Una batalla estratégica para el pueblo
El
pueblo venezolano está en las calles vistiéndose de rojo, defendiendo su
proyecto, en el frenesí y la alegría de la lucha para continuar con el
proceso revolucionario. Inmensas movilizaciones se suceden semana a
semana para triturar toda incertidumbre respecto de su decisión, la
marea popular sube de tono, condena al imperio, al capitalismo, a las
clases explotadoras, a los majunches y cipayos.
Mientras que en
su campaña electoral la política burguesa venezolana construyó un
esquema adaptado a su condición de filial imperialista, recordemos que
ahora con aquello de la globalización la clase burguesa define sus
intereses “globalmente”. Reparemos en una síntesis de sus tropelías:
Falsificó la unidad de sus partidarios para aparentar un frente de
choque contra el pueblo y el gobierno bolivariano; sin morderse la
lengua invocó la existencia de una dictadura que le limita sus deseos de
clase; empleó el proceso electoral como negocio con grandes redes de
financiamiento y servicios de campaña; proyectó un programa neoliberal
que luego tuvo que engavetar hasta su tentativa aplicación; creó un
cinturón sanitario en cada acto proselitista para controlar un exiguo
público cautivo; llevó intimidación y violencia a donde quiera que se
presentaba su candidato; se negó a reconocer su condición de clase en
minoría; desconoció la flagrante contradicción y farsa entre su discurso
progresista y sus intenciones retrógradas; desvirtuó los intereses
populares para hacer trueque con el “respeto a la gran propiedad
privada”, el afán de lucro y la explotación; sabedora de su derrota se
dedicó a cultivar la perspectiva del intervencionismo, amenazó con la
crisis social y la guerra; contra todo interés nacional no se cansó de
predicar la vuelta al patio trasero de los gringos; recogió cada una de
las provocaciones exteriores cual lineamientos sagrados.
De esta
manera ante el pueblo descargó su frustración apuntalando la tutela
yanqui como precondición de que dicha burguesía criolla sea nuevamente
colocada para saquear al país a sus anchas, cumpliendo con el papel de
reservorio de recursos, mano de obra barata, economía dependiente de los
organismos financieros y mercado cautivo ante las críticas perspectivas
del capitalismo mundial.
La oligarquía financiera internacional
no podría estar más complacida por tan notable servilismo de la
burguesía venezolana. El comportamiento de la burguesía, su candidato y
sus fuerzas políticas se ciñe al nuevo rol que mundialmente rediseñan
las grandes potencias en el entendimiento de máxima subordinación a su
voluntad, aunque haya quedado fuera de contexto frente a los intereses y
actuales condiciones sociales del pueblo. La clase capitalista en
Venezuela no ha logrado separarse de su posición supeditada y sujeta a
las grandes corrientes del capital internacional confeccionada en los
Estados Unidos, no ha parado de expresar sus tendencias de dominación
para el enriquecimiento ilimitado de sus managers y el propio en la
medida de lo posible, pese a que trató de ocultar su ultra-derechismo,
en esta campaña evidencia su convicción neocolonial.
Así también
su inclinación a la descalificación se sostuvo en la incongruencia por
el precario ofrecimiento de solventar los problemas del país mediante la
aplicación de las medidas que son la fuente principal de sus males. Sus
“soluciones” son la base de la problematización, basta con que
recordemos cómo en lo económico se propuso continuar las pautas europeas
sin importarle de la grave crisis por la que atraviesa aquel
continente, y que sugirió ampliar la cobertura de vivienda destrabando
su especulación. Para dotarse de refuerzos incentivó por doquier la
crítica superficial a los problemas del país, respaldándose en sectores
que por distintas causas –entre las que caben sus propios intereses en
algunos casos, su vulnerabilidad frente a la calaña mediática, su
descomposición social (bandas de criminales operando dentro y fuera de
las cárceles de acuerdo con la agenda política), sus relaciones y
aspiraciones (empleados atados a la autoridad patronal)–; su confusión,
su manipulación, sus inconformidades o su descontento ante las
limitaciones actuales, son susceptibles de engancharse al credo
capitalista aunque tampoco encuentren seguridad en el programa
neoliberal. La burguesía jugó hábilmente con el aislamiento del pueblo,
con el divorcio de algunos de sus sectores en el entendido de que estos
han subido en la escala social, que por tanto ya no tienen identidad
alguna con un gobierno empeñado en políticas populares. De todo esto la
política burguesa hizo una base social inestable con la cual pretende
desatar y legitimar nuevas acciones desestabilizadoras sugeridas por su
propia convicción y por las agencias imperialistas.
Tal punto de
partida en la política de los explotadores es algo que se daba por
sentado en la mayoría de los países. Mientras no se les restrinja su
mandato o no exista un amplio movimiento popular que evidencie sus
responsabilidades, a lo sumo pasa como un mal entre tantos, donde los
pueblos quedan divididos e impotentes, sin comprensión de su realidad y
el futuro que les depara. Apenas hace una década esa era una realidad
imperante, no obstante la acción popular permitió arribar a una mejor
visión de la situación del sistema y de su “gran política” descubriendo
toda su especificidad al servicio del conjunto de relaciones dominantes,
sus controles sociales y deseos de supremacía. Se nos rectificará que
hay antecedentes, claro que siempre los hay, sin duda son de enorme
importancia, lo trascendente aquí es que ha sido ante todo, la acción de
millones de mujeres y hombres la que ha desentrañado fundamentalmente
la naturaleza y consecuencias del accionar capitalista logrando
paralizarlo o neutralizarlo en algunos escenarios. Por ejemplo, no hay
que ser doctos para saber quiénes están detrás del conflicto
chino-japonés, ni escarbar hasta el centro de la tierra para percibir
los intereses imperialistas en Medio Oriente, ni mucho menos
empantanarse en sesudas sesiones para contemplar el crucigrama de
maniobras yanquis contra los pueblos de América Latina amén de conservar
su dominio estratégico; todos estos aspectos saltan ante nuestros ojos,
subrayan la ruptura con el mundo feliz que nos comunican a diario. Una
mejor percepción viene del hecho de que existen pueblos laboriosos que
se están entregando al combate, que resisten las provocaciones ubicando a
sus enemigos de clase, desenmascarando todas sus manipulaciones frente a
los riesgos de nuevas carnicerías y destrucciones que la crisis
capitalista, los complejos industriales y todo el entramado económico
monopolista le inspira a los supermillonarios.
A la burguesía
venezolana le invade la sensación de estar perdiendo su bien más
preciado, aún viendo crecer sus ingresos económicos, que con todo
cinismo toma a la vez que vocifera contra la falta de recursos porque
aspira a otra redistribución del gasto social, usando de pretexto el
intercambio económico Cuba-Venezuela (servicios médicos por petróleo).
Está inconforme y arrastra tras de sí a quienes anhelan y pueden
convertirse en nueva burguesía mediante el recurso de las viejas
políticas, remolca también a las viejas mafias políticas que tan
fácilmente se le adhieren al ver amenazado su sistema de funcionariado.
Su mayor preocupación no es crecer el país, u obtener recursos al precio
de ampliar la producción y sus plantas; porque recordemos que no es de
esta forma en que se consolidó en el poder, sino del doblegarse a las
voluntades del gran capital internacional. Por ello la nueva situación
en el país le provoca estupor, sabe por experiencia propia que incluso
esto reanimará aspiraciones natas de una burguesía nacional, de nuevos
sectores económicos privados o colectivos, y nuevos socios
internacionales que le hacen contrapeso y competencia, que golpean en
primer plano sus apetitos comerciales importadores e inflacionarios.
Sobre todo percibe con claridad que aún en el marco social establecido,
las clases explotadas van poniendo reparos y obstáculos (ley orgánica del trabajo, los trabajadores y las trabajadoras) a sus políticas económicas manufacturadas allá en el norte del continente.
Así
como pierde este piso, pierde otros en su asimilación de la historia
nacional y sur-continental. Para la burguesía nativa le quedaron los
restos de la historia envilecida por los opresores, nunca más pudo
apropiarse de Bolívar y sus valientes, no más pudieron manchar el nombre
de las y los luchadores sociales, no más pudieron burlarse de las
masacres, no más pudieron encubrir las conquistas populares más
recientes, no más pudo maldecir de tierruos a sus esclavos
asalariados, en éste sentido su paquetazo sólo pasará enrareciendo el
ambiento con su hedor de muerto sin poderse ejecutar, desenmascarándose a
sí mismo como un programa de extrema necesidad sólo para las élites
burguesas, no así para las clases trabajadoras. Ambiciona y hará todo
por recuperar aquel paraíso perdido, o infierno –según nos legó la
visión de Galeano–, bueno, su civilización, así deba cumplir el triste
papel de testaferro de los consorcios internacionales; que bajo el
remozado nuevo orden mundial imperial, es para lo que da su rol de clase
“local” con sede en su retiro existencial de Miami.
Como la
victoria de Chávez es inevitable y avasalladora, desde el principio de
la campaña la burguesía, por su razón de clase, no tenía más remedio que
dedicarse a fomentar en el papel y en su reducto mediático; la salida a
una crisis social en la cual por los medios de siempre, logre recuperar
su Estado y estatus. En el proceso de su decadencia, sus planes apuntan
a que dicha crisis se haga realidad en el proceso post electoral,
aprendió rápido de las experiencias de Irak, Afganistán, Libia y Siria
sin importarle el sufrimiento que sus actos puedan causar a las
mayorías, actúa bajo cuerda creyendo fervientemente en el favor de los
yanquis, amenaza continuamente con esto. Se frota las manos de
impaciencia por colocarse los reflectores con su característica reacción
después del 7 de octubre para cantar fraude y hacerla de defensora de
la democracia, la libertad y el progreso. Claro está, cuenta con que el
pueblo se retire de los escenarios y ella pueda crear una situación de
sabotajes, intrigas, desestabilización social con sus huestes y de
abierto intervencionismo imperialista. Pero la situación le va a
estallar, será el pueblo en primer plano quien salga a defender y
celebrar sus victorias aquí y en toda América Latina, si la burguesía
decidió arriesgarlo todo, es el momento para subir el tono al proceso
revolucionario. El plan “Che” del pueblo venezolano potenciará su
movimiento, tiene unas conquistas concretas a las cuales amerita el
impulso de su auténtico papel protagónico.
A nada ni nadie debe
permitírsele que le arrebate al pueblo sus victorias, ni la burguesía ni
las burocracias. Hay muchos méritos en la batalla de Carabobo, pero el
peso fundamental cae en la convicción y decisión popular de mantener al
comandante Chávez en el gobierno con el propósito de avanzar en su lucha
histórica y garantizar un liderazgo salido de sus entrañas. Hace falta
remover e impulsar nuevas relaciones sociales en todo el espectro de la
vida del país, destacando la fe en las propias fuerzas y en su propia
condición social, sin ello no hay marcha hacia adelante.
El
capitalismo como sistema imperante cuenta todavía con grandes recursos,
el Estado sigue siendo un Estado burgués, lo que es tanto como afirmar
que seguimos en esencia bajo un país capitalista donde a la clase
explotadora se le han propinado duros golpes. Las relaciones sociales de
producción fundamentales están dominadas por el capital, las formas de
relacionarse la sociedad continúan con los patrones de dominación y
control burgués, la política burguesa cuenta con reservas de opresión
eficaces, potencialmente nuevas formas de relación de dominación tienen
posibilidades de desarrollarse en el seno del país. Si bien la
correlación de fuerzas interna le es desfavorable de día en día, las
derrotas a la burguesía le sirven de aliento para acciones más
desenfrenadas “locales” y “globales”, a fin de recuperar sus posiciones y
asediar a las clase laboriosas aislándolas de sus conquistas y
liderazgos. De tal suerte que es primordial sujetarnos con fuerza a las
perspectivas planteadas en la lucha por el socialismo y la consecución
de nuevas victorias para extremar el desarrollo de fuerzas
revolucionarias suficientes que impidan las distintas formas de
ejecución de la política burguesa.
Existen propuestas concretas que ya comienzan a ponerse en marcha, desde la organización popular hasta la proyección del programa de la patria,
su centralidad en manos del pueblo será garantía de consecuencia. El
clamor popular de la campaña pone en observancia la cuestión del poder
popular como forma específica de crear un Estado socialista, subraya el
problema de que en tanto la propiedad de los grandes medios de
producción y capitales pertenezca a la burguesía, será un peligro mortal
e impedimento contra la construcción de una nueva sociedad –es verdad
que no se debe asaltar la realidad, que deben acumularse grandes fuerzas
para el propósito estratégico, aunque sea considerada una cuestión
sujeta a tácticas o reevaluaciones de diverso género sociológico, el
tema del poder político-económico no pierde su importancia estratégica
para la edificación de la sociedad socialista–; este clamor revalida que
mientras la clase proletaria no se visibilice y eleve su papel
dirigente, siempre mediarán intereses alternos pero sujetos a las
dinámicas de una sociedad mercantilizada; atestigua que en tanto no se
complete la organización revolucionaria de las y los explotados la
resistencia de burguesa se mantendrá aprovechando nuestras debilidades,
el clamor popular expresa también que es indispensable forjarnos una
clara conciencia clasista y revolucionaria conseguida sólo con el
esfuerzo conjunto de todo el pueblo.
Existen objetivos históricos
trazados con toda claridad, debatidos por los sectores populares en una
etapa de la campaña: independencia, socialismo, potencia económica,
geopolítica antiimperialista y la preservación de la vida toda del
planeta, así mismo sus objetivos específicos hablan de cómo concretar
dicha perspectiva estratégica. Con todo y sus carencias (por ejemplo la
ausencia de un discurso de género, falta de combate concreto al sistema
patriarcal e impulso de la dirección de clase proletaria) o
incongruencias (desarrollo de una burguesía nacional, fomento del
desarrollo del mercado interno, entre más aspectos que no vienen al
caso) necesario es apoyarse en su perspectiva de ruptura y aplicarlos
multilateralmente. Serán insuficientes las fuerzas de un gobierno para
su plena realización, serán inconsecuentes las actitudes pasivas,
evolucionistas y burocráticas, por ello y más habrá que romper con las
viejas estructuras de poder y control, es decir, del Estado burgués. Las
relaciones sociales generales de dominación del capitalismo no han sido
rotas definitivamente, todavía por medio de ellas es que se mantiene la
existencia de clases sociales con antagonismos, a través de ellas se
alimentan diferencias y conflictos, visiones encontradas y perspectivas
diversas de las realidades y el horizonte venezolano.
Las
relaciones sociales generales que el pueblo requiere para fundarse en la
emancipación total, sin importar el orden y compás en que sean
abordadas porque ello está sujeto a los contextos, correlaciones y
condiciones sociales, ponen en primer plano:
· La socialización de la riqueza y sus medios de producirla.
· La democracia clasista ejercida desde abajo sin trámites estructurales por los cuales siempre se filtran relaciones de poder.
· El desarrollo de las fuerzas productivas y culturales de las clases laboriosas.
· La fraternidad como principio rector de la vida social.
· La libertad e igualdad social.
· El desarrollo de la personalidad y colectividad conscientes de su valor.
· La redefinición social del concepto del ser humano.
· El amor a la sociedad y a sus semejantes.
· La pugna por el bien general y su elevación como requisito indispensable.
· La solidaridad con los pueblos del mundo y el internacionalismo.
· La ética y moral acordes a las relaciones colectivistas.
El
trabajo venidero es mayor que la obra alcanzada, enriquecer la vida,
llenarla de expectativas y crear un nuevo escenario social está en manos
de las clases y sectores que componen el cuadro popular en Venezuela,
la juventud, las mujeres, las clases trabajadoras, los militares
patriotas, las organizaciones, los liderazgos. Nuevas relaciones
sociales en el seno de la sociedad venezolana hacen falta hacia todas
sus partes integrantes, lo importante es que se construyan al paso que
se realizan los objetivos concretos en que se proyecta elevar al país
subsanando los riesgos de ejecutarlos del modo tradicional y con los
reductos de la política de la dominación. Para proponernos combatir el
incentivo de la ganancia, la competencia y las tendencias al control
social desde arriba, por ejemplo requerimos de relaciones sobre la base
del deseo de resolver los problemas sociales a gran escala y en
abundancia, sin que nada coarte la creatividad e iniciativa popular.
La
lucha contra el capitalismo, contra la burguesía y contra la hegemonía
financiera e imperialista es necesaria para vencer, el pueblo venezolano
es un ejemplo en ésta línea, cuenta con el respaldo de los pueblos del
mundo, especialmente de Latinoamérica hacia donde es vital expandir la
hermandad, por lo que debe hacer las cosas con sobrada conciencia de su
papel y responsabilidad. La mujer, la juventud y la clase obrera son
destacamentos muy importantes para afrontar los retos del socialismo, no
pueden perder su concentración de la necesaria tarea social, las
revolucionarias y revolucionarios junto con sus organizaciones tienen
por su parte la obligación de fundirse en el pueblo para cumplir su
papel. Otras clases y sectores populares están llamadas a concretar
éxitos en el campo, en la educación, en las ciencias, la administración y
otras áreas; debemos perseverar por igual, en cada ámbito hay tareas
revolucionarias por cumplir. También es verdad que nuevos liderazgos a
todas las escalas son necesarios para la labor que se propone realizar
el pueblo, debe velar por estos, impulsarlos y mantenerlos en la firmeza
de sus principios para que sirvan fielmente al interés colectivo.
Nuevas formas de organización popular son igualmente indispensables para
procesar y afirmar el poder de los explotados y oprimidos, para que no
se pervierta sus intereses y queden atados a estructuras burocráticas de
control sujetas a relaciones de poder.
Ante el 7 de octubre la
batalla por el socialismo agiganta sus fuerzas a pesar de sus enemigos,
la unidad patriótica se consolidó sin aparatajes ni tanta ceremonia, y
pese a las relaciones de poder visibles en las élites políticas y
estructuras; la identidad popular con su liderazgo quedó de manifiesto,
al igual que resalta la importancia de la hegemonía estratégica de las
clases productivas para la transición revolucionaria.
Felipe Cuevas Méndez es Miembro del Partido Comunista de México
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