Los municipios de Villa El Salvador y San Isidro están separados por pocos kilómetros de distancia. Sin embargo, tras visitarlos, da la impresión de que uno pasa de un planeta a otro. A pocas horas del desenlace de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, millones de peruanos esperan participar de los comicios marcados por realidades brutalmente diferentes.
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Llegar a Oasis de la Villa, en la periferia de Villa El Salvador, es una proeza que solo se logra en un desvencijado minibús de la línea Real Star que une ese distrito de Lima con el sur de la capital.
En el camino, los contrastes sociales de la principal urbe peruana saltan a la vista. Desde las casitas de colores colgadas en el cerro San Cristóbal, pasando por el Rímac, por el populoso San Juan de Lurigancho y San Juan de Miraflores, la diversidad social marca a esta capital convulsionada por el proceso electoral que enfrenta a Ollanta Humala (Gana Perú) y Keiko Fujimori (Fuerza 2011).
Desde un megáfono convocan a los vecinos de Oasis de la Villa a participar de la limpieza del barrio. Casillas de madera o material con techos de calamina, calles de tierra y una profusa neblina marcan el paisaje de este universo marcado por la extrema pobreza.
El periodista Jesús Valencia, de 44 años, hace una pausa en su trabajo como radialista y junto a su hijo de 4 años levanta los desperdicios de la plaza de la villa. Su relato es estremecedor.
“En esta zona habitan unas 40.000 personas, la mayoría inmigrantes de la selva y la sierra. El 80% de los asentamientos humanos no cuenta con agua potable y la gente sobrevive con lo que puede. Ni siquiera tienen títulos de propiedad de las casillas que habitan”, relata el comunicador.
Villa El Salvador se formó como asentamiento urbano en 1971 tras el devastador terremoto de Áncash, ocurrido el 31 de mayo de 1970, que sepultó la ciudad de Yungay y dejó casi 100.000 muertos. Está habitado por unos dos millones de personas, la mayoría en condiciones de pobreza extrema, pese a los planes sociales que se han puesto en marcha.
Médicos consultados por este medio en la posta sanitaria del lugar revelan un panorama dramático: tuberculosis, diarreas, desnutrición y gripes que golpean a la gente todos los días. Una larga fila de mujeres, niños y ancianos espera la entrega de una ficha para ver al médico.
La situación produce violencia social e inseguridad. “Después de las siete de la noche, esto es tierra de nadie”, dice una enfermera que pide que se reserve su identidad.
La situación extrema de carencias ha obligado a los pobladores a intentar resolver los problemas con sus propias manos.
“Frente al abandono del Estado, no nos queda otra alternativa que la autogestión; nosotros mismos nos estamos organizando para salir adelante”, señala Valencia.
A pocas cuadras de distancia, los locales partidarios de Humala y de Fujimori muestran carteles que llaman a la gente a decidir su voto en la jornada de hoy.
Victoria Jerónimo es una de las dirigentes del barrio Oasis de la Villa y resalta: “Los políticos vienen, prometen todo y después se olvidan”.
El cuadro es otro en San Isidro, donde se encuentra el centro financiero de la capital y el lujoso Lima Golf Club. Sus calles y avenidas develan el Perú en crecimiento y conectado con los mercados internacionales que tanta prensa tienen por estos días.
Mansiones que cubren una manzana entera, efectivos de seguridad en cada cuadra, vehículos de lujo, tiendas con vestidos de más de 200 dólares cada uno, marcan la tónica de un distrito que se parece mucho a Miami (EEUU).
Allí, dos vecinos hablaron con este medio sobre el proceso electoral que enfrenta el Perú.
Sin señalar su preferencia política, Benedicto López, de 57 años, afirma: “Nadie esperaba que las cosas queden como han quedado. Como ciudadanos tenemos que cumplir con nuestra obligación de votar y elegir por uno de ellos. Tenemos muchas dudas sobre si Perú estará mejor o peor después de las elecciones. A nosotros no nos gustaría que el país retroceda y no sería nada bonito que ello ocurra. Ojalá que no sea así. Ahora el pueblo tiene que elegir entre dos personas”. El otro prefirió no dar su nombre, pero remarcó que los dos candidatos no lo representan.
Víctor Lobo, de 26 años, el taxista que nos lleva de regreso al centro, remarca la brutal desigualdad que aún afecta a este Perú que hoy decide el rumbo de su modelo político y económico. Cuenta que en Asia, a unos 300 kilómetros al sur de Lima, las playas se alquilan “sin empleadas” y que en otros distritos como La Planicie, Miraflores, La Rinconada del Lago y La Molina los lujos se cuentan como millones de dólares.
“Es un país muy desigual, hay mucha plata para unos y mucha pobreza para otros”, resume el joven trabajador que tiene una hija de apenas cuatro meses.
Son las dos caras de Lima que hoy irán a las urnas.
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