¿Qué está sucediendo en Panamá?
Panamá es un país poco conocido
fuera de sus fronteras. Tiene una pequeña extensión y una población poco mayor
de 3 millones de habitantes. Se sabe que un canal atraviesa nuestras extrañas y
se nos vincula estrechamente a los Estados Unidos. Los amantes del boxeo nos
relacionan con nuestro ídolo deportivo, Roberto Durán, uno de los mejores
boxeadores que ha tenido ese deporte; los fanáticos del beisbol, con Mariano
Rivera, el mejor cerrador de todos los tiempos y los conocedores de la música
popular, por el bolero Historia de un Amor.
En los últimos años el nombre de
Panamá ha hecho bulla hemisférica por los grandes escándalos de corrupción de
nuestro presidente, el señor Ricardo Martinelli Berrocal y por la acción de los
trabajadores de abandonar la sede de la Organización Internacional del Trabajo,
en Ginebra, mientras él daba un discurso. También se ha conocido la masacre
militar contra nuestros grupos originarios, que ha dejado muertos, heridos e
invidentes y, al momento de escribir este artículo, por la represión que se está
dando en la ciudad de Colón, la entrada atlántica al Canal, contra la población
que protesta por la venta de los terrenos de la Zona Libre, una zona franca
desde hace varias décadas. Ya los militares asesinaron a un menor de nueve años
que contemplaba los disturbios desde el balcón de su residencia. No fue casual
que el propio Presidente se encargara de anunciar los aumentos salariales a los
militares. Así los incorpora con mayor firmeza a sus objetivos.
He señalado en Rebelión que Panamá es la mejor vitrina para estudiar la
implementación del modelo neoliberal. Tenemos un Presidente, quien además de ser
un empresario millonario, es un individuo con un desmedido afán de fortuna y de
Poder. Tiene un control absoluto de todos los órganos del Estado y una
injerencia directa en casi todos los medios de comunicación social. Por ello
está ejecutando todas las medidas privatizadoras que ha determinado el imperio.
Lo hace a expensas de las protestas, las que están muy mediatizadas por la falta
de una entidad convocante que defina como objetivo central el cambio de esta
institucionalidad representativa, concentrante y excluyente, por una democracia
participativa, incluyente y solidaria. La gente está indignada, pero sin
brújula. Toda la fuerza mediática, los partidos políticos y la denominada
Sociedad Civil hacen grandes esfuerzos por atemperar las energías populares con
el espejismo de las elecciones generales de 2014; sin embargo, el Presidente
Martinelli Berrocal no se cansa de enviar mensajes de diferentes tonalidades, de
que, si hay elecciones para esa fecha, él va de candidato o una persona que
tenga su aval, sea del partido político que sea, tanto del gobierno, como de la
oposición; porque en Panamá no hay ninguna corriente política que cuestione el
modelo de oferta/demanda, pilar del capitalismo. Hace pocos días escogió al
magistrado Araúz para integrar el Tribunal Electoral. Este señor ya había hecho
pública sus inclinaciones hacia la reelección.
Martinelli Berrocal es el presidente ideal del Imperio. La alianza de
gobierno con el candidato de oposición se selló en la embajada de los Estados
Unidos. El otro candidato, Juan Carlos Varela, quedó como vicepresidente de la
República; pero la alianza se rompió hace un tiempo, sin pena ni gloria para la
población. El presidente ejecuta, sin ningún escrúpulo, todo el menú
privatizador que se le tiene asignado a Panamá. El alto vuelo de la corrupción
gubernamental, denunciado a diario por la sociedad, no le hace mella a un
gobierno que tiene a los Amos del Mundo acariciándole las espaldas.
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