Reseña de "Destrucción masiva: Geopolítica del hambre" de Jean
Ziegler
Reseñaba hace
poco un libro de Felipe Aranguren (“El negocio del hambre”) que nos acerca a
los datos concretos de la catástrofe alimentaria que vive el planeta, analizando
sus causas y los intentos de solucionar el desastre que se están desarrollando.
Otro libro reciente en la misma línea es “Destrucción masiva: Geopolítica del
hambre” del suizo Jean Ziegler. Este profesor emérito de sociología en la
Universidad de Ginebra fue además relator especial de la ONU para el Derecho a
la Alimentación entre 2000 y 2008, y es en la actualidad miembro del comité
consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la misma institución. Sus
profundos conocimientos acerca de los entresijos de la depredación económica que
sufre una gran parte de la población mundial han quedado plasmados en libros
imprescindibles como “Saqueo en África” (Siglo XXI, 1979), “Los señores del
crimen” (Planeta, 1998), “Los nuevos amos del mundo y aquellos que se les
resisten” (Destino, 2003), “El imperio de la vergüenza” (Taurus, 2006) o “El
odio a Occidente” (Península, 2010), por citar sólo algunos.
En “Destrucción masiva”, Jean Ziegler nos acerca
al horror con una estructura enormemente lógica, que se enriquece además con
retratos de los protagonistas de estas luchas, a muchos de los cuales conoce
personalmente, y con experiencias propias. La primera parte del libro la dedica,
así, a mostrarnos a la magnitud del desastre. Es la geografía del hambre con sus
diversos escenarios: pobres rurales explotados hasta la miseria o dueños de
pequeñas fincas improductivas; pobres urbanos cuyas vidas dependen trágicamente
de las fluctuaciones de los precios de los alimentos esenciales con los que los
criminales especulan; y junto a esta hambre estructural, el hambre coyuntural
asociada a eventos catastróficos. El resultado no es sólo la muerte por
inanición, Ziegler nos describe también las enfermedades ligadas a la
desnutrición crónica y sus efectos espantosos. Y lo más terrible es que todo
esto ocurre en países que fácilmente podrían ser ricos, como es el caso de
Níger, segundo productor de Uranio del mundo, con una economía destruida por las
políticas de ajuste del FMI. La multiplicación de ejemplos resulta
imprescindible para saber en qué mundo vivimos, para conocer todos los rostros
de este infierno creado por el hombre.
Y tras esta acumulación de datos, la segunda parte
del libro nos describe el despertar de la conciencia del desastre que se produjo
tras la II Guerra Mundial. En este proceso, tuvieron un papel destacado
investigadores y activistas como Josué de Castro, el médico brasileño cuya
“Geopolítica del hambre” (1952) fue un aldabonazo que sacudió conciencias en
todo el mundo. Ziegler repasa su biografía, tan ligada a la trágica historia de
su país en el siglo XX, y describe los años de esperanza en que surgieron
instituciones como la FAO en 1945 o el PMA (Plan Mundial de Alimentos) en 1963.
En 1948, la ONU aprueba la Declaración Universal de los Derechos Humanos que
establece la alimentación como un derecho básico.
Sin embargo, estos esfuerzos se encontraron con
enemigos poderosos que son desenmascarados en la tercera parte del libro. Se
trata de organizaciones mercenarias de los Estados Unidos, como la OMC, el FMI y
el Banco Mundial, que defienden a sangre y fuego los intereses de unas pocas
empresas multinacionales. Resulta fácil entender que cuando el derecho a la
especulación y el lucro se impone sobre el derecho a la alimentación, la
tragedia es inevitable. Un estudio de Oxfam demuestra que en todos los lugares
en que el FMI aplicó a lo largo del decenio 1990-2000 sus planes de ajuste
estructural, millones de nuevos seres humanos fueron empujados al abismo del
hambre. Los ejemplos se multiplican y son necesarios para comprender a fondo
cómo asesinan estos criminales de cuello blanco y vestidos elegantes: India,
Níger, Haití, Zambia, Ghana… Vemos también sin embargo el caso de Sudáfrica,
donde con una legislación que garantizaba el derecho a la alimentación y un
poder judicial independiente pudieron conseguirse importantes victorias.
La cuarta parte del libro nos describe la ruina
actual de las dos instituciones que deberían velar por que el derecho a la
alimentación pudiera materializarse. En 2009 el insuficiente presupuesto del PMA
se vio reducido a la mitad cuando los estados europeos eligieron dar ese dinero
a sus bancos. Esto obligó a suspender el plan de comidas escolares y empujó a la
muerte por hambre a muchos millones de personas en el Cuerno de África o Bangla
Desh entre otros sitios. Esclavitud y hambre en este pauperizado territorio son
el precio de nuestra ropa de marca barata y el éxito de los multimillonarios del
textil. Los esfuerzos de la FAO por promover en la ONU políticas de control de
la especulación con alimentos son frenadas continuamente por los Estados Unidos
y sus aliados a las órdenes de las multinacionales. Comprendemos gracias a la
información que se presenta aquí cómo existen ciertamente instituciones que
tratan de avanzar en la dirección correcta y de qué modo estos empeños son
saboteados.
El papel de los biocombustibles es analizado en la
quinta parte del libro. Es ésta una política enloquecida, pues pensemos que para
fabricar un litro de bioetanol destinado a ser quemado hay que destruir más de
siete kilos de maíz, pero hay que decir también que la extensión de este tipo de
cultivos se produce eliminando otros tradicionales y acaparando un agua escasa
en muchas regiones. No faltan ejemplos por todo el mundo: Camerún, República
Democrática del Congo, Sierra Leona y un largo etcétera. Es una triste
experiencia, además, que el acaparamiento de estas tierras va acompañado de
violencias. En Colombia, entre 2002 y 2007, 13634 personas, entre ellas muchas
mujeres y niños, fueron asesinados a consecuencia fundamentalmente de los
ataques de los paramilitares. Son bien conocidas las conexiones de estos
criminales con el expresidentes Álvaro Uribe.
La sexta parte del libro se dedica a describir el
funcionamiento de los fondos de inversión que especulan con alimentos. El
aumento de los precios de estos en 2008 fue en un principio resultado de causas
climáticas y el auge de los biocombustibles sobre todo, pero esto sirvió de
carnaza a los especuladores que aprovecharon la ocasión y exacerbaron esta
subida. La crisis provocó además que países con gran densidad de población se
plantearan el acaparamiento de tierras en distintos lugares del mundo para
producir alimentos allí. El escenario creado nos muestra a millones de
agricultores expulsados de sus tierras y condenados al hambre, así como la
extensión en muchas regiones de monocultivos que emplean mano de obra próxima a
la esclavitud. Aquí también se multiplican los ejemplos a la vez que se
presentan casos de resistencia.
Concluye el libro con una sección titulada “La
esperanza” en la que se desgranan argumentos para la planificación de la lucha
que ha de permitir superar estas desgracias. Es esencial aquí la toma de
conciencia acerca de la magnitud del desastre por parte de sectores cada vez más
amplios, y la toma de conciencia también de que esta es una catástrofe contra el
que existen y se están desarrollando en este momento estrategias correctas de
lucha. Nada más necesario que conocer estas para poder sumarse a ellas y
potenciarlas, porque es una verdad incontestable que el espanto que se denuncia
en el libro puede tener solución. Como Mahatma Gandhi dijo: “El mundo tiene
suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de
todos.”
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