Los países de Europa se encaminan hacia el desfiladero porque padecen una crisis de unidad; es decir, van hacia la desintegración. La Unión Europea (UE) no da otra señal que la "desUE". Sabido es que toda crisis representa una oportunidad grandiosa para cambiar de raíz lo que está podrido, o hundirse si no se aprende la lección. Pero la voluntad política de los liderazgos que conforman la UE no muestra señal alguna de que todos marcharán parejos; además no hay estadistas. Todo lo contrario, cada país está jalando agua para su molino. A ninguno le interesa la suerte de los demás. Y eso significa que tampoco están aprendiendo la lección de la actual crisis estructural.
El problema es que para cuando quieran tapar el pozo el niño, o varios de ellos, se habrá ahogado y todos pagarán las consecuencias. España, Portugal, Irlanda, Grecia y recientemente Italia. Se lo advirtió el especulador George Soros hace unos días (el 11 de julio para ser precisos) en el Financial Times: los europeos necesitan un “Plan B”. Pero Soros se quedó corto, porque la realidad les exige ir más allá. Necesitan avanzar hacia el otro extremo, ir al fondo del asunto: replantarse los términos de Maastricht, el Tratado bajo el cual los gobiernos dieron sustento en febrero de 1992 a la Unión Europea y al euro que comenzó a circular como moneda única en enero de 2002. De ese tamaño es el reto, y los europeos no parecen verlo ahora. Pese a que la crisis toca a la puerta.
Y en tanto no avancen por ahí, para apuntalar todo lo que sea pertinente del acuerdo matriz, no estarán más que lanzando piedras al fondo del pozo para tratar de taparlo (ayudas monetarias pírricas para el rescate); lo que no evitará que en cualquier momento se presente el incidente del tropiezo, el ahogamiento del niño.
Porque está claro que los países en crisis ahora no pueden solos. Incluso con las ayudas y los planes restrictivos que les están colocando las instituciones financieras, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los países débiles ahora requieren más que un soporte técnico, necesitan todo el apoyo de los demás países de la UE. Sencillamente porque de eso dependen Grecia, Portugal, España, Irlanda e Italia, pero no únicamente ellos; también está de por medio la suerte, ni más ni menos que del euro y hasta la supervivencia de la UE.
Si no llegan a entenderlo de ese modo los países integrantes de la UE, claramente los presidentes de Alemania, Angela Merkel y el de Francia, Nicolas Sarkozy, así como el resto de primeros ministros europeos, la situación estará en la tablita esperando el mal paso de un país al precipicio o un solo movimiento hacia abajo para que devenga el caos. Lo peor es que arrastrarán también al resto de economías hacia el abismo y también —salvo las economías del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que están mejor preparadas— al mundo. Además de Europa peligran Japón, Estados Unidos, Asia, Latinoamérica. Todos irán al caos.
Hay un camino que podrían escudriñar pero que nadie aplica: cobrar impuestos reales a los especuladores, sin concesiones para el sistema financiero en su conjunto que apuesta siempre, aún con crisis, a llevarse las mayores ganancias de cualquier situación. Son los multimillonarios —individuos y empresas— del mundo que tienen exenciones fiscales, tasas de interés favorables, no pagan lo que deben y evaden sin ser castigados. Ellos son los que concentran la riqueza. Por eso todo el peso de las crisis recae en las clases trabajadoras y pobres del mundo.
Siquiera porque los especuladores son los que provocan las crisis pagan algo. Las restricciones se aplican como planes de ajuste por la vía del instrumento del poder que es el Estado. Y los estados de la Unión aplican la misma medicina. Las restricciones son para las personas de a pie, los ciudadanos que no la deben pero sí la pagan. Por eso son justas las protestas de los jóvenes en todo el mundo, de los trabajadores, de los ciudadanos en su conjunto.
George Soros también planteó que las elites europeas necesitan revertir los principios que guiaron la creación de la Unión, reconocer que el entendimiento de la realidad es imperfecto, que las percepciones pueden ser tendenciosas y las instituciones imperfectas. La realidad demostraría, sigue Soros en su reflexión, que pronto el euro era una moneda incompleta porque contaba con un banco central pero “sin un tesoro”. Los fundadores de la UE creyeron que la mera voluntad política sería suficiente.
Pero ya se ve ahora que no es así. Y todo comenzó en Alemania, continúa Soros, cuando Merkel planteó que “no apoyarían la garantía europea porque cada país debería hacerse cargo de su propias instituciones”. Eso le dejó la experiencia de la integración de las "Alemanias", con todo y se trató de un proceso “nacional” y un ajuste con su pasado reciente. Pero también fue el comienzo de la crisis del euro. “De ahí data la división de la eurozona entre estados deudores y estados acreedores”, concluye Soros.
Desde entonces las divisiones comenzaron. Por eso ahora, con esta crisis, la desUE aparece más dispersa; porque avanza a pasos acelerados hacia su propia desintegración. Casi sin importar las medidas que tomen ahora los líderes políticos, porque no van más allá de los rescates que ahorcan a los países, en lugar de sacarlos a flote. Para eso se necesita reencontrarse con el desarrollo económico y no cuentan con bases para lograrlo por ahora.
El acuerdo al que llegaron este jueves los miembros de la eurozona y el FMI fue otorgar otro préstamo a Grecia, ahora por 110.000 millones de euros. La misión ortodoxa; del divisionismo de la UE. Recuérdese que la deuda del país heleno asciende a 350.000 millones de euros. Y dijo Paul Thomsen, el enviado del FMI a Atenas, que Grecia debe poner en práctica las reformas convenidas en la ley. No sólo eso, que la deuda es “sostenible”, pero el país está “en el filo de la navaja”.
Por todo, la UE va camino a su desintegración. Si no se toman las medidas de apuntalamiento del tratado de Maastricht, que presentó fallas de origen. Ello no ocurrirá. No se ve a mediano ni hacia el largo plazo. Por lo tanto, la desUE pronto se hará realidad; mejor dicho, en la práctica ya lo es.
El problema es que para cuando quieran tapar el pozo el niño, o varios de ellos, se habrá ahogado y todos pagarán las consecuencias. España, Portugal, Irlanda, Grecia y recientemente Italia. Se lo advirtió el especulador George Soros hace unos días (el 11 de julio para ser precisos) en el Financial Times: los europeos necesitan un “Plan B”. Pero Soros se quedó corto, porque la realidad les exige ir más allá. Necesitan avanzar hacia el otro extremo, ir al fondo del asunto: replantarse los términos de Maastricht, el Tratado bajo el cual los gobiernos dieron sustento en febrero de 1992 a la Unión Europea y al euro que comenzó a circular como moneda única en enero de 2002. De ese tamaño es el reto, y los europeos no parecen verlo ahora. Pese a que la crisis toca a la puerta.
Y en tanto no avancen por ahí, para apuntalar todo lo que sea pertinente del acuerdo matriz, no estarán más que lanzando piedras al fondo del pozo para tratar de taparlo (ayudas monetarias pírricas para el rescate); lo que no evitará que en cualquier momento se presente el incidente del tropiezo, el ahogamiento del niño.
Porque está claro que los países en crisis ahora no pueden solos. Incluso con las ayudas y los planes restrictivos que les están colocando las instituciones financieras, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los países débiles ahora requieren más que un soporte técnico, necesitan todo el apoyo de los demás países de la UE. Sencillamente porque de eso dependen Grecia, Portugal, España, Irlanda e Italia, pero no únicamente ellos; también está de por medio la suerte, ni más ni menos que del euro y hasta la supervivencia de la UE.
Si no llegan a entenderlo de ese modo los países integrantes de la UE, claramente los presidentes de Alemania, Angela Merkel y el de Francia, Nicolas Sarkozy, así como el resto de primeros ministros europeos, la situación estará en la tablita esperando el mal paso de un país al precipicio o un solo movimiento hacia abajo para que devenga el caos. Lo peor es que arrastrarán también al resto de economías hacia el abismo y también —salvo las economías del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que están mejor preparadas— al mundo. Además de Europa peligran Japón, Estados Unidos, Asia, Latinoamérica. Todos irán al caos.
Hay un camino que podrían escudriñar pero que nadie aplica: cobrar impuestos reales a los especuladores, sin concesiones para el sistema financiero en su conjunto que apuesta siempre, aún con crisis, a llevarse las mayores ganancias de cualquier situación. Son los multimillonarios —individuos y empresas— del mundo que tienen exenciones fiscales, tasas de interés favorables, no pagan lo que deben y evaden sin ser castigados. Ellos son los que concentran la riqueza. Por eso todo el peso de las crisis recae en las clases trabajadoras y pobres del mundo.
Siquiera porque los especuladores son los que provocan las crisis pagan algo. Las restricciones se aplican como planes de ajuste por la vía del instrumento del poder que es el Estado. Y los estados de la Unión aplican la misma medicina. Las restricciones son para las personas de a pie, los ciudadanos que no la deben pero sí la pagan. Por eso son justas las protestas de los jóvenes en todo el mundo, de los trabajadores, de los ciudadanos en su conjunto.
George Soros también planteó que las elites europeas necesitan revertir los principios que guiaron la creación de la Unión, reconocer que el entendimiento de la realidad es imperfecto, que las percepciones pueden ser tendenciosas y las instituciones imperfectas. La realidad demostraría, sigue Soros en su reflexión, que pronto el euro era una moneda incompleta porque contaba con un banco central pero “sin un tesoro”. Los fundadores de la UE creyeron que la mera voluntad política sería suficiente.
Pero ya se ve ahora que no es así. Y todo comenzó en Alemania, continúa Soros, cuando Merkel planteó que “no apoyarían la garantía europea porque cada país debería hacerse cargo de su propias instituciones”. Eso le dejó la experiencia de la integración de las "Alemanias", con todo y se trató de un proceso “nacional” y un ajuste con su pasado reciente. Pero también fue el comienzo de la crisis del euro. “De ahí data la división de la eurozona entre estados deudores y estados acreedores”, concluye Soros.
Desde entonces las divisiones comenzaron. Por eso ahora, con esta crisis, la desUE aparece más dispersa; porque avanza a pasos acelerados hacia su propia desintegración. Casi sin importar las medidas que tomen ahora los líderes políticos, porque no van más allá de los rescates que ahorcan a los países, en lugar de sacarlos a flote. Para eso se necesita reencontrarse con el desarrollo económico y no cuentan con bases para lograrlo por ahora.
El acuerdo al que llegaron este jueves los miembros de la eurozona y el FMI fue otorgar otro préstamo a Grecia, ahora por 110.000 millones de euros. La misión ortodoxa; del divisionismo de la UE. Recuérdese que la deuda del país heleno asciende a 350.000 millones de euros. Y dijo Paul Thomsen, el enviado del FMI a Atenas, que Grecia debe poner en práctica las reformas convenidas en la ley. No sólo eso, que la deuda es “sostenible”, pero el país está “en el filo de la navaja”.
Por todo, la UE va camino a su desintegración. Si no se toman las medidas de apuntalamiento del tratado de Maastricht, que presentó fallas de origen. Ello no ocurrirá. No se ve a mediano ni hacia el largo plazo. Por lo tanto, la desUE pronto se hará realidad; mejor dicho, en la práctica ya lo es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario