El futuro de Libia parece funesto mientras el foco de atención de los medios se dirige a otra parte
The Independent
El segundo aniversario de la intervención de la OTAN a favor de los rebeldes libios y en contra de Muamar Gaddafi ha pasado casi desapercibido para los gobiernos y medios extranjeros que tan preocupados estaban en 2011 por la seguridad y los derechos humanos del pueblo libio. Esto no debería sorprender ya que a todas luces Libias se está desmoronando como país y los libios están a merced de las milicias que explotan a aquellos que antes afirmaron proteger.
Todo indica que la situación está empeorando en vez de mejorar. El 5 de marzo el parlament o libio se reunió para discutir si se deberían purgar e inhabilitar a los libios que habían trabajado como funcionarios durante los 42 años que Gadafi estuvo en el poder, lo que incluiría también a personas que durante mucho tiempo fueron disidentes y que desempeñaron un papel destacado durante el levantamiento contra Gadafi, pero que décadas atrás había sido ministros bajo el régimen anterior. Los manifestantes que pedían esta purga obligaron a los parlamentarios a trasladarse por su seguridad a las oficinas del servicio meteorológico a las afueras de Trípoli donde fueron atacados por hombres armados que irrumpieron en el edificio mientras desaparecían los policías que los custodiaban. Algunos de los parlamentarios estuvieron 12 horas retenidos como rehenes mientras que otros se enfrentaron a un tiroteo para escapar.
Fuera de Trípoli el control de los hombres armados aún es más absoluto. Esto solo llama la atención del resto del mundo cuando hay un acto de violencia espectacular, como el asesinato en Bengasi el pasado mes de septiembre del embajador estadounidense Chris Stevens por la milicia yihadista. Este fue el único acto de violencia extrema en Libia que fue ampliamente cubierto por los medios extranjeros, pero solo porque el Partido Republicano lo convirtió en una cuestión política en Estados Unidos. Pero el embajador y sus guardas no son los únicos extranjeros que han muerto violentamente en Bengasi desde el derrocamiento de Gadafi. Un grupo de derechos humanos egipcio informó el mes pasado que un copto egipcio llamado Ezzat Hakim Attalah había sido torturado hasta morir en la ciudad tras ser detenido con otros 48 comerciantes en el mercado municipal de Bengasi.
Salvo honrosas excepciones, las organizaciones de derechos humanos suelen informar sobre la s ituación en Libia de manera más imparcial y rigurosa que los medios de comunicación internacionales. Acorde con esto, la organización Human Rights Watch (HRW), que tienen su base en Nueva York, elaboró un informe detallado sobre la limpieza étnica en la ciudad de Tawergha donde se obligó a 40.000 personas a abandonar sus casas, además de ser objeto de “detenciones arbitrarias, tortura y asesinatos”. Las milicias de Misrata ha atacado a la población, en su mayoría negra, por su apoyo a Gadafi. HRW utilizó imágenes satélite para documentar la destrucción de Tawergha, la mayor parte de la cual se produjo desde el final de la guerra de 2011 cuando resultaron dañados y fueron destruidos 1.370 emplazamientos. Fred Abrahams, asesor especial de HRW, señaló que las imágenes confirman que “el saqueo, los incendios y las demoliciones estaban organizados y su objetivo era la destrucción sistemática para impedir que volvieran los residentes”.
Hay un fuerte contraste entre esta falta de interés y la exhaustiva cobertura sobre Libia durante la guerra. En la primavera de 2011 yo estaba informando sobre los combates en torno a la ciudad de Ajdabiya al sur de Bengasi. Había una cierta atmósfera de guerra falsa que no aparecía en los entusiastas reportajes. Recuerdo haber observado divertido en la entrada sur de Ajdabiya cómo se colocaban los cámaras de televisión para no revelar que había más periodistas que insurgentes.
Nunca vi una posición defendida por los rebeldes ni siquiera controles de carretera entre Ajdabiya y Benga si, dos lugares que siempre dependieron de la fuerza aérea de la OTAN para su defensa. Por supuesto, había unidades rebeldes valientes y entregadas, como había periodistas que escribían sobre ellas, pero sin el apoyo de la OTAN se habría derrotado rápidamente a los insurgentes.
El hecho de que el derrocamiento de Gadafi se lograra fundamentalmente gracias a la intervención extranjera tiene graves consecuencias para los libios hoy. Esto significa que aunque los insurgentes afirman y creen que su victoria se debió únicamente a su propio trabajo, han demostrado ser demasiado débiles para colmar el vacío dejado por la versión de Gadafi del nacionalismo árabe. Sin este nacionalismo árabe hay poco para contrarrestar el fundamentalismo o tribalismo islámico.
¿Tiene esto importancia? Para muchos libios Gadafi y su familia desacreditaron el nacionalismo libio. Muchos de los desastres que le ocurrieron a Iraq después de 2003 les están empezando a ocurrir a otros Estados árabes de diferentes maneras. Como los iraquíes, se están dado cuenta de que las formas externas de democracia no tienen excesiva importancia a menos que haya un acuerdo entre las principales fuerzas políticas sobre las reglas del juego que determina quién detenta el poder.
La autodeterminación nacional debería ser la piedra angular de cualquier nuevo orden. Sin embargo un problema de las revueltas de la Primavera Árabe es que han sido excesivamente dependientes de la ayuda exterior. Pero como ocurrió en Iraq y demuestra Libia, la intervención extranjera siempre es interesada. Los revolucionarios de todas las regiones buscan la ayuda de potencias exteriores oportunistas, pero para lograr tener éxito a largo plazo, deben poner fin en cuanto puedan a esta dependencia. Y deben construir un Estado fuerte y que respete la ley porque si no lo hacen una tanda fresca de dictadores está dispuesta a sustituirlos.
Una muestra de las noticias que llegan de Libia en las últimas semanas nos ofrece una visión de lo que está ocurriendo y vale la pena repetirlo porque lo ignora totalmente la prensa extranjera que antes abarrotaba los hoteles de Bengasi y Trípoli. Por ejemplo, el domingo pasado [31 de marzo de 2013] el jefe de personal del primer ministro Ali Zeidan desapareció en la capital y parece que ha sido secuestrado. Es posible que haya sido en represalia por la declaración de ministros del gobierno de que las milicias actuaban impunemente. Ese mismo día, uno grupo de la milicia irrumpió en el ministerio de Justicia exigiendo la dimisión de ministro después de acusarle de dirigir una cárcel ilegal.
Todo indica que la situación está empeorando en vez de mejorar. El 5 de marzo el parlament o libio se reunió para discutir si se deberían purgar e inhabilitar a los libios que habían trabajado como funcionarios durante los 42 años que Gadafi estuvo en el poder, lo que incluiría también a personas que durante mucho tiempo fueron disidentes y que desempeñaron un papel destacado durante el levantamiento contra Gadafi, pero que décadas atrás había sido ministros bajo el régimen anterior. Los manifestantes que pedían esta purga obligaron a los parlamentarios a trasladarse por su seguridad a las oficinas del servicio meteorológico a las afueras de Trípoli donde fueron atacados por hombres armados que irrumpieron en el edificio mientras desaparecían los policías que los custodiaban. Algunos de los parlamentarios estuvieron 12 horas retenidos como rehenes mientras que otros se enfrentaron a un tiroteo para escapar.
Fuera de Trípoli el control de los hombres armados aún es más absoluto. Esto solo llama la atención del resto del mundo cuando hay un acto de violencia espectacular, como el asesinato en Bengasi el pasado mes de septiembre del embajador estadounidense Chris Stevens por la milicia yihadista. Este fue el único acto de violencia extrema en Libia que fue ampliamente cubierto por los medios extranjeros, pero solo porque el Partido Republicano lo convirtió en una cuestión política en Estados Unidos. Pero el embajador y sus guardas no son los únicos extranjeros que han muerto violentamente en Bengasi desde el derrocamiento de Gadafi. Un grupo de derechos humanos egipcio informó el mes pasado que un copto egipcio llamado Ezzat Hakim Attalah había sido torturado hasta morir en la ciudad tras ser detenido con otros 48 comerciantes en el mercado municipal de Bengasi.
Salvo honrosas excepciones, las organizaciones de derechos humanos suelen informar sobre la s ituación en Libia de manera más imparcial y rigurosa que los medios de comunicación internacionales. Acorde con esto, la organización Human Rights Watch (HRW), que tienen su base en Nueva York, elaboró un informe detallado sobre la limpieza étnica en la ciudad de Tawergha donde se obligó a 40.000 personas a abandonar sus casas, además de ser objeto de “detenciones arbitrarias, tortura y asesinatos”. Las milicias de Misrata ha atacado a la población, en su mayoría negra, por su apoyo a Gadafi. HRW utilizó imágenes satélite para documentar la destrucción de Tawergha, la mayor parte de la cual se produjo desde el final de la guerra de 2011 cuando resultaron dañados y fueron destruidos 1.370 emplazamientos. Fred Abrahams, asesor especial de HRW, señaló que las imágenes confirman que “el saqueo, los incendios y las demoliciones estaban organizados y su objetivo era la destrucción sistemática para impedir que volvieran los residentes”.
Hay un fuerte contraste entre esta falta de interés y la exhaustiva cobertura sobre Libia durante la guerra. En la primavera de 2011 yo estaba informando sobre los combates en torno a la ciudad de Ajdabiya al sur de Bengasi. Había una cierta atmósfera de guerra falsa que no aparecía en los entusiastas reportajes. Recuerdo haber observado divertido en la entrada sur de Ajdabiya cómo se colocaban los cámaras de televisión para no revelar que había más periodistas que insurgentes.
Nunca vi una posición defendida por los rebeldes ni siquiera controles de carretera entre Ajdabiya y Benga si, dos lugares que siempre dependieron de la fuerza aérea de la OTAN para su defensa. Por supuesto, había unidades rebeldes valientes y entregadas, como había periodistas que escribían sobre ellas, pero sin el apoyo de la OTAN se habría derrotado rápidamente a los insurgentes.
El hecho de que el derrocamiento de Gadafi se lograra fundamentalmente gracias a la intervención extranjera tiene graves consecuencias para los libios hoy. Esto significa que aunque los insurgentes afirman y creen que su victoria se debió únicamente a su propio trabajo, han demostrado ser demasiado débiles para colmar el vacío dejado por la versión de Gadafi del nacionalismo árabe. Sin este nacionalismo árabe hay poco para contrarrestar el fundamentalismo o tribalismo islámico.
¿Tiene esto importancia? Para muchos libios Gadafi y su familia desacreditaron el nacionalismo libio. Muchos de los desastres que le ocurrieron a Iraq después de 2003 les están empezando a ocurrir a otros Estados árabes de diferentes maneras. Como los iraquíes, se están dado cuenta de que las formas externas de democracia no tienen excesiva importancia a menos que haya un acuerdo entre las principales fuerzas políticas sobre las reglas del juego que determina quién detenta el poder.
La autodeterminación nacional debería ser la piedra angular de cualquier nuevo orden. Sin embargo un problema de las revueltas de la Primavera Árabe es que han sido excesivamente dependientes de la ayuda exterior. Pero como ocurrió en Iraq y demuestra Libia, la intervención extranjera siempre es interesada. Los revolucionarios de todas las regiones buscan la ayuda de potencias exteriores oportunistas, pero para lograr tener éxito a largo plazo, deben poner fin en cuanto puedan a esta dependencia. Y deben construir un Estado fuerte y que respete la ley porque si no lo hacen una tanda fresca de dictadores está dispuesta a sustituirlos.
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