece tener la habilidad de causar el arrobamiento de la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton– argumentando febrilmente que la Casa de Saud, esos paragones de la democracia, tiene “el deber” de armar a la oposición “revolucionaria” siria.
E imaginad a al-Faisal ordenando un inmediato cese al fuego del gobierno de Bashar al-Asad, culpable –según la Casa de Saud– no solo de la cruel represión sino de crímenes contra la humanidad.
No; no se trataba de un sketch de Monty Python.
Para asegurarse de que iba por buen camino, al-Faisal también dijo que el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) quería involucrarse más con EE.UU. Traducción, por si fuera necesaria,: el equipo de boxeo EE.UU.-CCG, tal como se expresa en el armamento de los “rebeldes” sirios, quiere golpear al cuerpo a Irán.
Tanto para la Casa de Saud como para Qatar (los restantes del CCG no son más que extras), lo que sucede en Siria no tiene que ver con Siria; siempre ha tenido que ver con Irán.
Esto se aplica especialmente a la promesa saudí de inundar el mercado global de petróleo con capacidad de producción adicional que, como sabe cualquier analista del petróleo, no poseen – o no utilizarían; después de todo la Casa de Saud necesita altos precios del petróleo para sobornar a su inquieta población de la provincia oriental para que no piense en esas tonterías de Primavera Árabe.
Clinton recibió en persona la promesa de la Casa de Saud, antes de aterrizar en Estambul. El regalo a cambio de Washington fue tipo Pentágono: el CCG será pronto protegido contra el “maligno” Irán por un escudo de misiles suministrado por EE.UU. Eso implica que un ataque contra Irán puede ser descartado para 2012 – pero está ciertamente “sobre la mesa” para 2013.
Las naciones asiáticas –especialmente los miembros del BRICS China e India– seguirán comprando petróleo de Irán; el problema qué harán los perros falderos europeos. Otros problemas reales son que los kurdos en el norte de Iraq están sacando su petróleo del mercado hasta que Bagdad les pague la parte acordada. Y luego existen los 400.000 barriles por día de Siria, que han estado decreciendo durante los últimos meses.
A pesar de todo, los saudíes seguirán con el escenario imaginario del petróleo como obsequio para Washington – mientras EE.UU. presiona a las dóciles economías de la Unión Europea y a asiáticos extremadamente cautelosos que no tienen motivos para seguir comprando petróleo iraní.
Pero entonces entra causando sensación en el lío en Estambul el primer ministro iraquí Nuri al-Maliki –cuyo poder es consecuencia directa de la invasión y destrucción de Iraq por Washington.
Y aquí está, en sus propias palabras:
“Rechazamos cualquier armamento [de los rebeldes sirios] y el proceso para derrocar el régimen [de Asad], porque llevará a una crisis mayor en la región… La posición de esos dos Estados [Qatar y Arabia Saudí
] es muy extraña… Llaman a enviar armas en lugar de trabajar a fin de apagar el incendio, y oirán nuestra voz, que estamos contra el armamento y contra la interferencia extranjera… Estamos contra la interferencia de algunos países en los asuntos internos de Siria, y esos países que interfieren en los asuntos internos de Siria interferirán en los asuntos internos de cualquier país… Ha pasado un año y el régimen no ha caído, y no caerá, ¿y por qué debiera caer?”
Maliki sabe perfectamente que el continuo y ya creciente armamento de sirios suníes –muchos de ellos del tipo salafista y yihadista– se propagará inevitablemente a Iraq, y amenazará su gobierno de mayoría chií. Y eso sin considerar el hecho de que su gobierno apoya la estrecha relación entre Irán y Siria.
Maliki, a propósito, volvió al poder en otoño de 2010 porque Teherán intervino hábilmente para asegurar que los sadristas lo apoyaran. Para aumentar el enojo de Maliki, Qatar se niega a extraditar al vicepresidente iraquí Tareq al-Hashemi, acusado de ser el cerebro tras un golpe de estado pro suní en Bagdad.
Cuán verde era mi valle yihadista
Por lo tanto Washington se lanza ahora alegremente a un remix de la yihad afgana de los años ochenta que –como lo sabe cada grano de arena desde el Hindu Kush a Mesopotamia– condujo a esa fantasmagórica entidad, al Qaida, y a la subsiguiente “guerra contra el terror”.
La Casa de Saud y Qatar han institucionalizado el variopinto equipo conocido como el Ejército Libre Siria como organismo mercenario; ahora lo tienen en su nómina, al precio de 100 millones de dólares (y suma y sigue). ¿No es maravillosa la democracia – cuando monarquías del Golfo Pérsico aliadas de EE.UU. pueden comprar por una miseria un ejército mercenario? ¿No es grandioso ser un revolucionario con un talón de sueldo asegurado?
Sin perder un instante, Washington también ha establecido su propio fondo, para ayuda “humanitaria” a Siria y ayuda “no letal” a los “rebeldes”; “no letal”, es como en el caso de un equipo ultramoderno de comunicaciones satelitales listo para la batalla, más gafas de visión nocturna. El sedoso sesgo de Clinton fue que el equipamiento permitiría a los “rebeldes” “evadir” ataques del gobierno sirio. No se habla de que ahora ya tienen acceso a información accionable estadounidense mediante un enjambre de drones desplegados sobre toda Siria.
Maliki puede ver claramente la advertencia escrita sobre la pared (suní). La Casa de Said invadió a Bahréin, mayoritariamente chií, para proteger a la extremadamente impopular dinastía suní al-Khalifa en el poder – sus “primos”. Maliki sabe que una Siria post Asad significaría que la Hermandad Musulmana suní estaría en el poder – salpicada de yihadistas/salafistas. En su peor pesadilla, Maliki ve ese posible futuro distópico como un remix de al Qaida en Iraq con esteroides.
Eso es lo que resultaron ser los “Amigos de Siria” basados en Estambul: una desvergonzada legitimación –por árabes aliados con EE.UU.- de una guerra civil en otro país árabe. Las víctimas serán sirios comunes y corrientes atrapados en el fuego cruzado.
Esa armamentización por EE.UU. y el CCG, disuelve enteramente el plan de paz en seis puntos del enviado a Siria y ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan. El plan plantea un cese al fuego; que el gobierno sirio “cese los movimientos de tropas” e “inicie el retiro de concentraciones militares”; y un arreglo político negociado.
No habrá cese al fuego. El gobierno de Asad aceptó el plan. Los “rebeldes” armados lo rechazaron. Imaginad que el gobierno sirio inicie el “retiro de concentraciones militares” mientras una multitud de “rebeldes” armados y de mercenarios de todo tipo (de Libia, el Líbano e Iraq) siguen desplegando sus tácticas de tortura y lanzando una andanada de artefactos explosivos improvisados.
Aterricé en Beijing ansioso de saber más sobre el próximo ejercicio naval conjunto de Rusia y China en el Mar Amarillo, pero en su lugar tuve que aguantar un artículo de opinión de Henry Kissinger en el Washington Post . [1] En las propias palabras del Dr. K:
La Primavera Árabe es ampliamente presentada como una revolución regional, dirigida por la juventud, a favor de principios liberales democráticos. Pero Libia no es gobernada por fuerzas semejantes; apenas sigue existiendo como Estado. Tampoco Egipto, cuya mayoría electoral (posiblemente permanente) es en su abrumadora mayoría islamista. Los demócratas tampoco parecen predominar en la oposición siria.
El consenso de la Liga Árabe sobre Siria no es conformado por países previamente distinguidos por la práctica o la propugnación de la democracia. Más bien, refleja en gran parte el conflicto milenario entre chiíes y suníes y un intento de recuperar la dominación suní de una minoría chií. Es también precisamente el motivo por el cual muchos grupos minoritarios, como ser drusos, kurdos y cristianos, se sienten incómodos respecto a un cambio de régimen en Siria.
Bueno, el experto en China, doctor K, por lo menos tiene razón en este caso (y en total acuerdo con Maliki, nada menos). Un ejército mercenario hecho y derecho pagado por autócratas árabes para derrocar un gobierno árabe es pura y simplemente cambio de régimen – a pesar de la retórica estadounidense sobre “democracia” y “libertad”. Solo tiene que ver con dividir para gobernar clásico, imperial, que se beneficia de enfrentar a suníes contra chiíes.
Y luego, mi divino pato asado me reveló que hoy en día el doctor K, baluarte de la realpolitik , no cuenta con mucha aceptación en Washington.
¿Qué diablos pasa con estos árabes?
Tal vez haya sido el efecto narcótico del perennemente horrible Terminal F en el aeropuerto Sheremetyevo – sacado directamente de un gulag de Brejnev. Tal vez fue la expectación de saber más sobre el ejercicio naval conjunto Rusia-China programado para fines de abril.
O fue simplemente otro caso de “puedes sacar al muchacho de Medio Oriente, pero no puedes sacar a Medio Oriente del muchacho”.
Con amigos como estos… Todo tuvo que ver con la reunión de Amigos de Siria (¿locos por la guerra?) en Estambul. Imaginad al ministro de Exteriores saudí Saud al-Faosañ –quien parece tener la habilidad de causar el arrobamiento de la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton– argumentando febrilmente que la Casa de Saud, esos paragones de la democracia, tiene “el deber” de armar a la oposición “revolucionaria” siria.
E imaginad a al-Faisal ordenando un inmediato cese al fuego del gobierno de Bashar al-Asad, culpable –según la Casa de Saud– no solo de la cruel represión sino de crímenes contra la humanidad.
No; no se trataba de un sketch de Monty Python.
Para asegurarse de que iba por buen camino, al-Faisal también dijo que el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) quería involucrarse más con EE.UU. Traducción, por si fuera necesaria,: el equipo de boxeo EE.UU.-CCG, tal como se expresa en el armamento de los “rebeldes” sirios, quiere golpear al cuerpo a Irán.
Tanto para la Casa de Saud como para Qatar (los restantes del CCG no son más que extras), lo que sucede en Siria no tiene que ver con Siria; siempre ha tenido que ver con Irán.
Esto se aplica especialmente a la promesa saudí de inundar el mercado global de petróleo con capacidad de producción adicional que, como sabe cualquier analista del petróleo, no poseen – o no utilizarían; después de todo la Casa de Saud necesita altos precios del petróleo para sobornar a su inquieta población de la provincia oriental para que no piense en esas tonterías de Primavera Árabe.
Clinton recibió en persona la promesa de la Casa de Saud, antes de aterrizar en Estambul. El regalo a cambio de Washington fue tipo Pentágono: el CCG será pronto protegido contra el “maligno” Irán por un escudo de misiles suministrado por EE.UU. Eso implica que un ataque contra Irán puede ser descartado para 2012 – pero está ciertamente “sobre la mesa” para 2013.
Las naciones asiáticas –especialmente los miembros del BRICS China e India– seguirán comprando petróleo de Irán; el problema qué harán los perros falderos europeos. Otros problemas reales son que los kurdos en el norte de Iraq están sacando su petróleo del mercado hasta que Bagdad les pague la parte acordada. Y luego existen los 400.000 barriles por día de Siria, que han estado decreciendo durante los últimos meses.
A pesar de todo, los saudíes seguirán con el escenario imaginario del petróleo como obsequio para Washington – mientras EE.UU. presiona a las dóciles economías de la Unión Europea y a asiáticos extremadamente cautelosos que no tienen motivos para seguir comprando petróleo iraní.
Pero entonces entra causando sensación en el lío en Estambul el primer ministro iraquí Nuri al-Maliki –cuyo poder es consecuencia directa de la invasión y destrucción de Iraq por Washington.
Y aquí está, en sus propias palabras:
“Rechazamos cualquier armamento [de los rebeldes sirios] y el proceso para derrocar el régimen [de Asad], porque llevará a una crisis mayor en la región… La posición de esos dos Estados [Qatar y Arabia Saudí
] es muy extraña… Llaman a enviar armas en lugar de trabajar a fin de apagar el incendio, y oirán nuestra voz, que estamos contra el armamento y contra la interferencia extranjera… Estamos contra la interferencia de algunos países en los asuntos internos de Siria, y esos países que interfieren en los asuntos internos de Siria interferirán en los asuntos internos de cualquier país… Ha pasado un año y el régimen no ha caído, y no caerá, ¿y por qué debiera caer?”
Maliki sabe perfectamente que el continuo y ya creciente armamento de sirios suníes –muchos de ellos del tipo salafista y yihadista– se propagará inevitablemente a Iraq, y amenazará su gobierno de mayoría chií. Y eso sin considerar el hecho de que su gobierno apoya la estrecha relación entre Irán y Siria.
Maliki, a propósito, volvió al poder en otoño de 2010 porque Teherán intervino hábilmente para asegurar que los sadristas lo apoyaran. Para aumentar el enojo de Maliki, Qatar se niega a extraditar al vicepresidente iraquí Tareq al-Hashemi, acusado de ser el cerebro tras un golpe de estado pro suní en Bagdad.
Cuán verde era mi valle yihadista
Por lo tanto Washington se lanza ahora alegremente a un remix de la yihad afgana de los años ochenta que –como lo sabe cada grano de arena desde el Hindu Kush a Mesopotamia– condujo a esa fantasmagórica entidad, al Qaida, y a la subsiguiente “guerra contra el terror”.
La Casa de Saud y Qatar han institucionalizado el variopinto equipo conocido como el Ejército Libre Siria como organismo mercenario; ahora lo tienen en su nómina, al precio de 100 millones de dólares (y suma y sigue). ¿No es maravillosa la democracia – cuando monarquías del Golfo Pérsico aliadas de EE.UU. pueden comprar por una miseria un ejército mercenario? ¿No es grandioso ser un revolucionario con un talón de sueldo asegurado?
Sin perder un instante, Washington también ha establecido su propio fondo, para ayuda “humanitaria” a Siria y ayuda “no letal” a los “rebeldes”; “no letal”, es como en el caso de un equipo ultramoderno de comunicaciones satelitales listo para la batalla, más gafas de visión nocturna. El sedoso sesgo de Clinton fue que el equipamiento permitiría a los “rebeldes” “evadir” ataques del gobierno sirio. No se habla de que ahora ya tienen acceso a información accionable estadounidense mediante un enjambre de drones desplegados sobre toda Siria.
Maliki puede ver claramente la advertencia escrita sobre la pared (suní). La Casa de Said invadió a Bahréin, mayoritariamente chií, para proteger a la extremadamente impopular dinastía suní al-Khalifa en el poder – sus “primos”. Maliki sabe que una Siria post Asad significaría que la Hermandad Musulmana suní estaría en el poder – salpicada de yihadistas/salafistas. En su peor pesadilla, Maliki ve ese posible futuro distópico como un remix de al Qaida en Iraq con esteroides.
Eso es lo que resultaron ser los “Amigos de Siria” basados en Estambul: una desvergonzada legitimación –por árabes aliados con EE.UU.- de una guerra civil en otro país árabe. Las víctimas serán sirios comunes y corrientes atrapados en el fuego cruzado.
Esa armamentización por EE.UU. y el CCG, disuelve enteramente el plan de paz en seis puntos del enviado a Siria y ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan. El plan plantea un cese al fuego; que el gobierno sirio “cese los movimientos de tropas” e “inicie el retiro de concentraciones militares”; y un arreglo político negociado.
No habrá cese al fuego. El gobierno de Asad aceptó el plan. Los “rebeldes” armados lo rechazaron. Imaginad que el gobierno sirio inicie el “retiro de concentraciones militares” mientras una multitud de “rebeldes” armados y de mercenarios de todo tipo (de Libia, el Líbano e Iraq) siguen desplegando sus tácticas de tortura y lanzando una andanada de artefactos explosivos improvisados.
Aterricé en Beijing ansioso de saber más sobre el próximo ejercicio naval conjunto de Rusia y China en el Mar Amarillo, pero en su lugar tuve que aguantar un artículo de opinión de Henry Kissinger en el Washington Post . [1] En las propias palabras del Dr. K:
La Primavera Árabe es ampliamente presentada como una revolución regional, dirigida por la juventud, a favor de principios liberales democráticos. Pero Libia no es gobernada por fuerzas semejantes; apenas sigue existiendo como Estado. Tampoco Egipto, cuya mayoría electoral (posiblemente permanente) es en su abrumadora mayoría islamista. Los demócratas tampoco parecen predominar en la oposición siria.
El consenso de la Liga Árabe sobre Siria no es conformado por países previamente distinguidos por la práctica o la propugnación de la democracia. Más bien, refleja en gran parte el conflicto milenario entre chiíes y suníes y un intento de recuperar la dominación suní de una minoría chií. Es también precisamente el motivo por el cual muchos grupos minoritarios, como ser drusos, kurdos y cristianos, se sienten incómodos respecto a un cambio de régimen en Siria.
Bueno, el experto en China, doctor K, por lo menos tiene razón en este caso (y en total acuerdo con Maliki, nada menos). Un ejército mercenario hecho y derecho pagado por autócratas árabes para derrocar un gobierno árabe es pura y simplemente cambio de régimen – a pesar de la retórica estadounidense sobre “democracia” y “libertad”. Solo tiene que ver con dividir para gobernar clásico, imperial, que se beneficia de enfrentar a suníes contra chiíes.
Y luego, mi divino pato asado me reveló que hoy en día el doctor K, baluarte de la realpolitik , no cuenta con mucha aceptación en Washington.
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