La victoria de Ollanta Humala en la segunda vuelta de las elecciones peruanas es una verdadera proeza pues debió vencer a una poderosa coalición de fuerzas dirigidas desde Washington, uno de cuyos pilares ha sido la mafia mediática internacional. En lugar muy destacado, CNN en español, suerte de agencia de propaganda de la contrarrevolución anticubana de Miami, y, por supuesto, la ultramontana y pro imperialista oligarquía limeña y sus voceros locales, con el diario El Comercio al frente, unida al poder económico y político de los nuevos ricos y criminales de guerra del fujimorismo. Ollanta enfrentó el desafío con serenidad, adecuando su discurso y su plan de gobierno a la correlación de fuerzas existente y a esa realidad tan hostil y aceptando apoyos más allá del campo popular, pero sin renunciar en ningún momento a la prioridad que otorga a la inclusión social, la soberanía nacional y la inserción de su país en el ámbito político latinoamericano.
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Fujimori, en cambio ganó en la costa, donde captó poco más de la mitad de los votos en Lima, Piura y La Libertad, que reúnen las cifras más altas de votantes. Además de Tumbes, Lambayeque y Callao. Es decir la parte próspera del país, a pesar de que también alarman sus bolsones de pobreza. En ella las maquinarias mediática y represiva conservan mucha influencia y se concentran los beneficiarios del clientelismo fujimorista y del crecimiento de los últimos años, basado principalmente en las políticas neoliberales y la privatización del patrimonio público forjado durante el gobierno reivindicador de la soberanía nacional de Velasco Alvarado.
No cabe duda que el ascenso de Ollanta a la presidencia es otro jalón en el proceso de alcanzar en América Latina los sueños de justicia social y unidad latinoamericana y caribeña enarbolados por Simón Bolívar y José Martí. Cierto es que todavía se está lejos de lograr su consolidación definitiva pero es constante el avance hacia su concreción.
Presidentes o primeros ministros que abanderan esas ideas –cruzando una gama de sabores y colores– hay ahora en Antigua, Argentina, Bolivia, Cuba, Dominica, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y San Vicente y Granadinas. Obsérvese que ocho de ellos se encuentra en América del Sur y con Perú –tercer país más grande del área– suman ya una extensión territorial de más de 15 millones de kilómetros cuadrados. Pero si –además de Guyana y Surinam– se les añaden Colombia y Chile, que aunque con gobiernos de derecha participan del proyecto latinoamericanista e integracionista de la Unasur, asciende a cerca de 18 millones de kilómetros cuadrados sin contar los territorios coloniales como islas Malvinas.
La postura cerril de la oligarquía y el capital internacional no ha cambiado pues a menos de 24 horas de la elección de Humala derrumbaron la bolsa de Lima para exigirle al presidente electo que diera a conocer su gabinete económico. Quizás haya una pequeña tregua, pero para atacar después con más fuerza bajo la batuta de la embajada yanqui en Lima.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/06/09/index.php?section=opinion&article=030a1mun
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