Las falacias y mentiras del capitalismo…
El 16-1-2011 publiqué en el colectivo Kaos en la Red un artículo con el título "Las falacias y mentiras del neoliberalismo…, ¿y del capitalismo…?” . Un año y medio después, ante la deriva económica que se impone a los acontecimientos, y ante los movimientos populistas que observamos en nuestras sociedades, particularmente en el caso del estado español, me veo en obligación de revisarlo para introducir, tal como ya sugirió un lector entonces, el análisis crítico. |
Bien, ¿pero dónde se encuentra la Falacia de la verdad a medias en el discurso y argumentos del NEOLIBERALISMO?
En todo su discurso, pero fundamentalmente en el argumento central del
mismo, en su argumento central sobre los supuestos básicos de la Teoría
Económica; lo que invalida todo el resto del discurso, pues está
construido desde el principio sobre verdades a medias.
Veámoslo…
El argumento central del discurso NEOLIBERAL, ese discurso de “un mundo de paz y amor”, podría resumirse así:
“ Cuanto mayor es el grado de libertad económica en un país, mayor es
la oportunidad del mismo de conseguir más prosperidad, un crecimiento
más rápido, un nivel de vida más alto, etc. Esa libertad económica la
ejercemos, sin intervención externa alguna, en nuestras decisiones de
inversión, ahorro y consumo. Hemos desarrollado cierto tipo de
capitalismo en nuestra parte del mundo donde tenemos libertad de poseer,
competir y comerciar sin intervención gubernamental. Pero sólo
tendremos un capitalismo global cuando el resto del mundo tenga las
mismas libertades. ” (Johan Norberg).
O sea, que cero
intervención gubernamental. Que los seres humanos, mediante nuestra
libertad individual somos capaces de organizarnos. Que para eso están
los mercados, que saben aprovechar toda esa sabiduría individual y se
erigen como director colectivo de voluntades individuales y dispersas
mediante el mecanismo de los precios, que actúan como moderadores entre
oferta y demanda. Es la magia de la denominada “mano invisible”.
Este argumento es falaz, utiliza la Falacia de la verdad a medias.
Lo primero que debemos saber es que el objetivo de la Economía ha sido,
es y será, estudiar la correcta distribución de los recursos escasos
para satisfacer las necesidades del ser humano. En otras palabras, la
Economía analiza la relación entre los recursos, que son de carácter
limitado y las necesidades, que son de carácter ilimitado.
Lo segundo que no se nos debe pasar por alto es la confusión del pensamiento económico por Economía, que tan bien aclara en su blog Chemazdamundi .
Entonces, si tenemos clara la distinción entre Economía y pensamiento
económico, nos podemos fácilmente dar cuenta de que las máximas
centrales del NEOLIBERALISMO obedecen a una doctrina determinada del
pensamiento económico capitalista, a la doctrina ULTRALIBERAL, más que a
la Economía en sí misma.
En otras palabras, el planteamiento
NEOLIBERAL introduce una filosofía propia de la organización económica:
aquélla en la que cualquier intervención pública en los mercados, por
mínima que sea, se presume como una fuente de ineficiencia. Puesto que
son los mercados, se dice, mediante el mecanismo de precios los que
organizan la correcta distribución de los recursos escasos para
satisfacer las necesidades del ser humano.
Véase esta entrada para profundizar en la esencia del LIBERALISMO ECONÓMICO y sus implicaciones.
¡Ahí radica la Falacia de la verdad a medias !
Porque este planteamiento no es exactamente como lo cuentan. Es más,
omite partes de verdad que no sólo son cruciales para entender su
naturaleza doctrinal, sino que invalidan absolutamente todos sus
argumentos.
Estos planteamientos NEOLIBERALES sobre la Economía, sobre la organización económica para ser precisos, arrancan de la fisiocracia y su laissez faire allá por el siglo XVIII.
Después, a finales del siglo XVIII, en 1776 ve la luz el trabajo de
Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of
Nations (La Riqueza de las Naciones); sin duda la mejor formalización de
la teoría de la “mano invisible”, y de las tergiversadas, tendenciosas y
malinterpretadas ideas neoliberales.
Adam Smith (1776), como
modo de salvar la cuestión social dentro del libre mercado, afirmaba que
el interés individual repercutía en último término en el interés
social. Smith asumía así que el interés individual era inocente, es
decir, que el preocuparse de uno mismo no lleva consigo hacer daño a los
demás; al contrario, pues puedo tener interés en vender algo porque me
beneficio de ello pero también me interesa que alguien se beneficie,
pues de este modo ganamos ambos y la relación continúa. Aceptando esta
máxima, puede decirse que uno se hace empresario para ganar dinero y al
mismo tiempo ofrece a la sociedad un producto que necesita, siendo
mínimo el papel del estado. ¡La mano invisible del mercado es en sí
benevolente!
Y digo tergiversadas, tendenciosas y
malinterpretadas ideas neoliberales porque, sin embargo, el mismo Adam
Smith (1776), en “La riqueza de las naciones”, observa que “ …todo para
nosotros y nada para los demás parece haber sido la ruin máxima de los
amos de la humanidad en las diversas épocas de la historia ”. Y antes
aún, en su otra obra famosa, “La teoría de los sentimientos morales”, de
los sentimientos morales, sí, Adam Smith (1759) condenaba ese tipo de
prácticas, entre ellas el dolo y el ENGAÑO. Allí, tras anunciar la “
ruin máxima de los amos de la humanidad ”, pasa a explicar cómo los
grandes propietarios de su época preferían tener un par de hebillas de
zapatos con diamantes o “ algo igual de frívolo e inútil ” a
proporcionar el “ mantenimiento o, lo que es lo mismo, el precio del
mantenimiento de mil hombres al año ”.
De manera similar, otro
de los pilares de las tergiversadas, tendenciosas y malinterpretadas
ideas neoliberales es el principio de la Ventaja Comparativa. David
Ricardo (1817) postuló y demostró el principio de la Ventaja
Comparativa, según el cual la especialización nacional basada en
recursos únicos, valiosos y escasos incrementa las ventajas
“comparativas” de los países, lo que se traduce en los ansiados
diferenciales de renta comercial nacional. Sin embargo, en el modelo de
Ricardo, la Ventaja Comparativa sólo tiene lugar cuando los las rentas
que genera se reinvierten en el país en el que se originan; o sea, ante
la ausencia de movilidad transnacional del capital. ¡Pero esto se
olvidan de contarlo…!
Es más, la corriente NEOLIBERAL del
capitalismo no sólo utiliza la verdad a medias cuando omite los contra
argumentos y reservas de los orígenes de la propia teoría que abandera;
sino que, además, omite dos siglos y medio de investigación económica
sobre la teoría de los mercados asignadores eficientes y la “mano
invisible”.
Pues la realidad de nuestro mundo durante los
últimos 200 años, sin descartar la teoría de la “mano invisible”, o
teoría de los mercados como organizadores de la correcta distribución de
los recursos escasos para satisfacer las necesidades del ser humano, sí
ha establecido los supuestos básicos bajo los que dicha teoría se
cumple y, efectivamente, esa “mano invisible” es la organizadora de la
correcta distribución de los recursos escasos.
Los últimos 200
años de investigación económica han probado que la teoría de los
mercados asignadores eficientes, o teoría de la “mano invisible”, sólo
se cumple cuando los mercados son “perfectos”. ¡Cosa que también olvida
la corriente NEOLIBERAL!
Y para que los mercados sean “perfectos”, se tienen que cumplir todas y cada una de las siguientes condiciones:
1) Comportamiento económico racional de todos los agentes del mercado.
Lo que significa que cada participante en el mercado buscará satisfacer
su propio interés mediante un comportamiento racional en el sentido de
elegir siempre la opción más eficiente, menos costosa. Esto implica que
el ser humano es plenamente racional, capaz por tanto de optimizar en
todo momento.
2) Existencia de un elevado número de compradores
y vendedores en el mercado. Esto significa que la cantidad que cada uno
de ellos demanda u ofrece resulta tan pequeña respecto a la demanda u
oferta de mercado que su comportamiento individual no puede tener
efectos perceptibles sobre los precios de las mercancías. Por ello, los
productores y los compradores aceptarán los precios del mercado como
datos. En este caso, la competencia entre los compradores conducirá a
que nadie pueda comprar a un precio inferior al que compra el resto.
Asimismo, la competencia entre los vendedores llevará a que ninguno de
ellos pueda vender a un precio más alto del que lo hacen los demás, pues
si lo intentara la competencia del resto de los productores lo
expulsaría del mercado.
3) Tanto compradores como vendedores
deberán ser indiferentes respecto a quién comprar o vender. Este
supuesto implica, en realidad, que el bien comprado o vendido sea
homogéneo. Se presupone implícitamente, por tanto, que cada unidad de
determinado bien deberá ser idéntica a cualquier otra del mismo; de lo
contrario el productor de algún bien o servicio ligeramente diferente a
los demás tendrá cierto control sobre el mercado y, por tanto, sobre el
precio de su producto. En otras palabras, este supuesto implica que no
hay marcas que diferencien a los productos. Respecto al bien, se supone,
que es un bien económico infinitamente divisible.
4) Todos los
compradores y los vendedores tienen un conocimiento pleno de las
condiciones generales de mercado, o lo que es lo mismo, información
perfecta. De este supuesto se infiere que los vendedores generalmente
conocen lo que los compradores están dispuestos a pagar por sus
productos, mientras que los demandantes saben a qué precio los oferentes
desean vender. De esta manera, es posible predecir correctamente aquel
precio que equilibra el mercado. Una vez que es conocido el precio de
equilibrio, los compradores no aceptan comprar a un precio mayor y los
oferentes rechazan vender a un precio inferior al de equilibrio. En tal
situación, no habrá compradores ni vendedores insatisfechos; todos
aquellos que quieran vender podrán hacerlo, y todos los que quieran
comprar lo harán en la cantidad deseada, pero siempre al precio de
equilibrio.
5) Libre movilidad de los recursos productivos, de
forma que las empresas tienen libertad de entrada y salida al mercado.
La totalidad de los agentes que participan en la producción podrán,
consecuentemente, entrar y salir del mercado de forma inmediata como
respuesta a incentivos pecuniarios. De igual manera, quien desee
dedicarse a la producción de un bien o servicio podrá hacerlo sin que se
lo impida ninguna restricción. En otras palabras, este supuesto implica
la libre entrada y salida de empresas en el mercado como respuesta a
los incentivos pecuniarios.
6) Ausencia de externalidades. Esto
es, ausencia de efectos externos derivados de los comportamientos de
los participantes en el mercado. En otras palabras, que todos los
resultados, directos e indirectos, tanto positivos como negativos, de
los comportamientos de los participantes en el mercado queden en el
ámbito del mismo y se vean reflejados en los precios.
¡Pues todo esto se les ha olvidado a los defensores del NEOLIBERALISMO…!
A estas alturas, el mero sentido común ya nos dice que ese no es el
mundo en el que vivimos; y 200 años de ciencia e investigación lo han
demostrado.
Los participantes en los mercados NO se comportan
de manera económica racional en la mayoría de las ocasiones. En lugar de
eso, desarrollan comportamientos estratégicos, orientados al largo
plazo por tanto, con los que buscan el logro de posiciones de dominio de
mercado impidiendo la consecución de equilibrios competitivos. Estos
comportamientos generan estructuras de mercado no competitivas tales
como el monopolio, duopolio, oligopolio y la competencia monopolística.
Además, han existido y existen increíbles monopolios naturales, como
diamantes y minerales preciosos, petróleo, maderas exóticas, especies
exóticas, etc. Es más, los avances de la psicología, la psicología
social y la neurobiología en los últimos 50 años han demostrado que los
seres humanos ni tan sólo somos racionales en el sentido maximizador y
omnisciente del concepto; al contrario, somos limitadamente racionales,
satisfactores más bien, y nos equivocamos sistemáticamente al percibir,
evaluar, diagnosticar y emitir juicios.
Como consecuencia de
tales comportamientos estratégicos, y de nuestras limitaciones humanas,
NI existe un elevado número de comparadores y vendedores en la mayoría
de mercados, NI son indiferentes respecto de sus contrapartes. En lugar
de eso, los diferentes tienden naturalmente a concentrarse por los
despliegues de poder competitivo; y las grandes corporaciones gastan
varias veces el PIB de los países pobres del mundo en la intervención de
los grandes medios de comunicación y en presupuestos publicitarios con
el fin de inducir y generar la diferenciación.
Tampoco es
asumible en nuestros días que compradores y vendedores tengan un
conocimiento pleno de las condiciones generales de mercado, o
información perfecta. Realmente, es evidente que esto no es así casi
nunca; lo natural, más aún a medida que avanzamos en las sociedades del
conocimiento, son las asimetrías de información entre los participantes
en los mercados. Baste el ejemplo de que, En España, en los últimos 10
años, una buena mayoría de los directores de sucursal financiera (Bancos
y Cajas) no sabían lo que vendían cuando “colocaban” entre sus clientes
derivados de acuerdo a los objetivos de crecimiento de la entidad;
porque si lo sabían, quienes no lo sabían eran sus clientes, y el abuso
económico de esta asimetría de información está tipificado en el código
penal. En el resto de países ha sucedido básicamente lo mismo.
Tampoco parece que el modelo de globalización de los últimos 30 años
aliente la disminución y difusión de barreras de entrada y salida en los
diferentes “mercados”. Más bien parece ser al contario, pues son
numerosos, casi mayoría, los ejemplos de sectores que han experimentado
una fuerte concentración en los últimos 20 años y donde las empresas que
detentan el poder de mercado han impuesto sus condiciones en forma de
barreras de entrada y de salida, no sólo en cuanto a otras empresas
competidoras con menor poder, sino también en cuanto a las condiciones
de la oferta de trabajo.
En cuanto a las externalidades
finalmente, todo lo contrario, pues han devenido una de las lacras y
cáncer de nuestro sistema económico. No sólo l os resultados, directos e
indirectos, tanto positivos como negativos, de los comportamientos de
los participantes en el mercado no quedan en el ámbito del mismo y no se
ven reflejados en los precios; sino que los precios no recogen ni tan
sólo los verdaderos costes del sistema productivo… ¿o quién ha pagado el
saqueo y el esquilmar de América, África y Asia durante los siglos de
colonización…?, ¿o quién paga los vertidos tóxicos, las talas
indiscriminadas, la polución, la contaminación hídrica y del medio, la
degradación edafológica, la pauperización de la biodiversidad…? Y lo más
importante y crucial, ¿quién está pagando desde hace décadas la
indecente acumulación del capital mediante la producción social de la
riqueza y su apropiación privada mediante el beneficio…?
El
argumento central NEOLIBERAL, “la mano invisible como asignadora
eficiente de los recursos escasos”, es falaz. Utiliza sistemáticamente
la Falacia de la verdad a medias ; y ni atiende los contra argumentos y
reservas de los orígenes de la propia teoría que abandera, ni atiende
los supuestos básicos de la Teoría Económica de los últimos dos siglos.
En lugar de eso, la realidad, es que el poder se ha convertido en
“moneda de cambio”; y la política, como expresión del juego de poder, en
una herramienta que utiliza el capital para explotar progresiva y
aceleradamente a los trabajadores de toda condición, rigiendo así
nuestro mundo.
La realidad es que la teoría de “los mercados”
falla estrepitosamente, y cada vez más, al tratar de explicar nuestro
mundo y anticipar nuestro futuro, porque el creciente poder del capital
frente al trabajo la desarticula e invalida.
¡Bueno, no! Realmente el mundo que permite explicar y el futuro que autoriza anticipar la teoría de “los mercados” es el de la verdadera historia de Rapa-Nui , un ejemplo muerto de crecimiento económico que acabó en desastre:
Eso sí, pasando antes por sistemas socioeconómicos como los de Somalia o
Zimbawe, exponentes claros de la máxima de libertad individual y cero
intervención gubernamental…: sociedades colapsadas y sin estado, sumidas
en matanzas civiles, con sólo dos clases, la del poder autoritario del
capital mediante las armas, y la de esclavos que pierden toda esperanza
de vida.
Sin embargo, aún refutada la doctrina económica
liberal como expresión extrema y salvaje de un modo de organización
económica, el capitalismo, el problema no se soluciona sino que aparece
mayor. Un sistema económico como el capitalista, en cualquiera de sus
formas basado en el crecimiento y la acumulación, lo ha hecho hasta
ahora practicando el expolio del trabajo, y fácilmente gracias a la
energía barata y a la expropiación y saqueo de unos recursos naturales
públicos abundantes.
Pero según el informe anual publicado recientemente por la Agencia Internacional de la Energía
(AIE), el cénit del petróleo (momento a partir del cual cada año se
extraerá menor cantidad) ya se ha producido; de hecho, tuvo lugar en
2006. Después de tantos años negando este fenómeno por presiones
estadounidenses, o prediciendo que tardaría aún una década en suceder,
los obstinados datos reales les han obligado a dar la razón a los
científicos y divulgadores de la asociación internacional ASPO
, entre otros, que llevan años intentando alertar al mundo de que este
irreversible declive energético había comenzado. Aunque para que no
cunda el pánico en las bolsas, la AIE maquilla de forma escandalosa las
gráficas rellenando la diferencia entre demanda y oferta previstas con
un petróleo que nadie, ni siquiera ellos, sabe de dónde va a salir y
haciendo creer que otros petróleos de peor calidad energética podrán
sustituir a tiempo y en la debida proporción al petróleo crudo
convencional de alta densidad energética. Las consecuencias son
demasiado graves: más del 90% del transporte mundial depende del
petróleo, así como la práctica totalidad de los sectores industriales,
y, lo que es mucho más preocupante, el sistema de producción y
distribución de alimentos que sostiene a una población de ya casi 6.700
millones de personas.
Además, el cambio climático antropogénico
, junto con sus devastadores efectos sociales y humanitarios, se deja
notar especialmente sobre la vertiginosa disminución de la
biodiversidad, sustento de nuestros ecosistemas. Así, durante el siglo
XX se ha venido observando la erosión cada vez más acelerada de la
biodiversidad. Las estimaciones sobre las proporciones de la extinción
son variadas, entre muy pocas y hasta 200 especies extinguidas por día,
pero todos los científicos reconocen que la proporción de pérdida de
especies es mayor que en cualquier época de la historia humana. En el
reino vegetal se estima que se encuentran amenazadas aproximadamente un
12,5% de las especies conocidas. La comunidad científica está de acuerdo
en que las pérdidas se deben a la actividad humana, incluyendo la
destrucción directa de plantas y su hábitat.
Cabe plantearse
entonces, cuando imputamos energía y ecosistemas en el modelo, si un
sistema de organización económica capitalista, basado naturalmente en el
crecimiento y acumulación continuos a costa del trabajo y los recursos
públicos, no es también falaz.
Si no lo es, su desarrollo
inmediato sólo podría venir a través de una recuperación del equilibrio
entre capital y trabajo, mercado y estado, individuo y estado; pero
desde una concepción de estado representante de un equilibrio de poder
entre capital y trabajo, plural, participativo, democrático,
transparente y veraz, muy alejada de nuestra actual realidad.
Sin embargo, muy probablemente, el capitalismo es en sí mismo falaz como
sistema de organización económica en una biosfera limitada. Pero
entonces, ¿qué alternativas sistémicas podemos articular desde los
movimientos progresistas y ciudadanos en un mundo complejo y globalizado
donde la tendencia que se impone es la sinrazón de la vertiente más
salvaje del capitalismo…?
Quizás Rosa Luxemburgo fue
premonitoria al vaticinar en 1916 aquello de “Socialismo o barbarie”,
aunque hay que reconocer que para eso habría que comenzar con la
recuperación de la conciencia de clase, algo que el capital en su
versión más salvaje se ha afanado en desdibujar en los últimos 40 años.
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