Operaciones especiales, drones, juegos de espías, soldados civiles, testaferros y guerra cibernética
La nueva doctrina de Obama: Un plan de seis puntos para la guerra global
Nick Turse
Tom Dispatch
Una vez que estuvieron en la cubierta de popa los
soldados se dividieron en escuadrones y revisaron el barco mientras se
balanceaba en Puerto Jinhae, Corea del Sur. Bajo cubierta y en el
puente, los comandos ubicaron a varios hombres y los amenazaron con sus
armas, pero nadie disparó un tiro. Era, después de todo, un ejercicio de
entrenamiento.
Todos esos allanadores de barcos eran SEALs, pero
no todos eran estadounidenses. Algunos eran del Grupo de Guerra
Especial 1 de Coronado, California; otros de la Brigada Naval Especial
de Corea del Sur. El ejercicio formaba parte de Foal Eagle 102, un
ejercicio multinacional de servicios conjuntos. También era el modelo -y
una pequeña muestra- de un publicitado “pivote” militar estadounidense
del Gran Medio Oriente a Asia, una acción que incluye el envío de un
contingente inicial de 250 marines a Darwin, Australia, la ubicación de
barcos de combate litoral en Singapur, el fortalecimiento de vínculos
militares con Vietnam e India, la realización de juegos de guerra en las
Filipinas (así como un ataque de drones en ese país) y la transferencia
de la mayoría de los barcos de la Armada hacia el Pacífico antes de
finales de la década.
Ese modesto ejercicio de entrenamiento
también reflejó otro tipo de pivote. La cara de la guerra al estilo
estadounidense vuelve a cambiar. Olvidad las invasiones a gran escala y
ocupaciones de amplia base en el continente eurasiático; en vez de eso
hay que pensar en fuerzas de operaciones especiales que actúan
independientemente pero que también entrenan o combaten junto a
militares aliados (si no son directamente ejércitos testaferros) en
puntos álgidos de todo el mundo. Y junto a esos consejeros, entrenadores
y comandos de fuerzas especiales hay que esperar que cada vez más
fondos y esfuerzan fluyan hacia la militarización del espionaje y la
inteligencia, el uso de aviones no tripulados, drones, el lanzamiento de
ataques cibernéticos y operaciones conjuntas del Pentágono con
organismos gubernamentales “civiles” cada vez más militarizados.
Gran
parte de esto se ha mencionado en los medios, pero ha escapado a la
atención de qué forma todo esto se combina en lo que podría denominarse
la nueva cara global del imperio. Y sin embargo, esto no representa nada
que no sea una nueva doctrina Obama, un programa de seis puntos para la
guerra del Siglo XXI, al estilo estadounidense, que el gobierno
desarrolla y afina cuidadosamente. Su alcance global ya es imponente,
aunque poco reconocido. al igual que las operaciones militares "ligeras"
de Donald Rumsfeld y las operaciones de contrainsurgencia de David
Petraeus, tendrá evidentemente su apogeo, y como ellas indudablemente
desaparecerá de maneras que sorprenderán a sus creadores.
La operación militar confusa
Durante
muchos años, los militares estadounidenses han elogiado y promovido el
concepto de la “operación militar conjunta”. Un helicóptero del ejército
que descarga SEALs de la Armada en un barco coreano resume gran parte
de estos principios al nivel táctico. Pero el futuro, parece, nos
reserva algo diferente. Hay que pensar en ello como “operación militar
confusa”, una especie de versión organizativa de la guerra en la cual un
Pentágono dominante fusiona sus fuerzas con otras agencias
gubernamentales -especialmente la CIA, el Departamento de Estado y la
DEA (Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas)– en
complejas misiones combinadas en todo el globo.
En 2001, el
secretario de Defensa Donald Rumsfeld inició su “revolución en asuntos
militares” orientando al Pentágono hacia un modelo militar ligero de
fuerzas ágiles de alta tecnología. El concepto terminó tristemente en
ciudades iraquíes asediadas. Una década después los últimos vestigios de
sus numerosas fallas siguieron apareciendo en una guerra estancada en
Afganistán contra una insurgencia minoritaria variopinta que no se puede
derrotar. Desde entonces dos secretarios de Defensa y un nuevo
presidente han dirigido otra transformación orientada a evitar ruinosas
guerras terrestres en gran escala en las cuales EE.UU. ha mostrado
consistentemente que no puede vencer.
Bajo el presidente Obama,
EE.UU. ha expandido o lanzado numerosas campañas militares, la mayoría
utilizando una mezcla de los seis elementos de la guerra estadounidense
del Siglo XXI. Tomemos la guerra estadounidense en Pakistán, un ejemplo
de lo que podría llamarse ahora fórmula Obama, si no doctrina.
Comenzando como una campaña de asesinato por drones altamente
circunscrita respaldada por incursiones limitadas de comandos a través
de la frontera bajo el gobierno de Bush, las operaciones en Pakistán se
han expandido a algo cercano a una guerra aérea robótica en gran escala,
complementada por ataques de helicópteros a través de la frontera
“equipos de asesinato” de fuerzas testaferras afganas financiadas por la
CIA, así como misiones en el terreno de operaciones de fuerzas
especiales de elite, incluida la incursión de los SEALs que mataron a
Osama bin Laden.
La CIA ha realizado también misiones
clandestinas de inteligencia y vigilancia en Pakistán, aunque su rol, en
el futuro, puede que sea menos importante gracias al lento avance de
las misiones del Pentágono. En abril, de hecho, el secretario de Defensa
Leon Panetta anunció la creación de una nueva agencia de espionaje
parecida a la CIA dentro del Pentágono llamada Servicio Clandestino de
Defensa. Según Washington Post , su objetivo es expandir “los esfuerzos de espionaje militar más allá de las zonas de guerra”.
Durante
la última década, la noción misma de zonas de guerra se ha confundido
remarcablemente, reflejando la confusión de las misiones y actividades
de la CIA y del Pentágono. Analizando la nueva agencia, y la “tendencia
más amplia de convergencia” entre las misiones del Departamento de
Defensa y de la CIA, el Post señaló que la “confusión también
se evidencia en los rangos más altos de las organizaciones. Panetta
sirvió previamente como director de la CIA, y ese puesto está ocupado
actualmente por el general de cuatro estrellas retirado David H.
Petraeus”.
Para no ser menos, el año pasado el Departamento de
Estado, que solía ser la sede de la diplomacia, continuó su larga marcha
hacia la militarización (y la marginación) cuando acordó combinar parte
de sus recursos con el Pentágono para crear el Fondo Global de
Contingencia de la Seguridad. Ese programa otorgará al Departamento de
Defensa más influencia en la afluencia de la ayuda de Washington a las
fuerzas testaferras en sitios como Yemen y el Cuerno de África.
Una
cosa es segura: La guerra estadounidense (junto con sus espías y sus
diplomáticos) se orienta cada vez más profundamente hacia “las sombras”.
Hay que esperar aún más operaciones clandestinas cada vez en más
lugares y por supuesto con más potencial todavía para repercusiones en
el futuro.
Las operaciones en el “Continente Negro”
Un
lugar que probablemente presenciará la llegada de espías del Pentágono
en los próximos años es África. Bajo el presidente Obama, las
operaciones en el continente se han acelerado mucho más allá de las
intervenciones de los años de Bush. La guerra del año pasado en Libia;
una campaña regional de drones con misiones desde aeropuertos y bases en
Yibuti, Etiopía, y Seychelles, la nación-archipiélago del Océano
Índico; una flotilla de 30 barcos en ese océano en apoyo de operaciones
regionales; una campaña múltiple militar y de la CIA contra milicianos
en Somalia que incluye operaciones de inteligencia, entrenamiento a
agentes somalíes, prisiones secretas, ataques de helicópteros e
incursiones de comandos estadounidenses; un masivo envío de dinero para
operaciones de contraterrorismo en toda África Oriental; una posible
guerra aérea de estilo antiguo, realizada secretamente en la región
utilizando aviones tripulados; decenas de millones de dólares en armas
para mercenarios aliados y tropas africanas; y una fuerza expedicionaria
de operaciones especiales (reforzada por expertos del Departamento de
Estado, enviada para ayudar a capturar o matar al líder del Ejército de
Resistencia del Señor, Joseph Kony y sus altos comandantes, operando en
Uganda, Sudán del Sur, la República Democrática del Congo, y la
República Centroafricana (donde Fuerzas Especiales de EE.UU. tienen
ahora una nueva base) solo describen muy superficialmente la rápida
expansión de los planes y actividades de Washington en la región.
Aún
menos conocidos son otros esfuerzos militares de EE.UU. con el fin de
entrenar fuerzas africanas para operaciones que ahora se consideran
necesarias para los intereses estadounidenses en el continente.
Incluyen, por ejemplo, una misión de la Fuerza de Marines Recon de la
Special Purpose Marine Air Ground Task Force 12 (SPMAGTF-12) para
entrenar a soldados de la Fuerza Popular de Defensa de Uganda, que
suministra la mayoría de los soldados de la Misión de la Unión Africana
en Somalia.
A comienzos de año, los marines de SPMAGTF-12 también
entrenaron a soldados de la Fuerza Nacional de Defensa de Burundi, el
segundo contingente por su tamaño en Somalia; enviaron entrenadores a
Yibuti (donde EE.UU. ya mantiene una importante base en el Cuerno de
África en Camp Lemonier), y viajaron a Liberia donde se concentraron en
la enseñanza de técnicas de control de disturbios a los militares de
Liberia como parte de un esfuerzo dirigido por el Departamento de Estado
para reconstruir esa fuerza.
EE.UU. también realiza
entrenamiento de contraterrorismo y equipa a militares en Argelia,
Burkina Faso, Chad, Mauritania, Níger y Túnez. Además, el Comando África
de EE.UU. (Africom) planifica 14 grandes ejercicios de entrenamiento en
2012, incluyendo operaciones en Marruecos, Camerún, Gabón, Botsuana,
Sudáfrica, Lesoto, Senegal y lo que podría convertirse en el Pakistán de
África, Nigeria.
Incluso esto, sin embargo, no abarca toda la
dimensión de las misiones de entrenamiento y asesoría de EE.UU. en
África. Un ejemplo, no incluido en la lista de Africom, fue la reunión
organizada por EE.UU. esta primavera de 11 naciones, incluyendo Costa de
Marfil, Gambia, Liberia, Mauritania y Sierra Leona para participar en
un ejercicio de entrenamiento marítimo bajo el nombre de código Saharan
Express 2012.
De vuelta en el patio trasero
Desde
su fundación, EE.UU. ha interferido frecuentemente cerca de casa, ha
tratado al Caribe como su lago privado y ha intervenido a su gusto en
toda Latinoamérica. Durante los años de Bush, con algunas notables
excepciones, el interés de Washington por el “patio trasero” de EE.UU.,
perdió importancia en comparación con guerras más alejadas.
Recientemente, sin embargo, el gobierno de Obama ha estado incrementando
sus operaciones al sur de la frontera utilizando su nueva fórmula. Eso
ha significado misiones de drones del Pentágono en México para ayudar en
la batalla de ese país contra los cárteles de las drogas, mientras los
agentes de la CIA y agentes civiles del Departamento de Defensa fueron
enviados a bases militares mexicanas para participar en la guerra contra
la droga de ese país.
En 2012, el Pentágono también reforzó sus
operaciones contra las drogas en Honduras. Trabajando desde la Base
Mocorón y otros campos remotos de ese país, los militares de EE.UU.
apoyan las operaciones hondureñas con los métodos que perfeccionó en
Iraq y Afganistán. Además, las fuerzas de EE.UU. han participado en
operaciones conjuntas con tropas hondureñas como parte de una misión de
entrenamiento llamada Beyond the Horizon 2012; Los Boinas Verdes también
han estado ayudando a fuerzas de Operaciones Especiales hondureñas en
operaciones contra el contrabando de drogas y un Equipo de Apoyo de
Asesoría de la DEA, creado originalmente para afectar el comercio de
amapolas de opio en Afganistán, ha sumado sus fuerzas a las del Equipo
de Reacción Táctica de Honduras, la unidad de elite contra los
narcóticos de ese país. Un aspecto de esas operaciones fue reportado en
las noticias recientemente cuando agentes de la DEA, volando en un
helicóptero estadounidense, estuvieron involucrados en un ataque aéreo
contra civiles en el que murieron dos hombres y dos mujeres en la remota
región de Costa de Mosquitos.
Menos visibles han sido las
actividades de EE.UU. en Guyana, donde Fuerzas de Operaciones Especiales
han estado entrenando a soldados locales en técnicas de ataque aéreo
transportadas por helicóptero.”Es la primera vez que hemos tenido este
tipo de ejercicio con la participación de Fuerzas de Operaciones
Especiales de EE.UU. en una escala tan grande”, dijo a comienzos de año
el coronel Bruce Lovell de la Fuerza de Defensa de Guyana a un
funcionario de relaciones públicas estadounidense. “Nos da la
posibilidad de validarnos y ver dónde estamos, cuáles son nuestros
defectos”.
Los militares de EE.UU. también se han mostrado
activos en otros sitios de Latinoamérica: finalizaron los ejercicios de
entrenamiento en Guatemala, auspiciaron misiones de “construcción de la
cooperación” en la República Dominicana, El Salvador, Perú y Panamá y
llegaron a un acuerdo para realizar 19 “actividades” con el ejército
colombiano durante el próximo año, incluyendo ejercicios militares
conjuntos.
Todavía en medio de Medio Oriente
A
pesar del final de las guerras de Iraq y Libia, de una próxima
reducción de fuerzas en Afganistán y de copiosos anuncios públicos sobre
su pivote de seguridad nacional hacia Asia, Washington no se está
retirando de ninguna manera del Gran Medio Oriente. Aparte de la
continuación de las operaciones en Afganistán, EE.UU. ha estado
trabajando de modo consistente en el entrenamiento de tropas aliadas, la
construcción de bases militares y en la organización de ventas y
transferencias de armas a déspotas en la región de Bahréin a Yemen.
En
los hechos, Yemen, como su vecina Somalia al otro lado del Golfo de
Adén, se ha convertido en un laboratorio de las guerras de Obama. Allí,
EE.UU. está realizando su nuevo tipo especial de guerra con tropas de
“operaciones ocultas” como los SEALs y la Fuerza Delta del Ejército,
realizando indudablemente misiones de asesinato/captura, mientras
fuerzas “blancas” como los Boinas Verdes y los Rangers entrenan tropas
indígenas y aviones robóticos persiguen y matan a miembros de al Qaida y
sus afiliados, posiblemente con la ayuda de un contingente aún más
secreto de aviones tripulados.
El Medio Oriente también se ha
convertido en una región-ejemplo algo improbable para otra faceta
emergente de la doctrina Obama: los esfuerzos de ciberguerra. En una
alocución que mezcla las categorías, la secretaria de Estado Hillary
Clinton apareció en una reciente Conferencia de la Industria de
Operaciones Especiales en Florida, en la que destacó el entusiasmo de su
departamento por sumarse al nuevo modo de guerra estadounidense.
“Necesitamos Fuerzas de Operaciones Especiales que se sientan tan bien
tomando té con dirigentes tribales como al atacar un complejo
terrorista”, dijo a la multitud. “También necesitamos diplomáticos y
expertos en desarrollo que estén dispuestos a la tarea de ser vuestros
socios”.
A continuación Clinton aprovechó la oportunidad para
destacar las actividades en línea de su organismo, orientadas a
sitios web utilizados por la filial de al Qaida en Yemen. Cuando
aparecieron mensajes de reclutamiento de al Qaida en estos últimos,
dijo, “nuestro equipo llenó los mismos sitios con versiones alteradas…
que mostraron el coste que los ataques de al Qaida han causado al pueblo
yemení”. Además señaló que esa misión de guerra de la información fue
realizada por expertos en el Centro de Comunicaciones Estratégicas de
Contraterrorismo del Departamento de Estado con ayuda, lo que no
sorprende, de los militares y de la Comunidad de Inteligencia de EE.UU.
Esos
modestos esfuerzos en línea se suman a otros métodos más potentes de
ciberguerra empleados por el Pentágono y la CIA, incluido el
recientemente revelado programa “Juegos Olímpicos” de ataques
sofisticados, desarrollados y utilizados por la Agencia Nacional de
Seguridad (NSA) y la Unidad 8200, el equivalente israelí de la NSA,
contra ordenadores de las instalaciones de enriquecimiento de uranio en
Irán. Como en el caso de otras facetas del nuevo modo de guerra, esas
actividades se iniciaron durante el gobierno de Bush pero se han
acelerado significativamente bajo el actual presidente, quien se
convirtió en el primer comandante en jefe estadounidense que ordena
continuos ataques cibernéticos organizados para incapacitar la
infraestructura de otro país.
De pequeños incendios a fuegos incontrolados
En
todo el globo, desde América Central y del Sur a África, Medio Oriente y
Asia, el gobierno de Obama está desarrollando su fórmula para un nuevo
modo de guerra estadounidense. Al hacerlo, el Pentágono y sus socios
cada vez más militarizados se basan en todo, desde los preceptos
clásicos de guerra colonial a las últimas tecnologías.
EE.UU. es
una potencia imperial castigada por más de 10 años de guerras
fracasadas, de huella pesada. Cojea debido a una economía debilitada y
está inundada de cientos de miles de veteranos recientes –un
impresionante 45% de los soldados que combatieron en Afganistán e Iraq–
que sufren incapacidades relacionadas con el servicio y necesitarán
cuidados cada vez más costosos. No sorprende que la actual combinación
de operaciones especiales, drones, juegos de espías, soldados civiles,
guerra cibernética, y combatientes testaferros suene como un tipo más
seguro, más sano, de actividad bélica. A primera vista, podrá parecer
una panacea de los males de seguridad nacional de EE.UU. En realidad,
puede ser todo lo contrario.
La nueva doctrina de huella ligera
de Obama parece lograr que la guerra parezca una opción cada vez más
atractiva y aparentemente fácil, un punto subrayado recientemente por el
ex jefe del Estado Mayor Conjunto, Peter Pace. “Me preocupa que la
velocidad facilita demasiado el empleo de la fuerza”, dijo Pace cuando
lo consultaron sobre los recientes esfuerzos para simplificar el
despliegue de Fuerzas de Operaciones Especiales en el extranjero”. “Me
preocupa que la velocidad facilita demasiado que se encuentre una
respuesta fácil –vamos a golpearlos con operaciones especiales– en lugar
de encontrar una respuesta posiblemente más laboriosa para una mejor
solución a largo plazo”.
Como resultado, el nuevo modo de guerra
estadounidense representa un gran potencial de embrollos imprevistos y
reacciones en serie. El inicio o avivamiento de pequeños incencios en
varios continentes podría conducir a incendios incontrolados que se
propagarían imprevisiblemente y que pueden ser difíciles, si no
imposibles, de extinguir.
Por su propia naturaleza, los pequeños
enfrentamientos militares tienden a aumentar de tamaño y las guerras
tienden a extenderse más allá de las fronteras. Por definición, la
acción militar tiende a tener consecuencias imprevistas. Para los que
dudan, basta con que miren a 2001, cuando en un solo día tres ataques de
baja tecnología provocaron más de una década de guerra que se ha
propagado por todo el globo. La reacción a ese día comenzó con una
guerra en Afganistán que se extendió a Pakistán, se desvió hacia Iraq,
estalló en Somalia y Yemen, etc. Hoy los veteranos de esas
intervenciones tratan de repetir sus dudosos éxitos en sitios como
México y Honduras, la República Centroafricana y el Congo.
La
historia demuestra que EE.UU. no tiene mucho éxito cuando intenta ganar
guerras, ya que no ha logrado una victoria en conflictos importantes
desde 1945. Intervenciones más pequeñas han sido una mezcla de modestas
victorias en sitios como Panamá y Granada y resultados ignominiosos en
el Líbano (en los años ochenta) y Somalia (en los noventa), por
mencionar solo algunos.
El problema es que cuesta decir en qué se
convertirá una intervención hasta que es demasiado tarde. Aunque
siguieron caminos diferentes, Vietnam, Afganistán, e Iraq comenzaron
todas relativamente pequeñas, antes de convertirse en grandes y
desastrosas. La perspectiva de la nueva doctrina de Obama parecer lejos
de ser halagüeña a pesar de los informes positivos de la prensa de
Washington.
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