sábado, 8 de diciembre de 2012

¿Un golpe estadounidense en Egipto?
Al-Ajbar
Lo que está sucediendo en Egipto requiere una contextualización histórica. Cuando Sadat se hizo con el cargo por primera vez después de Naser, en 1970, sus posibilidades de sobrevivir en el poder eran nulas. No tenía altura política ni base de poder propia. Comenzó a edificar su poder en 1971, cuando anunció la existencia de una amplia conspiración izquierdista por parte de los asesores principales de Naser (él los llamó “marakiz al-qiwa”, centros de poder). El caso se fundó en grabaciones secretas de conversaciones telefónicas. Nunca se supo si antes el gobierno de Estados Unidos había suministrado a Sadat las “pruebas” para ayudarle a eliminar a sus rivales naseristas. Solo un año después, Sadat ordenó la expulsión de los asesores soviéticos de Egipto, probablemente como pago al gobierno estadounidense. El resto de la historia de Sadat y Mubarak es demasiado bien conocida: el gobierno de Estados Unidos ayudó a construir y supervisar el estado de seguridad represiva de Egipto, que se convertiría en la piedra angular de las políticas de Estados Unidos e Israel en Oriente Próximo.
Es demasiado pronto para analizar la naturaleza del régimen egipcio de Mubarak pero hay algunas señales e indicaciones claras. El gobierno de Estados Unidos ha llegado a la conclusión de que él (e Israel) pueden hacer negocios con los Hermanos Musulmanes siempre y cuando no toquen ni interfieran en la política exterior de Sadat y Mubarak. El servicio de inteligencia egipcio lo ha construido Estados Unidos y opera como una extensión de la agencia de la CIA en Egipto. Es justo decir que la Hermandad Musulmana ha permitido al servicio de inteligencia mantener el control sobre la política exterior de Egipto. Los nombramientos de altos cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores se han llevado a cabo por el aparato de la mujabarat [servicios secretos] y los ministros de Asuntos Exteriores del nuevo Egipto son graduados de la escuela diplomática de Sadat. El gobierno y el Congreso estadounidenses han dejado muy claro que el único criterio que le importa a Estados Unidos es que se preserve el tratado entre Egipto e Israel.
Pero la Hermandad Musulmana necesitaba tiempo para demostrar su lealtad y sumisión a los intereses de seguridad de Estados Unidos y a sus órdenes. Estados Unidos observaba muy de cerca y los observadores árabes tenían muy claro que los Ijuan [Hermanos Musulmanes] se estaban sometiendo a un rápido cambio de imagen. Atrás quedaron los discursos sobre la yihad con su grotesca retórica antisemita y las habituales referencias islamistas a “los descendientes de los simios y los monos”; apareció una nueva insistencia en la necesidad de respetar “los tratados y obligaciones internacionales”. Obviamente, las referencias redundantes por parte del nuevo gobierno egipcio a respetar los “tratados internacionales” no estaban relacionadas en modo alguno con los tratados bilaterales de Egipto con los países africanos y asiáticos. Se convirtió en un eufemismo o en un mediocre lenguaje codificado para el nuevo gobierno de los Ijuan: se envió como señal a Estados Unidos de que están dispuestos a mantener las mismas políticas exteriores de Mubarak y Sadat a cambio de apoyo en el poder.
La Hermandad envió emisarios a Washington DC y mantuvo conversaciones con destacados miembros del establishment sionista en la ciudad. El senador John McCain (un hombre a la derecha de Ariel Sharon), se convirtió en un repentino defensor de los Hermanos Musulmanes en Estados Unidos y fue regularmente a la Fox News para promover la idea de una “Hermandad musulmana moderada”. El FMI (un mero instrumento de la política exterior estadounidense) se unió al coro rápidamente y prometió un préstamo generoso a cambio de un buen comportamiento.
Pero la guerra de Gaza fue la oportunidad de oro: pasarían años antes de que realmente supiéramos cómo estalló la guerra de Gaza y cómo se gestionó, pero los Ijuan se ganaron la confianza de Estados Unidos y de Israel con gran rapidez. Tras la salvaje guerra de Israel contra Gaza, los Hermanos Musulmanes y los predicadores de la guerra santa contra los judíos —esa es la retórica clásica de los Hermanos Musulmanes— argumentaron que la llamada del gobierno de Mursi al embajador egipcio en Israel es la respuesta más fuerte posible, muy parecida a la línea de argumentación de la política exterior de Mubarak. La Hermandad trabajó muy de cerca con el gobierno de Obama y los sionistas de Estados Unidos colmaron de elogios al gobierno de Mursi y al nuevo comportamiento responsable de los Hermanos Musulmanes.
Fue sólo unos días después de la guerra de Gaza cuando Mursi presentó sus decretos. Y la reacción de Estados Unidos fue bastante similar a su reacción cuando alguno de sus clientes represivos de la región recurre a medidas represivas. Peor aún, el gobierno de Estados Unidos reaccionó de la misma manera que reaccionó cuando los manifestantes salieron a las calles por primera vez contra el régimen de Mubarak. Al igual que el gobierno de Obama condenó con celeridad la “violencia” de los manifestantes egipcios contra Mubarak (y no viceversa), el gobierno de Obama volvió a advertir a los manifestantes (y no al régimen) contra el recurso a la violencia. Los medios sionistas rápidamente siguieron el ejemplo. The New York Times publicó una imagen en primera plana de un activista de la Hermandad Musulmana rescatando a un herido: los árabes ridiculizaron extensamente la imagen porque en el mismo día, la prensa árabe mostraba varias imágenes de matones de los Ijuan golpeando a manifestantes pacíficos en El Cairo. Y The New York Times se ha mostrado tan complacido con el comportamiento de Mursi vis-à-vis Israel que ha considerado el montaje de tiendas de campaña y los garabatos de los graffiti anti-Mursi como actos de violencia por parte de la oposición.
No hay pruebas hasta el momento de que Estados Unidos haya estado involucrado en el golpe de Mursi, pero hay una clara evidencia de que los dos gobiernos han estado trabajando en estrecha colaboración. Varios emisarios de Mursi fueron enviados a Washington DC y Mursi notificó al gobierno estadounidense su decisión antes de que el decreto fuese anunciado a la opinión pública egipcia. No es improbable que Estados Unidos haya actuado en connivencia con Mursi con el fin de reconstruir el estado de seguridad represiva que tan útil ha resultado a Israel durante décadas. Es posible que Estados Unidos ajuste sus relaciones en la región a fin de incorporar a los regímenes de los Ijuan en el sistema represivo regional pro-estadounidense establecido. La sospecha de un papel estadounidense en el gobierno de Mursi es ampliamente compartida entre los egipcios, y ello explica que muchos de los manifestantes fueran a la embajada de Estados Unidos a protestar, pero fueron apartados por los matones de la seguridad de Mubarak-Mursi.

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