Perú
La muerte llega en el segundo show
Fue ese el título de una malísima película peruana presentada a mediados del siglo pasado. Se trataba de una versión policial hecha de manera muy precaria y con escasos recursos, que no logró éxito en la pantalla. La muerte del film quedó confirmada cuando el público se ausentó de las plateas, y estas quedaron desiertas. Se dijo en ese entonces que unos murieron de risa y otros de aburrimiento, pero nadie se vanaglorió después, de haberla visto. Como lo dice un mensaje que recibí hoy remitido por un apreciado compañero de lucha, la agresión de dos mujeres contra el embajador de Ecuador Licenciado Rodrigo Riofrío, ocurrida hace algunos días en Lima, pudo haber sido un show en toda la línea. Se hace evidente, por los videos mostrados, el accionar de las dos damas ante un diplomático ecuatoriano que nunca estuvo a la altura de Maurice Talleyrand. Habría que investigar el movimiento migratorio de ellas y la oportuna presencia de una mujer que grabó en los exteriores de Vivanda donde ocurrieron los hechos. No puede descartarse que la agresión haya sido habilidosamente montada con fines aviesos.
La mujer mayor se introduce sin derecho para ser atendida antes que otros, el embajador le llama la atención en términos seguramente agresivos, y la hija propina una cachetada al diplomático que opta primero por defenderse con una revista en la mano, y luego retirarse. Fuera del centro comercial ocurren acciones más deplorables, incluida el ataque físico contra una de las mujeres. En la circunstancia, aparece el ex ministro de Alan García y hoy alcalde de Magdalena, Francis Allison, quien curiosamente tuvo no hace mucho, un lío de dólares en USA. En pocas palabras, espectáculo a la medida de la TV.
Bien podría suceder que tanto las mujeres de esta historia como el alcalde y los medios que levantan el hecho, puedan estar concertados para crear el incidente y dificultar nuestras relaciones con Ecuador y en particular con su Presidente Rafael Correa, a quien por cierto detestan. Un hecho de este tipo podría ser conveniente para Estados Unidos y la ultra derecha peruana y latinoamericana, pero sin duda inconveniente para Perú y Ecuador.
La historia ha estado plagada de incidentes de esa naturaleza en los que provocaciones de baja estofa derivan en consecuencias mayores. Uno de estos -es bueno recordarlo- ocurrió en Santiago de Chile en 1973, poco antes del golpe fascista que derrocó al Salvador Allende. La derecha presionaba por derribar a cualquier costo al Jefe del Ejército, el general Carlos Pratts, a quien alentaba para que se alzara contra el orden constitucional, y acusaba de “no hacer respetar” a la institución armada frente al “comunismo”.
En circunstancia en que el general se desplazaba por las calles del Barrio Alto en su vehículo, fue de pronto abordado por otro desde el que dos muñecas le hacían gestos obscenos, a la par que lo insultaban con voz amanerada. Luego de sufrir ése y otros vejámenes, el general detuvo su vehículo y descendió para cerciorarse de lo que estaba ocurriendo -muñecas que lanzaban improperios-. Entonces, las agresoras se quitaron la careta y mostraron su rostro: eran dos mujeres que insultaba al uniformado. Este les respondió duramente, y cuando lo hacía, aparecieron las cámaras de la TV que filmaron el incidente y los presentaron de inmediato denunciando al general por “agredir” y “ofender” a dos “damas santiaguinas”. Todos los medios multiplicaron la denuncia y agigantaron el caso demandado la inmediata “destitución del general abusivo que atacaba mujeres indefensas”. Finalmente el Comandante -que cayó en la provocación, como el diplomático del Guayas- renunció, y en su lugar fue nombrado Augusto Pinochet: el camino del Golpe había quedado abierto.
Aunque distinto, y distante, el caso, bien puede considerarse que hay en el Perú -y en el exterior- fuerzas oscuras que alientan propósitos complementarios: Hacer escándalos que sirvan como cortinas de humo a fin de “esconder” de la mirada ciudadana la corrupción desenfrenada del gobierno de García y los vínculos de los hermanitos Fujimori con el narco tráfico; pero además desacreditar al gobierno amigo de Rafael Correa y, por si aún eso no fuera suficiente, deteriorar la imagen del Canciller Roncagliolo, cuya caída anhelan como el sátiro a una doncella.
En este marco ha surgido un segundo show: la presencia en el Perú de dos parlamentarios venezolanos adictos a la causa de Capriles, que han venido a nuestro país en busca de “apoyo”. ¿Y por qué han venido precisamente al Perú, y no a Ecuador, o a Chile, o a Brasil? ¿Por qué aquí, y no a Chile, o a Bolivia, o al Uruguay? Ciertamente porque lo que les interesa es algo más que Venezuela: es el Perú y el miedo que corroe a esa Derecha Bruta y Achorada ante el supuesto e inventado “viraje” de Ollanta Humala hacia “el chavismo”.
Como ujieres de esa “delegación” vocinglera y agresiva, han asomado los congresistas de la “nueva alianza electoral”. Maurico Mulder, Lourdes Alcorta y Luz Salgado, encargados de organizar una función especial en el hemiciclo de la Cámara para arrancar a cualquier precio una moción de condena al gobierno de Venezuela, y de solidaridad con los parlamentarios supuestamente agredidos en Caracas. Con ellos, han formado una entidad -“Amigos de Venezuela”, que debiera llamarse más bien Amigos de Capriles.
A estas alturas del partido es bueno que se recuerde que todos los países del mundo -salvo uno- han reconocido ya la elección de Nicolás Maduro Moros como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Solo Estados Unidos se niega a hacerlo porque eso contraría su estrategia de dominación. En un momento tendrá que variar esa postura irreductible, y cuando ello ocurra, Capriles arreará la bandera y se irá con su música a otra parte. Entre tanto, aquí la comparten los sicofantes de la burguesía del más variado pelaje. Ellos exigen que a esa cifra -de 1- de sume otro: el Perú. ¡Así serán dos, los náufragos perdidos en el océano del mundo!
Por supuesto que en torno al caso de Venezuela los grandes medios nunca dicen la verdad. Ha habido casos flagrantes: un diario español publicó la foto de una mujer que era arrastrada por la policía en una calle después de ser golpeada. La leyenda decía que reflejaba la “brutal represión chavista contra el pueblo de Venezuela”. Al día siguiente el diario tuvo que admitir que la foto no correspondía a Venezuela, que era captada en una calle de El Cairo.
La patria de Bolívar está avanzando en medio de un mar proceloso. No tanto porque mire al Atlántico, y no al Pacífico, sino sobre todo porque hay quienes no dan tregua a la sociedad venezolana y se empeñan más bien en multiplicar sus retos. La DBA venezolana cuenta con 4 canales de TV de señal abierta y cobertura nacional y 105 emisoras que cautivan el 72% de la audiencia. Y tiene una inmensa capacidad para el engaño y la confusión, como ocurre en todas partes. Los Aldo M o las Cecilias V. de allá, se multiplican en los oídos de los venezolanos con todo tipo de venenos, y emponzoñan todos los escenarios. Hoy no saben qué decir, desconcertados como están por lo que podría ser muy bien una jugada de alta política del Presidente Maduro con relación al Perú,
No hay que olvidar que el 15 de abril, los “disturbios” no fueron obra de espontáneos descontentos. Fueron urdidos con premeditación, ensañamiento, alevosía y ventaja, como suele ocurrir con ciertos crímenes. Las “brigadas de choque” insurgentes se ensañaron con los Centros de Diagnóstico Integral, es decir, las postas médicas puestas al servicio de las poblaciones. Y los muertos -los 10- no fueron víctimas de la represión policial, sino asesinadas por agentes al servicio de Capriles. La consigna en la patria de Bolivar es: “Nuevas elecciones, o Golpe de Estado”, “Nuevas elecciones, o guerra civil”.
Que la derecha golpea aquí y en todas partes, y que está envalentonada y agresiva, se confirma sin ninguna duda en cada uno de los temas que se discuten. El gobierno de Humala, por ejemplo, no había decidido nada respecto a la refinería La Pampilla y los activos de Repsol, ahora en venta. Apenas si había preguntado cuánto cuesta todo eso. Fue suficiente para que se inventara todo ese cuento del “viraje”, del “retorno al estatismo”, de la “restauración del velasquismo” y otras sandeces. Y fue suficiente también para que las autoridades dejaran de interesarse en la compra. Ella, será hecha, seguramente, por capitales chilenos ligados a Dionisio Romero. La derecha aplaudirá a cuatro manos.
Y en ese marco al juego de la “reelección conyugal”, tuvo su signo propio y ahora se expresa con mayor claridad cuando aparecen videos que muestran no sólo la incipiente calidad actoral de Nadine Heredia, sino también su bien diseñada anatomía. Con desparpajo y desvergüenza, los grandes medios colocan hoy a la esposa del Jefe del Estado como el centro del interés nacional, en lo que constituye una inaceptable falta de respeto.
Pero ahora también puede decirse que aquí, la muerte llega en el segundo show. Esta película, tan mala como la anterior, no sólo aburrirá a la gente -o la matará de risa- sino, que, además, servirá como una experiencia para nuestro pueblo. Le permitirá percibir hasta que punto es capaz de llegar una oligarquía envilecida y en derrota cuando se trata de preservar sus mal habidos privilegios.
Gustavo Espinoza M. del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
La mujer mayor se introduce sin derecho para ser atendida antes que otros, el embajador le llama la atención en términos seguramente agresivos, y la hija propina una cachetada al diplomático que opta primero por defenderse con una revista en la mano, y luego retirarse. Fuera del centro comercial ocurren acciones más deplorables, incluida el ataque físico contra una de las mujeres. En la circunstancia, aparece el ex ministro de Alan García y hoy alcalde de Magdalena, Francis Allison, quien curiosamente tuvo no hace mucho, un lío de dólares en USA. En pocas palabras, espectáculo a la medida de la TV.
Bien podría suceder que tanto las mujeres de esta historia como el alcalde y los medios que levantan el hecho, puedan estar concertados para crear el incidente y dificultar nuestras relaciones con Ecuador y en particular con su Presidente Rafael Correa, a quien por cierto detestan. Un hecho de este tipo podría ser conveniente para Estados Unidos y la ultra derecha peruana y latinoamericana, pero sin duda inconveniente para Perú y Ecuador.
La historia ha estado plagada de incidentes de esa naturaleza en los que provocaciones de baja estofa derivan en consecuencias mayores. Uno de estos -es bueno recordarlo- ocurrió en Santiago de Chile en 1973, poco antes del golpe fascista que derrocó al Salvador Allende. La derecha presionaba por derribar a cualquier costo al Jefe del Ejército, el general Carlos Pratts, a quien alentaba para que se alzara contra el orden constitucional, y acusaba de “no hacer respetar” a la institución armada frente al “comunismo”.
En circunstancia en que el general se desplazaba por las calles del Barrio Alto en su vehículo, fue de pronto abordado por otro desde el que dos muñecas le hacían gestos obscenos, a la par que lo insultaban con voz amanerada. Luego de sufrir ése y otros vejámenes, el general detuvo su vehículo y descendió para cerciorarse de lo que estaba ocurriendo -muñecas que lanzaban improperios-. Entonces, las agresoras se quitaron la careta y mostraron su rostro: eran dos mujeres que insultaba al uniformado. Este les respondió duramente, y cuando lo hacía, aparecieron las cámaras de la TV que filmaron el incidente y los presentaron de inmediato denunciando al general por “agredir” y “ofender” a dos “damas santiaguinas”. Todos los medios multiplicaron la denuncia y agigantaron el caso demandado la inmediata “destitución del general abusivo que atacaba mujeres indefensas”. Finalmente el Comandante -que cayó en la provocación, como el diplomático del Guayas- renunció, y en su lugar fue nombrado Augusto Pinochet: el camino del Golpe había quedado abierto.
Aunque distinto, y distante, el caso, bien puede considerarse que hay en el Perú -y en el exterior- fuerzas oscuras que alientan propósitos complementarios: Hacer escándalos que sirvan como cortinas de humo a fin de “esconder” de la mirada ciudadana la corrupción desenfrenada del gobierno de García y los vínculos de los hermanitos Fujimori con el narco tráfico; pero además desacreditar al gobierno amigo de Rafael Correa y, por si aún eso no fuera suficiente, deteriorar la imagen del Canciller Roncagliolo, cuya caída anhelan como el sátiro a una doncella.
En este marco ha surgido un segundo show: la presencia en el Perú de dos parlamentarios venezolanos adictos a la causa de Capriles, que han venido a nuestro país en busca de “apoyo”. ¿Y por qué han venido precisamente al Perú, y no a Ecuador, o a Chile, o a Brasil? ¿Por qué aquí, y no a Chile, o a Bolivia, o al Uruguay? Ciertamente porque lo que les interesa es algo más que Venezuela: es el Perú y el miedo que corroe a esa Derecha Bruta y Achorada ante el supuesto e inventado “viraje” de Ollanta Humala hacia “el chavismo”.
Como ujieres de esa “delegación” vocinglera y agresiva, han asomado los congresistas de la “nueva alianza electoral”. Maurico Mulder, Lourdes Alcorta y Luz Salgado, encargados de organizar una función especial en el hemiciclo de la Cámara para arrancar a cualquier precio una moción de condena al gobierno de Venezuela, y de solidaridad con los parlamentarios supuestamente agredidos en Caracas. Con ellos, han formado una entidad -“Amigos de Venezuela”, que debiera llamarse más bien Amigos de Capriles.
A estas alturas del partido es bueno que se recuerde que todos los países del mundo -salvo uno- han reconocido ya la elección de Nicolás Maduro Moros como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Solo Estados Unidos se niega a hacerlo porque eso contraría su estrategia de dominación. En un momento tendrá que variar esa postura irreductible, y cuando ello ocurra, Capriles arreará la bandera y se irá con su música a otra parte. Entre tanto, aquí la comparten los sicofantes de la burguesía del más variado pelaje. Ellos exigen que a esa cifra -de 1- de sume otro: el Perú. ¡Así serán dos, los náufragos perdidos en el océano del mundo!
Por supuesto que en torno al caso de Venezuela los grandes medios nunca dicen la verdad. Ha habido casos flagrantes: un diario español publicó la foto de una mujer que era arrastrada por la policía en una calle después de ser golpeada. La leyenda decía que reflejaba la “brutal represión chavista contra el pueblo de Venezuela”. Al día siguiente el diario tuvo que admitir que la foto no correspondía a Venezuela, que era captada en una calle de El Cairo.
La patria de Bolívar está avanzando en medio de un mar proceloso. No tanto porque mire al Atlántico, y no al Pacífico, sino sobre todo porque hay quienes no dan tregua a la sociedad venezolana y se empeñan más bien en multiplicar sus retos. La DBA venezolana cuenta con 4 canales de TV de señal abierta y cobertura nacional y 105 emisoras que cautivan el 72% de la audiencia. Y tiene una inmensa capacidad para el engaño y la confusión, como ocurre en todas partes. Los Aldo M o las Cecilias V. de allá, se multiplican en los oídos de los venezolanos con todo tipo de venenos, y emponzoñan todos los escenarios. Hoy no saben qué decir, desconcertados como están por lo que podría ser muy bien una jugada de alta política del Presidente Maduro con relación al Perú,
No hay que olvidar que el 15 de abril, los “disturbios” no fueron obra de espontáneos descontentos. Fueron urdidos con premeditación, ensañamiento, alevosía y ventaja, como suele ocurrir con ciertos crímenes. Las “brigadas de choque” insurgentes se ensañaron con los Centros de Diagnóstico Integral, es decir, las postas médicas puestas al servicio de las poblaciones. Y los muertos -los 10- no fueron víctimas de la represión policial, sino asesinadas por agentes al servicio de Capriles. La consigna en la patria de Bolivar es: “Nuevas elecciones, o Golpe de Estado”, “Nuevas elecciones, o guerra civil”.
Que la derecha golpea aquí y en todas partes, y que está envalentonada y agresiva, se confirma sin ninguna duda en cada uno de los temas que se discuten. El gobierno de Humala, por ejemplo, no había decidido nada respecto a la refinería La Pampilla y los activos de Repsol, ahora en venta. Apenas si había preguntado cuánto cuesta todo eso. Fue suficiente para que se inventara todo ese cuento del “viraje”, del “retorno al estatismo”, de la “restauración del velasquismo” y otras sandeces. Y fue suficiente también para que las autoridades dejaran de interesarse en la compra. Ella, será hecha, seguramente, por capitales chilenos ligados a Dionisio Romero. La derecha aplaudirá a cuatro manos.
Y en ese marco al juego de la “reelección conyugal”, tuvo su signo propio y ahora se expresa con mayor claridad cuando aparecen videos que muestran no sólo la incipiente calidad actoral de Nadine Heredia, sino también su bien diseñada anatomía. Con desparpajo y desvergüenza, los grandes medios colocan hoy a la esposa del Jefe del Estado como el centro del interés nacional, en lo que constituye una inaceptable falta de respeto.
Pero ahora también puede decirse que aquí, la muerte llega en el segundo show. Esta película, tan mala como la anterior, no sólo aburrirá a la gente -o la matará de risa- sino, que, además, servirá como una experiencia para nuestro pueblo. Le permitirá percibir hasta que punto es capaz de llegar una oligarquía envilecida y en derrota cuando se trata de preservar sus mal habidos privilegios.
Gustavo Espinoza M. del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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