La nueva mitología de la Santísima Trinidad pregonada por Washington a un mundo crédulo es que la guerra en Libia se acabó, que la guerra de Iraq se acabará la víspera de Año Nuevo y la de Afganistán en 2014.
Oh sí; y Lindsay Lohan es una reencarnación de la Virgen María.
Concentrémonos en Iraq. Hay un motivo real para la retirada de las tropas de EE.UU. en diciembre: el gobierno de Nuri al-Maliki en Bagdad se negó rotundamente a otorgar inmunidad general de procesamiento por crímenes de guerra a los soldados estadounidenses. Esto implica, crucialmente, que el gobierno de Maliki desaloja al Pentágono de bases militares muy convenientes en Iraq desde las cuales podría realizar un ataque contra Irán.
Es esencial recordar que este gobierno de mayoría chií –que heredó un país totalmente devastado– se formó a través de elecciones democráticas aprobadas por EE.UU. Ahora bien, eso implica dos desarrollos de justicia poética: un Iraq democrático que se acerca a la República Islámica de Irán, y la democracia que expulsa la cara militarizada del imperio.
No es sorprendente que Washington esté ofuscado y confundido. Naturalmente el Pentágono, la CIA, el Departamento de Estado y/o todos juntos ya trabajan día y noche para presentar una serie de escenarios molestos.
Hay que contar con que montones de “expertos” sobre Medio Oriente sugieran una retirada de EE.UU. como táctica de desviación; la creación de una jugada de bandera falsa/operaciones clandestinas, como el ataque suicida contra un embajador saudí (¡Upa!, esa ya la probaron); culpar a Teherán del “terrorismo” y luego reembarcar a miles de soldados de vuelta a Iraq para mantenerlo “libre de terror”.
Washington tiene actualmente menos de 40.000 soldados en Iraq, en comparación con un máximo de 170.000 a finales de 2007. Por el momento, se supone que unos 16.000 estadounidenses (el tamaño de una división del ejército), divididos entre diplomáticos y “contratistas civiles”, vale decir mercenarios armados (8.000 de ellos, más 4.500 de “apoyo general vivo”, es decir la ayuda) se quedarán en Iraq.
Esta mezcla de burócratas, espías de la CIA, fuerzas especiales y esclavos apenas disfrazados serán el ejército privado de la secretaria de Estado Hillary –“Fuimos, vimos, murió”– Clinton.
El líder nacionalista iraquí Muqtada al-Sadr tiene otras ideas: ya anunció que “son todos ocupantes y es una obligación resistirlos después del fin del acuerdo”. Es fácil sacar las cuentas y deducir las consecuencias.
E incluso nos robaron nuestro petróleo
Si se presta atención al informe de la Oficina del Inspector General número ISP-I-09-30A, incluso esa cifra de una división del ejército de 16.000 es falsa. El informe, escrito en 2009, pide un “significativo ajuste correcto” (hay que adorar la terminología) de la embajada de EE.UU., mayor que el Vaticano, en Bagdad, vale decir el palacio de Clinton; y afirma que “el proceso de ajuste correcto tiene que comenzar de inmediato”.
Sin embargo, no importa cuántos soldados “ajustados correctamente” de EE.UU. permanezcan en suelo iraquí, la jugada de “cómo atrapar a Irán” se avecina amenazadoramente. La característica clave del reciente complot “Rápido y Furioso” del Departamento de Justicia/FBI/DEA (Vea en Rebelión “El complot rápido y furioso para ocupar Irán”, 13 de octubre) no fue su improbabilidad; debía dejar claro que los iraníes son entidades malignas que se atreven a faltar el respeto a EE.UU. tramando todo tipo de suspenso al estilo de Hollywood con planes increíbles para propagar el “terror”.
Luego existe el supuesto barniz de respetabilidad agregado a la travesura subestándar hollywoodense. Basta con mirar este informe del Brookings Institution titulado “¿Qué camino a Persia?” [1] escrito por un puñado de sospechosos habituales como Kenneth Pollack, Bruce Riedel, Michael O'Hanlon y Martin Indyk.
El historial muestra que Washington ha lanzado realmente casi todo lo que aparece en ese libro contra Irán. La única “estrategia” que falta es un ataque unilateral israelí (los neoconservadores se mueren de ganas de que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu lo haga) que provocaría una represalia iraní, arrastrando así a EE.UU. y abriendo la posibilidad de una invasión por tierra (condenada desde el comienzo, pero ¿por qué se iban a preocupar esos autores?)
Predeciblemente, el escenario ideal para estos y otros belicistas de poltrona de Washington es que Tel Aviv lance un ataque sorpresa, en el cual las tropas de EE.UU. “en retirada” se ofrezcan como cebo/víctimas expiatorias para una cruel represalia iraní. No podría haber un pretexto más ideal para arrastrar a Washington a una guerra que no puede ganar, una vez más.
A pesar de todo, el resultado final, que nunca será procesado por los neoconservadores de Washington, es que EE.UU. perdió la guerra de Iraq, punto final.
No hubo, nunca, armas de destrucción masiva de Sadam Hussein. No hubo una conexión Sadam-al Qaida. No hubo un bombardeo de Medio Oriente de la democracia porque se fabricó después del factor Conmoción y Pavor; y aunque el ex vicepresidente de EE.UU. Dick Cheney elevó los campos petroleros de Iraq a la categoría de prioridad de seguridad nacional de EE.UU. en los primeros meses de 2001, incluso antes del 11-S, EE.UU. no consiguió el petróleo; los mejores contratos fueron para los rusos y los chinos. (Vea en Rebelión “Subasta al martillo del petróleo iraquí”, 21 de diciembre de 2009)
En cuanto a cómo "reconstruyó" Washington el país que devastó, basta con leer el informe dolorosamente tragicómico del ex conocedor del Departamento de Estado Peter van Buren. [2]
Todo esto se parece al éxito de Frank Zappa The Torture Never Stops [La tortura nunca se detiene] Después del espectacular éxito de la cobarde operación de la OTAN en Libia, las mismas nulidades que en 2002, en el preparativo para el ataque contra Iraq, alardeaban de que “los verdaderos hombres van a Teherán”, ahora quieren utilizar a los estadounidenses como cebo para un ataque israelí, y esto mientras las sanciones de EE.UU. contra Irán están a punto de convertirse en un bloqueo de facto, lo que el derecho internacional sigue considerando un acto de guerra.
En un mundo menos que ideal, un drone MQ-9 Reaper perdido terminaría con el sufrimiento de esos belicistas de poltrona.
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