Conga, modelos de desarrollo en pugna
La imagen del Perú como país minero
Una
imagen mendaz del Perú recorre el mundo, erigida tras de las protestas
en Cajamarca contra Conga y de todos los conflictos medio ambientales
que hay en este momento en todo el territorio peruano, donde subyace una
vieja afirmación: que la única fuente de riqueza que tiene el Perú son
los recursos minerales.
Esta visión sesgada y falaz la venimos
arrastrando desde el día en que algunos europeos concibieron buscar
continentes llenos de oro, plata y metales preciosos, con un montón de
indios que servirían de esclavos, o de mano de obra a precio cero. El
ideal de fortuna y de riqueza individual y social en la Europa del
Medievo estaba sostenido en “descubrir” y conquistar estas comarcas. De
tal suerte que cuando fue “descubierto “el continente Americano, el
imaginario del mundo occidental selló este “hallazgo” con un estigma: el
nuevo continente estaba atiborrado de oro, plata, varias especies,
inagotables tesoros, y de una gran cantidad de esclavos naturales (en su
doble acepción).
Este momento marcó el rasgo que durante largos
siglos nos ha sofocado: somos países cuya principal riqueza es el oro y
la plata, y demás recursos naturales, como el gas, el petróleo, y
algunos otros que podamos exportar para mejorar nuestra pobre condición
económica de país atrasado, subdesarrollado y avergonzado de su
realidad; en esta versión, somos países con gente atrasada, estúpida y
enferma, una raza que de poco potencial y limitadas facultades.
Sobre
esta racionalidad, se fundó y expandió el mundo moderno de occidente,
llegando a erigir un proyecto económico basado en especializaciones
mundiales, donde unos países se especializaron en vender materias
primas, otros en transformarlas, usarlas y cuando fue posible,
comercializarlas; y a través de estas mercancías con valor agregado,
someter a otras economías de menor desarrollo. En la base de éstas
mercancías están las materias primas de los países atrasados, pero era
el valor agregado de las economías productivas lo que le añadía un
enorme valor, que contrastaba radicalmente con el valor que fue
adquirido originalmente a los países primario-exportadores.
Esta
reseña no es historia antigua, viene sucediendo en la actualidad. Toda
Latino América está siendo afectada por este modelo de capitalismo que
se basa en el extractivismo, que esconde varias aristas que el presente
artículo no pretende desarrollar, pero si señalar. En primer lugar
responde a la vieja lógica de acumulación inmanente del capitalismo. En
segundo lugar esta inversión en recursos metálicos oculta la única
posibilidad de salida y ahorro que tiene el capital internacional para
prevenirse de una crisis mayor. En tercer lugar responde a ensayar una
vez más, la tesis económica que sostiene que el crecimiento acelerado
traerá indefectiblemente desarrollo. En cuarto lugar, obedece a la vieja
tradición colonial de saquear a los países no desarrollados y
condenarlos a la peor de las suertes ecológicas, luego de someter su
territorio a la devastación del medio ambiente.
Para lograr este
objetivo Global, fue necesario desde los tiempos de la Doctrina Monroe,
hasta nuestros días, dividir a Sudamérica en países individuados que
mantengan y cultiven de forma permanente relaciones bilaterales con el
país hegemónico en el continente, así como también con los demás países
dominantes en el orden mundial actual. Divididos e individualizados eran
presa fácil de condiciones y mecanismos comerciales adversos a la
aspiración de llegar a convertirse en países desarrollados.
Estos
mecanismos no sólo fueron impuestos y administrados por los organismos
internacionales (BM, FMI, BID) que velan por la sujeción al modelo único
de desarrollo, el neoliberalismo; también se propiciaron iniciativas
regionales que patrocinaban la instauración de las mismas estructuras.
Otro modelo de desarrollo es posible en el Perú y América Latina
Las
naciones latinoamericanas han realizado grandes esfuerzos para buscar
una integración regional, de forma alterna a las derivadas por los
designios de los organismos financieros internacionales.
Uno de
los principales obstáculos para construir un proceso de integración
regional, son las graves asimetrías entre países, donde muchos poseen
una base productiva incipiente que depende estrictamente de la
explotación y extracción de materias primas sin mayor valor agregado, la
desigualdad social, la existencia de altos niveles de pobreza y extrema
pobreza; hacen que este modelo que prioriza el crecimiento, profundice
las asimetrías generando mayores distancias en las brechas sociales
dentro de cada país. En los modelos de integración hasta ahora
realizados, han primado tres ejes básicos: el comercio, la producción y
la generación de infraestructura para el traslado y salida de productos.
Donde resulta que las grandes obras de infraestructura –que quieren
asociarlas al desarrollo–, corresponden a solventar las exigencias de la
empresa privada sin tener en cuenta la satisfacción de las necesidades y
requerimientos de las poblaciones locales.
Ahora la Integración
de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) bajo el patrocinio
de la UNASUR y su remozado replanteamiento, está cambiando estos
objetivos, de ser un ente promotor de infraestructura que sirva
exclusivamente como corredores de exportación en Sudamérica. Tras una
larga crítica a este tipo de integración regional, la Unión de Naciones
Suramericanas UNASUR, ha logrado relanzar la iniciativa de integración
regional, con una orientación que apunta a que la integración y
desarrollo de proyectos energéticos, de infraestructura, y el
financiamiento deberían ir de la mano con políticas que enfrenten la
pobreza, la sostenibilidad ambiental, y que incida en las áreas
estratégicas de desarrollo social como son, educación, salud, seguridad
social, entre otras.
Esto es absolutamente factible, pues
Latinoamérica puede y debe desarrollarse autónomamente. Para lo cual
tenemos que pasar por nuevas afirmaciones identitarias y un nuevo
reconocimiento territorial.
UNASUR, expresión de la alternativa Sud americana
Reconocimiento
territorial y nueva afirmación identitaria que pasa por proclamar que
somos un continente rico en recursos naturales, no solo en recursos
fósiles y minerales, sino principalmente en recursos renovables, en
biodiversidad; ese es nuestro principal potencial, la mega
biodiversidad.
Estas afirmaciones requieren una visión diferente
de integración regional que logre imaginar y planificar el desarrollo
del continente como una potencia en estos recursos estratégicos del
futuro. No se trata de darle salida sólo a un país, en este momento se
juega el futuro del continente.
Bolivia acaba de renunciar a una
importante inversión que se venía implementando en la lógica del
extractivismo; Perú está frente a una decisión crítica con el proyecto
Conga; en el Ecuador hay una situación parecida, suerte similar corren
otros países de Latinoamérica. Se trata de buscar nuevas opciones que
optimicen el uso de estos valiosos recursos para lograr fortalecer el
mercado interno, mayor valor agregado de nuestros productos, combinados
con una concepción de sostenibilidad ambiental y de justicia social.
Este
es el reto de UNASUR. El desafío de hoy radica en replantear la IIRSA
bajo otro modelo de integración, con un enfoque que busque concertar
voluntad regionalista y desarrollo sostenible.
José Justo Calderón Dongo
Revista nos+otr@s (www.nosotrosperu.org)
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