sábado, 12 de noviembre de 2011

La tragedia del capital de Occidente


Un pequeño curso de finanzas globales 2.0: La deuda se encuentra en el Norte atlantista, acaudalado. Los recursos están en el Sur global. Y el supremo banquero (renuente) de último recurso es el Reino del Medio, personificado por el Todopoderoso Hu (Jintao).


El nombre del juego –Marx vuelto a visitar por Ocupad el Mundo– es lucha de clases. Es capitalismo de casino, también llamado turbo-neoliberalismo financiero, como lo practica una elite de modernidad líquida del uno por ciento, contra los que poseen un poco de algo, no poseen y no tienen nada, también conocidos como el 99%.


No podría haber una demostración más gráfica de la tesis de Slavoj Zizek de que el matrimonio del capitalismo y la democracia ha terminado que la tragedia griega que se apoderó del festival de la deuda en Cannes.


Si hay algo capaz de provocar un terror mortal en la oligarquía de la Unión Europea (UE) es el concepto de un referendo popular.


¿Cómo os podéis atrever a consultar a la “chusma” sobre nuestra política de Austeridad para Siempre, la única capaz de satisfacer a los mercados financieros?
Basta para hacer que los zombis no elegidos como el presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi (ex vicepresidente de Goldman Sachs Internacional, el presidente del Consejo Europeo Herman van Rompuy (miembro de la Comisión Trilateral y del Club Bilderberg) y el jefe de la Comisión Europea (CE) Joao Manuel Barroso sueñen con una zona de exclusión aérea de la OTAN, repleta de drones y de Fuerzas Especiales para imponer su voluntad.


Rendíos, o si no ya veréis
El guión cinematográfico hecho en el BCE en Frankfurt se os presenta en la escuela NHOA (“No hay otra alternativa”). La acción aburrida, monocromática, mezcla predeciblemente privatizaciones salvajes con devastación social.


La Europa “democrática” funciona como en los buenos tiempos de Brezhnev; una troika –FMI, BCE, UE– que ejerce un régimen totalitario, aunque de un modo caótico.


‘Merkozy’ –esa polinización cruzada esperpento/robot…- solo puede emitir un grito aciago: ‘coon…traacción’. ‘coon…traacción’ como en la interminable contracción monetaria y fiscal prescrita por la UE.


No importa que Italia tenga un superávit primario. No importa que la deuda combinada pública y privada de Italia sea un 250% de su PIB, mucho más baja que la de Francia, el Reino Unido, EE.UU. y Japón.


Italia se encuentra actualmente bajo el volcán porque el monstruo ‘coon…traacción’ de la UE la ha lanzado a la recesión.


Y el cambio de régimen no cambiará las cosas.
No es ninguna sorpresa que el candidato preferido para suceder al primer ministro Silvio “bunga bunga” Berlusconi sea Mario Monti: es máximo director de la CE, presidente europeo de la Comisión Trilateral y miembro del Grupo Bilderberg. Otra luminaria de la quintaesencia del uno por ciento.


“Europa” –es decir, la subsecta oligárquica franco-alemana– pensó que la eurozona podía ser salvada por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).


Pero ahora incluso esa burbuja –que no es nada más que un montón de “garantías” prodigadas a una compañía fantasma de Luxemburgo– está a punto de ser devorada por el Zombi Supremo, el Dios del Mercado.


Un fondo monstruoso de rescate semejante establecido como un chanchullo al estilo de Goldman Sachs está extremadamente expuesto a tener que encontrar un rescate para sí mismo. No se puede inventar algo parecido, ni siquiera en Hollywood.


Mientras tanto, la mendiga del FMI, la elegante e intachable Christine Lagarde, pide ahora un poco de dinero de bolsillo a los miembros del BRICS Rusia y China.


Pero madame Lagarde, enzarzada en soliloquio con sus botones de Dior, sabe perfectamente que eso no funcionará, y que no será suficiente para “salvar” el modelo que el FMI, el BCE y “Merkozy” insisten en aplicar.


Mira al Sur, joven
Los indignados del globo –de Grecia y España a EE.UU. y más allá– por lo menos son muy conscientes de las maquinaciones del uno por ciento.


Como cuando se informan del sorprendente rendimiento del Índice de materias primas básicas de Goldman Sachs, el más negociado en todo el mundo. El índice de la quintaesencia del uno por ciento duplica e incluso triplica el coste del trigo, el arroz y el maíz, llevando así a cientos de millones del 99% de todo el globo al hambre terminal.


¿Cómo dejar de pensar que otro mundo tiene que ser posible?
El 99% de Ocupad el Mundo son soñadores en un sentido muy de mayo del 1968, “sé realista, pide lo imposible”. Soñadores de un modo agradablemente horizontal, no vertical o piramidal.
Quieren rescatar la política –cuando los políticos han perdido toda legitimidad– como un debate de ideas, no de egos o ideología. La patética farsa del G20 de la semana pasada demostró una vez más que tienen razón.


Quieren una República del sentido común. Quieren una asamblea popular en cada vecindario y en cada aldea. Contra el dinero como valor moral y las finanzas de casino como un Dios iracundo, quieren rescatar el poder de la inteligencia colectiva.


Lo que necesitamos ahora es llegar a la masa crítica en todo el mundo.
En cierto sentido, es como si hubiera habido una lectura colectiva de El rebelde de Albert Camus, publicado hace seis décadas. El uno por ciento de la época despreciaba fuertemente al que veían como un pequeño argelino, hijo de una empleada de hogar y sin diploma, que se presentaba como filósofo.


Pero mucho antes de la generación de Google y Twitter, Camus mostró que la rebelión migra inevitablemente de la reacción individual a la colectiva, encarnada en su hermosa formulación “Me rebelo, por lo tanto soy”.


Pero no hay que equivocarse. La contrarrevolución del uno por ciento del turbo-capital ya comenzó, y será más que implacable. La historia muestra que cada crisis del capitalismo se "resuelve" mediante una represión absoluta.


Lo urgente es buscar estrategias efectivas. Incluyen todo, desde llamados a una huelga general hasta el debate que precede a la creación de nuevos grupos políticos.


Todos somos responsables
Suramérica, que ha sobrevivido a  torrentes de terribles “ajustes estructurales” del FMI y que ahora forja lentamente su integración e independencia, siempre negada por el uno por ciento neocolonial y sus sátrapas locales, puede ayudar mucho.


En una discusión muy ilustrativa con dirigentes del MST brasileño –Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra, uno de los movimientos sociales más importantes del mundo– me explicaron cómo han pasado de la lucha por la reforma agraria a una batalla mucho más matizada contra los actuales poderosos intereses transnacionales de la agroindustria que ha forjado una intrincada alianza con el gobierno de Lula.


Esto muestra cómo incluso un movimiento social amplio con una enorme base popular tiene que calibrar constantemente su lucha estratégica.


En un frente paralelo, es urgente que haya una traducción al inglés de La Potencia Plebeya, una colección de ensayos del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, uno de los intelectuales más cruciales de Latinoamérica.


Linera señala esencialmente que el uno por ciento y sus subalternos han “vendido” el concepto del interés como una esfera separada de la sociedad civil. Y que la sociedad civil solo puede existir como política si se subordina a los o sacerdotes políticos.


Este, argumenta Linera, es un arcaísmo que data de Hobbes y Montesquieu. Y el 99% debe ser consciente de este hecho, y combatirlo.


Linera acuña el concepto de “ciudadanía irresponsable” para describir a  las masas votantes desconcertadas bajo el hechizo de una farsa neoliberal.


Para la “ciudadanía irresponsable”, el “ejercicio de derechos políticos solo es  una ceremonia de renuncia a la voluntad política, y a la voluntad de gobernar, para colocarla en manos de una nueva casta de dueños privados de la política, que se atribuyen el conocimiento de técnicas sofisticadas e impenetrables de dominio y gobierno”.


Por lo tanto la lucha crucial es contra esos “dueños privados de la política”, y sus amos del uno por ciento, sea en El Cairo, Manhattan, Madrid o Lahore. ¿G-20? Olvidadlo; es más bien G-7.000 millones. Si somos auténticos indignados contra un sistema que hay que derrocar, todos somos responsables.

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