Caso Assange y temas peruanos
El caso Assange por sus definidas características ligadas al imperialismo neo-colonial no es ajeno al Perú, desde que en 1992 el ex presidente Alberto Fujimori abriera el país al neoliberalismo para que éste se apodere de sus bienes y recursos.
Por eso pronto comenzaron a fluir en el país
denuncias periodísticas sobre atropellos del neocolonialismo, y para
contrarrestarlas, el “sistema” comenzó a operar como en el resto de
países del mundo; es decir, criminalizando las denuncias y las
protestas.
A la vez también apareció el “nuevo marco moral,
político y judicial” que auspiciaba las maniobras coactivas contra la
crítica al neoliberalismo y sus acciones.
En el 2007 el periodista
peruano Herbert Mujica Rojas se constituyó en el típico “caso Assange”
peruano, cuando publicó el libro de su autoría, “¡Estafa al Perú! ¡Cómo
robarse aeropuertos y vivir sin problemas!”.
En ese libro de
investigación el periodista de la “Red Voltaire” denunció la corrupción
que habría existido en el período 2000-2007 entre la empresa
transnacional “Lima Airport Partners”, LAP, y cuatro gobiernos
neoliberales del país –Alberto Fujimori, Valentín Paniagua, Alejandro
Toledo y Alan García-.
En criterio del autor esa corrupción habría
permitido viabilizar la privatización del Aeropuerto Internacional
“Jorge Chávez”, principal terminal aéreo del Perú y tránsito obligado
del tráfico aéreo dentro de América del Sur.
Al libro de Mujica
siguieron o se publicaron en paralelo, otras investigaciones de prensa
escrita sobre el mismo caso, efectuadas por los destacados periodistas
César Lévano y Raúl Wiener del diario peruano “La Primera”, quienes detectarían más presuntas irregularidades.
En
el 2009 contra todo orden lógico todos ellos fueron demandados
penalmente en la justicia peruana por parte de la citada empresa del
neoliberalismo transnacional.
Absurdamente fueron acusados por
ésta del inexistente delito de “difamación a una empresa”; por ley
peruana la difamación sólo afecta a derechos de personas naturales.
Llegado
el año 2012, Mujica, Lévano y Wiener, aún son cautivos del prolongado,
intrincado y oneroso proceso legal que prosigue la justicia peruana “de
tiempos neoliberales”, soportando las arremetidas de la empresa
acusadora.
“Lima Airport Partners”, LAP, por todo argumento
insiste en penar las libertades de expresión, de opinión y de prensa de
que hicieron uso los periodistas en su función informativa.
Si
bien es cierto no logrará se les condene a muerte –por no existir en la
legislación peruana- ello no exime que en el “nuevo marco jurídico” los
periodistas pudieran ser objeto de una sentencia inclinada a favorecer
al neocolonialismo.
El silencio guardado en relación a esas
extrañas causas judiciales por casi todos los organismos encargados de
salvaguardar las libertades de prensa y opinión en el país, hace
entrever que esos organismos serían parte del “nuevo marco
institucional”.
Y Assange, Mujica, Lévano y Wiener, sólo son
víctimas de ese “nuevo derecho” que se aplica en sentido contrario a la
legitimidad.
La imagen de Julián Assange, el periodista
australiano director de la agencia de prensa “Wikileaks”, es sumamente
conocida por la opinión pública internacional y la del Perú.
El
salto de Assange a la fama -y a su desgracia personal- lo estableció su
entereza personal cuando denunció los genocidios, torturas y
conspiraciones contra la paz mundial, llevadas a cabo por EE.UU., la OTAN y el neoliberalismo transnacional.
Para
ello sólo hizo empleo de sus derechos a las libertades de expresión, de
prensa y de información, como periodista y ciudadano del mundo. Pero
sus denuncias contrastan con el silencio que guardó la gran prensa
internacional cuando esos hechos se producían.
En versión de
Assange él proponía que sus denuncias fueren recogidas por la justicia
de EE.UU. -“el país paladín de los DDHH”- para que ella enjuicie a los
responsables.
Hoy extraña e ilógicamente para el periodista esas
denuncias fungen de patíbulo ante la posibilidad real que el gobierno de
Barack Obama lo condene a pena de muerte, como se lo habría propuesto.
Washington
ha acusado a Assange del “delito de espionaje” por “develar secretos de
Estado de los EE.UU.” (todos hechos violatorios a la Carta de la ONU), que el australiano en la función periodística conoció de sus fuentes.
La
persecución desarrollada por el gobierno estadounidense contra el
director de “Wikileaks” ha propiciado que éste sea asilado
diplomáticamente por Ecuador, en su embajada en Londres.
El
imperio de Gran Bretaña cómplice de EE.UU. en el acoso contra el
australiano ha amenazado a Ecuador con incluso violar el derecho
internacional, asaltando la embajada de ese país para capturarlo y
entregarlo a las autoridades de Suecia,
El gobierno sueco que
también forma parte de la conjura, no encontró mejor forma de ayudar a
EE.UU. y Gran Bretaña que acusar a Assange de “delito sexual” por “no
usar condones en sus relaciones íntimas” –de Ripley-.
El gobierno
de Australia, país origen del director de “Wikileaks”, en contravención
al derecho interno de ese país anómalamente le ha hecho conocer que no
lo defenderá “ante otros gobiernos”, dados “los terrible crímenes de que
ha sido acusado”.
La orquestación imperial colonialista de los
EE.UU., Gran Bretaña, Australia y Suecia intenta crear un cerco
político, diplomático, judicial, y mediático, que “aísle” a Julián
Assange y “desaliente” a los países que pretendieran apoyarlo.
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