Acampando la esperanzaEl pueblo peruano, sus trabajadores, indígenas, campesinos, pequeños y medianos empresarios, académicos e intelectuales han logrado derrotar a la rancia y reaccionaria oligarquía peruana y latinoamericana. Y también a los Estados Unidos y sus multinacionales. Esto es lo que significa el triunfo de Ollanta Humala y la derrota de Keiko Fujimori en las recientes elecciones presidenciales en el Perú.
Contra Humala se juntaron en una sola piña los viejos poderes de la oligarquía, de los grandes medios de comunicación, las altas jerarquías del Ejército y del Clero. Y los bufetes de los grandes empresarios. Acudieron abusivamente a espantar con el nombre de Hugo Chávez. Desarrollaron un anti comunismo salvaje y una campaña vulgarmente asistencialista repartiendo mercaditos en las barriadas más pobres del país.
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Pero se impuso la esperanza y la dignidad.
No será fácil la tarea de Humala. Se espera que se mantenga firme en sus llamados a combatir las desigualdades y las injusticias. Y que gobierne por la gente y con la gente.
América Latina refuerza su proceso transformador. Mientras en la vieja Europa se refuerza transitoriamente la derecha. Pero desde las plazas se está dando un aire de frescura y esperanza a las viejas y largas batallas para que las cosas empiecen a cambiar.
¡Que no se paren por favor!
Los señores de la bolsa peruana se han pegado un tremendo tiestazo ante la para ellos infausta noticia del triunfo de Ollanta Humala. Cuando la hija del dictador encarcelado iba punteando en las encuestas, los señores bolsones no cabían de la dicha. Brincaban, reían, se palmoteaban. Whisky del mas caro bebían y finos habanos fumaban. Y cual presidentes fondomonetaristas pellizcaban coquetos los culos a las camareras y camareros que les atendían. Cómo brillaban sus elegantes y bien trabajadas sonrisas. Y hacían planes. Todos ellos llenitos de puros y alargados ceros. Ya se estaban distribuyendo ministerios, embajadas y contratos. Ya estaban preparando sus limusinas para ir a esperar al Fujimori a las puertas de la cárcel de donde la hija presidenta lo sacaría. Pero de pronto, empezaron a llegar los datos del amazonas y de otros recónditos lugares del Perú profundo, pobre y olvidado. Y de pronto el izquierdoso candidato con nombre de guerrero inca se les fue haciendo presidente. Y con ello se les iban embolatando los ministerios, las embajadas y contratos. Entonces la bolsa se cayó de pura desmayada. Dicen que de casi un diez por ciento fue la caída de la elegante dama ultrajada.
Es decir, que fue un buen tortazo.
Deberían de no pararse lo bolsones señores y las señoras bolsonas. Financistas del hambre y de la usura. Deberían de aprovechar que están cerca del suelo y abrir un hueco y largarse pa'la puta mierda. Deberían dejarnos solos. Deberían de irse de acampada y que los acampados de hoy mandaran en los bancos y en las bolsas humanizadas.
Deberían dejar de fastidiar al mundo.
Seríamos tan felices.
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