Una fábula de alcance mundial
La liebre estadounidense y la tortuga china (2/4)
Renenaba.com
La contención euro-estadounidense de China en África y la guerra psicológica.
Gran vencedora de la Guerra Fría, la liebre estadounidense se benefició de un excepcional estado de gracia en la historia de las relaciones internacionales contemporáneas gracias a la implosión del bloque soviético, una década prodigiosa de unilateralidad que aceleró su dominio sobre zonas reticentes a su hegemonía, hasta el punto de que los admiradores interesados llegaron a considerar el siglo XXI «el siglo estadounidense» para celebrar «el destino manifiesto» de Estados Unidos.
Ciertamente la guerra del Golfo de 1990-1991 permitió a los estadounidenses plantarse en medio de los principales yacimientos petroleros del planeta, y la guerra de Kosovo en 1999 facilitó su implantación en Europa central, particularmente en Albania, considerada desde hacía mucho tiempo un bastión de la ortodoxia comunista.
Ciertamente también, en línea con sus objetivos, la guerra de Afganistán (2001) y después la guerra de Irak (2003) iban a permitir a Estados Unidos rematar su misión llegando por primera vez en su historia al Cáucaso y emplazándose en el corazón del sistema energético mundial por su dominación sobre el Golfo y su control de las vías de abastecimiento del crudo transcaucasiano.
Pero el plan perfecto ha sufrido fuertes turbulencias que han alterado el proyecto original. La guerra de Vietnam (1960-1975, con 52.000 muertos), que se superpuso a los costes de los dos principales conflictos del siglo XXI (Afganistán e Irak) de unos 3 billones de dólares, una pérdida de capitalización bursátil del orden de 2,5 billones de dólares y finalmente la crisis de la deuda europea han reducido de manera considerable el margen de maniobra del dúo atlantista sangrando su economía y reduciendo la capacidad de proyección del poder estadounidense. Así la primera potencia militar de todos los tiempos ha tomado prestado, sin darse cuenta, un esquema similar al de la Europa del siglo XX.
Frente a este gran primer conflicto del siglo XXI Europa, que quería convertirse en uno de los pivotes del tercer milenio, rápidamente se ha visto marginada por el tándem anglo-estadounidense, discreta prefiguración de la «Angloesfera», la alianza WASP (blanco, anglosajón, protestante) cuyo establecimiento preconizaron los discípulos de Samuel Huntington, el autor de la teoría del «Choque de civilizaciones», dirigida a constituir bajo la égida anglosajona un directorio de los países de civilización occidental y raza blanca (29% de la población mundial) para dirigir el «mundo libre».
La refundación de la doctrina estratégica de la OTAN con ocasión del cincuentenario de la Alianza Atlántica, en mayo de 1999, con la adjunción de los antiguos países del bloque soviético, aparece a este respecto como una señal precursora para los partidarios de esta tesis.
Al aportar su aval militar y diplomático a Estados Unidos y subestimando su capacidad de influencia, Europa aparece con respecto a la comunidad internacional como un apéndice de EE.UU. Hasta el punto de que numerosos observadores han concluido que Europa ha abdicado de su independencia para desempeñar el papel de promontorio de Estados Unidos al otro lado del Atlántico renunciando a su antigua vocación de faro de la civilización y a su propia autonomía frente a Estados unidos para convertirse en un engranaje de la estrategia estadounidense, una «isla a lo largo de las costas de Eurasia», tomando la expresión del geógrafo Muchel Fournier.
En tándem, bajo el pretexto de los grandes principios, la injerencia humanitaria y la guerra contra el terrorismo, con la ayuda de siglas disimuladoras, el AFRICOM del Magreb, el RECAMP del África francófona o el EUFOR (3) en el centro del continente, el reparto occidental de África se lleva a cabo suavemente sobre el trasfondo de una batalla feroz por el control de las reservas estratégicas en el flanco meridional de Europa, frente a los trastornos geoestratégicos provocados por la emergencia de China en el antiguo coto privado colonial, especialmente en el norte de África y en el continente negro.
Con la excusa de la «guerra contra el terrorismo», Estados Unidos se ha dedicado incluso a establecer para el continente negro en particular un cuerpo del ejército con el nombre de «VIII cuerpo del ejército» estadounidense con el fin de completar la red militar del planeta con una presencia física operativa en todos los continentes. El AFRICOM, cuya creación se decidió en 2007, debía tener competencias sobre los 50 Estados miembros de la Unión Africana, excepto Egipto.
El redespliegue diplomático y estratégico euro-estadounidense ocurrió sobre un fondo de exacerbación de la polémica con respecto a los beneficios y los perjuicios de la colonización, su «papel positivo» y sus secuelas, las «pruebas de ADN» y los «vuelos de la vergüenza» en Francia, la «inmigración selectiva» en Europa mientras que al contrario la penetración china se hacía de una manera pacífica propulsada con el déficit estadounidense, un sólido colchón financiero de varios miles de millones de dólares de bonos del Tesoro de EE.UU., en un continente con el que China no tiene ninguna deuda colonial.
Por su impacto psicológico y sus consecuencias a largo plazo, la penetración china es comparable a la conquista árabe de la costa meridional del Mediterráneo que rompió el monopolio de la navegación y del comercio en el antiguo «Mare Nostrum» y el Atlántico sur, desencadenando en revancha las Cruzadas y la colonización del continente africano con el fin de restablecer el estatus anterior. Una penetración que ha dado lugar a una feroz guerra psicológica entre occidentales y chinos.
La guerra psicológica china-occidental
Toda conciencia surge por oposición. Occidente siempre forjó conceptos que garantizaran su dominio sobre el resto del mundo. Utilizó las la «res nullius» y «la carga del hombre blanco» para justificar las conquistas coloniales. Al principio de la libertad del comercio y de la industria incluso llegó a infligir la perniciosa «guerra del opio» a China para obligarla a abrirse al mercado europeo.
Desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se ha desarrollado toda una literatura belicista sobre el «peligro rojo» (contra el comunismo) antes de abatirse, tras la implosión del imperio soviético (1989), sobre el «peligro verde» (el Islam), jalón intermedio previo al nacimiento del actual «peligro amarillo» (China, India, Japón), debido al auge de los principales países de Asia, que culminará en 2025.
En esa fecha Occidente habrá perdido el monopolio del poder y por lo tanto su papel dirigente. Por la fuerza de las circunstancias deberá avenirse. Duro trabajo para el que constantemente impuso, duro aprendizaje de la diversidad. Avenirse con los demás componentes del planeta. Este plazo explica el frenesí de adquisición de garantías territoriales y energéticas (Irak, Afganistán, Darfur, Los Balcanes) con el fin de abordar la próxima etapa en posición de fuerza en una «estrategia de transformación de la realidad» que se reduce a una búsqueda desesperada dirigida a frenar un declive previsible por el mantenimiento de «derechos adquiridos» por medio de la fuerza.
Achacándole todos los males se ha acusado a China, simultánea y acumulativamente, de contaminar África con potenciales enfermedades por medio de la comercialización de medicamentos estropeados y de convertir el continente negro en un vertedero de residuos tóxicos. Al hacer su acusación Occidente olvida su nefasto papel en el expolio de las riquezas de África durante cinco siglos, su despoblación por la trata negrera, del orden de 15 millones de personas, o en la modificación del ecosistema africano, testimoniado en la película Le Cauchemar de Darwin ( La pesadilla de Darwin ), sobre la transformación ecológica de los lagos de Uganda por la introducción de la «perca del Nilo» para satisfacer las necesidades alimentarias de los consumidores europeos en detrimento de la fauna y la flora ugandesas, y la película inglesaThe constant Gardner ( El jardinero fiel ), basada en la novela del espía en jefe británico John Le Carré (2) sobre la elección de África como campo de ensayo de sus productos farmacéuticos y basurero de los desechos tóxicos de la industria occidental.
En esa línea un periodista argelino se puso al compás de las críticas occidentales denunciando la maldad de los chinos en Argelia, la prevaricación de la clase política para conseguir mercados en Argelia y el hecho de recurrir de manera abusiva a la falsificación y al dumping. Ante lo que ese periodista consideraba una presencia invasora, el cronista del Quotidien d’Oran, Kamal Daoud, alertó de la transformación de «Argelia en provincia china» debido a las reyertas entre argelinos y chinos. «China se está convirtiendo en un imperio en Argelia. Ya tiene subcontratistas políticos y financieros. Agentes, honorables corresponsales y muchos clientes de otros lugares». ¿Argelia una provincia china? Casi el 95% de las falsificaciones incautadas en Argelia en 2011 eran de origen chino. Una cifra que demuestra el dominio creciente del Imperio del Medio en la economía argelina, desde el dentífrico hasta la construcción de la Gran Mezquita. Un maremoto. Las incautaciones de productos falsos registraron un aumento del 84,5% en Argelia el año pasado, pasando de 379.774 productos confiscados en 2010 a 700.000 en 2011», aseguran los servicios aduaneros argelinos. Según las cifras de las aduanas argelinas precisamente, «los productos falsificados proceden principalmente de China (94,44%) y de Turquía (3,56%). En el país del hipernacionalismo antifrancés, el 95% de los productos falsificados procede de China», concluye en un editorial del 12 de noviembre de 2012.
La estocada secreta de China: ausencia de deuda colonial y no injerencia
Con una diplomacia comercial agresiva sin injerencia política, China ha venido a rediseñar el mapa de las influencias tradicionales «occidentales» sobre el fondo de la lucha por el control de los yacimientos petroleros comprobados o potenciales.
Una «Nueva Asociación Estratégica África-Asia» se selló en la última cumbre China-África celebrada del 3 al 5 de noviembre de 2006, coronación de una cooperación gestada en la década de 1970 y cuyo proyecto faro habría sido el ferrocarril Tanzania-Zambia, el famoso «camino de la libertad» (TAZARA, 1976) que funciona desde hace 30 años y permitía soslayar las posiciones racistas de Sudáfrica que hacían imposible la exportación de cobre de Zambia.
Casi 200.000 chinos estarían ahora instalados en África y casi un millar de empresas chinas invirtiendo en 43 países africanos realizando así 900 proyectos de infraestructuras. 31 países han visto su deuda con China anulada por un valor en torno a 1.330 millones de dólares.
Frente a ese estrés energético, Pekín ha establecido una nueva diplomacia denominada Zouchuqu, que se traduce en «una participación el origen y en el aval petrolero internacional y en la adquisición de yacimientos por medio de participaciones en las sociedades locales para el establecimiento de bases petroleras en el extranjero para asegurar su suministro energético regular.
Los chinos están implicados en una cincuentena de proyectos petroleros en todo el continente. En 2006, el continente africano representaba el 25% del aprovisionamiento chino de petróleo (principalmente Sudán –el 6% del petróleo importado por China procede de Muglad-, Angola -30% de las importaciones petroleras de África-, Argelia y Sudáfrica) frente al 15% de mediados de los años 80.
En ese contexto, el África subsahariana, como el Magreb, se ha convertido en un escenario muy codiciado, ya que desde su intervención en Irak, Estados Unidos ha reforzado su control sobre el conjunto de los países de Oriente Medio a excepción de Irán. Con el 8,9% de las reservas mundiales de petróleo y el 11% de la producción mundial, África permite a Pekín limitar su dependencia energética (política llamada de desconcentración de los riesgos: Asia Central y Siberia ofrecen un soslayamiento del estrecho de Malacca, considerado vulnerable en una intervención estadounidense en África.
Sin embargo conviene abstenerse de cualquier «angelismo». El posicionamiento chino obedece a cálculos estratégicos a largo plazo. Todos los países del norte de África padecen un déficit comercial con China, los productos chinos se sitúan a precios del 50% o 60% menos que en Marruecos o Túnez. Sin embargo Marruecos, y accesoriamente Túnez, son percibidos por las autoridades chinas como plazas de inversión privilegiadas en el flanco sur de Europa. Y China, para esos dos países del Magreb, se considera una alternativa real al antiguo poder colonial más intervencionista.
Paralelamente Estados Unidos ha multiplicado las iniciativas diplomáticas y militares con el fin de encajar a los países africanos en la estrategia global estadounidense. Los puntos de intervención que favorecen el despliegue rápido de las fuerzas estadounidenses se construyeron en la zona del Sahel senegalés-maliense, así como en Namibia en la frontera con Angola.
Las operaciones conjuntas con los países del Sahel se lanzaron en 2003-2004 contra el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GPS) en el marco del «programa de contraterrorismo en África». Los ataques a los turistas franceses en Mauritania en diciembre de 2007, que acarrearon la anulación del rallye París-Dakar y su transferencia a América Latina, así como el atentado contra la embajada de Israel en Nouakchott, dan testimonio de las reticencias locales y regionales ante el despliegue estadounidense en África.
Desde 2010 China es el primer socio comercial de África, con intercambios del orden de 166.300 millones de dólares, un crecimiento del 83% con respecto a 2009. Los chinos acaban de anunciar un incremento de 20.000 millones de dólares en sus créditos a África, que forma parte de la reserva estratégica de las multinacionales.
Sesenta años después de la independencia de África, los estadounidenses y los europeos sobre el fondo de un fuerte contencioso postcolonial impagado continúan dirigiendo África por medio de sus redes políticas-comerciales y las instituciones multilaterales (FMI y Banco Mundial). Así Malí se ve obligado por el Banco Mundial a especializarse en la producción de algodón poniéndose en competencia con los productores estadounidenses que se benefician de subvenciones de la primera potencia liberal.
Por el contrario China, nada filantrópica pero infinitamente más perspicaz, se presenta ante los africanos sin deudas coloniales, sin las escandalosas prácticas de la corrupción de los Djembés y los Mallettes, la marca de fábrica de la Francáfrica. Sin pasivo colonial, paragón de la no injerencia a diferencia del vicio colonial, y con la práctica de una política de dumping o nivelación en función del poder adquisitivo local resultante del creciente empobrecimiento de la población del Tercer mundo, China continúa su progresión. Y los reveses sufridos por sus aliados en Sudán, Libia y Malí, parece que no han afectado a sus intereses ni a sus posiciones.
Anteriormente Estados Unidos vigilaba África por medio de tres comandos: Central Command (CENTCOM), cuya zona de responsabilidad se extendía sobre 27 países, de ellos siete africanos; el comando europeo (EUCOM), su zona cubría 91 Estados, 42 africanos; y finalmente el Comando Pacífico (PACOM), autorizado en una zona que cubre Madagascar y las islas periféricas del este del continente africano.
Aunque el deseo declarado de Estados Unidos sea llevar a cabo una guerra planetaria contra el terrorismo, la creación de un comando específico para África indica de una forma subyacente una implicación más profunda de los estadounidenses en la competición que libran las grandes potencias para conquistar los mercados africanos, en particular el petróleo, que suministran el 30% del consumo mundial.
Entre los años 2006 y 2007 el gobierno estadounidense construyó en el golfo de Guinea una base flotante compuesta por barcos de gran velocidad (swift ship) con unos 300-400 marines para la vigilancia costera a lo largo de los países costeros: Angola, Camerún, Gabón, Ghana, Guinea Ecuatorial, Libera, Santo Tomé y Príncipe, Senegal y Nigeria. Y en la década de 2010 bases de drones en Burkina Faso para la vigilancia y localización de los movimientos yihadistas en África occidental. Dicha base compartiría con Argel los datos recogidos por los drones en el norte de Malí en provecho de la intervención francesa en esa región fronteriza de Argelia.
El aparato estadounidense en el continente negro se completó en África oriental con la instalación de la base francesa de Yibuti «Le camp Lemonier», así como la base aeronaval de Diego García en el océano Índico, y el nuevo papel de gendarme confiado a Etiopía para reprimir los movimientos islamistas en la zona, especialmente en Somalia.
El posicionamiento estadounidense en Yibuti, frente al Golfo, le permite además el control estratégico de la ruta marítima que suministra un cuarto de la producción petrolera mundial y al hacerlo domina el extremo oriental de la vasta franja petrolera que atraviesa África y que ya se considera vital para los intereses estratégicos. La franja que va del oleoducto Higleg-Port Soudan (1.600 kilómetros), en el sudeste, al oleoducto Tchad-Camerún (100 kilómetros) y al golfo de Guinea en el oeste. Además un puesto operativo en Uganda da a Estados Unidos la posibilidad de controlar Sudán del Sur, donde se encuentra el grueso de las reservas de crudo sudanesas.
Gran vencedora de la Guerra Fría, la liebre estadounidense se benefició de un excepcional estado de gracia en la historia de las relaciones internacionales contemporáneas gracias a la implosión del bloque soviético, una década prodigiosa de unilateralidad que aceleró su dominio sobre zonas reticentes a su hegemonía, hasta el punto de que los admiradores interesados llegaron a considerar el siglo XXI «el siglo estadounidense» para celebrar «el destino manifiesto» de Estados Unidos.
Ciertamente la guerra del Golfo de 1990-1991 permitió a los estadounidenses plantarse en medio de los principales yacimientos petroleros del planeta, y la guerra de Kosovo en 1999 facilitó su implantación en Europa central, particularmente en Albania, considerada desde hacía mucho tiempo un bastión de la ortodoxia comunista.
Ciertamente también, en línea con sus objetivos, la guerra de Afganistán (2001) y después la guerra de Irak (2003) iban a permitir a Estados Unidos rematar su misión llegando por primera vez en su historia al Cáucaso y emplazándose en el corazón del sistema energético mundial por su dominación sobre el Golfo y su control de las vías de abastecimiento del crudo transcaucasiano.
Pero el plan perfecto ha sufrido fuertes turbulencias que han alterado el proyecto original. La guerra de Vietnam (1960-1975, con 52.000 muertos), que se superpuso a los costes de los dos principales conflictos del siglo XXI (Afganistán e Irak) de unos 3 billones de dólares, una pérdida de capitalización bursátil del orden de 2,5 billones de dólares y finalmente la crisis de la deuda europea han reducido de manera considerable el margen de maniobra del dúo atlantista sangrando su economía y reduciendo la capacidad de proyección del poder estadounidense. Así la primera potencia militar de todos los tiempos ha tomado prestado, sin darse cuenta, un esquema similar al de la Europa del siglo XX.
Frente a este gran primer conflicto del siglo XXI Europa, que quería convertirse en uno de los pivotes del tercer milenio, rápidamente se ha visto marginada por el tándem anglo-estadounidense, discreta prefiguración de la «Angloesfera», la alianza WASP (blanco, anglosajón, protestante) cuyo establecimiento preconizaron los discípulos de Samuel Huntington, el autor de la teoría del «Choque de civilizaciones», dirigida a constituir bajo la égida anglosajona un directorio de los países de civilización occidental y raza blanca (29% de la población mundial) para dirigir el «mundo libre».
La refundación de la doctrina estratégica de la OTAN con ocasión del cincuentenario de la Alianza Atlántica, en mayo de 1999, con la adjunción de los antiguos países del bloque soviético, aparece a este respecto como una señal precursora para los partidarios de esta tesis.
Al aportar su aval militar y diplomático a Estados Unidos y subestimando su capacidad de influencia, Europa aparece con respecto a la comunidad internacional como un apéndice de EE.UU. Hasta el punto de que numerosos observadores han concluido que Europa ha abdicado de su independencia para desempeñar el papel de promontorio de Estados Unidos al otro lado del Atlántico renunciando a su antigua vocación de faro de la civilización y a su propia autonomía frente a Estados unidos para convertirse en un engranaje de la estrategia estadounidense, una «isla a lo largo de las costas de Eurasia», tomando la expresión del geógrafo Muchel Fournier.
En tándem, bajo el pretexto de los grandes principios, la injerencia humanitaria y la guerra contra el terrorismo, con la ayuda de siglas disimuladoras, el AFRICOM del Magreb, el RECAMP del África francófona o el EUFOR (3) en el centro del continente, el reparto occidental de África se lleva a cabo suavemente sobre el trasfondo de una batalla feroz por el control de las reservas estratégicas en el flanco meridional de Europa, frente a los trastornos geoestratégicos provocados por la emergencia de China en el antiguo coto privado colonial, especialmente en el norte de África y en el continente negro.
Con la excusa de la «guerra contra el terrorismo», Estados Unidos se ha dedicado incluso a establecer para el continente negro en particular un cuerpo del ejército con el nombre de «VIII cuerpo del ejército» estadounidense con el fin de completar la red militar del planeta con una presencia física operativa en todos los continentes. El AFRICOM, cuya creación se decidió en 2007, debía tener competencias sobre los 50 Estados miembros de la Unión Africana, excepto Egipto.
El redespliegue diplomático y estratégico euro-estadounidense ocurrió sobre un fondo de exacerbación de la polémica con respecto a los beneficios y los perjuicios de la colonización, su «papel positivo» y sus secuelas, las «pruebas de ADN» y los «vuelos de la vergüenza» en Francia, la «inmigración selectiva» en Europa mientras que al contrario la penetración china se hacía de una manera pacífica propulsada con el déficit estadounidense, un sólido colchón financiero de varios miles de millones de dólares de bonos del Tesoro de EE.UU., en un continente con el que China no tiene ninguna deuda colonial.
Por su impacto psicológico y sus consecuencias a largo plazo, la penetración china es comparable a la conquista árabe de la costa meridional del Mediterráneo que rompió el monopolio de la navegación y del comercio en el antiguo «Mare Nostrum» y el Atlántico sur, desencadenando en revancha las Cruzadas y la colonización del continente africano con el fin de restablecer el estatus anterior. Una penetración que ha dado lugar a una feroz guerra psicológica entre occidentales y chinos.
La guerra psicológica china-occidental
Toda conciencia surge por oposición. Occidente siempre forjó conceptos que garantizaran su dominio sobre el resto del mundo. Utilizó las la «res nullius» y «la carga del hombre blanco» para justificar las conquistas coloniales. Al principio de la libertad del comercio y de la industria incluso llegó a infligir la perniciosa «guerra del opio» a China para obligarla a abrirse al mercado europeo.
Desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se ha desarrollado toda una literatura belicista sobre el «peligro rojo» (contra el comunismo) antes de abatirse, tras la implosión del imperio soviético (1989), sobre el «peligro verde» (el Islam), jalón intermedio previo al nacimiento del actual «peligro amarillo» (China, India, Japón), debido al auge de los principales países de Asia, que culminará en 2025.
En esa fecha Occidente habrá perdido el monopolio del poder y por lo tanto su papel dirigente. Por la fuerza de las circunstancias deberá avenirse. Duro trabajo para el que constantemente impuso, duro aprendizaje de la diversidad. Avenirse con los demás componentes del planeta. Este plazo explica el frenesí de adquisición de garantías territoriales y energéticas (Irak, Afganistán, Darfur, Los Balcanes) con el fin de abordar la próxima etapa en posición de fuerza en una «estrategia de transformación de la realidad» que se reduce a una búsqueda desesperada dirigida a frenar un declive previsible por el mantenimiento de «derechos adquiridos» por medio de la fuerza.
Achacándole todos los males se ha acusado a China, simultánea y acumulativamente, de contaminar África con potenciales enfermedades por medio de la comercialización de medicamentos estropeados y de convertir el continente negro en un vertedero de residuos tóxicos. Al hacer su acusación Occidente olvida su nefasto papel en el expolio de las riquezas de África durante cinco siglos, su despoblación por la trata negrera, del orden de 15 millones de personas, o en la modificación del ecosistema africano, testimoniado en la película Le Cauchemar de Darwin ( La pesadilla de Darwin ), sobre la transformación ecológica de los lagos de Uganda por la introducción de la «perca del Nilo» para satisfacer las necesidades alimentarias de los consumidores europeos en detrimento de la fauna y la flora ugandesas, y la película inglesaThe constant Gardner ( El jardinero fiel ), basada en la novela del espía en jefe británico John Le Carré (2) sobre la elección de África como campo de ensayo de sus productos farmacéuticos y basurero de los desechos tóxicos de la industria occidental.
En esa línea un periodista argelino se puso al compás de las críticas occidentales denunciando la maldad de los chinos en Argelia, la prevaricación de la clase política para conseguir mercados en Argelia y el hecho de recurrir de manera abusiva a la falsificación y al dumping. Ante lo que ese periodista consideraba una presencia invasora, el cronista del Quotidien d’Oran, Kamal Daoud, alertó de la transformación de «Argelia en provincia china» debido a las reyertas entre argelinos y chinos. «China se está convirtiendo en un imperio en Argelia. Ya tiene subcontratistas políticos y financieros. Agentes, honorables corresponsales y muchos clientes de otros lugares». ¿Argelia una provincia china? Casi el 95% de las falsificaciones incautadas en Argelia en 2011 eran de origen chino. Una cifra que demuestra el dominio creciente del Imperio del Medio en la economía argelina, desde el dentífrico hasta la construcción de la Gran Mezquita. Un maremoto. Las incautaciones de productos falsos registraron un aumento del 84,5% en Argelia el año pasado, pasando de 379.774 productos confiscados en 2010 a 700.000 en 2011», aseguran los servicios aduaneros argelinos. Según las cifras de las aduanas argelinas precisamente, «los productos falsificados proceden principalmente de China (94,44%) y de Turquía (3,56%). En el país del hipernacionalismo antifrancés, el 95% de los productos falsificados procede de China», concluye en un editorial del 12 de noviembre de 2012.
La estocada secreta de China: ausencia de deuda colonial y no injerencia
Con una diplomacia comercial agresiva sin injerencia política, China ha venido a rediseñar el mapa de las influencias tradicionales «occidentales» sobre el fondo de la lucha por el control de los yacimientos petroleros comprobados o potenciales.
Una «Nueva Asociación Estratégica África-Asia» se selló en la última cumbre China-África celebrada del 3 al 5 de noviembre de 2006, coronación de una cooperación gestada en la década de 1970 y cuyo proyecto faro habría sido el ferrocarril Tanzania-Zambia, el famoso «camino de la libertad» (TAZARA, 1976) que funciona desde hace 30 años y permitía soslayar las posiciones racistas de Sudáfrica que hacían imposible la exportación de cobre de Zambia.
Casi 200.000 chinos estarían ahora instalados en África y casi un millar de empresas chinas invirtiendo en 43 países africanos realizando así 900 proyectos de infraestructuras. 31 países han visto su deuda con China anulada por un valor en torno a 1.330 millones de dólares.
Frente a ese estrés energético, Pekín ha establecido una nueva diplomacia denominada Zouchuqu, que se traduce en «una participación el origen y en el aval petrolero internacional y en la adquisición de yacimientos por medio de participaciones en las sociedades locales para el establecimiento de bases petroleras en el extranjero para asegurar su suministro energético regular.
Los chinos están implicados en una cincuentena de proyectos petroleros en todo el continente. En 2006, el continente africano representaba el 25% del aprovisionamiento chino de petróleo (principalmente Sudán –el 6% del petróleo importado por China procede de Muglad-, Angola -30% de las importaciones petroleras de África-, Argelia y Sudáfrica) frente al 15% de mediados de los años 80.
En ese contexto, el África subsahariana, como el Magreb, se ha convertido en un escenario muy codiciado, ya que desde su intervención en Irak, Estados Unidos ha reforzado su control sobre el conjunto de los países de Oriente Medio a excepción de Irán. Con el 8,9% de las reservas mundiales de petróleo y el 11% de la producción mundial, África permite a Pekín limitar su dependencia energética (política llamada de desconcentración de los riesgos: Asia Central y Siberia ofrecen un soslayamiento del estrecho de Malacca, considerado vulnerable en una intervención estadounidense en África.
Sin embargo conviene abstenerse de cualquier «angelismo». El posicionamiento chino obedece a cálculos estratégicos a largo plazo. Todos los países del norte de África padecen un déficit comercial con China, los productos chinos se sitúan a precios del 50% o 60% menos que en Marruecos o Túnez. Sin embargo Marruecos, y accesoriamente Túnez, son percibidos por las autoridades chinas como plazas de inversión privilegiadas en el flanco sur de Europa. Y China, para esos dos países del Magreb, se considera una alternativa real al antiguo poder colonial más intervencionista.
Paralelamente Estados Unidos ha multiplicado las iniciativas diplomáticas y militares con el fin de encajar a los países africanos en la estrategia global estadounidense. Los puntos de intervención que favorecen el despliegue rápido de las fuerzas estadounidenses se construyeron en la zona del Sahel senegalés-maliense, así como en Namibia en la frontera con Angola.
Las operaciones conjuntas con los países del Sahel se lanzaron en 2003-2004 contra el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GPS) en el marco del «programa de contraterrorismo en África». Los ataques a los turistas franceses en Mauritania en diciembre de 2007, que acarrearon la anulación del rallye París-Dakar y su transferencia a América Latina, así como el atentado contra la embajada de Israel en Nouakchott, dan testimonio de las reticencias locales y regionales ante el despliegue estadounidense en África.
Desde 2010 China es el primer socio comercial de África, con intercambios del orden de 166.300 millones de dólares, un crecimiento del 83% con respecto a 2009. Los chinos acaban de anunciar un incremento de 20.000 millones de dólares en sus créditos a África, que forma parte de la reserva estratégica de las multinacionales.
Sesenta años después de la independencia de África, los estadounidenses y los europeos sobre el fondo de un fuerte contencioso postcolonial impagado continúan dirigiendo África por medio de sus redes políticas-comerciales y las instituciones multilaterales (FMI y Banco Mundial). Así Malí se ve obligado por el Banco Mundial a especializarse en la producción de algodón poniéndose en competencia con los productores estadounidenses que se benefician de subvenciones de la primera potencia liberal.
Por el contrario China, nada filantrópica pero infinitamente más perspicaz, se presenta ante los africanos sin deudas coloniales, sin las escandalosas prácticas de la corrupción de los Djembés y los Mallettes, la marca de fábrica de la Francáfrica. Sin pasivo colonial, paragón de la no injerencia a diferencia del vicio colonial, y con la práctica de una política de dumping o nivelación en función del poder adquisitivo local resultante del creciente empobrecimiento de la población del Tercer mundo, China continúa su progresión. Y los reveses sufridos por sus aliados en Sudán, Libia y Malí, parece que no han afectado a sus intereses ni a sus posiciones.
Anteriormente Estados Unidos vigilaba África por medio de tres comandos: Central Command (CENTCOM), cuya zona de responsabilidad se extendía sobre 27 países, de ellos siete africanos; el comando europeo (EUCOM), su zona cubría 91 Estados, 42 africanos; y finalmente el Comando Pacífico (PACOM), autorizado en una zona que cubre Madagascar y las islas periféricas del este del continente africano.
Aunque el deseo declarado de Estados Unidos sea llevar a cabo una guerra planetaria contra el terrorismo, la creación de un comando específico para África indica de una forma subyacente una implicación más profunda de los estadounidenses en la competición que libran las grandes potencias para conquistar los mercados africanos, en particular el petróleo, que suministran el 30% del consumo mundial.
Entre los años 2006 y 2007 el gobierno estadounidense construyó en el golfo de Guinea una base flotante compuesta por barcos de gran velocidad (swift ship) con unos 300-400 marines para la vigilancia costera a lo largo de los países costeros: Angola, Camerún, Gabón, Ghana, Guinea Ecuatorial, Libera, Santo Tomé y Príncipe, Senegal y Nigeria. Y en la década de 2010 bases de drones en Burkina Faso para la vigilancia y localización de los movimientos yihadistas en África occidental. Dicha base compartiría con Argel los datos recogidos por los drones en el norte de Malí en provecho de la intervención francesa en esa región fronteriza de Argelia.
El aparato estadounidense en el continente negro se completó en África oriental con la instalación de la base francesa de Yibuti «Le camp Lemonier», así como la base aeronaval de Diego García en el océano Índico, y el nuevo papel de gendarme confiado a Etiopía para reprimir los movimientos islamistas en la zona, especialmente en Somalia.
El posicionamiento estadounidense en Yibuti, frente al Golfo, le permite además el control estratégico de la ruta marítima que suministra un cuarto de la producción petrolera mundial y al hacerlo domina el extremo oriental de la vasta franja petrolera que atraviesa África y que ya se considera vital para los intereses estratégicos. La franja que va del oleoducto Higleg-Port Soudan (1.600 kilómetros), en el sudeste, al oleoducto Tchad-Camerún (100 kilómetros) y al golfo de Guinea en el oeste. Además un puesto operativo en Uganda da a Estados Unidos la posibilidad de controlar Sudán del Sur, donde se encuentra el grueso de las reservas de crudo sudanesas.
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