lunes, 1 de octubre de 2012

Un nuevo estudio de la Universidad de Nueva York documenta el terror sufrido por los civiles pakistaníes a causa de los bombardeos estadounidenses con aviones no tripulados
The Guardian
Los investigadores de las Facultades de Derecho de la Universidad de Stanford y de la Universidad de Nueva York han publicado un nuevo informe , de fundamental importancia y prolijamente documentado, acerca del impacto de la campaña de Obama en Pakistán de ataques con aviones teledirigidos. Titulado “ Living Under Drones : Death, Injury and Trauma to Civilians From US Drone Practices in Pakistan ”, el informe detalla los aterradores efectos de los ataques de los aviones no tripulados de Obama, así como las numerosas declaraciones públicas, altamente engañosas, de los funcionarios de la administración sobre esa campaña. El objetivo del estudio era llevar a cabo una “investigación independiente sobre si los ataques en Pakistán de los aviones no tripulados, y en qué medida, se ajustaban al derecho internacional y si causaban daños y heridas a los civiles”.
El informe se “basa en unas 130 detalladas entrevistas con víctimas y testigos de la actividad de esos aviones, con miembros de sus familias, con actuales y anteriores autoridades del gobierno pakistaní, representantes de los cinco principales partidos pakistaníes, expertos en la materia, abogados, profesionales médicos, académicos y periodistas”. Los testigos “proporcionaron relatos en primera persona de los ataques de los aviones no tripulados, así como testimonio sobre toda una gama de aspectos que incluían los ataques mismos con misiles, los lugares de los ataques, los cuerpos de las víctimas o el miembro o miembros de la familia asesinados o heridos en los ataques”.
Aquí van los primeros y potentes tres primeros párrafos del informe, que resumen sus principales hallazgos:
“ En EEUU, la narrativa dominante acerca de la utilización de aviones no tripulados en Pakistán es la de una herramienta quirúrgicamente precisa y eficaz que aumenta la seguridad de EEUU al posibilitar el “asesinato selectivo” de terroristas con mínimos impactos negativos o colaterales”.
Esta narrativa es falsa.
Tras nueve meses de intensas investigaciones –incluyendo dos investigaciones en Pakistán, más de 130 entrevistas con víctimas, testigos y expertos, y de revisar miles de páginas de documentación y de noticias aparecidas en los medios, este informe ofrece pruebas de los daños y efectos contraproducentes de las actuales políticas estadounidenses de ataques con aviones no tripulados. Basado en amplias entrevistas con los pakistaníes que viven en las regiones directamente afectadas, así como con trabajadores de la asistencia sanitaria y humanitaria, este informe proporciona nuevos testimonios de primera mano acerca de los impactos negativos que las políticas estadounidenses están teniendo en los civiles que sufren dichos ataques.”
Aunque se señala que es difícil conseguir información precisa sobre la cifra de civiles asesinados “debido a los esfuerzos de EEUU para ocultar del control democrático el programa de ataques con aviones no tripulados “, sin embargo, el informe concluye: “Aunque EEUU apenas reconoce víctimas civiles, hay pruebas importantes y fehacientes de que los ataques de los aviones no tripulados estadounidenses han herido y matado civiles”.
Pero, más allá de los recuentos de víctimas, está el hecho de que “las políticas estadounidenses de ataques con aviones no tripulados causan daños apenas reconocidos en las vidas diarias de los civiles normales y corrientes, más allá de la muerte y de las heridas físicas”:
“ Los aviones planean durante las veinticuatro horas del día sobre las comunidades del noroeste de Pakistán, atacando hogares, vehículos y espacios públicos sin previa advertencia. Su presencia aterroriza a hombres, mujeres y niños, aumentando la ansiedad y los traumas psicológicos entre las comunidades civiles. Quienes viven en esas zonas tienen que enfrentarse a la constante preocupación de que en cualquier momento puede producirse un ataque letal y al conocimiento de que están desprotegidos. Esos temores han acabado por afectar a la conducta. La práctica estadounidense de atacar una zona múltiples veces y las pruebas de que también asesina a los rescatadores, hace que tanto los miembros de las comunidades como los trabajadores humanitarios se sientan aterrados o no muy dispuestos a la hora de ayudar a las víctimas alcanzadas. Algunos miembros de las comunidades evitan las reuniones de grupo, incluyendo los importantes órganos tribales de resolución de conflictos, ante el temor de que puedan atraer la atención de los operativos de los aviones. Algunos padres deciden mantener a sus niños en casa, y los niños heridos o traumatizados por los ataques han dejado de ir al colegio. Los waziríes manifestaron a nuestros investigadores que los ataques han limitado sus prácticas religiosas y culturales relacionadas con los enterramientos, consiguiendo que los miembros de la familia sientan pavor a asistir a los funerales. Además, las familias que han perdido a sus seres queridos o sus hogares en los ataques de los aviones no tripulados se ven ahora obligadas a realizar nuevos y añadidos esfuerzos para poder sobrevivir.”
En resumen, que los pueblos que viven en las zonas atacadas por la campaña de Obama de ataques con avio nes no tripulados están siendo sistemáticamente aterrorizados. No hay otra palabra para definir la situación. Es una campaña de terror –de terror muy eficaz- sin que importe qué sentimientos nobles o progresistas uno desee creer que existen en el corazón del dirigente que los ordena. Y por eso precisamente el informe, para gran honor suyo, utiliza ese término para describir la política de Obama: la campaña con aviones no tripulados “aterroriza a hombres, mujeres y niños”.
Nótese que, a lo largo de esas mismas líneas, el informe confirma lo que ya estaba anteriormente documentado : el vil (y probablemente criminal) ataque de la campaña de Obama contra los rescatadores que acuden para proporcionar ayuda a las víctimas del ataque inicial. Se señala también que incluso los funerales de las víctimas de los ataques de esos aviones se han convertido en blanco del programa de Obama, por lo cual, según el informe documenta, EEUU ha “conseguido que los integrantes de la familia sientan miedo de asistir a los funerales”. El resultado de esta táctica es tan previsible como atroz:
“Los se gundos ataques desaniman a los civiles normales de acudir en ayuda de la persona alcanzada e incluso inhiben a los trabajadores humanitarios a la hora de proporcionar ayuda médica de emergencia.”
En la jerarquí a de los crímenes de guerra, atacar de forma deliberada a rescatadores y funerales provocando que los trabajadores de la ayuda humanitaria se sientan aterrados de tratar de ayudar a los heridos, intimidando también a los integrantes de las familias de asistir al duelo por sus seres queridos, se sitúa muy arriba, por decirlo suavemente. En efecto, los mismos EEUU llevan mucho tiempo manteniendo que esos “ataques secundarios” son el principal distintivo de algunos de los más despiadados grupos terroristas del mundo.
Como el informe detalla ampliamente, quizá lo peor de todo sea que la principal excusa ofrecida por los defensores de Obama ante esta matanza continua: -Hace que EEUU sea un país más seguro al matar a Los Terroristas- es, “cuando menos”, discutible; en efecto, es mucho más probable que ocurra lo contrario:
“ El porcentaje de objetivos de “alto nivel” asesinados en el total de víctimas es extremadamente bajo, se estima que solo un 2%. Además, las pruebas sugieren que los ataques de EEUU han potenciado el reclutamiento de los grupos armados violentos no estatales, y provocado más ataques violentos .”
Retrocediendo a 2004, el Pentágono de Rumsfeld encargó un estudio para determinar las cau sas del terrorismo antiestadounidense, e incluso ahí se llegaba a la siguiente conclusión: “Los musulmanes no ‘odian nuestra libertad’, lo que odian son nuestras políticas”. Corretear por todo el mundo golpeándose el pecho y bramando “¡Estamos en guerra!”, mientras bombardeas múltiples países musulmanes no le hace a uno más seguro. Consigue, palmariamente, todo lo contrario, ya que asegura que incluso la persona más racional calculará que atacar violentamente a los estadounidenses en respuesta a sus actos es algo justo y necesario para disuadir de nuevas agresiones.
Un ataque de un día en suelo estadounidense hace once años desencadenó una interminable campaña de violencia por todo el mundo por parte del objetivo y sus aliados. ¿Es realmente tan difícil comprender que los continuos bombardeos y ataques matando civiles durante muchos años, en muchos países musulmanes, no harán sino generar el mismo deseo de agresión y venganza contra EEUU?
Una y otra vez, quienes han intentado perpetrar algún ataque sobre suelo estadounidense han citado a los niños musulmanes y a otros seres humanos inocentes a quienes los aviones no tripulados de Obama se encargan de liquidar. Recuerden las palabras del pakistaní-estadounidense Faisal Shahzad, quien intentó colocar una bomba en Times Square; en la vista para recibir sentencia, cuando la juez federal que presidía su caso, Miriam Goldman Cedarbaum, le preguntó incrédulamente cómo era posible que fuera capaz de utilizar una violencia que habría causado multitud de muertos incluso de niños inocentes, mientras pasaba totalmente por alto que su propio gobierno hace constantemente eso, Shahzad le respondió:
“Bien, los aviones no tripulados que machacan Afganistán e Iraq no ven niños, no ven a nadie. Matan mujeres, matan niños, matan a todo el mundo. Es una guerra, y en una guerra, matan a la gente. Están asesinando a todos los musulmanes…
Yo soy la respuesta al terror de EEUU contra las naciones y los pueblos musulmanes. Y, en nombre de todos ellos, trato de vengar esos ataques. Como viven en EEUU , los estadounidenses solo se preocupan por su propio pueblo y les trae sin cuidado que mueran los pueblos de otros lugares del mundo”.
En el momento en que fue apresado por las autoridades estadounidenses, Shahzad, como informó el Washington Post , dijo a los agentes “que lo que le impulsó a actuar era oponerse a la política de EEUU en el mundo musulmán, según manifestaron los testigos. Una de las primeras cosas que dijo fue: ‘¿Cómo se sentirían Vds. si el pueblo estadounidense fuera atacado? Vds. están atacando a un país soberano, Pakistán’”.
Lo que es quizá más importante es que el informe documenta los niveles extremos de propaganda utilizados por la prensa occidental para engañar a sus ciudadanos y hacerles creer cosas que no son sino puros mitos sobre la campaña de los aviones no tripulados. Como he expuesto con anterioridad , lo peor de esos mitos es el mimetismo periodístico del término “militantes” para describir a las víctimas de los aviones no tripulados incluso cuando esos medios no tienen ni idea de quién ha muerto o de si ese término es exacto (en efecto, el mismo término es casi tan impreciso como el de “terrorista”). Esta práctica de los medios se vuelve especialmente inexcusable después de que el New York Times revelara en mayo que el “Sr. Obama había adoptado un método controvertido para contar las víctimas civiles que consiste en considerar como combatientes a todos los hombres en edad militar que se encuentran en una zona de ataque”.
De forma increíble, incluso después de que se revelara esa radical redefinición e incluso después de que la administración Obama fuese pillada in fraganti arrojando falsedades que podían demostrarse como tales sobre la identidad de las víctimas de los aviones no tripulados, los medios estadounidenses continuaron utilizando el término “militante” para describir a dichas víctimas. El nuevo informe insta a que se ponga fin a esa práctica:
“ Los periodistas y los medios deberían olvidar la práctica usual de referirse sencillamente a muerte de “militantes” sin más explicaciones. Todos los informes del gobierno acerca de muertes de “militantes” deberían incluir el reconocimiento de que el gobierno de EEUU considera “militantes” a todos los hombres adultos asesinados por los ataques, sin que medie prueba alguna . Los relatos de los medios que confían en fuentes anónimas gubernamentales deberían también subrayar el hecho de que solo disponen de una fuente, así como del pasado historial de informes falsos por parte del gobierno.”
S ignificativamente, el informe dice que el principal culpable de esos males es lo que define como “escalada espectacular” de la campaña con aviones no tripulados por parte del Premio Nobel de la Paz de 2009, escalada no solo en puros números (en menos de cuatro años, “se ha informado que Obama ha superado en más de cinco veces la cifra de ataques ordenados por Bush en ocho años”), sino más aún: en la naturaleza indiscriminada de los ataques. Como afirmaba el martes un artículo del Guardian sobre este informe: “En él se culpa al Presidente de EEUU, Barack Obama, de la escalada de ‘ataques con firma’ en los que se selecciona a grupos únicamente a través de un análisis remoto del ‘modelo de vida’”.
El informe condena igualmente a la administración Obama al documentar los intentos de ésta para suprimir la información sobre las víctimas de esos aviones, y lo que es aún peor, por inducir activamente a error cuando finalmente se dignan a ofrecer selectivamente alguna información. Aún reconociendo la dificultad de determinar el número de civiles muertos con exactitud –debido a “la opacidad del gobierno estadounidense sobre su programa de asesinatos selectivos”, así como a la inaccesibilidad de la región-, no obstante, documenta que “las cifras de civiles asesinados son indudablemente mucho más altas que las escasas concedidas por las autoridades estadounidenses”. Es decir, que, “ indudablemente”, son falsas las declaraciones públicas de la administración. Así resumen hoy Los Angeles Times los hallazgos del estudio: “Los ataques de los aviones no tripulados han asesinado en las áreas tribales de Pakistán muchos más civiles de lo que han reconocido las autoridades estadounidenses encargadas de las actividades de contraterrorismo”.
(El informe es especialmente mordaz con la patente falta de fiabilidad de la New America Foundation y del destacado animador de los aviones no tripulados y de Obama, Peter Bergen, también de la CNN, a quien la administración que con tanta diligencia defiende ha recompensado ampliamente permitiéndole un lucrativo acceso . El informe, haciéndose eco de un reciente artículo de Conor Friedersdorf , en The Atlantic, y de un análisis aparecido en The Bureau of Investigative Periodism , concluye que al analizar las principales afirmaciones de Bergen “han salido a la luz una serie de omisiones e inconsistencias en el conjunto de datos ofrecidos por la New American Foundation, lo que pone en duda sus ampliamente difundidas conclusiones”. Documenta “varias otras flagrantes omisiones de los datos de la New America Foundation” utilizados para describir la campaña de aviones no tripulados de Obama de forma mucho más benigna de lo que realmente es.)
Por último, el informe señala la amenaza que para la responsabilidad democrática supone la negativa de la administración Obama a permitir que se lleve a cabo cualquier supervisión judicial transparente acerca de a quién mataron las órdenes del Presidente: “La posición de opacidad del gobierno estadounidense sobre las víctimas civiles es también emblemática de vacío democrático y vacío de responsabilidad”. A ese respecto, el informe –en su párrafo final- cita la pregunta a la que a menudo me he referido en relación a este estado de cosas, una respuesta que nunca he escuchado de labios de los defensores del programa de ataques con aviones no tripulados de Obama:
“A la luz de estas preocupaciones, el escritor, comentarista político y ex abogado constitucionalista Glenn Greenwald, se pregunta explícitamente: “Si Vds. creen que el Presidente debería tener poder para ordenar que se ejecute a gente, incluidos los mismos ciudadanos estadounidenses, sin el proceso debido y sin siquiera algún control o transparencia, ¿ cuál es entonces el poder que Vds. creen que no debería tener ?”.
Lo que ha hecho que para mí ésa sea una cuestión especialmente apremiante es que los progresistas estadounidenses vitorearon a voz en cuello cuando Al Gore lanzó una pregunta parecida en un discurso de 2006 , ampliamente celebrado, ofrecido en el Washington Mall para denunciar el ataque de Bush/Cheney contra las libertades civiles:
“Si el Presidente tiene la autoridad inherente para espiar a los ciudadanos estadounidenses sin una orden judicial, encarcelar a los ciudadanos estadounidenses en función de su vo luntad, secuestrar y torturar, entonces, ¿qué es lo que no puede hacer?”.
Lo que siempre me ha sorprendido en cuanto a esa declaración es que, entonces, Gore estaba simplemente condenando el espionaje de Bush a los estadounidenses y su detención sin orden judicial. Sin embargo, ahora, Obama está proclamando tener poder para decidir a quién hay que matar sin una pizca de transparencia, supervisión o proceso debido –un poder que se está utilizando continuamente para asesinar a civiles, incluyendo niños- y muchos de esos mismos progresistas están ahora jaleándole realmente para que lo haga.
Los demócratas se pasaron varios días en su convención de hace dos semanas animando y celebrando como locos el uso de la violencia y de la fuerza que hace el Presidente Obama. Están festejando a un dirigente dedicado a aterrorizar diversas zonas del mundo musulmán, asesinando repetidamente a niños, atacando a las personas que se dedican a rescatar a las víctimas, a las personas que entierran a sus seres queridos, atrincherando su autoridad para ejercer los poderes más extremos con total secretismo y sin la más mínima responsabilidad, todo ello logrando que no disminuya sino que aumente la probabilidad de futuros ataques. El nuevo informe de las Universidades de Stanford y Nueva York no es sino el último de una larga línea de pruebas que demuestran todo lo anterior.
Glenn Greenwald es un ex abogado constitucionalista estadounidense, columnista, bloguero y escritor. Greenwald trabajó como abogado especializado en derechos civiles y constitucionales antes de convertirse en un colaborador (columnista y bloguero) de Salon.com , donde se centró en el análisis de temas políticos y legales. También ha colaborado con otros periódicos y revistas de información política como The New York Times, Los Angeles Times, The Guardian, The American Conservative, The National Interes e In These Times. En agosto de 2012, dejó Salon para colaborar con The Guardian

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