martes, 27 de agosto de 2013

El petróleo y los cereales se negocian en Ginebra
Los gigantes de las materias primas prosperan a orillas del lago Léman

Le Monde Diplomatique

El escándalo de corrupción en el que estuvo implicado un empleado ginebrino de la empresa dedicada al negocio del petróleo Gunvor, al margen un contrato con la república del Congo, ha causado cierto revuelo en Suiza. Aunque el comercio de materias primas se halle bien arraigado en el país ¿se volverá tan incómodo para la Confederación helvética como el secreto bancario?
En el centro de Ginebra, en las Rues-Basses, sólo un ojo avizor podría descubrir la pequeña placa dorada en la que figura el nombre de Gunvor, una empresa especializada en el petróleo ruso que alcanzó en 2011 un volumen de negocios de 80.000 millones de dólares a partir de una simple oficina de abogados. Al contrario que los relojeros y los banqueros, los comerciantes de materias primas no exhiben carteles luminosos que brillen en la rada de Ginebra, a orillas del lago Léman, como tampoco financian llamativas publicidades en los comercios.

 A lo largo de los últimos diez años la ciudad de la Suiza francófona se ha catapultado como uno de los más importantes centros comerciales de materias primas y rivaliza con Londres y Chicago. Poco conocidos por el gran público, las grandes figuras del negocio petrolero, minero y agrícola, como Vitol, Gunvor, Louis Dreyfus, Mercuria o Bunge, han establecido sus empresas entre Laussane y la ciudad de Juan Calvino, donde ya hace mucho que se habían instalado otros grupos como Cargill. Las orillas del Lémann se arrogan el primer puesto en los mercados del petróleo, los cereales, el café y el azúcar (1). Solo en Ginebra el sector cuenta con cuatrocientas empresas, con negocios por un monto de 800.000 millones de francos suizos (666.000 millones de euros) y más de nueve mil empleos directos. Su contribución al PBI es igual al de la centenaria banca privada. En cuanto a metales, cobre y cinc, quien toma la delantera es Zoug, el cantón alemán. Nestlé ya no está a la cabeza en volumen de negocios: en 2011 fue desplazada al cuarto lugar, por detrás de Vitol, Glencore y Trafigura, que alcanzaron los 279.174 y 114.000 millones de francos suizos respectivamente, o sea 232.145 y 95.000 millones de euros respectivamente, según la clasificación del 27 de junio de 2012 de Handelszitung, de Zurich.
Este desarrollo se ha producido a espaldas de los ginebrinos y de los suizos. Solo a partir de los años 2000 comenzaron a interesar a la prensa. Además de la tranquilidad que les ofrecen las autoridades helvéticas, los negociadores rusos, franceses y usamericanos aprecian la proximidad con las oficinas de la ONU y una plaza financiera de primer nivel con qué alimentar el comercio de capitales. En el sitio Whygeneva.ch que asegura la promoción económica el cantón de Ginebra agrega un elemento decisivo: una “tasa impositiva ventajosa” complementada por posibilidades de “optimización fiscal”. Todo un eufemismo: cualquier sociedad que realice por lo menos el 80% de sus negocios en el extranjero solo debe pagar un 11,6% sobre los beneficios (comparativamente ese impuesto llega al 33% en Francia y en Bélgica). De maravilla para empresas que distribuyen materias primas entre las antípodas del globo y venden apenas alguna cantidad residual en Suiza.
Estos establecimientos, que en principio gozan de opacidad en cuanto al secreto fiscal, han sido objeto de un informe del Control Federal de las Finanzas y posteriormente de una investigación de la Radio-Televisión suiza (RTS). En febrero se denunció al cantón de Vaux, vecino a Ginebra sobre el arco lemánico, por haber admitido con ligereza la llegada del gigante minero Vale, que en el 2006 (2) estableció una sucursal de negocios en Saint-Prex. No contentos con exonerarlo completamente de impuestos cantonales y comunales, y también de una rebaja del 80% de los impuestos federales, las autoridades del Vaux calcularon el impuesto sobre las ganancias en función de las estimaciones proporcionadas por la dirección del grupo, sin ningún control posterior… De modo que según su propia declaración Vale pagó 284.000 millones de francos (236.000 millones de euros) de impuestos entre 2006 y 2009. En realidad, en función de sus verdaderas ganancias en los 38 países en los que desarrolla actividades, debería haber pagado 3.000 millones de francos más (3).

Optimización fiscal y disolución de responsabilidades
El ejemplo no contraría al presidente de la Geneva Trading and Shipping Association. (GTSA). En efecto, Jacques-Olivier Thomann aseguró que Suiza se sitúa fiscalmente “en medio del pelotón” detrás de otros grandes centros de negocios como Dubai o Singapur. Añade que la fiscalidad de las personas, es decir, de los empleados, no es atractiva en Ginebra. Amparado por el anonimato un comerciante especializado en petróleo contemporiza: “Es cierto que el impuesto sobre las ganancias es muy alto en Ginebra, pero los dirigentes cobran la mayor parte de sus remuneraciones en bonos . Ahora bien, generalmente estos se vuelcan en cuentas offshore, al amparo del fisco…”. Otro agrega: “¿Porqué simples contables llegan a jubilarse millonarios? Porque conocen bien este tipo de cosas”.
Ayudados por agudos abogados, los contables participan en la elaboración de estructuras muy sofisticadas. Y es que aunque a estas empresas les gusta definirse como simples comerciantes al servicio del comercio mundial, que distribuyen fardos de trigo o barriles de petróleo entre un punto A y un punto B, aprecian las jurisdicciones exóticas. Conocido por haber fletado el barco Probo Koala, que vertió desechos tóxicos en la Costa de Marfil en 2006, el grupo Trafigura especializado en petróleo cuenta con 40 oficinas establecidas en paraísos fiscales (islas Marshall, Bahamas, Chipre, etc.) (4). Trafigura no es una excepción en esta búsqueda de la optimización fiscal y de la exención de responsabilidades.
La discreción de estos grupos es inversamente proporcional al poder que ejercen sobre los mercados mundiales. Gracias a la subida generalizada de los precios de las materias primas desde comienzos de siglo van más allá de su histórico papel de intermediarios y extienden sus tentáculos con el objeto de controlar los precios de los recursos energéticos, de la producción agrícola y de los minerales. Y compran estaciones de servicios, campos, refinerías y minas para “remontar la cadena de la oferta hacia la producción o bajarla hacia la distribución”, explica Emanuel Fragnière, profesor de la alta Escuela de Administración de Ginebra. Las empresas de negocios se alejan así de su función original, la logística para transformarse en productores, distribuidores, extractores, etc. Inversamente los grupos tradicionalmente dedicados a la producción, como Total, Xstrata y Vale, establecen sucursales de sus negocios para participar así del conjunto de fletadores y de comerciantes.
Las mayores sociedades ocupan ahora una posición de “formadoras de precios”, explica Chris Hinde del Mining Journal (5). Así, durante 2010, Vitol y Trafigura han vendido 8,1 millones de barriles diarios en bruto, es decir, tanto como lo que han exportado juntas Arabia Saudita y Venezuela. Glencore no participa en esta carrera de control de precios: maneja el 55% del comercio mundial de zinc y el 35% del cobre. Llegados a este estadio, estos gigantes se convierten en actores geopolíticos. En 2011 Vitol proveyó de bruto tanto a los rebeldes libios en su marcha hacia Tripoli como al régimen de Bachar al Assad en Siria. Glencore firmó también acuerdos comerciales con Juba, la nueva capital de Sudán del Sur, tres días después de su independencia en julio de 2011(6). Este tipo de ejemplos jalonan la historia del comercio. Como contrapartida de estas operaciones que son arriesgadas estas empresas obtienen de los gobiernos contratos de aprovisionamiento.

No veo que existan razones para regular el comercio”
Por lo general estos comerciantes nunca se hallan lejos de los puntos calientes del planeta. “Dada su función de proveedores de los mercados de materias primas, a veces son suministrados por productores situados en países difíciles. Pero la mayor parte de las transacciones se realizan a través de licitaciones”, subraya el señor Thomann. Cuando se le pregunta por el riesgo de que la oferta vaya acompañada de una coima, el antiguo responsable del financiamiento del negocio de BNP Paribas, número uno mundial en esta actividad, afirma: “El banquero debe conocer la reputación del proveedor, el precio de compra, a quién se le paga y el contexto de la operación. Debe asegurarse también de que la operación no viole ni un embargo ni una ley”. Pero no puede (o no quiere) saber si algún potentado confunde al banco central con su propia billetera.
Sin embargo, este riesgo no ha motivado a la profesión a impulsar una mayor transparencia en los mercados de materias primas. “No veo razón alguna para tener que regular el comercio”, asegura, por ejemplo, Torbjörn Tornqvist, presidente y director general de Gunvor. Pierre Barbe, su colega de Totsa, una filial ginebrina de Total, agrega: “Tenemos nuestros secretos. Solo le interesan al país que nos hospeda y a nosotros “ (7).
Unos secretos que estas empresas tratan de salvaguardar. Glencore viene esquivándolos desde hace mucho tiempo: antes de adoptar este acrónimo de Global Energy and Commodity Resources, la razón social de esta sociedad era en 1994 Marc Rich &Co AG, nombre de su demoniaco fundador. La neutralidad helvética le permitió a este hombre de negocios de origen belga y emigrante transitorio en los EE.UU. burlarse de los embargos y comerciar tanto con el régimen de apartheid de África del Sur y con el Irán de Khomeyni como con la Cuba de Fidel Castro. Figuró en la lista de las diez personas más buscadas por el FBI antes de que Willian Clinton lo absolviera por oscuras razones el último día de su mandato.
Sin embargo, en mayo de 2011 Glencore quedó expuesto al público al proceder a realizar una entrada parcial en las bolsas de Londres (IPO) y en Hong Kong. Una inyección masiva de capitales que permitió a la sociedad Zuguosa compensar la pérdida de su tranquilidad a cambio de un frenesí de compras. Lo más notable fue su fusión por 40.000 millones de dólares con el grupo XStrata, un gigante minero igualmente instalado en Zoug. Esta súbita entrada en bolsa de Glencore convirtió inmediatamente en millonarios a seis de sus ejecutivos-accionistas que siguen conservando un amplio control. Nada que sedujera a Ian Taylor, presidente de Vitol: la idea de “tener que compartir un largo tiempo con accionistas externos y periodistas” bastó para disuadirlo.
Tras aquella operación el presidente de Glencore Iván Glasemberg es dueño de una cartera de acciones cuyo valor equivale a la mitad del PBI de Zambia (16.200 millones de dólares en 2010, según el Fondo Monetario Internacional). Su empresa posee junto con Mopani Copper Mines (MCM) la mayor mina de cobalto y de cobre de ese país enclavado en el Africa austral (8). Ubicada en el “cinturón del cobre”, la provincia minera del norte del país, esta explotación dio que hablar el año pasado tras la desaparición de una auditoría piloto realizada por el fisco de Zambia (9). Entre 2005 y 2008 los bufetes Grant Thornton y Econ Pöyry observaron gran cantidad de “incoherencias” contables que solo se explican por el interés de MCM en reducir sus aportes impositivos. Los mecanismos de transferencias de precios le permitían exportar sus ganancias a Suiza, donde pagaban impuestos en detrimento del Estado de Zambia. En un comunicado del 2 de junio de 2011 el grupo calificó de “erróneo” el esquema de sustracción fiscal que consignaba el documento. Sin embargo, fue objeto de una demanda realizada por una coalición de ONG ante la representación suiza de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Pero nada indica que la tranquilidad de estos comerciantes esté amenazada. ¿Acaso el gobierno helvético no acaba de renunciar a someter al sector a la ley de blanqueo?. “Las operaciones comerciales, sus financiaciones y sus pagos asociados pasan por el sistema bancario que está sujeto a ella. Por otra parte, las sociedades deben respetar la totalidad del código penal suizo que incluye la prohibición de la corrupción”, agrega convencido el señor Thomann. Esto resulta insuficiente a Mark Pieth, presidente del grupo de trabajo de la OCDE sobre la corrupción y miembro de la comisión encargada de investigar el programa iraquí de la ONU “Petróleo a cambio de alimentos” (un escándalo en el que se vieron involucradas muchas empresas domiciliadas en Suiza). “Los elementos decisivos que han convertido a Suiza en el centro de las materias primas son el secreto bancario y la muy débil propensión de nuestra política a la regulación”, analiza.

Inquietud por la imagen de la Confederación
Esta situación desemboca en una paradoja absolutamente helvética. Con la mano izquierda la Confederación promueve los derechos humanos y se vanagloria de su generosidad en la ayuda al desarrollo. Con la mano derecha atrae a las empresas de negocios de materias primas mediante una política fiscal agresiva e ignora la actuación de sus filiales en los países en desarrollo. Con todo, estas grandes diferencias intelectuales y políticas son difíciles de justificar. Y como sucedió con la industria de la evasión fiscal, Berna aceptó bajo presión investigar el comercio mundial de millones de barriles de petróleo, de toneladas de cobre y de trigo que transitan virtualmente por Suiza. En diciembre de 2011, poco antes del lanzamiento de una campaña que pedía al Parlamento legislar para que las empresas que tienen su sede en Suiza respeten los derechos humanos y el medio ambiente en todo el mundo (10), el consejo federal decidió realizar un informe sobre el sector (11).
Mucho más recientemente todavía, el representante de “Economía y derechos humanos” del departamento federal de asuntos exteriores Rémy Friedmann detalló la situación suiza: “Como las empresas suizas aprovechan nuestra imagen de patria de los derechos humanos no queremos que pongan esta imagen en peligro”. Y añadió: “Deben comprender que la seguridad humana y la seguridad de las inversiones son dos caras de la misma moneda y deben saber que sus actos pueden provocar consecuencias sobre sus propias actividades” (12).
Por su parte el señor Pieth estima que debido al comercio de materias primas la reputación suiza corre peligro de sufrir daños similares a los que ha sufrido con el secreto bancario. Pero los comerciantes no quieren dejarse avasallar frente a las (modestas) veleidades reglamentarias. Algunos ya han amenazado con deslocalizar sus actividades a cielos más clementes como Singapur o Dubai. Y contrariamente a lo que sucede con los bancos las sociedades de negocios están compuestas por estructuras más livianas que les permiten empacar rápidamente a merced de la acogida fiscal y de la reglamentación que se les reserve.

(*) Marc Guéniat es un periodista de Ginebra.

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