Reseña de “El capitalismo en un callejón sin salida”, de Fred Goldstein
Un libro para salir del callejón
Red Roja
Ha llegado a nuestras manos la versión en lengua castellana del último libro de Fred Goldstein. Nos parece una obra necesaria.
Este libro nace en un contexto que ofrece curiosos paralelismos con la situación que vivimos en el Estado español. Lo que aquí es el 15 M, allí es Occupy Wall Street. El autor señala que este movimiento tiene la virtud de señalar a la élite capitalista como la culpable de la situación actual. Sin embargo, no basta con eso.
La enorme virtud de este libro es que no da la espalda a este tipo de movimientos, ni tampoco se pliega a sus incompletos discursos. Sino que les ofrece justo aquello que más necesita todo levantamiento espontáneo: el instrumento privilegiado del análisis marxista de la sociedad de clases.
Goldstein expone detalladamente algo que Red Roja viene repitiendo desde hace tiempo en el Estado español: las medidas de estímulo keynesiano no pueden solucionar esta crisis, porque ahora el capitalismo está plenamente globalizado.
La obra traza esclarecedores paralelismos entre la crisis actual y las de 1873 y 1929. Pero establece también graves diferencias. Si entonces los capitales podían recurrir a distintas estrategias para superar –o más bien, retrasar- la crisis (la guerra, la expansión imperialista, la intervención estatal sobre las finanzas, la reestructuración tecnológica, la destrucción de los sindicatos y la reducción de los salarios), ahora el sistema ha llegado a un punto sin retorno, donde ni siquiera todo eso junto logra invertir la tendencia.
Basándose en El Capital de Marx, este autor nos recuerda que esta crisis es una crisis de sobreproducción, inherente al sistema e inevitable bajo el capitalismo. La competencia obliga a los capitalistas a incrementar la productividad; para ello, se valen del desarrollo tecnológico, lo que incrementa el paro de masas y deprime el consumo. En mitad de la anarquía capitalista, cada empresario busca su propio beneficio y la productividad estrangula los beneficios. Así, prefieren dedicar sus capitales a la especulación, los préstamos, la recompra de acciones y otras actividades al margen de la economía productiva.
Se produce una “recuperación con desempleo” o una falsa recuperación y, mientras los banqueros saquean el erario público, sus títeres políticos hacen una hipócrita llamada a la austeridad. Mientras tanto, el extractivismo capitalista ha superado la capacidad de regeneración del planeta y amenaza literalmente la vida.
Goldstein cita con acierto El imperialismo, fase superior del capitalismo de Lenin, obra que expone cómo el saqueo colonialista de la periferia permitió a la oligarquía conceder algunas migajas a la clase obrera del centro, y en particular a su dirigencia sindical, a fin de acallarla y hacerla cómplice de sus barbaridades. En el Estado español conocemos a la perfección este proceso, pues hemos sufrido la traición de partidos como el PCE y sindicatos como CC OO.
Es otro de los puntos fuertes de la obra, porque los nacientes movimientos de protesta deben evitar caer bajo la influencia del revisionismo en todas sus formas, empezando por la socialdemocracia keynesiana cómplice directa del imperialismo, que intenta descaradamente ponerse a la cabeza de movimientos como el 15 M u Ocuppy Wall Street.
En consecuencia, para conjurar este posible peligro, Goldstein insiste en su libro en otra idea que hemos venido defendiendo siempre desde Red Roja: es la propiedad privada la base de que, a raíz proceso de acumulación del capital, la sociedad se divida en clases de intereses enfrentados, en ricos y pobres, en opresores y oprimidos.
Ninguna medida reformista, ninguna fiscalidad progresiva puede subvertir esta tendencia implacable derivada de que, al ser privados de los medios de producción, existe una masa de proletarios que sólo poseen su fuerza de trabajo y no pueden vivir de otra cosa, lo que les hace depender de los propietarios, que por tanto establecerán su propio marco legal (aunque sea bajo el disfraz “democrático-burgués”) para enriquecerse.
Esto unido a un desacomplejado y firme rechazo de las actividades de la OTAN contra países como Libia o Siria (actitud mucho más avanzada que la de otros camaradas que quisieron ver “revoluciones” donde sólo había injerencia imperial), o de las maniobras de las potencias centrales destinadas a desestabilizar a China, hacen de esta obra un libro muy interesante para tantos jóvenes que, por un lado, rompen con el sistema que les aplasta, pero por otro no acaban de lograr desembarazarse de la influencia de los panfletos difundidos por los medios de comunicación burgueses.
Y es que, como vemos en este libro, en Estados Unidos también hay comunistas. ¿No es aquel, el corazón del imperio, un frente de batalla decisivo para derrocar el sistema? Espero que muchos latinos proletarios norteamericanos disfruten con la traducción de esta obra fundamental. Una sola de sus líneas les aportará mucho más que las obras completas del tal Stephane Hessel.
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