El FBI es una fábrica de conspiraciones terroristas en
EEUU
Mapocho Press
La Oficina Federal de Investigación
(Federal Bureau of Investigation, FBI, en inglés) emprendió un método inusual
para “prevenir futuros atentados terroristas” al desarrollar una red de casi
15.000 espías para infiltrar diversas comunidades estadounidenses a la busca de
potenciales maquinaciones terroristas.
Sin embargo, los topos realmente están buscando e incitando a cierto perfil
de gente a cometer violaciones de la ley, e incluso delitos criminales, para
después denunciarlos y cobrar recompensas en efectivo de hasta 100.000 dólares
por caso, mientras el FBI convoca a la prensa para dar cuenta de otro complot
terrorista abortado.
La fuente principal de esta historia sobre los infiltrados secretos del FBI
en redes sociales, cómo seleccionan a sus víctimas estadounidenses y las inducen
a cometer delitos para luego encerrarlas es una investigación del Programa de
Periodismo de Investigación de la Universidad de Berkeley-California y la
revista Mother Jones. La trama de esta extraña actividad del FBI fue
relatada por Trevor Aaronson en el reportaje “The Informants” (Los informantes). Ésta es la traducción de lo
publicado en Mother Jones de septiembre-octubre 2011:
“El FBI construyó una red masiva de espías para prevenir otro ataque
nacional. ¿Pero están atacando la estructura terrorista, o la están
liderando?”
James Cromitie era un hombre de bravatas y fanatismo. Compuso
historias salvajes sobre sus hazañas supuestas, como haber explotado bombas de
gas en recintos de policía usando un lanzallamas, y despotricaba contra los
judíos. Una vez dijo: “El peor hermano de todo el mundo islámico es mejor que 10
mil millones de yahudies”.
Mecánico de 45 años, adoptó el nombre de Abdul Rahman tras convertirse al
Islam en una estadía en prisión por vender cocaína. Cromitie tenía varias
preocupaciones: convenció a su esposa que no dormía pensando en el alquiler y en
encontrar un trabajo decente si cargaba con un expediente criminal. Pero soñaba
con estampar su marca. Y confiaba mucho en un pakistaní de mediana edad, a quien
conocía como Maqsood.
–“Voy a hacer algo realmente grande”, diría Cromitie. “Justo lo siento, se lo
estoy diciendo. Lo presiento”.
Maqsood y Cromitie se encontraron en una mezquita de Newburgh, un pueblo de
mal vivir abandonado por la fuerza aérea, a casi una hora al norte de Nueva
York. Entablaron amistad, hablando por horas sobre los problemas del mundo y
cómo los judíos debían pagar sus culpas.
Todo era charla, hasta noviembre de 2008, cuando Maqsood presionó a su nuevo
amigo: –¿Usted no ha pensado en ser un buen reclutador o un mejor hombre de
acción?–, le preguntó Maqsood.
– Soy ambos–, se jactó Cromitie.
– Mi gente se complacería mucho en conocer eso, hermano. Honestamente.
–¿Quién es su gente?, interrogó Cromitie.
–Jaish-e-Mohammad.
Maqsood dijo que era un agente del grupo terrorista paquistaní encargado de
ensamblar un equipo a sueldo de la Jihad en EEUU. Le preguntó a Cromitie:
– ¿Qué atacaría si tuviera los medios?
–Un puente–, dijo Cromitie.
– Pero los puentes son demasiado duros para ser atacados –replíco Maqsood–,
porque se hacen de acero.
– Por supuesto que se hacen de acero –contestó Cromitie–. Pero, de la misma
manera que pueden levantarse, se pueden derribar.
Maqsood indujo a Cromitie a adoptar un plan “más realista”. Los ataques de
Bombay estaban en todas las noticias y señaló cómo esos pistoleros apuntaron a
hoteles, cafés y un centro de la comunidad judía.
–Con su inteligencia, sé que usted puede manipular a alguien –le dijo
Cromitie a su amigo–, pero no a mí, porque soy inteligente.
Los amigos fraguaron un bombardeo a una sinagoga del Bronx (NY) y después
dispararían misiles Stinger a los aviones estacionados en el Aeropuerto
Internacional Stewart, en el sur de Hudson Valley. Maqsood proporcionaría todos
los explosivos y armas, incluso los vehículos.
–Tenemos dos misiles, ¿Ok? –ofreció–. Dos Stingers, misiles rocket.
Maqsood era un operativo secreto; y eso era verdad. Pero no de
Jaish-e-Mohammad. Su verdadero nombre era Shahed Hussain y era un informante
pagado por la Oficina Federal de Investigación.
Desde el 11 de septiembre de 2001, el contraterrorismo es la prioridad N° 1
del FBI, que consume la mayor parte de su presupuesto –3.300 millones de
dólares, 27% más que los 2.600 millones destinados a luchar contra el crimen
organizado– y presta mucha atención a los agentes en terreno de su red masiva de
informantes, a escala nacional.
Después de años de acentuar el reclutamiento de estos informantes como tarea
principal de sus agentes, la oficina mantiene ahora una nómina de 15.000 espías,
muchos de ellos, como este Hussain, encargados de tareas de infiltración de
comunidades musulmanes en EEUU. Además, por cada informante oficialmente
enlistado en los registros del bureau, hay por lo menos tres oficiosos,
conocidos en el lenguaje fbiano como hip pockets (“bolsillos
traseros”), según un ex funcionario de alto nivel del FBI.
Los informadores pueden ser médicos, vendedores, imanes. Algunos ni siquiera
podrían considerarse informantes. Pero el FBI regularmente exalta a todos como
parte de un aparato nacional de inteligencia cuyo único símil histórico pudo ser
Cointelpro, el programa que desarrolló la oficina entre los años 50 y 70 para
desacreditar y marginar organizaciones introducidas por el Ku Klux Klan en los
grupos de protesta y derechos civiles.
A través de la historia del FBI, el número de informantes es un secreto
cuidadosamente guardado. Sin embargo, periódicamente la oficina recurre a estas
figuras. Un comité del Senado encontró en 1975 que tenía 1.500 informantes. En
1980, funcionarios revelaron que eran 2.800. Seis años más tarde, siguiendo el
empuje del FBI contra las drogas y el crimen organizado, el número de
informantes se infló a 6.000, publicó Los Angeles Times en 1986. Y según
el FBI, el número creció perceptiblemente después del 11/9. En el año fiscal
2008, en su requerimiento de autorización presupuestaria, el FBI reveló que
trabajaba acatando una instrucción presidencial de noviembre de 2004 que exigía
crecimiento del “desarrollo y gestión humana de las fuentes” y que necesitaba
12,7 millones de dólares para un programa de etiquetado de su red de espías y
crear software para el seguimiento y manejo de sus informantes.
La estrategia del bureau ha cambiado perceptiblemente desde los días en que
sus funcionarios temieron otros ataques coordinados internacionalmente y
financiados por una célula “en sueño” de Al Qaeda. Hoy, los expertos en
contraterrorismo creen que grupos como Al Qaeda, maltrechos por la guerra en
Afganistán y los esfuerzos del área global de inteligencia, se han desplazado a
un modelo de franquicia, utilizando Internet para animar a sus simpatizantes a
realizar ataques en su nombre. La principal amenaza nacional que percibe el FBI
es un lobo solitario.
La respuesta del bureau ha sido una estrategia conocida indistintamente como
“prioridad”, “prevención” o “disrupción”, que consiste en identificar y
neutralizar a los lobos solitarios potenciales antes que se muevan hacia la
acción. A tal efecto, los agentes e informantes del FBI no apuntan siquiera a
los jihadistas activos, sino a decenas de miles de personas respetuosas de la
ley, buscando identificar las contrariedades de unos pocos que sean capaces de
participar en un plan sugerido por sus propios agentes e informantes, en
determinadas oportunidades y con medios. Y cuando llega después el momento, el
mismo gobierno proporciona el plan, los medios y señala la oportunidad
precisa.
Así es cómo trabajan: los informantes reportan a sus controladores sobre
gente que, por ejemplo, ha manifestado simpatías por los terroristas. Entonces
se hacen referencias cruzadas con los datos de inteligencia existentes sobre
esas personas, tales como datos de inmigración y antecedentes penales. Los
agentes del FBI pueden así asignar a un operativo secreto para acercarse al
blanco etiquetado como un radical. A veces, el operativo propondrá un plan,
proporcionará explosivos, incluso someterá al blanco a un juramento falso de Al
Qaeda. Una vez recopilada bastante información de la incriminación, viene la
detención y la rueda de prensa que anuncia otro proyecto terrorista
frustrado.
Si esto suena vagamente familiar, es porque tales operaciones policiales son
frecuentes en los titulares. ¿Recuerdan el complot de bombardeo del Metro de
Washington? ¿El plan contra el tren subterráneo de Nueva York? ¿Los individuos
que planeaban explotar la Torre Sears? ¿El adolescente que intentó bombardear la
iluminación del árbol de navidad de Portland? Cada uno de ésos complots, y
docenas de otros por toda la nación fueron conducidos por un miembro del
FBI.
Durante el último año, Mother Jones y el programa de periodismo de
investigación de la universidad de Berkeley-California examinaron los
procesamientos de 508 demandados en casos relacionados con terrorismo, según la
definición del ministerio de Justicia. ¿Qué encontró nuestra investigación?:
● Casi la mitad de los procesos involucró el uso de informantes, muchos de
ellos incentivados por el dinero (los operativos pueden cobrar hasta 100.000
dólares por asignación) o la necesidad de levantar violaciones criminales o de
inmigración. (Para más detalles sobre estos 508 casos, ver nuestras páginas de
navegación y los registros de la base de datos).
● Las operaciones policiales dieron lugar al procesamientos contra 158
demandados. De ese total, 49 acusados participaron en planes conducidos por un
agente provocador, la instigación operativa del FBI para la acción terrorista.
● Todos los complots nacionales destacados de terrorismo durante la década
pasada, con tres excepciones, fueron realmente aguijoneados por el FBI. (Las
excepciones fueron Najibullah Zazi, que estuvo cerca de bombardear el sistema de
transporte subterráneo de Nueva York en septiembre de 2009; Hesham Mohamed
Hadayet, el egipcio que abrió fuego contra el controlador de boleto de El Al en
el aeropuerto de Los Ángeles; y fallido intento de bombardero de Faisal Shahzad
en Times Square, en mayo de 2010).
● En muchos casos de aguijoneo del FBI, los encuentros clave entre el
informante y el blanco no fueron registrados, para dificultar a los acusados sus
alegatos de colocación de trampas para probar su caso. Los cargos relacionados
con terrorismo son tan difíciles de llevar adelante en la corte, sobre todo
cuando las evidencias son poco abundantes, que a menudo los demandados no
arriesgan un juicio.
“El problema con los casos de que estamos hablando es que los demandados no
habrían hecho ninguna cosa si no hubieran sido empujados por los agentes de
gobierno”, dijo Martin Stolar, un abogado que representó a un hombre cogido en
un aguijoneo de 2004 que involucró la estación de metro de Herald Square en
Nueva York. “Están creando crímenes para resolver crímenes y poder reclamar por
una victoria en la guerra antiterrorista”. En defensa del FBI, sus partidarios
sostienen que la oficina sólo perseguirá un caso cuando el blanco esté
claramente dispuesto a participar en la acción violenta. “Si usted está haciendo
un aguijoneo derecho, usted está ofreciendo al blanco múltiples ocasiones de
retirarse”, dijo Peter Ahearn, un agente especial jubilado que dirigió al Grupo
de Tarea de la Junta Occidental de Anti-terrorismo de Nueva York y supervisó la
investigación del Lackawanna Six, una célula de terrorismo acusada por el
FBI cerca de Buffalo, Nueva York. “La gente real no dice ‘sí, dejemos que
coloquen la bomba’. La gente real llama a los polis”.
En la página 2 de este reportaje, que en total ocupa seis largas páginas del
sitio web de Mother Jones, algunos veteranos del FBI criticaron el
programa como improductivo e intruso. Señalaron que –durante una reunión de alto
nivel– el agente estrella Phil Mudd dijo que él había empujado a la oficina “al
lado oscuro”. Esa tensión tiene sus raíces en la diferencia rígida entre el FBI
y la CIA: Mientras esta última tiene libertad para actuar internacionalmente sin
consideración alguna hacia los derechos constitucionales, el FBI debe respetar
tales derechos en sus investigaciones nacionales y los críticos de Mudd
consideraron que era ir demasiado lejos poner en práctica la idea de apuntar a
los estadounidenses basándose en su pertenencia étnica y religiosa.
Para seguir leyendo (en inglés) las cinco páginas restantes de este
extraordinario reportaje de Trevor Aaronson, en Mother Jones, hay que
pinchar en: http://www.motherjones.com/ politics/2011/08/fbi- terrorist-informants?page=2.
*) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
Fuentes:
● Trevor Aaronson, “The Informants,” Mother Jones, September/October
2011, http://www.motherjones.com/ politics/2011/08/fbi- terrorist-informants
.
● “FBI Organizes Almost All Terror Plots in the US,” RT.com, August 23, 2011,
http://rt.com/usa/news/fbi- terror-report-plot-365-899/ print.
Estudiante investigador: Taylor Falbisaner (Sonoma State University)
Evaluador académico: Peter Phillips (Sonoma State University)
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