Perspectivas para el próximo cuatrienio
La estrategia de los Estados Unidos hacia América Latina y el
Caribe
La estrategia global
Históricamente, las sucesivas estrategias de política exterior de los Estados Unidos han sido el resultado del consenso de los sectores y grupos de poder prevalecientes dentro su clase dominante. Han sido, por tanto, bipartidistas y responden a los intereses y objetivos de largo plazo definidos por el Estado imperialista.
En las condiciones de la segunda posguerra, los Estados Unidos pudieron plantearse el objetivo de la hegemonía global, frustrado por la rápida emergencia de una superpotencia nuclear rival. El fin de la Guerra Fría condujo a lo que un comentarista neoconservador llamó un “momento unipolar”. Desde ese momento, hasta nuestros días, la estrategia norteamericana ha estado dirigida a perpetuar esa hegemonía global.
Recordemos que hace veinte años fue filtrado a la prensa un documento del Pentágono que planteaba descarnadamente el objetivo de impedir, por todos los medios posibles, la emergencia de alguna nación o grupo de naciones con la aspiración de desafiar el liderazgo militar y económico norteamericano. Hubo una rápida desautorización pública de dicho documento y fue reformulado con un lenguaje eufemístico. Sin embargo, la evidencia empírica y el propio discurso oficial evidencian que ese ha seguido siendo el principio rector de la política exterior norteamericana.
El lugar de América Latina y el Caribe
La tradicional, multidimensional y persistente estrategia de dominación y sometimiento sobre las naciones latinoamericanas y caribeñas, con su trágico saldo en términos de vidas perdidas y sufrimientos humanos de todo tipo [1], cobró un nuevo sentido, así como una importancia aun mayor que la que ya tenía, con esa pretensión de hegemonía global, percibida como viable al finalizar la segunda guerra mundial.
El dominio sobre nuestra región es uno de los soportes fundamentales de la estrategia global norteamericana. Desde su propia percepción, los Estados Unidos no pueden pretender mantener una posición de primacía global si no es capaz de controlar en lo fundamental al hemisferio occidental.
A pesar de los extraordinarios avances logrados por las fuerzas progresistas en América Latina y el Caribe desde 1998, los Estados Unidos la siguen considerando como una zona relativamente segura (o asegurada a su favor), dentro de un contexto global crecientemente competitivo, inestable, impredecible y desafiante para sus intereses hegemónicos.
Esta es la causa principal de su supuesta o aparente baja prioridad o importancia dentro de la política exterior norteamericana, que en realidad es un falaz cliché, interesadamente desmovilizador, que se intenta imponer a fuerza de repetirlo incesantemente por medio de las agencias internacionales de prensa y la columna de Andrés Oppenheimer en El Nuevo Herald, a su vez replicada en los medios bajo la órbita de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Los elementos que, en mi opinión, sintetizan los intereses estratégicos de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe son los siguientes:
· Mantener una superioridad apabullante en el plano estratégico-militar en el continente americano.
· Preservar, reproducir y renovar los mecanismos estructurales de dependencia e inserción subordinada de las economías latinoamericanas y caribeñas en el sistema económico mundial.
· Garantizar el acceso, en condiciones ventajosas, a los recursos naturales estratégicos presentes en la región.
· Maximizar su participación en el sistema de propiedad, la base productiva, los mercados y los sistemas financieros de los países latinoamericanos y caribeños, en particular su participación relativa vis a vis otras potencias extrarregionales.
· Mantener la preponderancia de los valores norteamericanos en los circuitos mediáticos y de la cultura popular.
· Contrarrestar los fenómenos transnacionales percibidos como amenazas para la sociedad estadounidense.
El segundo mandato de Obama
No existe ningún indicio o razón para prever la posibilidad de que durante el segundo mandato de la administración demócrata se pueda o se desee producir un cambio fundamental en las líneas estratégicas anteriormente mencionadas.
De entrada, los márgenes de acción de un Presidente, su equipo asesor y las nuevas autoridades departamentales que designe son bastante limitados, sobre todo en materia de definiciones estratégicas. En el caso de América Latina y el Caribe, en particular, se trata de una política bien establecida, en la que órganos como el Pentágono y su Comando Sur, la CIA, y el Departamento de Estado velan por su conveniente continuidad de acuerdo a las demandas y los intereses definidos por la elite del poder norteamericano
La promesa del inicio de una nueva época en las relaciones interamericanas, anunciada en la Cumbre de Trinidad y Tobago de 2009, basada en una relación entre iguales, no fue un hecho novedoso en la historia de la retórica y de la diplomacia presidencial estadounidense. Tampoco fue novedoso su posterior incumplimiento.
Todo lo anterior en modo alguno significa que la reelección de Obama no haya sido relevante para nuestra región. Entre un Obama que asegura que Venezuela no representa una amenaza para los Estados Unidos y un Romney rehén político de la ultraderecha hay una diferencia muy importante. Dentro de las limitaciones anteriormente referidas, las decisiones tomadas o dejadas de tomar por los Presidentes y otras autoridades pueden determinar el curso de los acontecimientos de manera decisiva, y estas decisiones, a su vez, están influidas por sus valores, sus pensamientos más íntimos y sus visiones del mundo y de los propios Estados Unidos.
Pero en cualquier caso, durante este segundo mandato de Obama debemos esperar mucha más continuidad que cambios, pudiéndose esbozar los siguientes pronósticos en cuanto a los temas a priorizar por su administración:
· La relación con México. Es el nexo bilateral más intenso de los Estados Unidos con nuestra región, representando el 58% del comercio de los Estados Unidos con América Latina y el Caribe, así como alrededor del 12% del total de su comercio a nivel mundial. Es un interés norteamericano fundamental profundizar el control y la absorción subordinada de la economía mexicana, incluyendo los recursos petroleros. Por México y Centroamérica pasa el 90% de la cocaína consumida en los Estados Unidos y el enfrentamiento al crimen transnacional sirven de contexto a una creciente presencia de personal militar, policíaco y de seguridad norteamericano.
· Intensificación de la política de cooptación hacia Brasil. La administración de Obama pareciera estar siguiendo en buena medida las recomendaciones del informe del Consejo de Relaciones Exteriores del pasado aaño [2]. Está en curso un proceso de creciente institucionalización del diálogo político, incluyendo los aspectos de cooperación militar y en los temas de seguridad, así como de proliferación de iniciativas y programas bilaterales en materia económica, científica y educacional [3].
· Ampliación y/o profundización de la red de acuerdos bilaterales de liberalización económica, particularmente a través del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP).
· Ampliación y/o profundización de los acuerdos bilaterales y los regímenes subregionales cooperativos en materia militar y de seguridad. La Cuenca del Caribe seguirá siendo un área de máxima prioridad en materia de seguridad. Dentro de ella, la presencia militar en Colombia reviste particular importancia por su ubicación geográfica equidistante con respecto a los dos extremos del continente americano y su eventual utilización como punta de lanza hacia Venezuela, la región amazónica y otros territorios de América del Sur ricos en recursos naturales [4].
· Realización de todos los esfuerzos posibles para desgastar, subvertir, derrocar e intentar revertir los diversos procesos emancipadores en el continente (gobiernos del ALBA, otros gobiernos progresistas y los procesos multilaterales de concertación y unidad regionales).
En el marco del sistema interamericano el gobierno de Obama se enfrentará a los espinosos temas pendientes de la Cumbre de las Américas realizada este año en Cartagena, en particular las demandas latinoamericanas para que el gobierno norteamericano asuma cambios fundamentales en sus respectivas políticas con relación a Cuba y al enfrentamiento al tráfico de drogas.
De manera general, continuará la sistemática satanización mediática de todos los líderes, actores sociales y procesos que se oponen a la dominación norteamericana, con el correspondiente apoyo a todos aquellos aliados locales portadores de los intereses retrógrados, imperiales, transnacionales y oligárquicos.
Igualmente, continuará el estímulo a la división entre una “América Latina del Pacífico”, supuestamente bien dispuesta para recibir los beneficios de la globalización neoliberal, frente a la “América del Atlántico”, limitada por supuestos prejuicios neoproteccionistas y nacionalistas anticuados. Y, finalmente, deberá seguir el discurso para dividir a las fuerzas y gobiernos progresistas entre la “izquierda responsable” y la que supuestamente no lo es.
En suma, durante el segundo mandato Obama, habrá que esperar principalmente más de lo mismo, en tanto no ocurran cambios fundamentales en los factores y variables claves que determinan la estrategia de política exterior norteamericana hacia nuestro hemisferio.
Notas:
[1] Luis Suárez Salazar (2003): Madre América. Un siglo de violencia y dólar (1898-1998), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003.
[2] Samuel W. Bodman, James D. Wolfensohn y Julia E. Sweig (2011): Global Brazil and U.S.-Brazil Relations.
[3] Como parte del programa de becas en el exterior “Ciencia sin fronteras” implementado por el gobierno brasileño, Estados Unidos podría recibir entre 50 mil y 60 mil estudiantes de ese país. El embajador norteamericano en Brasilia ha calificado esta cooperación como “un ejemplo de la diplomacia estratégica moderna”, añadiendo que “ese amplio acceso a la nueva generación de líderes científicos y empresariales de Brasil le da a los Estados Unidos una oportunidad de moldear la manera con la que estos estudiantes comprenden nuestro país. Nuestra experiencia con los intercambios educaciones y juveniles demuestran claramente que los vínculos desarrollados durante esos programas crean una impresión positiva y duradera de los Estados Unidos.”
[4] Pero los intereses de Estados Unidos en este tema no se limitan a nuestra región. En un reciente documento del Pentágono se señala: “Continuará la identificación de oportunidades de colaboración para desarrollar asociaciones que trasciendan el hemisferio. Este enfoque no solo fortalece las asociaciones de EEUU en el hemisferio, sino que realza la importancia que ellas revisten para apoyar las prioridades globales de los EEUU, incluyendo el vuelco a Asia y el Pacífico.” (Departamento de Defensa. La política de defensa para el Hemisferio Occidental, octubre de 2012).
Roberto M. Yepe Papastamatin. Profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (Cuba)
Históricamente, las sucesivas estrategias de política exterior de los Estados Unidos han sido el resultado del consenso de los sectores y grupos de poder prevalecientes dentro su clase dominante. Han sido, por tanto, bipartidistas y responden a los intereses y objetivos de largo plazo definidos por el Estado imperialista.
En las condiciones de la segunda posguerra, los Estados Unidos pudieron plantearse el objetivo de la hegemonía global, frustrado por la rápida emergencia de una superpotencia nuclear rival. El fin de la Guerra Fría condujo a lo que un comentarista neoconservador llamó un “momento unipolar”. Desde ese momento, hasta nuestros días, la estrategia norteamericana ha estado dirigida a perpetuar esa hegemonía global.
Recordemos que hace veinte años fue filtrado a la prensa un documento del Pentágono que planteaba descarnadamente el objetivo de impedir, por todos los medios posibles, la emergencia de alguna nación o grupo de naciones con la aspiración de desafiar el liderazgo militar y económico norteamericano. Hubo una rápida desautorización pública de dicho documento y fue reformulado con un lenguaje eufemístico. Sin embargo, la evidencia empírica y el propio discurso oficial evidencian que ese ha seguido siendo el principio rector de la política exterior norteamericana.
El lugar de América Latina y el Caribe
La tradicional, multidimensional y persistente estrategia de dominación y sometimiento sobre las naciones latinoamericanas y caribeñas, con su trágico saldo en términos de vidas perdidas y sufrimientos humanos de todo tipo [1], cobró un nuevo sentido, así como una importancia aun mayor que la que ya tenía, con esa pretensión de hegemonía global, percibida como viable al finalizar la segunda guerra mundial.
El dominio sobre nuestra región es uno de los soportes fundamentales de la estrategia global norteamericana. Desde su propia percepción, los Estados Unidos no pueden pretender mantener una posición de primacía global si no es capaz de controlar en lo fundamental al hemisferio occidental.
A pesar de los extraordinarios avances logrados por las fuerzas progresistas en América Latina y el Caribe desde 1998, los Estados Unidos la siguen considerando como una zona relativamente segura (o asegurada a su favor), dentro de un contexto global crecientemente competitivo, inestable, impredecible y desafiante para sus intereses hegemónicos.
Esta es la causa principal de su supuesta o aparente baja prioridad o importancia dentro de la política exterior norteamericana, que en realidad es un falaz cliché, interesadamente desmovilizador, que se intenta imponer a fuerza de repetirlo incesantemente por medio de las agencias internacionales de prensa y la columna de Andrés Oppenheimer en El Nuevo Herald, a su vez replicada en los medios bajo la órbita de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Los elementos que, en mi opinión, sintetizan los intereses estratégicos de los Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe son los siguientes:
· Mantener una superioridad apabullante en el plano estratégico-militar en el continente americano.
· Preservar, reproducir y renovar los mecanismos estructurales de dependencia e inserción subordinada de las economías latinoamericanas y caribeñas en el sistema económico mundial.
· Garantizar el acceso, en condiciones ventajosas, a los recursos naturales estratégicos presentes en la región.
· Maximizar su participación en el sistema de propiedad, la base productiva, los mercados y los sistemas financieros de los países latinoamericanos y caribeños, en particular su participación relativa vis a vis otras potencias extrarregionales.
· Mantener la preponderancia de los valores norteamericanos en los circuitos mediáticos y de la cultura popular.
· Contrarrestar los fenómenos transnacionales percibidos como amenazas para la sociedad estadounidense.
El segundo mandato de Obama
No existe ningún indicio o razón para prever la posibilidad de que durante el segundo mandato de la administración demócrata se pueda o se desee producir un cambio fundamental en las líneas estratégicas anteriormente mencionadas.
De entrada, los márgenes de acción de un Presidente, su equipo asesor y las nuevas autoridades departamentales que designe son bastante limitados, sobre todo en materia de definiciones estratégicas. En el caso de América Latina y el Caribe, en particular, se trata de una política bien establecida, en la que órganos como el Pentágono y su Comando Sur, la CIA, y el Departamento de Estado velan por su conveniente continuidad de acuerdo a las demandas y los intereses definidos por la elite del poder norteamericano
La promesa del inicio de una nueva época en las relaciones interamericanas, anunciada en la Cumbre de Trinidad y Tobago de 2009, basada en una relación entre iguales, no fue un hecho novedoso en la historia de la retórica y de la diplomacia presidencial estadounidense. Tampoco fue novedoso su posterior incumplimiento.
Todo lo anterior en modo alguno significa que la reelección de Obama no haya sido relevante para nuestra región. Entre un Obama que asegura que Venezuela no representa una amenaza para los Estados Unidos y un Romney rehén político de la ultraderecha hay una diferencia muy importante. Dentro de las limitaciones anteriormente referidas, las decisiones tomadas o dejadas de tomar por los Presidentes y otras autoridades pueden determinar el curso de los acontecimientos de manera decisiva, y estas decisiones, a su vez, están influidas por sus valores, sus pensamientos más íntimos y sus visiones del mundo y de los propios Estados Unidos.
Pero en cualquier caso, durante este segundo mandato de Obama debemos esperar mucha más continuidad que cambios, pudiéndose esbozar los siguientes pronósticos en cuanto a los temas a priorizar por su administración:
· La relación con México. Es el nexo bilateral más intenso de los Estados Unidos con nuestra región, representando el 58% del comercio de los Estados Unidos con América Latina y el Caribe, así como alrededor del 12% del total de su comercio a nivel mundial. Es un interés norteamericano fundamental profundizar el control y la absorción subordinada de la economía mexicana, incluyendo los recursos petroleros. Por México y Centroamérica pasa el 90% de la cocaína consumida en los Estados Unidos y el enfrentamiento al crimen transnacional sirven de contexto a una creciente presencia de personal militar, policíaco y de seguridad norteamericano.
· Intensificación de la política de cooptación hacia Brasil. La administración de Obama pareciera estar siguiendo en buena medida las recomendaciones del informe del Consejo de Relaciones Exteriores del pasado aaño [2]. Está en curso un proceso de creciente institucionalización del diálogo político, incluyendo los aspectos de cooperación militar y en los temas de seguridad, así como de proliferación de iniciativas y programas bilaterales en materia económica, científica y educacional [3].
· Ampliación y/o profundización de la red de acuerdos bilaterales de liberalización económica, particularmente a través del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP).
· Ampliación y/o profundización de los acuerdos bilaterales y los regímenes subregionales cooperativos en materia militar y de seguridad. La Cuenca del Caribe seguirá siendo un área de máxima prioridad en materia de seguridad. Dentro de ella, la presencia militar en Colombia reviste particular importancia por su ubicación geográfica equidistante con respecto a los dos extremos del continente americano y su eventual utilización como punta de lanza hacia Venezuela, la región amazónica y otros territorios de América del Sur ricos en recursos naturales [4].
· Realización de todos los esfuerzos posibles para desgastar, subvertir, derrocar e intentar revertir los diversos procesos emancipadores en el continente (gobiernos del ALBA, otros gobiernos progresistas y los procesos multilaterales de concertación y unidad regionales).
En el marco del sistema interamericano el gobierno de Obama se enfrentará a los espinosos temas pendientes de la Cumbre de las Américas realizada este año en Cartagena, en particular las demandas latinoamericanas para que el gobierno norteamericano asuma cambios fundamentales en sus respectivas políticas con relación a Cuba y al enfrentamiento al tráfico de drogas.
De manera general, continuará la sistemática satanización mediática de todos los líderes, actores sociales y procesos que se oponen a la dominación norteamericana, con el correspondiente apoyo a todos aquellos aliados locales portadores de los intereses retrógrados, imperiales, transnacionales y oligárquicos.
Igualmente, continuará el estímulo a la división entre una “América Latina del Pacífico”, supuestamente bien dispuesta para recibir los beneficios de la globalización neoliberal, frente a la “América del Atlántico”, limitada por supuestos prejuicios neoproteccionistas y nacionalistas anticuados. Y, finalmente, deberá seguir el discurso para dividir a las fuerzas y gobiernos progresistas entre la “izquierda responsable” y la que supuestamente no lo es.
En suma, durante el segundo mandato Obama, habrá que esperar principalmente más de lo mismo, en tanto no ocurran cambios fundamentales en los factores y variables claves que determinan la estrategia de política exterior norteamericana hacia nuestro hemisferio.
Notas:
[1] Luis Suárez Salazar (2003): Madre América. Un siglo de violencia y dólar (1898-1998), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003.
[2] Samuel W. Bodman, James D. Wolfensohn y Julia E. Sweig (2011): Global Brazil and U.S.-Brazil Relations.
[3] Como parte del programa de becas en el exterior “Ciencia sin fronteras” implementado por el gobierno brasileño, Estados Unidos podría recibir entre 50 mil y 60 mil estudiantes de ese país. El embajador norteamericano en Brasilia ha calificado esta cooperación como “un ejemplo de la diplomacia estratégica moderna”, añadiendo que “ese amplio acceso a la nueva generación de líderes científicos y empresariales de Brasil le da a los Estados Unidos una oportunidad de moldear la manera con la que estos estudiantes comprenden nuestro país. Nuestra experiencia con los intercambios educaciones y juveniles demuestran claramente que los vínculos desarrollados durante esos programas crean una impresión positiva y duradera de los Estados Unidos.”
[4] Pero los intereses de Estados Unidos en este tema no se limitan a nuestra región. En un reciente documento del Pentágono se señala: “Continuará la identificación de oportunidades de colaboración para desarrollar asociaciones que trasciendan el hemisferio. Este enfoque no solo fortalece las asociaciones de EEUU en el hemisferio, sino que realza la importancia que ellas revisten para apoyar las prioridades globales de los EEUU, incluyendo el vuelco a Asia y el Pacífico.” (Departamento de Defensa. La política de defensa para el Hemisferio Occidental, octubre de 2012).
Roberto M. Yepe Papastamatin. Profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (Cuba)
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