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Este hecho y el Acuerdo Regional Norteamericano de Radiodifusión de 1937, negociado en La Habana, se pueden considerar los antecedentes de la agresión radioelectrónica contra Cuba por parte del vecino del Norte, que llega hasta nuestros días.
Precisamente, el pasado 27 de abril, Cuba denunció en el debate del Comité de Información de la Asamblea General de la ONU estas transmisiones que provocan una interferencia perjudicial a las estaciones cubanas.
A partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, se hicieron incontables las horas de transmisión con fines subversivos. Con el objetivo definido de desacreditar y desestabilizar el país surgieron Radio Mambí, La Cubanísima, Radio Cadena Azul, La Voz del CID, Radio Fe, La Voz de la Fundación, Radio Martí y otras, hasta llegar a más de 130 emisoras, patrocinadas por 43 organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en Miami, o por el gobierno norteamericano.
Según el Reglamento de Radiocomunicaciones, en esta zona las frecuencias de ondas medias no deben ser utilizadas para transmisiones internacionales, y menos el contenido de su programación estar encaminado a la abierta promoción de la subversión, la violencia, la violación de las leyes, e incluso el asesinato político.
Las autoridades norteamericanas toleran, que plantas comerciales del sur de la Florida empleen patrones de antena y transmisores de una potencia superior a la necesaria para las transmisiones locales, aceptan que plantas de onda corta, denominadas piratas, transmitan sin licencia desde su territorio, invadan frecuencias destinadas al servicio de radioaficionados, tareas de la defensa civil, comunicaciones entre naves y aeronaves y cometan otras arbitrariedades.
A las emisoras de radio, se une una estación de televisión que salió al aire el 27 de marzo de 1990, denominada Televisión Martí, propiedad del gobierno norteamericano, que actualmente transmite desde un bimotor Gulfstream G-1 y un avión militar EC-130 J, y que gracias a la eficaz acción de técnicos cubanos en defensa de la soberanía nacional, sus programas no pueden verse en Cuba, constituyendo un verdadero acto de guerra en los órdenes técnico, diplomático y de inteligencia. Durante 21 años el gobierno de Estados Unidos y la contrarrevolución han tratado de imponer en balde al Estado cubano su doctrina de dominación utilizando este medio de comunicación.
En total se transmiten semanalmente hacia la isla, cerca de 2 mil horas de radio y televisión por 30 diferentes frecuencias de onda media, corta, FM y TV.
Rodolfo Benítez, representante permanente alterno de Cuba ante la ONU, denunció en el citado debate, que el Congreso de Estados Unidos aprueba cada año un presupuesto de más de 30 millones de dólares de fondos federales para ese tipo de acciones contra la Isla.
Todos esos recursos han tenido como único destino el despilfarro y la derrota; algo que el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, sintetizó en 2005 al expresar que Estados Unidos “fracasó su renovada guerra ideológica con la radio y la televisión anticubanas a la cabeza de un enjambre de emisoras subversivas con las que invadieron o trataron de invadir nuestro espacio radioelectrónico”.
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