El Pentágono transforma silenciosamente su imperio de bases en el extranjero y crea una nueva y peligrosa forma de guerra
La estrategia del nenúfar
Tomdispatch.com
Pregunté a un miembro
del equipo médico de la Fuerza Aérea por las víctimas semejantes que
ven. Muchas, como en este vuelo, provienen de Afganistán, me dijo.
“Muchas del Cuerno de África”, agregó. “En realidad los medios hablan
muy poco de eso”.
“¿De dónde de África?” pregunté. Dijo
que no lo sabía exactamente, pero sobre todo del Cuerno, a menudo con
heridas graves. “Muchos de Yibuti”, agregó, refiriéndose a Camp
Lemonnier, la principal base militar de EE.UU. en África, pero también
de “otros sitios” de la región.
Desde las muertes de Black Hawk derribado [En España, La caída del halcón negro,
en Latinoamérica] en Somalia hace casi 20 años, hemos oído poco, si
algo, sobre víctimas militares estadounidenses en África (fuera de una
extraña información de la semana pasada sobre tres comandos de
operaciones especiales muertos, junto con tres mujeres identificadas por
fuentes militares de EE.UU. como “prostitutas marroquíes”, en un
misterioso accidente automovilístico en Mali). La creciente cantidad de
pacientes que llegan a Ramstein desde África descorre una cortina sobre
una significativa transformación en la estrategia militar de EE.UU. para
el siglo XXI.
Es probable que esas víctimas sean la
vanguardia de cantidades crecientes de soldados heridos provenientes de
sitios muy alejados de Afganistán e Irak. Reflejan el creciente uso de
bases relativamente pequeñas como Camp Lemonnier, que los planificadores
militares ven como un modelo para futuras bases de EE.UU. “esparcidas”,
como explica un académico, “por regiones en las cuales EE.UU. no ha
mantenido anteriormente una presencia militar”.
Están
desapareciendo los días en los que Ramstein era la base simbólica de
EE.UU., un coloso del tamaño de una ciudad repleto de miles o decenas de
miles de estadounidenses, supermercados, Pizza Huts, y otras
comodidades. Pero no penséis ni por un segundo que el Pentágono esté
haciendo las maletas, reduciendo su misión global y volviendo a casa. En
los hechos, sobre la base de los eventos de los últimos años, es
posible que sea todo lo contrario. Mientras disminuye la colección de
bases gigantes de la era de la Guerra Fría, la infraestructura de bases
en ultramar ha estallado en tamaño y alcance.
Sin que lo
sepa la mayoría de los estadounidenses, la creación de bases en todo el
planeta está aumentando, gracias a una nueva generación de bases que los
militares llaman “nenúfares” (como cuando una rana salta a través de un
estanque hacia su presa). Son pequeñas instalaciones secretas e
inaccesibles con una cantidad restringida de soldados, comodidades
limitadas, y armamento y suministros previamente asegurados.
En
todo el mundo, de Yibuti a las selvas de Honduras, de los desiertos de
Mauritania a las pequeñas Islas Cocos de Australia, el Pentágono ha
estado buscando tantos nenúfares como puede, en tantos países como
puede, lo más rápido posible. Aunque cuesta hacer las estadísticas, en
vista de la naturaleza frecuentemente secreta de esas bases, es probable
que el Pentágono haya construido más de 50 nenúfares y otras pequeñas
bases desde el año 2000, mientras explora la construcción de docenas
más.
Como explica Mark Gillem, autor de America Town: Building the Outposts of Empire,
el nuevo objetivo es “evitar” las poblaciones locales, la publicidad y
la posible oposición. “Para proyectar su poder”, dice, EE.UU. quiere
“puestos avanzados aislados e independientes ubicados estratégicamente”
en todo el mundo. Según algunos de los más fuertes propugnadores de la
estrategia en el Instituto de la Empresa Estadounidense, el objetivo
debe ser “crear una red mundial de fuertes fronterizos”, con los
militares estadounidenses, “la ‘caballería global’ del Siglo XXI”.
Semejantes
bases nenúfares se han convertido en una parte crítica de una
estrategia militar de Washington en desarrollo que apunta a mantener la
dominación global de EE.UU. haciendo mucho más con menos en un mundo
cada vez más competitivo, cada vez más multipolar. Es bastante notable,
sin embargo, que esta política de ajuste de las bases globales no haya
recibido casi ninguna atención pública, ni una supervisión significativa
del Congreso. Mientras tanto, como lo muestra la llegada de las
primeras víctimas de África, los militares de EE.UU. se están
involucrando en nuevas áreas del mundo y en nuevos conflictos, con
consecuencias potencialmente desastrosas.
Transformación del imperio de bases
Se
podría pensar que los militares de EE.UU. se encuentran en un proceso
de reducir, en lugar de expandir, su poco apercibida pero enorme
colección de bases en el exterior. Después de todo, fueron obligados a
cerrar toda la colección de 505 bases, de mega a micro, que construyeron
en Irak, y ahora están iniciando el proceso de reducir sus fuerzas en
Afganistán. En Europa, el Pentágono sigue cerrando sus masivas bases de
Alemania y pronto sacará dos brigadas de combate de ese país. Se planea
que la cantidad de tropas globales se reduzca en unos 100.000 soldados.
Sin
embargo EE.UU. sigue manteniendo su mayor colección de bases de toda la
historia: más de 1.000 instalaciones militares fuera de los 50 Estados y
de Washington DC. Incluye desde bases de décadas de antigüedad en
Alemania y Japón a bases totalmente nuevas de drones en Etiopía y
las islas Seychelles en el Océano Índico, e incluso balnearios para
veraneantes militares en Italia y Corea del Sur.
En
Afganistán, la fuerza internacional dirigida por EE.UU. todavía ocupa
más de 450 bases. En total, los militares de EE.UU. tienen alguna forma
de presencia de sus tropas en aproximadamente 150 países extranjeros,
para no mencionar 11 fuerzas de tareas de portaaviones –esencialmente
bases flotantes– y una presencia militar significativa, y creciente, en
el espacio. EE.UU. gasta actualmente unos 250.000 millones de dólares al
año en mantener bases y tropas en el exterior.
Algunas
bases, como la de la Bahía de Guantánamo en Cuba, datan de finales del
Siglo XIX. La mayoría se construyeron o se ocuparon durante la Segunda
Guerra Mundial o justo después, en todos los continentes, incluida la
Antártica. Aunque los militares de EE.UU. desocuparon cerca de un 60% de
sus bases en el exterior después del colapso de la Unión Soviética, la
base de infraestructura de la Guerra Fría permaneció relativamente
intacta, con 60.000 soldados estadounidenses que permanecieron solo en
Alemania, a pesar de la ausencia de una superpotencia enemiga.
Sin
embargo, en los primeros meses de 2001, incluso antes de los ataques
del 11-S, el gobierno de Bush lanzó una importante reestructuración de
bases y tropas que continúa ahora con el “pivote Asia” de Obama. El plan
original de Bush era cerrar más de un tercio de las bases de la nación
en el exterior y trasladar tropas hacia el este y el sur, más cerca de
zonas de conflicto previstas en Medio Oriente, Asia, África, y
Latinoamérica. El Pentágono comenzó a concentrarse en la creación de
“bases operativas avanzadas” más pequeñas y flexibles e incluso “sitios
de cooperación” aún más pequeños o sea “nenúfares”. Las grandes
concentraciones de tropas se restringirían a una cantidad reducida de
“bases operativas principales” (MOBs por sus siglas en inglés), –como
Ramstein, Guam en el Pacífico, y Diego García en el Océano Índico– que
debían expandirse.
A pesar de la retórica de consolidación
y cierre que acompañó este plan, en la era posterior al 11-S en
realidad el Pentágono ha estado expandiendo drásticamente su
infraestructura básica, incluidas docenas de importantes bases en cada
país del Golfo Pérsico con la excepción de Irán y en varios países
centroasiáticos críticos para la guerra en Afganistán.
Reinician la expansión de las bases
El
“pivote hacia Asia” anunciado recientemente por Obama señala que Asia
oriental estará en el centro de la explosión de bases nenúfares y
eventos relacionados. En Australia se están estableciendo marines de
EE.UU. en una base compartida en Darwin. En otros sitios, el Pentágono
se dedica a planes para una base de drones y vigilancia en las
islas Cocos de Australia y despliegues en Brisbane y Perth. En
Tailandia, el Pentágono ha negociado derechos de nuevas visitas de la
Armada y un “centro de ayuda para desastres” en U-Tapao.
En
las Filipinas, donde el gobierno expulsó a EE.UU. de la masiva Base
Aérea Clark y la Base Naval Subic Bay a principios de los años noventa,
hasta 600 soldados de las fuerzas especiales han estado operando
silenciosamente en el sur del país desde enero de 2002. El mes pasado,
los dos gobiernos llegaron a un acuerdo sobre el uso futuro por parte de
EE.UU. de Clark y Subic, así como otros centros de reparación y
suministro de la era de la Guerra de Vietnam. Como señal del cambio de
los tiempos, los funcionarios estadounidenses incluso firmaron en 2011
un acuerdo de defensa con su antiguo enemigo, Vietnam, y han iniciado
negociaciones para el creciente uso de puertos vietnamitas por la
Armada.
En otros sitios de Asia, el Pentágono ha
reconstruido una pista de aterrizaje en la pequeña isla Titian cerca de
Guam, y considera futuras bases en Indonesia, Malasia y Brunei, mientras
impulsa vínculos militares más estrechos con India. Sus fuerzas armadas
realizan cada año unos 170 ejercicios militares y 250 visitas a puertos
en la región. En la isla Jeju de Corea del Sur, los militares coreanos
construyen una base que formará parte del sistema de defensa de misiles
de EE.UU., a la cual tendrán acceso regularmente las fuerzas
estadounidenses.
“Simplemente no podemos estar en un solo
sitio para hacer todo lo necesario”, dijo el comandante del Comando
Pacífico, el almirante Samuel Locklear III. Para los planificadores
militares, “hacer todo lo necesario” se define claramente como el
aislamiento y (en la terminología de la Guerra Fría) “contención” de
China, la nueva potencia de la región. Esto significa evidentemente
“salpicar” nuevas bases por toda la región, agregándolas a las más de
200 bases estadounidenses que han cercado China durante décadas en
Japón, Corea del Sur, Guam y Hawái.
Y Asia es solo el comienzo. En África, el Pentágono ha creado silenciosamente “cerca de una docena de bases aéreas” para drones
y vigilancia desde 2007. Aparte de Camp Lemonnier, sabemos que los
militares han creado o crearán pronto instalaciones en Burkina Faso,
Burundi, la República Centroafricana, Etiopía, Kenia, Mauritania, São
Tomé y Príncipe, Senegal, Seychelles, Sudán del Sur, y Uganda. El
Pentágono también ha investigado la construcción de bases en Argelia,
Gabón, Ghana, Mali y Nigeria, entre otros sitios.
El
próximo año, una fuerza del tamaño de una brigada de 3.000 soldados, y
“posiblemente más”, llegará para realizar ejercicios y misiones de
entrenamiento en todo el continente. En el cercano Golfo Pérsico, la
Armada está desarrollando una “base avanzada flotante”, o “buque-madre”,
para que sirva de “nenúfar” flotante a helicópteros y patrulleras, y ha
estado involucrada en un masivo aumento de las fuerzas en la región.
En
Latinoamérica, después de la expulsión de los militares de Panamá en
1999 y de Ecuador en 2009, el Pentágono ha creado o actualizado nuevas
bases en Aruba y Curaçao, Chile, Colombia, El Salvador y Perú. En otros
sitios, el Pentágono ha financiado la creación de bases militares y
policiales capaces de albergar fuerzas estadounidenses en Belice,
Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, e incluso en
Ecuador. En 2008, la Armada reactivó su Cuarta Flota, inactiva desde
1950, para patrullar la región. Los militares pueden desear una base en
Brasil y trataron infructuosamente de crear bases, supuestamente para
ayuda humanitaria y de emergencia en Paraguay y Argentina.
Finalmente
en Europa, después de llegar a los Balcanes durante las intervenciones
de los años noventa, las bases estadounidenses se han desplazado hacia
el este a algunos de los Estados del bloque oriental del eximperio
soviético. El Pentágono desarrolla actualmente instalaciones capaces de
apoyar despliegues rotativos, del tamaño de brigadas en Rumania y
Bulgaria, y una base de defensa de misiles e instalaciones de aviación
en Polonia. Previamente, el gobierno de Bush mantuvo dos instalaciones
ocultas (prisiones secretas) de la CIA en Lituania y en Polonia.
Ciudadanos de la República Checa rechazaron una base de radar
planificada para el sistema de defensa de misiles del Pentágono, que aún
no ha sido probado, y ahora Rumania recibirá misiles basados en tierra.
Un nuevo modo de guerra de EE.UU.
Un
nenúfar en una de las islas en el Golfo de Guinea de São Tomé y
Príncipe, frente a la costa occidental, rica en petróleo, de África,
ayuda a explicar lo que está sucediendo. Un funcionario estadounidense
ha descrito la base como “otra Diego Garcia” refiriéndose a la base del
Océano Índico que ha ayudado a asegurar décadas de dominación de EE.UU.
sobre los suministros de energía de Medio Oriente. Sin la libertad de
crear nuevas grandes bases en África, el Pentágono está utilizando São
Tomé y una creciente colección de otros nenúfares en el continente en un
intento de controlar otra región crucial rica en petróleo.
Mucho
más allá de África Occidental, la competencia del “Gran Juego” del
Siglo XIX por Asia Central ha vuelto de verdad, y esta vez de modo
global. Se extiende a tierras ricas en materias primas de África, Asia y
Suramérica, mientras EE.UU., China, Rusia y miembros de la Unión
Europea se enfrentan en una competencia cada vez más intensa por la
supremacía económica y geopolítica.
Mientras Pekín, en
particular, ha participado en esta competencia de una manera sobre todo
económica, marcando el globo con inversiones estratégicas, Washington se
ha concentrado implacablemente en la fuerza militar como su baza
global, marcando el planeta con nuevas bases y otras formas de poder
militar. “Olvidad las invasiones a gran escala y las amplias ocupaciones
en el continente eurasiático”, escribió Nick Turse sobre esta nueva
estrategia militar del Siglo XXI. “En vez de eso pensad en fuerzas de
operaciones especiales… ejércitos testaferros… militarización del
espionaje y de la inteligencia… aviones drones sin tripulación…
ataques cibernéticos y operaciones conjuntas del Pentágono con agencias
gubernamentales ‘civiles’ cada vez más militarizadas”.
A
esta incomparable potencia aérea y naval de largo alcance hay que
agregar ventas de armas que superan a cualquier nación de la Tierra;
misiones humanitarias y de ayuda en desastres que sirven claramente
fines de inteligencia militar, patrullas y funciones de “corazones y
mentes”; el despliegue rotativo de fuerzas regulares de EE.UU. en todo
el globo; visitas a puertos y un despliegue expansivo de ejercicios
militares conjuntos y misiones de entrenamiento que dan a los militares
de EE.UU. una “presencia” de facto en todo el mundo y que ayudan a
convertir a militares extranjeros en fuerzas testaferras.
Y cada vez más bases nenúfares.
Los
planificadores militares prevén un futuro de interminables
intervenciones a pequeña escala en las cuales una gran colección de
bases, geográficamente dispersas, siempre estarán preparadas para un
acceso operativo instantáneo. Con bases en la mayor cantidad de sitios
posibles, los planificadores militares quieren estar en condiciones de
volverse hacia otro país convenientemente cercano si EE.UU. no puede
utilizar una cierta base, como fue el caso en Turquía antes de la
invasión de Irak. En otras palabras, los funcionarios del Pentágono
sueñan con una flexibilidad casi ilimitada, la capacidad de reaccionar
con notable rapidez ante eventos en cualquier parte del mundo, y por lo
tanto algo que se acerque a un control militar total del planeta.
Más
allá de su utilidad militar, las bases nenúfares y otras formas de
proyección del poder son también instrumentos políticos y económicos
utilizados para construir y mantener alianzas y asegurar un acceso
privilegiado de EE.UU. a mercados, recursos y oportunidades de inversión
en el extranjero. Washington planifica utilizar bases nenúfares y otros
proyectos militares para atar a países en Europa Oriental, África, Asia
y Latinoamérica lo más estrechamente posible a los militares de EE.UU.,
y así a la continua hegemonía política-económica de EE.UU. En
conclusión, los funcionarios estadounidenses esperan que el poderío
militar arraigue su influencia y mantenga la mayor cantidad posible de
países dentro de una órbita estadounidense en una época en la cual
algunos están afirmando su independencia todavía con más fuerza y
gravitan hacia China y otras potencias ascendientes.
Esos peligrosos nenúfares
Aunque
la dependencia de pequeñas bases pueda sonar más inteligente y más
económica que mantener inmensas bases que a menudo han creado enojo en
sitios como Okinawa y Corea del Sur, los nenúfares amenazan la seguridad
global y de EE.UU. de varias maneras
Primero, el
lenguaje “nenúfar” puede ser engañoso e intencionalmente o de otra
manera esas instalaciones pueden crecer rápidamente hasta convertirse en
inmensas bestias.
Segundo, a pesar de la retórica sobre
la extensión de la democracia que sigue perdurando en Washington, la
construcción de más nenúfares garantiza en realidad la colaboración con
un número creciente de regímenes despóticos, corruptos y asesinos.
Tercero,
existe un modelo bien documentado del daño que las instalaciones
militares de diversos tamaños infligen a las comunidades. Aunque los
nenúfares parecen prometer aislamiento de una oposición local, con el
tiempo sucede a menudo que incluso las bases pequeñas causan enojo y
movimientos de protesta.
Finalmente, una proliferación de
nenúfares significa la militarización progresiva de grandes áreas del
globo. Como los verdaderos nenúfares –que en realidad son malezas
acuáticas– las bases tienden a crecer y reproducirse incontrolablemente.
Por cierto, las bases tienden a engendrar bases, creando “razas de
bases” con otras naciones, aumentando las tensiones militares, y
desalentando las soluciones diplomáticas de conflictos. Después de todo,
¿cómo reaccionaría EE.UU. si China, Rusia, o Irán construyeran aunque
sea una sola base nenúfar propia en México o en el Caribe?
Para
China y Rusia en particular, más bases estadounidenses cerca de sus
fronteras amenazan con provocar nuevas guerras frías. Más inquietante
aún, la creación de nuevas bases para proteger contra una supuesta
futura amenaza militar china puede llegar a convertirse en una profecía
que se autorrealice: semejantes bases en Asia crearán probablemente la
amenaza contra la cual supuestamente se deben proteger, haciendo que una
catastrófica guerra contra China sea más probable, no menos.
Es
alentador, sin embargo, que las bases en el extranjero hayan comenzado a
generar un escrutinio crítico a través del espectro político desde la
senadora republicana Kay Bailey Hutchison y el candidato presidencial
republicano Ron Paul al senador demócrata Jon Tester y el columnista del
New York Times, Nicholas Kristof. Mientras todos buscan medios
de reducir el déficit, el cierre de bases en el extranjero posibilita
ahorros fáciles. Por cierto, cada vez más personajes influyentes
reconocen que el país simplemente no se puede permitir más de 1.000
bases en el extranjero.
Gran Bretaña, como otros imperios
anteriores, tuvo que cerrar la mayor parte de sus bases restantes en el
extranjero en medio de una crisis económica en los años sesenta y
setenta. EE.UU. se moverá indudablemente en esa dirección tarde o
temprano. La única pregunta es si el país renunciará a sus bases y
reducirá su misión global voluntariamente o si seguirá el camino de Gran
Bretaña como potencia en decadencia obligada a renunciar a sus bases
desde una posición de debilidad.
Por cierto, las
consecuencias de no elegir otro camino van más allá de los motivos
económicos. Si continúan la proliferación de los nenúfares, de las
fuerzas de operaciones especiales y las guerras de drones, es
probable de EE.UU. se enfrente a nuevos conflictos y nuevas guerras,
generando formas desconocidas de reacción e indecible muerte y
destrucción. En ese caso, más vale que nos preparemos para la llegada de
muchos más vuelos –desde el Cuerno de África hasta Honduras– que no
solo transporten amputados, sino ataúdes.
David Vine es profesor asistente de antropología en la American University en Washington DC. Es autor de Island of Shame: The Secret History of the U.S. Military Base on Diego Garcia (Princeton University Press, 2009). Ha escrito para New York Times, Washington Post, The Guardian, y Mother Jones, entre otros. Actualmente termina un libro sobre las más de 1.000 bases militares estadounidenses ubicadas fuera de EE.UU.
Copyright 2012 David Vine
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