La violencia define a la cultura norteamericana
niño yo jugaba a la guerra (los vaqueros matando a los indios). Mis amigos y yo nos matábamos unos a otros de manera rutinaria, con armas de juguete, por supuesto. En mi vecindario del sur del Bronx, los pandilleros de más edad tenían armas verdaderas y a veces se mataban unos a otros. ¡Cómo en el cine! Los dibujos animados que yo adoraba de niño estaban llenos de violencia, así como las películas de guerra que Hollywood producía en masa para hacer propaganda a favor de la guerra real contra Alemania y Japón.
Ninguno de los dos mencionó el
control de las armas de fuego o la cultura de la violencia que define a
Estados Unidos. Para la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y muchos de
sus miembros, la libertad parece igualarse con la posesión de armas de
fuego.
La violencia, más norteamericana que el pastel de manzanas y el béisbol, se ha convertido en un importante tema social y en un serio problema de salud pública. Casi a diario alguien mata a otro en incontables áreas metropolitanas. Las familias sufren, la policía dice que está investigando y los periódicos y las emisoras de TV obtienen noticias de primera plana. Yo, como decenas de millones, vemos las noticias sangrientas de la TV y caemos fácilmente en el pozo fascinante de las repercusiones y consecuencias de la violencia. Pero los medios no analizan ni buscan asuntos subyacentes en Aurora o en actos tan horripilantes como este. En su lugar, los utilizan para vender programas noticiosos, periódicos y obtener anunciantes.
La violencia, más norteamericana que el pastel de manzanas y el béisbol, se ha convertido en un importante tema social y en un serio problema de salud pública. Casi a diario alguien mata a otro en incontables áreas metropolitanas. Las familias sufren, la policía dice que está investigando y los periódicos y las emisoras de TV obtienen noticias de primera plana. Yo, como decenas de millones, vemos las noticias sangrientas de la TV y caemos fácilmente en el pozo fascinante de las repercusiones y consecuencias de la violencia. Pero los medios no analizan ni buscan asuntos subyacentes en Aurora o en actos tan horripilantes como este. En su lugar, los utilizan para vender programas noticiosos, periódicos y obtener anunciantes.
Es más,
los medios nos empapan con la cultura de la violencia. En los filmes de
Hollywood y de la TV, la muerte violenta se ha convertido en la única
fórmula para obtener la retribución adecuada. Los villanos fílmicos
sufren horribles finales –justicia fílmica. La violencia como metáfora
cultural viene bien a un país que durante décadas ha vivido en guerra
perpetua apoyada por los dueños de la economía de guerra.
La
carnicería de Aurora se desarrolló después de las masacres de la escuela
secundaria de Columbine, Virginia Tech, Fort Hood y el supermercado en
Tucson, Arizona, y los tiroteos más recientes en Chicago y Tuscaloosa.
Como este es año de elecciones, no hemos oído llamados generales a favor
de una legislación que limite la venta de fusiles de asalto, ni hemos
oído una crítica justificable de las perniciosas políticas de la NRA. En
su lugar, el público norteamericano ha sido inundado con cifras acerca
de la violencia con armas de fuego, que van desde el hecho de que
diariamente mueren 84 personas por armas de fuego hasta la horrenda
estadística de que en nuestro país anualmente se producen 30 000 muertes
relacionadas con armas de fuego.
Compárese nuestro uso de las armas
para matar a personas con las 58 en Gran Bretaña. Las armas de asesinato
en masa se han convertido en el tesoro adorado de millones de
norteamericanos que abandonan evidentes políticas de interés propio ante
la menor señal de que un político propone controlar la posesión de
armas de fuego. La NRA ahora tiene en un puño institucional al Congreso y
al presidente mientras acopia dólares de manos de las fabricantes y
reparte su Pablum sádico como un evangelio cristiano (Jesús hubiera
tenido un gran arsenal en su hogar) para que lo coma la sociedad
norteamericana. Pero la violencia en Estados Unidos trasciende el
control de las armas.
La violencia define a la cultura
norteamericana. Vean los dibujos animados para los niños o cualquier
programa “dramático” y oiga las imágenes y sonidos de la agresión contra
otros. La política exterior de EE.UU. propone la violencia como
solución a los problemas. Bombardear a Kosovo y a Libia. Invadir a Iraq,
o a Siria ahora. Bombardear a Irán. Los filmes de Hollywood, el hockey y
el football norteamericano profesionales, los juegos de video, todos
exprimen la muestra de violencia para atraer al público a su medio
primario de entretenimiento. La brutal dominación masculina se ha
convertido en una estética en el “entretenimiento” norteamericano. Los
medios venden la violencia de la misma manera en que la violencia
conforma el discurso político. En Hollywood, apenas algún filme se
dirige a los teatros sin la pelea y el sonido de un puño golpeando un
rostro, una bala destrozando un cuerpo o un auto empujando a otro auto
fuera del camino. Nuestro sistema carcelario que crece sin cesar, con
sus primos industriales, va en paralelo con la militarización de las
fuerzas policiacas locales. El presidente encabeza el “comité de
asesinatos en el exterior” que decide quienes serán atacados hoy por los
drones. Como invadimos y ocupamos de manera rutinaria otros países, nos
hemos acostumbrado a la guerra permanente, y nuestros jóvenes conocen
las armas de fuego y las han usado contra otros en el Medio Oriente. El
sargento mayor Robert Bales acribilló a unos 15 afganos, suponemos que
por causa de sus traumas de guerra. Es más fácil atribuir al estrés de
la guerra el motivo para los asesinatos en masa que averiguar por qué
cada un par de meses alguien comienza a disparar a otros en la calle, en
un centro comercial o en un cine.
La violencia estatal se oculta
tras un manto de legitimidad. En aras de nuestra seguridad, matamos a
personas por medio de juegos de drones en video en Pakistán, Yemen y
Somalia mientras continuamos ejerciendo nuestra violenta voluntad en el
extranjero. En la era de la guerra perpetua, con asesinatos
premeditados, el asalto a las libertades básicas y el uso de drones
para proteger nuestra seguridad, también experimentamos un duelo
nacional cada vez que un “demente” mata a civiles “inocentes” –a
diferencia de los que mueren en el exterior como daño colateral. Una
alta cifra de bajas norteamericanas ocurre como una estadística paralela
a los actos violentos iniciados en el extranjero. Los soldados
norteamericanos matan a civiles afganos. “Equipos de asesinato”
norteamericanos merodean por el campo y pudiéramos preguntarnos por qué
algo de esta cultura de matar pudiera contaminar nuestros hogares.
Nuestro presupuesto militar vincula literalmente al país a la guerra y a
una economía de guerra.
Las minorías son acusadas de los
crímenes violentos. Diariamente leemos acerca de prisioneros (en su
mayoría negros) que son condenados a muerte. Pero nada sucede a las
personas que diseñan armas automáticas, a no ser cuando las recompensan
por hacer un buen trabajo. Sus jefes, los magnates primordiales
culturales, crean violencia para obtener ganancias. Ellos sirven de
inspiración a la moderna cultura norteamericana.
Ahora oremos,
pero mantengan su arma lista en el cine, donde puede que la necesiten la
próxima vez que alguien se empape demasiado de nuestra cultura violenta
y decida desempeñar el papel del Joker durante una proyección de Batman
o lleve a la calle la violencia de los dibujos animados.
Fuente:
http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=4933:la-violencia-define-a-la-cultura-norteamericana&catid=3:en-los-estados-unidos&Itemid=4
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