Cerca de 200 militares españoles del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad de Bétera ,Valencia, se incorporarán el próximo año al Mando Conjunto de la ISAF (IJC), el segundo mando en importancia de la OTAN en Afganistán, según confirmó Carme Chacón ante la Comisión de Defensa, el pasado 11 de julio en el Congreso. A pesar de este incremento de tropas, Defensa no solicitará la autorización del Parlamento, prevista por la ley, para las misiones en el exterior, al considerar el nuevo despliegue “una rotación” y no un incremento de militares. Algo que según el diputado de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, es una “interpretación discutible”, por lo que ha pedido un “informe jurídico” al Ministerio que demuestre por qué este contingente “está exceptuado de los requisitos escrupulosos de la Ley de Defensa Nacional”.
La incorporación de los militares españoles acompaña a la elección del general de división, Javier Cabeza Taberné, como adjunto del teniente general estadounidense David M. Rodríguez, jefe del IJC, el puesto más importante que ha ocupado un general del Estado español en casi 10 años de intervención militar en ese país asiático. La comparecencia de la ministra Chacón tenía como objetivo informar de las circunstancias del último ataque contra las tropas del Estado español desplegadas en Afganistán, en el que murieron el sargento Manuel Argudín Perrino y la soldado Niyireth Pineda. Con ellos son ya 97 los militares del ejército español fallecidos desde 2001.
La filtración a algunos medios del vídeo que recoge los instantes posteriores a otro atentado sufrido por el contingente del Estado español el 25 de agosto de 2010 contra la base española de Qala-i Naw, en el que murieron dos miembros de la Guardia Civil y un traductor, ha provocado el ingreso en prisión de un cabo del Ejército del Aire. En las imágenes se muestra como el supuesto autor del ataque contra los guardias civiles y el intérprete es arrastrado a la instalación por dos soldados tras abatirlo a tiros. El autor del atentado tenía acceso a la base española ya que era el chófer de un jefe de la policía afgana. Momentos después, unas 200 personas se congregaron en las inmediaciones de la base lanzando piedras y reclamando el cuerpo del conductor hasta que fueron dispersados por la policía y el Ejército afganos.
Los atentados llevados a cabo por personas infiltradas o que han conseguido tener fácil acceso a sus objetivos se repite frecuentemente en Afganistán, como ocurrió el pasado 12 de julio, cuando fue asesinado Ahmad Wali Karzai, hermanastro del presidente afgano a manos de uno de sus guardaespaldas. Wali Karzai había sido acusado en varias ocasiones de estar implicado en el narcotráfico y de interceptar los envíos de droga gracias a la información privilegiada de que disponía, requisarla y volver a introducirla en el mercado. Incluso, en 2009 el diario The New York Times lo identificó como agente de la CIA y reveló que recibía dinero a cambio de reclutar una guerrilla que trabajaba a las órdenes de la Inteligencia norteamericana en la provincia de Kandahar.
Pero la población afgana es la gran víctima de las cada vez más frecuentes matanzas. Según fuentes de la Comisión de Naciones Unidas para Afganistán, en el primer semestre de 2011 murieron 1.440 personas, lo que supone el periodo de guerra más sangriento, superando las cifras del año 2010, donde también se produjeron más muertes de civiles que en 2009. Según esos datos de la ONU, un 80% de las muertes son atribuibles a los insurgentes, mientras que un 14% lo son a las fuerzas internacionales y al Ejército afgano. Un elevado número de estos fallecidos lo son a consecuencia de los bombardeos de la OTAN, muchos de ellos con aviones no tripulados, los llamados drones.
A principios del mes de julio, el Ministerio de Defensa británico tuvo que admitir que un drone de la Royal Air Force mató el 25 de marzo a cuatro civiles e hirió a otros dos durante un ataque en la zona de Helmand. La orden del lanzamiento del misil, que en teoría debía destruir dos vehículos talibanes, se realizó desde una base militar norteamericana en Nevada.
Según algunos analistas, el incremento de la ofensiva contra los talibanes podría deberse al anuncio de Estados Unidos de empezar a retirar sus tropas este mes de julio. Barack Obama apuntó recientemente que la retirada sería de, al menos, 10.000 efectivos antes de que acabe 2011 y otros 33.000 soldados más en 2012. Los enormes costes de la guerra y la falta de perspectivas de un avance significativo en el control del país imponen nuevas estrategias que permitan al presidente llegar a la próxima cita electoral en EE UU sin el lastre de una derrota evidente en Afganistán.
Al anuncio del presidente norteamericano le siguieron rápidamente los de otros países europeos. Sarkozy confirmó, el pasado 12 de julio, la retirada antes de 2012 de una cuarta parte de sus tropas, unos 1.000 militares, y Gran Bretaña anunció el repliegue de 500 de sus soldados en las mismas fechas. También Zapatero se unió al coro y adelantó que “en torno a un 10% de los efectivos” regresará en el primer semestre de 2012 y un 40% en el mismo periodo de 2013. La retirada completa se anuncia en 2014, coincidiendo con el fin de la misión de la OTAN en Afganistán.
Mientras tanto, se están firmando acuerdos comerciales con las autoridades afganas. Italia acaba de firmar un contrato que prevé importantes inversiones para explotar los recursos mineros o realizar perforaciones petrolíferas. Empresas italianas podrían participar en proyectos como el gaseoducto que prevé llevar a Pakistán e India el gas turkmeno atravesando Herat, o la reforma del aeropuerto de esta misma provincia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario