Elecciones en EE.UU.
Política de fantasía en 2012
Global Research
(Chris Hedges, Empire of Illusion)
Una
vez establecidas las dos candidaturas, la farsa democrática que es la
elección presidencial en EE.UU. se arrastra hacia su espectáculo final. Y
para una campaña que ya está plena de todas las trivialidades e
intrigas de las celebridades, más adecuadas para un reality de la
televisión, no es sorprendente que ambos partidos políticos se propongan
utilizar sus próximas convenciones políticas para presentar
espectáculos coreografiados que no sirven para mucho más que para la
transmisión en el horario central.
Según el New York Times,
un “escenario teatral de 2,5 millones de dólares inspirado por Frank
Lloyd Wright” con 13 pantallas diferentes de video, recibirá al
televidente de la convención nacional republicana en Tampa. Todo como
parte de un esfuerzo, señala el Times, de camuflar al frío
“capitalista buitre”, Romney tras un velo de “calor, accesibilidad y
apertura”. Como alardeó un importante consejero de Romney en el
periódico, “hasta los marcos [de madera de las pantallas de video]
fueron diseñados para dar un sentido de que no se está mirando un
escenario, sino la sala de estar de una persona”.
(Presumiblemente una
copia directa de una de las salas de estar de Romney).
Para
proteger la recién creada aura de “accesibilidad y apertura” de Mitt de
cualquier vagabundo perdido, la ciudad de Tampa gastará 24,85 millones
solo en personal de mantenimiento del orden durante los cuatro días de
la convención. Esto incluirá un masivo despliegue de entre 3.500 y 4.000
“agentes de contingencia” de hasta 63 departamentos de policía
externos. Es evidente que la hospitalidad tiene sus límites.
Todo
será muy parecido en la convención demócrata fijada para principios de
septiembre en Charlotte. La galardonada marca Obama es demasiado valiosa
como para ser empañada por la mancha de la agitación social.
La
amenazadora represión del disenso al estilo Charlotte será facilitada
nada menos que por una ley orwelliana de la ciudad que permite que
cualquier gran evento público sea declarado “acontecimiento
extraordinario”. Cualquier cacheo y arresto arbitrario de un individuo
que realice la policía será entonces ipso facto legal. (Tal como
semejantes prácticas policiales son en todo caso “extraordinarias”).
Por
supuesto, todas esas desventuradas almas que serán recibidas por el
vaivén de las porras policiales en las calles de Tampa y Charlotte
apenas merecerán una mención de la jauría de planificación mediática que
será incluida con toda seguridad en las salas de convención. En su
lugar, las legiones de atontados expertos y presentadores de los medios
se apresurarán a ocupar el tiempo de transmisión deshaciéndose en
elogios sobre el verdadero esplendor de la democracia estadounidense
manifestado en la lluvia de confeti que caerá desde las vigas.
La
impecable presentación mediática de todo el espectáculo como parte
obligada del inevitable docudrama titulado “Decisión 2012” hará poco sin
duda por ocultar al observador atento la verdadera naturaleza de la
charada. A pesar de todo, la política como orgía de entretención seguirá
adelante, con los medios presentes para celebrarla y participar en todo
el asunto. Lo que solo agregará más verosimilitud al comentario
sarcástico de Neil Postman de que “en EE.UU., los menos divertidos son
los animadores profesionales”.
El tema fundamental de si verdaderamente se tomará una decisión en 2012, sobra decir, es bastante dudoso.
Como dice el New York Times
sobre las perspectivas internacionales de Obama y Romney: “Las
verdaderas diferencias en política exterior entre los dos parecen ser
más un asunto de grado y tono que de articulación de un profundo debate
sobre el curso a seguir por EE.UU. en el mundo”. Dicho de otro modo, las
amenazas de bombardear Irán, “contener” a China y humillarse ante
Israel simplemente están fuera de discusión.
Por cierto,
incluso algunos seguidores izquierdistas de Obama admiten que no existe
una diferencia discernible entre los dos candidatos. Como argumentan por
su parte los partidarios de Obama Bill Fletcher y Carl Davidson:
“Noviembre de 2012 no se convierte en una declaración sobre la
presidencia de Obama, sino en una acción defensiva de las fuerzas
progresistas para contener a los ‘Calígulas’ de la derecha política”.
Semejantes argumentos de bancarrota inevitablemente resurgen cada cuatro
años en el ya trillado intento de hacer correr a toda prisa a la
dividida izquierda estadounidense hacia el abrazo mortal del “Partido
del pueblo”.
Ante esta lamentable situación, la campaña
presidencial deberá ser forzosamente poco más que una campaña nacional
de mercadeo, completa con la variedad de artilugios, trucos y engaños
inherentes a ese vil arte llamado “relaciones públicas”. Por lo tanto,
la “decisión” que tendrá lugar en 2012 se limita a lo que ocurra entre
la marca Obama y la marca Romney. Poco diferente, en realidad, de la
elección entre Pepsi y Coke o Nike y Adidas.
Porque exactamente como en
el caso de las marcas, la decisión de 2012 no tiene que ver con la
diferenciación entre dos productos o candidatos diferentes –ya que ambos
prometen proveer la misma agenda de neoliberalismo en el interior e
imperialismo en el extranjero– sino más bien con la elección entre dos
conjuntos de promesas (realmente ficticias). En términos de 2012, es la
débil esperanza y el vago eslogan de “Adelante” proferido por el campo
Obama, contra la promesa de desahogo del equipo de Romney mediante la
restauración del poder de EE.UU.
En otras palabras, por lo
tanto, el hombre que sea más capaz de vender la fantasía más
convincente al consumidor estadounidense en este otoño, será el que
finalmente prevalecerá en noviembre.
Todo adecuado para un imperio de ilusiones.
Ben Schreiner es escritor independiente que vive en Wisconsin. Contacto: bnschreiner@gmail.com o a través de su sitio en la web.
© Copyright Ben Schreiner, Global Research, 2012
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