La crisis económica del centro capitalista mundial ha tenido efectos distintos sobre los países de América Latina. En Sur América el incremento de las exportaciones de materias primas a China ha tenido un impacto favorable. Incluso, sobre la correlación política que ha visto un giro hacia la izquierda. En Centro América y el Caribe, así como México, la experiencia ha sido diferente. Su vínculo más estrecho con EEUU ha creado problemas en su crecimiento e, igualmente, en su estabilidad política. El caso de Panamá es ambiguo. Por un lado, el Canal de Panamá ha sostenido un crecimiento espectacular de la economía nacional. Sin embargo, las políticas equivocadas de seguridad militar impuestas por EEUU incrementan la inestabilidad política y la criminalidad.
En Sur América la proyección de estabilidad política puede deberse, en primer lugar, a la transformación de la correlación de fuerzas sociales. El movimiento obrero organizado golpeado por las políticas neoliberales y las crisis económicas (del “tango”, “tequila”, etc.) fue, en parte, complementada por la reestructuración de las capas medias. Un porcentaje significativo de este sector, en búsqueda de cierta estabilidad, optó por apoyar las propuestas políticas de un modelo “social demócrata” diferente (PT, Justicialismo, Frente Amplio). Incluso, las capas medias se inclinaron, en muchos casos, a favor de los gobiernos populistas que surgían sin precedentes partidistas históricos (Socialismo del siglo XXI, MAS y Frente Sandinista).
En segundo lugar, surgió - como alternativa al estancamiento del comercio exterior con EEUU- la opción presentada por la creciente demanda comercial de China. La pérdida relativa de la relación con EEUU se puede analizar desde tres perspectivas diferentes: Primero, la industria norteamericana perdió su competitividad y disminuyó sus exportaciones a la región. Segundo, la falta de crecimiento de la planta industrial norteamericana disminuyó las importaciones de materias primas. América Latina era el proveedor más importante de estos rubros cuando EEUU tenía una manufactura pujante. Por último, la tecnología de punta que actualmente exporta EEUU favorece países donde existe una fuerza de trabajo más barata y disciplinada. Este es el caso de China y otros países del Lejano Oriente.
En cambio, el comercio con China se ha disparado. En pocos años el país oriental se convirtió en el segundo socio comercial de la región, tanto visto desde la perspectiva de las exportaciones latinoamericanas (materias primas) como las importaciones (manufacturas). En 2000, el comercio entre América Latina y China alcanzaba los 13 mil millones de dólares. A principios de la segunda década del presente siglo llegará a 150 mil millones de dólares. La región se ha transformado en un importante proveedor de productos primarios a China, suministrando más del 60 por ciento de las importaciones chinas de soja (principalmente de Brasil y Argentina), un 80 por ciento de harina de pescado (de Perú y Chile), cerca del 69 por ciento de los despojos de aves troceados (Argentina y Brasil) y un 45 por ciento de vinos y uvas (Chile).
En algunos países de Sur América el cambio significó un enfrentamiento político con EEUU. La nueva correlación de fuerzas en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador produjo un choque con los intereses tradicionales de EEUU en esos países. Al mismo tiempo, la nueva correlación de fuerzas produjo gobiernos más independientes en Brasil. Argentina, Uruguay e, incluso, Paraguay. Estos siete países tienen gobiernos que le dan sentido a la etiqueta de “giro hacia la izquierda”. Para administrar estos cambios políticos – producto de la nueva correlación de fuerzas – llegaron al poder partidos políticos asociados con posiciones de izquierda. Las imágenes, los discursos y la historia de los nuevos partidos y sus líderes se asocian con los símbolos de las luchas populares del siglo XX: movilizaciones populares, intervención del Estado y socialismo.
En los casos de Chile, Colombia y Perú la situación se encuentra aún borrosa aunque pueden darse cambios a corto plazo como consecuencia de la nueva correlación de fuerzas. En el caso de Chile, la “izquierda” dentro de la llamada Concertación que (1991-2010), se distanció de los discursos de la izquierda del siglo XX. Adoptó una imagen globalizada, flexible y subordinada al “Consenso de Washington”. En Colombia, la intervención directa militar de EEUU evitó que se llegaran a pactos entre las nuevas fuerzas sociales que emergen al calor de una guerra civil. Todo indica, sin embargo, que en el caso de la patria de Santander su dependencia económica y militar frente a EEUU sigue siendo dominante. En el caso de Perú, aún está por verse si se estabiliza una nueva correlación de fuerzas. La triangulación entre Brasil, EEUU, China puede beneficiar a Perú.
Los nuevos gobiernos de “izquierda” de América del Sur han logrado desarrollar programas sociales que alivian las contradicciones que surgen como consecuencia de la falta de políticas de desarrollo en sus respectivos países. Una porción de los excedentes extraordinarios recabados del creciente comercio con China, se destina a paliar la falta de participación en los procesos de producción de los trabajadores. En algunos casos son administrados por nuevas organizaciones políticas, en otros por organizaciones con historia y bases consolidadas. Paraguay y Perú se dirigen hacia un camino autónomo. Chile y Colombia negocian entre las diferentes clases sociales la salida más adecuada.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena. http://marcoagandasegui10.blogspot.com
En Sur América la proyección de estabilidad política puede deberse, en primer lugar, a la transformación de la correlación de fuerzas sociales. El movimiento obrero organizado golpeado por las políticas neoliberales y las crisis económicas (del “tango”, “tequila”, etc.) fue, en parte, complementada por la reestructuración de las capas medias. Un porcentaje significativo de este sector, en búsqueda de cierta estabilidad, optó por apoyar las propuestas políticas de un modelo “social demócrata” diferente (PT, Justicialismo, Frente Amplio). Incluso, las capas medias se inclinaron, en muchos casos, a favor de los gobiernos populistas que surgían sin precedentes partidistas históricos (Socialismo del siglo XXI, MAS y Frente Sandinista).
En segundo lugar, surgió - como alternativa al estancamiento del comercio exterior con EEUU- la opción presentada por la creciente demanda comercial de China. La pérdida relativa de la relación con EEUU se puede analizar desde tres perspectivas diferentes: Primero, la industria norteamericana perdió su competitividad y disminuyó sus exportaciones a la región. Segundo, la falta de crecimiento de la planta industrial norteamericana disminuyó las importaciones de materias primas. América Latina era el proveedor más importante de estos rubros cuando EEUU tenía una manufactura pujante. Por último, la tecnología de punta que actualmente exporta EEUU favorece países donde existe una fuerza de trabajo más barata y disciplinada. Este es el caso de China y otros países del Lejano Oriente.
En cambio, el comercio con China se ha disparado. En pocos años el país oriental se convirtió en el segundo socio comercial de la región, tanto visto desde la perspectiva de las exportaciones latinoamericanas (materias primas) como las importaciones (manufacturas). En 2000, el comercio entre América Latina y China alcanzaba los 13 mil millones de dólares. A principios de la segunda década del presente siglo llegará a 150 mil millones de dólares. La región se ha transformado en un importante proveedor de productos primarios a China, suministrando más del 60 por ciento de las importaciones chinas de soja (principalmente de Brasil y Argentina), un 80 por ciento de harina de pescado (de Perú y Chile), cerca del 69 por ciento de los despojos de aves troceados (Argentina y Brasil) y un 45 por ciento de vinos y uvas (Chile).
En algunos países de Sur América el cambio significó un enfrentamiento político con EEUU. La nueva correlación de fuerzas en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador produjo un choque con los intereses tradicionales de EEUU en esos países. Al mismo tiempo, la nueva correlación de fuerzas produjo gobiernos más independientes en Brasil. Argentina, Uruguay e, incluso, Paraguay. Estos siete países tienen gobiernos que le dan sentido a la etiqueta de “giro hacia la izquierda”. Para administrar estos cambios políticos – producto de la nueva correlación de fuerzas – llegaron al poder partidos políticos asociados con posiciones de izquierda. Las imágenes, los discursos y la historia de los nuevos partidos y sus líderes se asocian con los símbolos de las luchas populares del siglo XX: movilizaciones populares, intervención del Estado y socialismo.
En los casos de Chile, Colombia y Perú la situación se encuentra aún borrosa aunque pueden darse cambios a corto plazo como consecuencia de la nueva correlación de fuerzas. En el caso de Chile, la “izquierda” dentro de la llamada Concertación que (1991-2010), se distanció de los discursos de la izquierda del siglo XX. Adoptó una imagen globalizada, flexible y subordinada al “Consenso de Washington”. En Colombia, la intervención directa militar de EEUU evitó que se llegaran a pactos entre las nuevas fuerzas sociales que emergen al calor de una guerra civil. Todo indica, sin embargo, que en el caso de la patria de Santander su dependencia económica y militar frente a EEUU sigue siendo dominante. En el caso de Perú, aún está por verse si se estabiliza una nueva correlación de fuerzas. La triangulación entre Brasil, EEUU, China puede beneficiar a Perú.
Los nuevos gobiernos de “izquierda” de América del Sur han logrado desarrollar programas sociales que alivian las contradicciones que surgen como consecuencia de la falta de políticas de desarrollo en sus respectivos países. Una porción de los excedentes extraordinarios recabados del creciente comercio con China, se destina a paliar la falta de participación en los procesos de producción de los trabajadores. En algunos casos son administrados por nuevas organizaciones políticas, en otros por organizaciones con historia y bases consolidadas. Paraguay y Perú se dirigen hacia un camino autónomo. Chile y Colombia negocian entre las diferentes clases sociales la salida más adecuada.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena. http://marcoagandasegui10.blogspot.com
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