Rescate de los bancos, robo al pueblo
El gobierno
del PP continúa, implacable, la política económica antipopular
emprendida hace un año por el gobierno del PSOE en una nueva versión
corregida y aumentada. Poco importa que los trabajadores se empobrezcan
cada vez más, que las clases medias sientan también recortados sus
derechos y su pequeño bienestar, que los pensionistas rocen la
precariedad, que los pequeños empresarios y autónomos no puedan acceder
al crédito, que los jóvenes sigan en el paro… Esta permanente agresión a
los ciudadanos renovada y recrecida cada viernes tras el consejo de
ministros y esta burla de los derechos sociales reconocidos en la
Constitución se dan por bien empleadas por nuestros gobernantes
derechistas con tal de salvar al mismo capital financiero que ha llevado
al país a la ruina.
En la pasada campaña electoral estos
nuevos cruzados del capitalismo rampante prometieron, entre otras cosas,
crear empleo, no subir los impuestos indirectos, incrementar la
economía productiva y no tocar las pensiones. Nada de eso han cumplido.
Gracias a su desastrosa política, el número de trabajadores en paro va
camino de los 6 millones y el porcentaje de la población activa afectada
superará pronto el 25%, es decir, uno de cada cuatro asalariados.
Subieron el impuesto de las rentas del trabajo, el IRPF, y ahora acaban
de elevar el IVA lo que traerá consigo no sólo una disminución del
consumo sino también un incremento de la carestía de la vida. Congelaron
las pensiones y ahora traman recortarlas. Como consecuencia de todo
ello y debido a la falta de inversión pública y privada, la economía
nacional está en recesión y todo indica que seguirá así en 2013.
Haciendo
gala de su tradicional inmoralidad pública, estos vaticanistas y
atlantistas dirigidos por el registrador de la propiedad de Santa Pola
(acompañado al mando por el exconsejero para Europa del banco quebrado
estadounidense Lehman Brothers) protegen con una generosa amnistía a los
evasores de impuestos, abaratan el despido, rebajan el sueldo a los
funcionarios suprimiéndoles una paga anual y ofrecen a Mr. Adelson el
terreno que haga falta, así como las condiciones laborales fiscales que
le plazcan, para construir el mayor conjunto de casinos y puticlubes de
Europa compitiendo en su actitud servil con la mismísima Cuba de Batista
y los 40 ladrones, quiero decir, los 40 mafiosos.
Rajoy repite el estribillo de Thatcher: “no hay alternativa”
Como
no hay información concreta a los ciudadanos acerca de la deuda de los
bancos, ni tampoco argumentos a favor de las medidas draconianas
adoptadas por el gobierno, sólo queda como salida fácil el negar la
posibilidad de elegir otro camino que evite el desastre. En esto como en
tantas otras cosas, la derecha española no innova nada sino que copia.
Margaret Thatcher, la siniestra dama de hierro que liquidó el estado de
bienestar en Gran Bretaña, ya creó el lema que ahora repite ─ sin
convicción aparente, la verdad sea dicha ─ Rajoy: there is no alternative (TINA,
en su abreviatura inglesa), o sea, “no hay alternativa”. Estábamos
acostumbrados a la cantilena del fatalismo árabe cuando ahora llegan los
neoliberales de turno a defender sin pudor el más opresivo determinismo
económico fijado no por una pretendida ciencia social ni por unas
abstractas fuerzas económicas ahora llamadas eufemísticamente «los
mercados» sino por los intereses mezquinos de una oligarquía financiera
que cada día acapara una mayor parte de la renta nacional en perjuicio
de las clases populares.
Esa aparente necesidad de aplicar una
política económica destructiva para el pueblo la llamaba Rajoy
«circunstancias» en el congreso de diputados con un aparente guiño
orteguiano. Los que no compartimos el liberalismo de Ortega y Gasset ni
su hostilidad hacia el socialismo, pensamos que “los hombres hacen su
propia historia” aunque no de una forma arbitraria sino “en condiciones
directamente dadas y heredadas del pasado”, como escribió Marx. Una
paradoja de nuestra época: los aparentemente liberales, no los
dignísimos demócratas de las Cortes de Cádiz sino los representantes de
esta ideología capitalista desde la Escuela de Chicago a Margaret
Thatcher y desde Pinochet a Aznar, niegan en el fondo la libertad
humana, la libertad de elegir una vida digna para la mayoría de la
población sometiendo así lo público, lo colectivo, al interés privado.
Por el contrario, los herederos de los ideales comunistas rechazamos el
ciego determinismo económico que intentan imponer las clases dominantes y
sus intermediarios políticos tomando como punto de partida la lucha por
una sociedad donde los hombres y mujeres sean dueños de su destino y
construyan su futuro en libertad, no sometidos a pretendidos designios
divinos ni a ocultas fuerzas económicas.
La farsa se acabó: o lucha o resignación
Después
de varios meses mareando la perdiz e intentando ocultar la verdad bajo
edulcorados nombres (“reformas”, “lucha contra el déficit”,
“modernización”, “competitividad”, “flexibilidad del mercado laboral”,
“inyección de liquidez al sistema monetario”, etc.), hemos llegado a
conocer esta dura realidad: España está intervenida por culpa del rescate a los bancos solicitado por el gobierno.
Mariano Rajoy tiene ya sobre sus espaldas el vergonzoso baldón de haber
ordenado el mayor recorte presupuestario en la historia de nuestro
país. Esta enésima acometida al bienestar de los españoles se eleva a
65.000 millones de euros. La cifra que necesitarán nuestros bancos para
sanearse se estima, según fuentes solventes, en 62.000 millones. ¡Una
curiosa coincidencia! Decía el flemático don Mariano que no se trataba
de rescate y que el Estado no asumiría ninguna carga por la inyección de
liquidez por parte del Banco Central Europeo ya que en dicha operación
no habría causalidad. Ahora sabemos a ciencia cierta que se trata de un
rescate ─ como él mismo reconoció ante el congreso de diputados en un lapsus freudiano
─ del que sale garante el Estado a cambio de una intervención de
nuestra economía y de unos recortes salvajes en el gasto público tanto
estatal como de las autonomías y las corporaciones locales.
Las
recetas económicas impuestas hace años por el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial a sangre y fuego en los países de
Suramérica y que se han aplicado recientemente en Irlanda, Grecia y
Portugal con las desastrosas consecuencias sociales que saltan a la
vista, han sido puestas en marcha en nuestro país con mano de hierro por
el gobierno actual. Cuando las iba desgranando Rajoy ante el congreso,
los diputados del PP en vez de guardar un prudente silencio, aplaudieron
felices cumpliendo al pie de la letra su papel de marionetas en la
farsa.
Por mucho que le disguste al secretario general del PSOE,
Alfredo Pérez Rubalcaba, cuyo apoyo agradeció públicamente Rajoy, y a
los dirigentes de CCOO y UGT, en esta etapa dramática para la nación no
habrá espacio para el diálogo, la concertación o el consenso. Los
poderes de la oligarquía financiera internacional así lo han ordenado y
el gobierno así lo ha asumido. Frente a ello sólo cabe la resignación o
la rebeldía.
Los mineros, una vez más, como antes en 1934 y más
tarde en 1962, indican el camino de la resistencia. Su llegada a las
calles de Madrid entre el fervor del pueblo y el silencio de los grandes
medios de comunicación temerosos del despertar ciudadano, abre un antes
y un después en las luchas obreras de un pueblo que se niega a agachar
la cabeza ante el destino impuesto por los poderosos. Sin esperar a lo
que decidan las cúpulas de los grandes sindicatos, los funcionarios han
salido hoy mismo a la calle en Madrid para protestar contra los
anunciados recortes. Otros sectores laborales y otras capas sociales
tendrán que elegir pronto entre lucha y resignación antes de que sea
demasiado tarde para ellos y para sus hijos.
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