La opción de que Estados Unidos declare una moratoria del pago de su deuda ha pasado de lo impensable a lo posible, si bien todavía está en el terreno de lo poco probable.
Al contagio de la crisis de la deuda en la Eurozona se suma ahora el creciente peligro de que Estados Unidos no pueda cumplir con sus deudas a partir del 2 de agosto.
El presidente Barack Obama negoció con demócratas y republicanos durante una semana. Actualmente Estados Unidos tiene un techo para su deuda federal de 14,29 billones de dólares. El 2 de agosto se llegará a este límite y el Congreso tiene que aprobar su aumento antes de esa fecha. De lo contrario, el gobierno deberá postergar el cumplimiento de algunos de sus compromisos financieros.
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, advirtió que una declaración de moratoria conmocionaría la economía mundial. La alarma sonó aún más fuerte cuando las agencias calificadoras Moody’s y Standard and Poor anunciaron que, de continuar el impasse político, podrían rebajar la calificación AAA de la deuda de Estados Unidos.
Hay varias razones por las cuales los países en desarrollo deberían estar alarmados por esta situación.
En primer lugar, muchos países en desarrollo tienen miles de millones de dólares de bonos del Tesoro de Estados Unidos como parte de sus reservas de divisas. La perspectiva de una suspensión de pagos y la rebaja de la calificación del crédito reduciría su valor. China, que posee 1,15 billones de dólares en bonos del Tesoro, exhortó a Washington a que adopte medidas responsables para proteger a los inversores.
En segundo lugar, el crecimiento de las economías en desarrollo se verá afectado si la crisis o la eventual solución provocan un estancamiento o una nueva recesión en la economía estadounidense. Cualquiera sea el acuerdo final entre el presidente y los dos grandes partidos, su elemento central será la aplicación de fuertes recortes en el gasto fiscal. El efecto será opuesto al estímulo fiscal que aplicó la administración Obama como salida a la recesión y que permitió a la economía recuperarse después de la recesión de 2008-2009.
En tercer lugar, la incertidumbre en Washington pone de manifiesto la actual dependencia enfermiza del dólar como moneda de reserva internacional.
La necesidad de reducir esta dependencia de una única moneda –por ejemplo haciendo mayor uso de los derechos especiales de giro como moneda mundial de reserva– fue defendida por economistas, como Joseph Stiglitz, José Antonio Ocampo y Yilmaz Akyuz.
Estos son los hechos que determinan el impasse en Washington. El gobierno estima que el límite de la deuda, ubicado actualmente en 14.29 billones de dólares y que se alcanzaría el 2 de agosto, debe aumentarse en 2,4 billones para que pueda cumplir con los compromisos hasta noviembre de 2012, después de las elecciones presidenciales.
Numerosos republicanos en el Congreso, en especial los que están bajo la influencia del Tea Party, pretenden que el gobierno logre su equilibrio presupuestario a través de un corte drástico en el gasto, sin un aumento de los impuestos.
Algunos, sin embargo, están dispuestos a considerar un pequeño aumento de los impuestos o, preferentemente, un ajuste de las lagunas impositivas, pero les resulta difícil convencer a sus colegas. También aspiran a que la reducción del gasto supere el aumento del límite de la deuda.
Obama y su partido quieren hacer recortes importantes del gasto pero también aumentar los impuestos de los ricos de manera que ambas medidas contribuyan a la reducción del déficit. Los líderes demócratas insisten en que ni la seguridad social ni la salud deberían ser afectadas por los recortes, si bien el presidente está dispuesto a permitir también alguna reducción en esos sectores.
Si la posición extremista de la facción del Tea Party se convierte en la lí- La deuda de Estados Unidos nea general de los republicanos sería difícil lograr un acuerdo. Éste sólo sería posible si Obama y los demócratas pasaran de hacer algunas concesiones a una capitulación total.
De continuar la situación de estancamiento, una posible solución podría ser la propuesta por el líder de la minoría republicana del Senado, Mitch McConnell: el presidente presenta su plan para aumentar el límite de la deuda y reducir el presupuesto, el Congreso la rechaza, el presidente veta el rechazo y su propuesta es adoptada, a menos que dos tercios del Congreso la vuelva a rechazar. Esto permitiría a todas las partes argumentar que se mantuvieron en sus posiciones, a la vez que estarían evitando una crisis.
Como se dará prioridad al pago de la deuda, es improbable una moratoria en el pago de los bonos del Tesoro, a menos que el estancamiento dure mucho tiempo. Los otros servicios y salarios se verán afectados, y de manera creciente, en la medida que no haya acuerdo.
Ésta no es forma de dirigir un gobierno.
El sistema de gobernanza de Estados Unidos se está volviendo disfuncional, lo que tiene graves efectos en el resto del mundo. La esperanza general es que se encuentre alguna solución antes del 2 de agosto.
Martin Khor. Director ejecutivo de South Centre.
Al contagio de la crisis de la deuda en la Eurozona se suma ahora el creciente peligro de que Estados Unidos no pueda cumplir con sus deudas a partir del 2 de agosto.
El presidente Barack Obama negoció con demócratas y republicanos durante una semana. Actualmente Estados Unidos tiene un techo para su deuda federal de 14,29 billones de dólares. El 2 de agosto se llegará a este límite y el Congreso tiene que aprobar su aumento antes de esa fecha. De lo contrario, el gobierno deberá postergar el cumplimiento de algunos de sus compromisos financieros.
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, advirtió que una declaración de moratoria conmocionaría la economía mundial. La alarma sonó aún más fuerte cuando las agencias calificadoras Moody’s y Standard and Poor anunciaron que, de continuar el impasse político, podrían rebajar la calificación AAA de la deuda de Estados Unidos.
Hay varias razones por las cuales los países en desarrollo deberían estar alarmados por esta situación.
En primer lugar, muchos países en desarrollo tienen miles de millones de dólares de bonos del Tesoro de Estados Unidos como parte de sus reservas de divisas. La perspectiva de una suspensión de pagos y la rebaja de la calificación del crédito reduciría su valor. China, que posee 1,15 billones de dólares en bonos del Tesoro, exhortó a Washington a que adopte medidas responsables para proteger a los inversores.
En segundo lugar, el crecimiento de las economías en desarrollo se verá afectado si la crisis o la eventual solución provocan un estancamiento o una nueva recesión en la economía estadounidense. Cualquiera sea el acuerdo final entre el presidente y los dos grandes partidos, su elemento central será la aplicación de fuertes recortes en el gasto fiscal. El efecto será opuesto al estímulo fiscal que aplicó la administración Obama como salida a la recesión y que permitió a la economía recuperarse después de la recesión de 2008-2009.
En tercer lugar, la incertidumbre en Washington pone de manifiesto la actual dependencia enfermiza del dólar como moneda de reserva internacional.
La necesidad de reducir esta dependencia de una única moneda –por ejemplo haciendo mayor uso de los derechos especiales de giro como moneda mundial de reserva– fue defendida por economistas, como Joseph Stiglitz, José Antonio Ocampo y Yilmaz Akyuz.
Estos son los hechos que determinan el impasse en Washington. El gobierno estima que el límite de la deuda, ubicado actualmente en 14.29 billones de dólares y que se alcanzaría el 2 de agosto, debe aumentarse en 2,4 billones para que pueda cumplir con los compromisos hasta noviembre de 2012, después de las elecciones presidenciales.
Numerosos republicanos en el Congreso, en especial los que están bajo la influencia del Tea Party, pretenden que el gobierno logre su equilibrio presupuestario a través de un corte drástico en el gasto, sin un aumento de los impuestos.
Algunos, sin embargo, están dispuestos a considerar un pequeño aumento de los impuestos o, preferentemente, un ajuste de las lagunas impositivas, pero les resulta difícil convencer a sus colegas. También aspiran a que la reducción del gasto supere el aumento del límite de la deuda.
Obama y su partido quieren hacer recortes importantes del gasto pero también aumentar los impuestos de los ricos de manera que ambas medidas contribuyan a la reducción del déficit. Los líderes demócratas insisten en que ni la seguridad social ni la salud deberían ser afectadas por los recortes, si bien el presidente está dispuesto a permitir también alguna reducción en esos sectores.
Si la posición extremista de la facción del Tea Party se convierte en la lí- La deuda de Estados Unidos nea general de los republicanos sería difícil lograr un acuerdo. Éste sólo sería posible si Obama y los demócratas pasaran de hacer algunas concesiones a una capitulación total.
De continuar la situación de estancamiento, una posible solución podría ser la propuesta por el líder de la minoría republicana del Senado, Mitch McConnell: el presidente presenta su plan para aumentar el límite de la deuda y reducir el presupuesto, el Congreso la rechaza, el presidente veta el rechazo y su propuesta es adoptada, a menos que dos tercios del Congreso la vuelva a rechazar. Esto permitiría a todas las partes argumentar que se mantuvieron en sus posiciones, a la vez que estarían evitando una crisis.
Como se dará prioridad al pago de la deuda, es improbable una moratoria en el pago de los bonos del Tesoro, a menos que el estancamiento dure mucho tiempo. Los otros servicios y salarios se verán afectados, y de manera creciente, en la medida que no haya acuerdo.
Ésta no es forma de dirigir un gobierno.
El sistema de gobernanza de Estados Unidos se está volviendo disfuncional, lo que tiene graves efectos en el resto del mundo. La esperanza general es que se encuentre alguna solución antes del 2 de agosto.
Martin Khor. Director ejecutivo de South Centre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario