El desarrollo nuclear en Japón comenzó hace 40 años. Actualmente, el 30% de la electricidad de Japón procede de 54 reactores. Cinco de ellos están hoy en estado de emergencia. Doce han dejado de funcionar. En julio de 2007 los reactores de la TEPCO en el noroeste de Japón cerraron hasta 2009 como consecuencia de otro terremoto y la importación de crudo creció lógicamente. En 2010 Japón importó una media de 3.7 millones de barriles de crudo y 6.32 millones de toneladas métricas de gas natural líquido. Como consecuencia del terremoto, varias refinerías han cerrado y diez centrales que producían 8,6 gigawatt están fuera de servicio. La cuestión es cómo cubrirá Japón este déficit energético y qué efecto tendrá esa demanda imprevista en el tablero geopolítico.
La empresa rusa Gazprom aumentó el flujo de gas hacia Europa para suplir la disminución de abastecimiento de combustible procedente de Libia. ¿Qué ocurrirá ahora si Japón llama a la puerta de Vladimir Putin pidiendo socorro? ¿Recurrirá Japón al petróleo de Oriente Medio? Debora Billi contaba hace poco que el elefante más imponente e histórico está muriendo en Arabia Saudí. (En jerga petrolífera, un “elefante" es un yacimiento de más de 1.000 millones de barriles de reserva). Este elefante se llama Ghawar, alcanzó su pico de producción en 2005 y desde entonces pierde un 8%. ¿Podrá ahora Arabia Saudí satisfacer toda esa demanda que le llega de modo inesperado?
Una cosa parece clara: el tsunami energético llega a las costas de Libia justo cuando más le podía convenir a Gadafi. Urge petróleo, urge gas. Urge, pues, una solución rápida a la guerra en Libia. La Alta Representante de la UE para Asuntos Externos y Política de Seguridad dice que nada está decidido o descartado. Pero el tiempo, el precio del barril de crudo y el creciente rechazo de la energía nuclear juegan a favor de Gadafi. La causa de los rebeldes contra Gadafi podría acabar engullida por la vorágine energética mundial.
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