...pensamos que la escalada de
violencia política no es sino el ensayo de un modelo social todavía más
excluyente y antidemocrático, en el que se plantea incluso
la implantación de nuevos gobiernos cívico-militares.
Guatemala,
4 de octubre de 2012, Totonicapán. El ejército asesina a ocho personas,
desaparece a otra, y hiere de bala y de arma blanca a múltiples mujeres y
hombres procedentes de los 48 cantones del territorio. Motivo: las
movilizaciones pacíficas llevadas a cabo con el objetivo de protestar frente a
los abusivos precios de la electricidad, así como por la defensa de la
educación pública y de calidad, entre otros reclamos.
Guatemala, 1 de mayo de 2012, Santa Cruz de Barillas. Una
persona es asesinada y 10 permanecen hoy en día todavía encarcelados, acusados
de sedición y terrorismo, enfrentando penas de incluso 50 años. Motivo: La
oposición mayoritaria de las comunidades del municipio a la construcción de una
central hidroeléctrica, decisión que incumple la legislación internacional
(convenio 169 de la OIT), ya que no respeta la consulta popular realizada, y
que mayoritariamente vota no a este proyecto.
Estos son dos
ejemplos recientes de toda una serie de agresiones violentas a los sectores
populares en Guatemala. Desgraciadamente, la lista es amplia, y su
periodicidad, persistente: Polochic, San Juan Sacatepécez, Uspantán, etc., son
sólo algunos de los casos más graves. Ante ello, pudiéramos caer en la
tentación de interpretarlos como hechos aislados. O, quizá, como la continuidad
inerte de la ya de por sí muy violenta historia de Guatemala desde los años 60
del siglo pasado.
Lamentablemente,
creemos que no es así. Al contrario, pensamos que la escalada de violencia
política no es sino el ensayo de un modelo social todavía más excluyente y
antidemocrático, en el que se plantea incluso la implantación de nuevos
gobiernos cívico-militares. Éstos serían, de esta manera, la única forma
política capaz de sostener la agudización del proyecto neoliberal en esta
crisis civilizatoria. En este sentido, el gobierno actual, presidido por Pérez
Molina (militar e implicado en el genocidio producido durante el conflicto
armado entre 1960-1996), no sería sino un paso más en esta estrategia de
militarismo neoliberal.
En este punto es
necesario resaltar que este nuevo modelo no es una cuestión estrictamente
guatemalteca, sino que tiene a su vez alcance global. Así, cada vez más, y por
supuesto que no sólo en Guatemala, el capitalismo y la democracia entran en una
contradicción creciente, incluso con la democracia de baja intensidad
actualmente hegemónica. De esta manera, la lógica capitalista, ante la crisis
actual, no hace sino acrecentar la búsqueda desesperada de ganancia, y se está
dispuesto a todo con tal de conseguirla. En este sentido, y consciente de su
creciente falta de legitimidad, los actores fundamentales del sistema –empresas
transnacionales y oligarquías locales- se quitan progresivamente la careta
democrática y recurren a la fuerza, a la violencia, a la represión, para poder
desarrollar su proyecto injusto e inequitativo. Siempre lo han hecho, ya lo
sabemos, pero ahora de manera más evidente, sin ambajes, a cara descubierta. Y
necesitan experiencias probatorias para ello: Guatemala es uno de sus
exponentes.
Este sería por tanto
la propuesta política que se ensaya en Guatemala: empresas transnacionales;
oligarquías alineadas con los mercados globales; policía y ejército como
elementos de represión generalizada; gobiernos sin pretensiones ni ropajes
democráticos, al servicio explícito y directo de las necesidades de los que
detentan el poder.
Así, la
violencia política que sufre el país puede ser entendida a la puesta en
práctica de este proyecto militarista neoliberal, atajando la contestación
social y preparando el camino para este tipo de gobierno, no de mano no dura,
sino durísima. De esta manera, si escarbamos un poco en los casos antes
citados, descubriremos que el gobierno del militar Pérez Molina y la Embajada
Española apoyan de manera explícita la construcción ilegal de la hidroeléctrica
en Barillas por parte de la empresa constructora, que no es otra que la gallega
Hidralia Energía, favorecida con créditos de Bankia. Al parecer, el supuesto
asesino es parte de la filial de dicha empresa, la Hidro Santa Cruz, según informan
fuentes comunitarias.
O también
descubrimos que la causa que generó la movilización que acabó con el asesinato
de 8 personas a manos del ejército en Totonicapán -el precio desorbitado de la
luz-, tiene su origen en la privatización del sector, que pasó a manos de Unión
Fenosa, que después vendió la empresa a una compañía colombiana. Ambas, por
supuesto, incrementaron precios e impidieron cualquier negociación ni diálogo
con las comunidades.
Pero aún
descubrimos más. En un país de enorme pobreza, y a la vez que ocurría todo
esto, se anuncia también la compra de seis aviones militares y de radares
especiales por parte del ejército guatemalteco, presumiblemente con fines
antisubersivos. El valor enorme de esta compra se financia con créditos
millonarios, concedidos por el BNDES brasileño y…por el BBVA.
Esto es lo que
hay, por tanto: empresas gallegas, españolas, colombianas, ejército, seguridad
privada, oligarquías, gobierno guatemalteco, embajadas, por un lado. La
ciudadanía, los sectores populares, por el otro. La cuerda se tensa.
En definitiva,
son varios los aprendizajes que tenemos que hacer de la situación de Guatemala:
el primero, que este capitalismo salvaje sólo se para con una fuerte, rotunda y
contundente contestación social, y los movimientos sociales y comunitarios guatemaltecos
lo están haciendo. Desde aquí nuestro más profundo reconocimiento; el segundo,
la solidaridad internacionalista es fundamental este momento, ya que la
denuncia y la contestación frente a todos los actores involucrados es una
responsabilidad compartida y global, al igual que las redes capitalistas
globales que vemos operan en Guatemala; el tercero, Guatemala no es sino la
antesala de lo que puede llegar a otras latitudes, también aquí a Europa. En
este sentido, siempre creímos que el ajuste estructural era cuestión de países
empobrecidos, y, mira por donde, ahora lo tenemos encima, aplastándonos.
¿Queremos que Guatemala prefigure otra vez nuestro futuro? Parémoslo mejor
ahora, por ellos, por ellas, pero también por nosotros, por nosotras.
Actuemos, denunciemos,
generemos alianzas, confianzas. Toda nuestra solidaridad por tanto con el
pueblo de Guatemala, toda nuestra denuncia a las empresas transnacionales
europeas. Un futuro común, una lucha común.
- Gonzalo
Fernández Ortiz de Zárate, Mesa Internacionalista de Alternatiba (Pais
Vasco)
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