La periferia europea podría mirar a Latinoamérica
Página 12
Los procesos progresistas de
América latina observan estupefactos los acontecimientos que vive la periferia
europea. América latina sabe muy bien lo que es ser periferia en plena gestión
neoliberal del sistema capitalista y conoce en sus propias venas el padecimiento
de todas las políticas de ajustes y programas estructurales. Los años ochenta y
noventa fueron décadas muy sufridas para las grandes mayorías. La democracia, la
soberanía y la justicia social fueron suplantadas por el riesgo país, la
confianza de los mercados y la seguridad jurídica.
El punto final llegó,
poco a poco, con tensiones y contradicciones, y no sin esfuerzos, después de
muchas protestas y demandas, después de mucha interpelación a una legalidad
ilegítima, después de haberse perdido elecciones en las urnas de democracias
pactadas por la minoría, y después de haberlo intentando una y mil veces,
teniendo en cuenta que los de Abajo eran las verdaderas mayorías. Fue primero
Chávez en 1998; Lula en Brasil y Kirchner en Argentina; Evo Morales en Bolivia
en 2005; Rafael Correa en Ecuador en 2006. Hoy, la América latina progresista va
convirtiéndose en otro polo mundial, con mayorías representadas en democracias
dinámicas, siendo una región cada vez menos dependiente, con nuevas relaciones
geopolíticas, y con un desafío pendiente: integrarse bajo un principio básico de
la justicia, tratamiento desigual de los desiguales para una convivencia más
equitativa.
Una cosa es bien cierta: la América latina de ayer no es la
periferia Europa de hoy. Son muchísimas las diferencias en términos
políticos-sociales-culturales-ecológicos-económicos. Pero sí son muy parecidas
las políticas económicas dictadas por los mismos poderes económicos para ese
lugar común que podría ser llamado periferia. La periferia europea no es
periferia solamente en los años pos crisis, sino que es periferia desde el
inicio del proceso de integración económica y monetaria, o quizás desde mucho
antes. Esta periferia siempre estuvo dispuesta a aceptar un desarrollo desigual
en base a asimetrías productivas-financieras-fiscales-comerciales. El proceso de
integración desigual (una periferia sumisa a un centro europeo), a diferencia
del latinoamericano, se edificó en torno de un pacto de ganancias entre la
minoría y las grandes mayorías, éstas cada vez más segmentadas. El mínimo Estado
de bienestar era requerido para contener ciertas necesidades sociales e incluir
a las mayorías en un sistema que excluía, no por esta vía, sino por el propio
régimen de acumulación de riqueza, exclusivo para muy pocas manos.
En
otras palabras, las mayorías eran incluidas porque son necesarias para
garantizar un patrón estable de enriquecimiento de unos pocos, fundamentalmente
reconcentrados en una dupla geoeconómica: los poderes económicos centrales (gran
industria y oligarquía financiera) y los poderes económicos periféricos. Las
políticas públicas en la periferia europea, en esas décadas no sufridas sino de
burbuja económica, se empeñaban en cimentar un escenario estable de ilusión
monetaria, donde las mayorías se incluían en cuanto a cierto patrón de consumo,
pero nunca al de riqueza. Por en contrario, las décadas sufridas de América
latina fueron otra cosa. La exclusión fue integral y abarcó todo tipo de
aspecto: consumo, ingreso, sistema crediticio, vivienda, educación, sanidad,
otras necesidades básicas y derechos sociales. A pesar de sus vicisitudes, el
pasado rol periférico de América latina tiene cierta similitud con el papel de
periferia europea, salvaguardando las diferencias propias de un sistema
económico actual menos policéntrico que el de antes. Toda periferia padece de
ciertas pautas similares: estrechamiento de la matriz productiva, intercambio
comercial dependiente, competitividad vía retroceso laboral, descontrol de los
sectores estratégicos, financiarización subordinada y sumisión a las
superestructuras institucionales internacionales.
Quizá los tiempos, las
intensidades, las cadenas de transmisión y los mecanismos de amortiguación sean
disparejos. Pero sí existe algo muy similar en todo esto: la batería de medidas
neoliberales impuestas desde los poderes económicos. Mismo instrumental
tecnocrático de alto voltaje para implementar las mismas decisiones políticas.
Los intereses, no hay duda, son los mismos; los representantes políticos
también. Hace años, Albert Einstein ya sostenía que “necedad es hacer lo mismo
esperando resultados diferentes”. Y es que necios, necios, no son; hacen lo
mismo, esperando resultados iguales, pero procurando imponer una transición
diferente a aquella democrática para las mayorías que tuvo lugar en muchos
países de América latina. Queda esperar que las mayorías en la periferia europea
acuerden la defensa de otra transición. América latina lo sufrió durante
décadas, y la periferia de Europa lo ha padecido en modo blando años atrás, y lo
puede seguir sufriendo en modo duro en los próximos años si no lo remedia con
otra transición de décadas ganadas.
* Doctor en Economía, coordinador
América Latina Fundación CEPS.
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