Desmontando a los medios
"El País" apuesta por la militarización de las calles
Tercera Información
Muy dado a abrir debates donde no los hay, El País publica una noticia titulada "Tropas en las calles de Latinoamérica" (1) tomando como un hecho lo que es un supuesto que este medio quiere introducir utilizando la "incapacidad de la policía" y el "aumento de la violencia" como pretexto;
«El avance democrático y las buenas relaciones regionales desatan el debate sobre si los ejércitos deben ser usados para combatir el narcotráfico y el crimen organizado ante el aumento de la violencia y la incapacidad de la policía.»
Si la labor de los ejércitos siempre debe entenderse como un medio defensivo de disuasión ante agresiones externas, desde el 11S ganó terreno la creencia en su papel en agresiones contra países considerados díscolos, marginando a menudo las posturas que daban prioridad a la diplomacia desde el fin de la segunda guerra mundial. El País quiere abrir ahora el debate del "futuro de los ejércitos" por dos motivos: "porque se considera improbable una guerra o un golpe de Estado, y por la creciente amenaza del narcotráfico y el crimen organizado".
Tendríamos que plantearnos si el hecho de no existan riesgos de guerras o golpes de estado en Latinoamérica debiera traducirse en nuevas "funciones" para los ejércitos más allá de la disuasión de la que hablábamos, como sostiene El País, pero sobre todo si la solución a la delincuencia es militarizar las calles.
Lo que pretende El País es omitir las causas presentes en el aumento (o no) de los índices de violencia, tales como la desigualdad de los ingresos, la pobreza, las tasas de desempleo o el déficit educacional, que según CEPAL se constituyen como factores de riesgo fundamentales, para sustituirlos por la mano dura.
Según Bernardo kliksberg, doctor en Economía y pionero de lo que se llamó "Ética para el Desarrollo", la clásica respuesta a la inseguridad en America Latina "se ha basado en los enfoques policiales y represivos conocidos como mano dura que, pese a su popularidad, no han dado los resultados esperados. Por el contrario, este camino impide diferenciar entre la delincuencia organizada y los actos delictivos de jóvenes excluidos y entorpece la elaboración de políticas capaces de enfrentar en profundidad la cuestión" (2).
Pero además de olvidarse de las causas estructurales de la criminalidad a fin de combatirla con eficacia, el mamporro de El País no se limita a generalizar una respuesta militar para toda Latinoamérica, donde los homicidios por 100.000 habitantes han descendido en países como Colombia a medida que el ejército abandonaba la guerra sucia financiada desde EEUU o se han disparado allá donde triunfó un golpe de Estado (Honduras), como consecuencia de la represión. La noticia también recomienda aplicar la misma medicina en Europa, Norteamérica u otros países;
"(...) La discusión sobre el papel de las Fuerzas Armadas no concierne solo a América Latina, sino también a los países desarrollados. En la cumbre sobre terrorismo celebrada en Madrid en marzo de 2005 se acordaron una serie de supuestos en los que emplear a militares contra amenazas criminales: cuando las fuerzas de seguridad se vieran desbordadas por una amenaza, para impermeabilizar las fronteras, (...)".
Según El País, "el uso de militares en tareas policiales exige un profundo cambio de doctrina"... Efectivamente, nos conduce a épocas donde el protagonismo del ejército, junto al siniestro cóctel intervencionismo exterior - terratenientes / burguesía golpista, condujo a un triste, bien conocido y aún cercano período de dictaduras sanguinarias en Latinoamérica.
«El avance democrático y las buenas relaciones regionales desatan el debate sobre si los ejércitos deben ser usados para combatir el narcotráfico y el crimen organizado ante el aumento de la violencia y la incapacidad de la policía.»
Si la labor de los ejércitos siempre debe entenderse como un medio defensivo de disuasión ante agresiones externas, desde el 11S ganó terreno la creencia en su papel en agresiones contra países considerados díscolos, marginando a menudo las posturas que daban prioridad a la diplomacia desde el fin de la segunda guerra mundial. El País quiere abrir ahora el debate del "futuro de los ejércitos" por dos motivos: "porque se considera improbable una guerra o un golpe de Estado, y por la creciente amenaza del narcotráfico y el crimen organizado".
Tendríamos que plantearnos si el hecho de no existan riesgos de guerras o golpes de estado en Latinoamérica debiera traducirse en nuevas "funciones" para los ejércitos más allá de la disuasión de la que hablábamos, como sostiene El País, pero sobre todo si la solución a la delincuencia es militarizar las calles.
Lo que pretende El País es omitir las causas presentes en el aumento (o no) de los índices de violencia, tales como la desigualdad de los ingresos, la pobreza, las tasas de desempleo o el déficit educacional, que según CEPAL se constituyen como factores de riesgo fundamentales, para sustituirlos por la mano dura.
Según Bernardo kliksberg, doctor en Economía y pionero de lo que se llamó "Ética para el Desarrollo", la clásica respuesta a la inseguridad en America Latina "se ha basado en los enfoques policiales y represivos conocidos como mano dura que, pese a su popularidad, no han dado los resultados esperados. Por el contrario, este camino impide diferenciar entre la delincuencia organizada y los actos delictivos de jóvenes excluidos y entorpece la elaboración de políticas capaces de enfrentar en profundidad la cuestión" (2).
Pero además de olvidarse de las causas estructurales de la criminalidad a fin de combatirla con eficacia, el mamporro de El País no se limita a generalizar una respuesta militar para toda Latinoamérica, donde los homicidios por 100.000 habitantes han descendido en países como Colombia a medida que el ejército abandonaba la guerra sucia financiada desde EEUU o se han disparado allá donde triunfó un golpe de Estado (Honduras), como consecuencia de la represión. La noticia también recomienda aplicar la misma medicina en Europa, Norteamérica u otros países;
"(...) La discusión sobre el papel de las Fuerzas Armadas no concierne solo a América Latina, sino también a los países desarrollados. En la cumbre sobre terrorismo celebrada en Madrid en marzo de 2005 se acordaron una serie de supuestos en los que emplear a militares contra amenazas criminales: cuando las fuerzas de seguridad se vieran desbordadas por una amenaza, para impermeabilizar las fronteras, (...)".
Según El País, "el uso de militares en tareas policiales exige un profundo cambio de doctrina"... Efectivamente, nos conduce a épocas donde el protagonismo del ejército, junto al siniestro cóctel intervencionismo exterior - terratenientes / burguesía golpista, condujo a un triste, bien conocido y aún cercano período de dictaduras sanguinarias en Latinoamérica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario