El nuevo director de la FAO, José Graziano da Silva, analiza los desafíos para erradicar el hambre en el mundo
“La especulación es una causa importante de los precios altos”
José Graziano da Silva, de 62 años, es el nuevo director de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (más conocida como FAO, por sus siglas en inglés). En esta entrevista, explica sus planes para combatir el hambre así como los esfuerzos para limitar la especulación y su impacto en los fluctuantes precios de los alimentos.
Usted ha hecho suya la meta de erradicar el hambre del mundo. ¿No es un objetivo extremadamente ambicioso, a la luz del aumento exorbitante de los precios de los alimentos, el crecimiento continuo de la población mundial y las actuales crisis económicas?
Mi plan es ambicioso. Pero sólo se puede motivar a las personas con grandes objetivos. Eso es precisamente lo que tenemos que lograr: movilizar a todas las partes de la sociedad y de la comunidad internacional en la lucha contra el hambre. La FAO o un gobierno en solitario no pueden erradicar el hambre del planeta.
Pero hace años que existen declaraciones a favor de ese objetivo. En 2000, las Naciones Unidas anunció su intención de reducir a la mitad el porcentaje de personas hambrientas para el año 2015. Pero en realidad, en lugar de disminuir, el número de personas con hambre creció de 826 millones a más de 925 millones.
También hemos obtenido algunos logros. En mi Brasil natal, en Vietnam y sobre todo en Ghana -entre otros países-, la lucha contra la desnutrición ha sido muy exitosa. La mayor diferencia entre ahora y el año 2000, sin embargo, es que desde la quiebra de Lehman Brothers, el mundo comprendió que todos vivimos en un solo planeta, y que cada país depende de los otros. Hay una cierta solidaridad nueva.
¿Por qué lo dice? ¿Qué pruebas tiene?
Actualmente, el mundo reacciona mucho más rápido ante las catástrofes del hambre. Hay fondos especiales disponibles para los trabajos de emergencia. Ese tipo de solidaridad demuestra que hay una nueva voluntad. Todos han reconocido que nadie se beneficia con el hambre. Y si todos trabajan en conjunto, el problema del hambre puede ser resuelto de la misma manera que las crisis financieras y de deuda que hoy en día enfrentamos.
¿No sería más efectivo, como medida inmediata, promulgar leyes que excluyan del mercado de los alimentos a los especuladores de Wall Street y de cualquier otra parte del mundo? Después de todo, la especulación en commodities es vista como una de las principales causas del aumento de los precios, que como resultado hundió a millones de personas debajo de la línea de pobreza.
Desde mi punto de vista, la especulación es, de hecho, una causa importante de los precios altos y extremadamente fluctuantes. Sólo beneficia a los bancos y a los fondos de cobertura, pero no a los productores, procesadores y compradores, y menos que nadie a los consumidores. La FAO sólo puede hacer dos cosas: puede proveer al mercado con datos, estudios y estadísticas para lograr que los mercados sean más transparentes, y puede estimular a los gobiernos a invertir más en agricultura.
¿Por qué no pide simplemente la prohibición de la especulación sobre los productos alimenticios?
Necesitamos regulaciones más estrictas, pero no sólo en el área de los alimentos. La única solución no son reglas nuevas. Hay otras cuestiones importantes, como la última rueda de negociaciones comerciales, la Ronda de Doha, entre los miembros de la Organización Mundial del Comercio. Los países industrializados deberían abrir finalmente sus mercados y eliminar los subsidios en agricultura. No es que sea demasiado optimista al respecto, pero sería la solución correcta.
¿Por qué eliminar los subsidios llevaría a tener menos población con hambre?
Por ejemplo, cuando Estados Unidos decidió terminar con los subsidios para producir etanol en base a maíz, el último verano boreal, el precio del grano cayó inmediatamente. Se sintió en los países pobres, como en América Central, donde el maíz se usa para consumo humano y como alimento del ganado, y también en África del Este, donde el maíz es un alimento básico. La decisión de Estados Unidos tuvo un efecto directo y positivo sobre la situación alimentaria.
¿Por qué se rehúsa a hacer retroceder la industria financiera?
Simplemente digo que no basta con restringir los mercados individuales. Pero también digo claramente que la desregulación de los mercados financieros contaminó el mercado alimenticio y desde el principio hizo posible que hubiera especulación. Tenemos que regular todos los mercados donde haya pruebas de semejantes excesos.
Entonces las personas que ahora tienen hambre tendrán que esperar un tiempo.
Soy más optimista que usted. La crisis del euro nos ha demostrado que los gobiernos se pueden poner de acuerdo en metas comunes muy rápidamente. Las regulaciones internacionales se implementaron hace tiempo en otras áreas, como en el sector financiero. Ahora tenemos que dar ese paso tan importante en la seguridad alimentaria estableciendo regulaciones también para el sector alimenticio y debemos crear un sistema de gobernanza global para seguridad alimentaria. No es la solución final, sino el comienzo de una movilización mundial absolutamente necesaria.
¿De dónde proviene ese optimismo?
Una de las pocas cosas buenas del aumento de los precios de los alimentos es que ha creado una conciencia global acerca de lo importante que es alimentar al mundo. Otro elemento favorable es que les da a los agricultores incentivos para producir. Para decirlo en otros términos, finalmente se le da prioridad esencial al hambre. Debemos y podemos sacar ventajas de esa situación proponiendo una estrategia global para seguridad alimentaria.
Son palabras bellas…
…que pueden ser y serán sostenidas con acciones. El factor decisivo es el acceso al alimento o a la tierra, de modo tal que la gente pueda comprar o producir comida por sí misma. A nivel mundial, hay suficiente comida para todos, pero para muchos -especialmente los pobres- es sencillamente demasiado cara. Tienen hambre, a pesar de que las estanterías revienten de comida.
¿La crisis alimentaria es finalmente un problema financiero?
Por supuesto. Con dinero, como primera medida, se lo puede solucionar. Por medio de programas de transferencia de dinero, desde 2005 aportamos dinero para las familias más pobres de Brasil, México y Colombia con el objetivo de que tengan un ingreso mínimo y puedan alimentarse por sí mismas. Cerca de 120 millones de personas satisficieron sus necesidades básicas de esa manera y sobrevivieron a la primera crisis de alimentos -con su agudo aumento de precios- mejor que en otros países. Debemos continuar con ese tipo de programas, no para reaccionar a las crisis actuales, sino para evitar las futuras.
Pero eso tal vez no sea suficiente.
Al mismo tiempo, se benefició a los agricultores de forma tal que pudieran vender sus productos en mercados regionales a precios razonables. La agricultura local es el punto crucial. Los que producen regionalmente son menos dependientes de las fluctuaciones cambiarias, la especulación, los costos de transporte e incluso los desastres climáticos. En lugar de comprar leche, azúcar y arroz a costos muy altos en el mercado mundial, los países deberían recurrir a los productos locales. América Central podría dedicarse a los granos, por ejemplo, Chile a la quinua, y así.
No les va a gustar nada a los conglomerados internacionales de alimentos como Cargill y ADM, que producen a escala industrial.
¡No se engañe! Las grandes compañías también pueden ganar dinero en los mercados locales. A la luz del aumento del precio del petróleo, el transporte de larga distancia cada vez es menos rentable. Además, promover la innovación es prácticamente parte del código genético de los negocios. McDonald’s ahora vende ensalada fresca que a veces se compra a nivel local. Al hacerlo, la compañía hace mucho por su imagen… y por sus balances.
McDonald’s podría ser una excepción, ¿pero qué me dice de las multinacionales agrícolas, que siembran en monocultivos inmensos para exportar a todo el mundo?
Estamos en medio de un proceso de transformación. Desde la denominada “revolución verde” a fines de la década de 1950, hemos perseguido una agricultura de alto rendimiento con medios industriales. Hemos utilizado fertilizantes, pesticidas y máquinas, sin considerar los efectos adversos. Hoy sabemos que muchas de estas cosas son innecesarias y no producen los efectos deseados. Los monocultivos dieron como resultado erosión del suelo, agotamiento de los campos, sobrefertilización y envenenamiento del agua subterránea.
¿Le quiere dar pelea a la agricultura industrial?
Necesitamos una agricultura sustentable a la medida de las condiciones regionales. En los países tropicales, el arado industrial destruye la capa de humus de los suelos. Las semillas ya no crecen. En la Argentina, uno de los principales productores de maíz, trigo, cereales y porotos de soja, ya no se puede arar más del 90 por ciento de los campos. Además, el uso de pesticidas y de aditivos químicos se reduce cada vez más. En cambio, los agricultores vuelven a confiar en viejos métodos como la rotación de cultivos, así como en la siembra de granos tradicionales acordes con las condiciones regionales. Todo eso significa un ahorro de energía y reduce los costos de transporte y los precios.
Y como resultado, se derrumban las ganancias de las multinacionales agrícolas.
Las grandes compañías no se opondrán a estas ideas. Este cambio hacia los pequeños agricultores y los métodos de cultivo regionales es una cuestión global, una cuestión del futuro. No podrán ignorarlo a largo plazo. Pero los consumidores también tendrán que cambiar. Necesitamos un nuevo tipo de consumo, consciente del medio ambiente y de nuestra salud.
¿Qué quiere decir exactamente? ¿Comer menos? ¿Comer mejor? ¿Comer de una forma diferente?
El hambre no es el único problema que tenemos que tratar. El número de personas con sobrepeso también creció a niveles alarmantes. Esas personas están muy desnutridas, pero de una forma diferente. Les faltan minerales esenciales y se enferman. Hasta se mueren. Es hora de que nos ocupemos de ese tema.
¿Cómo?
Tenemos que refundar nuestra relación con la comida. Mi abuela tenía sus propios tomates. Sabía perfectamente cómo cocinar pastas a la pomodoro y cómo hacer unos fideos maravillosos. Las personas que ahora compran en los supermercados ni siquiera saben de dónde proviene la comida. No tienen idea de lo que están comiendo. Tener una nutrición adecuada se ha vuelto un problema para la generación joven. ¡Y piense en todas las víctimas de bulimia! La anorexia también es un problema. Todas estas cosas son los desafíos del futuro.
Usted prevé cambios sustanciales. ¿Cómo puede solventarlos la FAO, que es relativamente pequeña?
El aumento del precio de los alimentos y las crisis económicas y financieras han incrementado la conciencia en relación al hambre y la pobreza en todo el mundo. La comunidad internacional se está movilizando para erradicar el hambre. El Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, auspiciado por la FAO, se volvió un foro clave donde los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las organizaciones internacionales pueden tratar los temas del hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición. Eso nos da una base importante para construir un sistema efectivo de gobernanza alimentaria mundial.
Su predecesor, Jacques Diouf, estuvo en el cargo 18 años y no logró demasiado. ¿Con qué marco de tiempo piensa usted?
Los procesos de transformación siempre requieren tiempo. Pero siempre es más rápido eliminar algo. Nos llevó cien años introducir la química en la agricultura. Nos podemos deshacer de ella en mucho menos tiempo.
Fuente: http://www.revistadebate.com. ar//2012/01/27/4982.php
Usted ha hecho suya la meta de erradicar el hambre del mundo. ¿No es un objetivo extremadamente ambicioso, a la luz del aumento exorbitante de los precios de los alimentos, el crecimiento continuo de la población mundial y las actuales crisis económicas?
Mi plan es ambicioso. Pero sólo se puede motivar a las personas con grandes objetivos. Eso es precisamente lo que tenemos que lograr: movilizar a todas las partes de la sociedad y de la comunidad internacional en la lucha contra el hambre. La FAO o un gobierno en solitario no pueden erradicar el hambre del planeta.
Pero hace años que existen declaraciones a favor de ese objetivo. En 2000, las Naciones Unidas anunció su intención de reducir a la mitad el porcentaje de personas hambrientas para el año 2015. Pero en realidad, en lugar de disminuir, el número de personas con hambre creció de 826 millones a más de 925 millones.
También hemos obtenido algunos logros. En mi Brasil natal, en Vietnam y sobre todo en Ghana -entre otros países-, la lucha contra la desnutrición ha sido muy exitosa. La mayor diferencia entre ahora y el año 2000, sin embargo, es que desde la quiebra de Lehman Brothers, el mundo comprendió que todos vivimos en un solo planeta, y que cada país depende de los otros. Hay una cierta solidaridad nueva.
¿Por qué lo dice? ¿Qué pruebas tiene?
Actualmente, el mundo reacciona mucho más rápido ante las catástrofes del hambre. Hay fondos especiales disponibles para los trabajos de emergencia. Ese tipo de solidaridad demuestra que hay una nueva voluntad. Todos han reconocido que nadie se beneficia con el hambre. Y si todos trabajan en conjunto, el problema del hambre puede ser resuelto de la misma manera que las crisis financieras y de deuda que hoy en día enfrentamos.
¿No sería más efectivo, como medida inmediata, promulgar leyes que excluyan del mercado de los alimentos a los especuladores de Wall Street y de cualquier otra parte del mundo? Después de todo, la especulación en commodities es vista como una de las principales causas del aumento de los precios, que como resultado hundió a millones de personas debajo de la línea de pobreza.
Desde mi punto de vista, la especulación es, de hecho, una causa importante de los precios altos y extremadamente fluctuantes. Sólo beneficia a los bancos y a los fondos de cobertura, pero no a los productores, procesadores y compradores, y menos que nadie a los consumidores. La FAO sólo puede hacer dos cosas: puede proveer al mercado con datos, estudios y estadísticas para lograr que los mercados sean más transparentes, y puede estimular a los gobiernos a invertir más en agricultura.
¿Por qué no pide simplemente la prohibición de la especulación sobre los productos alimenticios?
Necesitamos regulaciones más estrictas, pero no sólo en el área de los alimentos. La única solución no son reglas nuevas. Hay otras cuestiones importantes, como la última rueda de negociaciones comerciales, la Ronda de Doha, entre los miembros de la Organización Mundial del Comercio. Los países industrializados deberían abrir finalmente sus mercados y eliminar los subsidios en agricultura. No es que sea demasiado optimista al respecto, pero sería la solución correcta.
¿Por qué eliminar los subsidios llevaría a tener menos población con hambre?
Por ejemplo, cuando Estados Unidos decidió terminar con los subsidios para producir etanol en base a maíz, el último verano boreal, el precio del grano cayó inmediatamente. Se sintió en los países pobres, como en América Central, donde el maíz se usa para consumo humano y como alimento del ganado, y también en África del Este, donde el maíz es un alimento básico. La decisión de Estados Unidos tuvo un efecto directo y positivo sobre la situación alimentaria.
¿Por qué se rehúsa a hacer retroceder la industria financiera?
Simplemente digo que no basta con restringir los mercados individuales. Pero también digo claramente que la desregulación de los mercados financieros contaminó el mercado alimenticio y desde el principio hizo posible que hubiera especulación. Tenemos que regular todos los mercados donde haya pruebas de semejantes excesos.
Entonces las personas que ahora tienen hambre tendrán que esperar un tiempo.
Soy más optimista que usted. La crisis del euro nos ha demostrado que los gobiernos se pueden poner de acuerdo en metas comunes muy rápidamente. Las regulaciones internacionales se implementaron hace tiempo en otras áreas, como en el sector financiero. Ahora tenemos que dar ese paso tan importante en la seguridad alimentaria estableciendo regulaciones también para el sector alimenticio y debemos crear un sistema de gobernanza global para seguridad alimentaria. No es la solución final, sino el comienzo de una movilización mundial absolutamente necesaria.
¿De dónde proviene ese optimismo?
Una de las pocas cosas buenas del aumento de los precios de los alimentos es que ha creado una conciencia global acerca de lo importante que es alimentar al mundo. Otro elemento favorable es que les da a los agricultores incentivos para producir. Para decirlo en otros términos, finalmente se le da prioridad esencial al hambre. Debemos y podemos sacar ventajas de esa situación proponiendo una estrategia global para seguridad alimentaria.
Son palabras bellas…
…que pueden ser y serán sostenidas con acciones. El factor decisivo es el acceso al alimento o a la tierra, de modo tal que la gente pueda comprar o producir comida por sí misma. A nivel mundial, hay suficiente comida para todos, pero para muchos -especialmente los pobres- es sencillamente demasiado cara. Tienen hambre, a pesar de que las estanterías revienten de comida.
¿La crisis alimentaria es finalmente un problema financiero?
Por supuesto. Con dinero, como primera medida, se lo puede solucionar. Por medio de programas de transferencia de dinero, desde 2005 aportamos dinero para las familias más pobres de Brasil, México y Colombia con el objetivo de que tengan un ingreso mínimo y puedan alimentarse por sí mismas. Cerca de 120 millones de personas satisficieron sus necesidades básicas de esa manera y sobrevivieron a la primera crisis de alimentos -con su agudo aumento de precios- mejor que en otros países. Debemos continuar con ese tipo de programas, no para reaccionar a las crisis actuales, sino para evitar las futuras.
Pero eso tal vez no sea suficiente.
Al mismo tiempo, se benefició a los agricultores de forma tal que pudieran vender sus productos en mercados regionales a precios razonables. La agricultura local es el punto crucial. Los que producen regionalmente son menos dependientes de las fluctuaciones cambiarias, la especulación, los costos de transporte e incluso los desastres climáticos. En lugar de comprar leche, azúcar y arroz a costos muy altos en el mercado mundial, los países deberían recurrir a los productos locales. América Central podría dedicarse a los granos, por ejemplo, Chile a la quinua, y así.
No les va a gustar nada a los conglomerados internacionales de alimentos como Cargill y ADM, que producen a escala industrial.
¡No se engañe! Las grandes compañías también pueden ganar dinero en los mercados locales. A la luz del aumento del precio del petróleo, el transporte de larga distancia cada vez es menos rentable. Además, promover la innovación es prácticamente parte del código genético de los negocios. McDonald’s ahora vende ensalada fresca que a veces se compra a nivel local. Al hacerlo, la compañía hace mucho por su imagen… y por sus balances.
McDonald’s podría ser una excepción, ¿pero qué me dice de las multinacionales agrícolas, que siembran en monocultivos inmensos para exportar a todo el mundo?
Estamos en medio de un proceso de transformación. Desde la denominada “revolución verde” a fines de la década de 1950, hemos perseguido una agricultura de alto rendimiento con medios industriales. Hemos utilizado fertilizantes, pesticidas y máquinas, sin considerar los efectos adversos. Hoy sabemos que muchas de estas cosas son innecesarias y no producen los efectos deseados. Los monocultivos dieron como resultado erosión del suelo, agotamiento de los campos, sobrefertilización y envenenamiento del agua subterránea.
¿Le quiere dar pelea a la agricultura industrial?
Necesitamos una agricultura sustentable a la medida de las condiciones regionales. En los países tropicales, el arado industrial destruye la capa de humus de los suelos. Las semillas ya no crecen. En la Argentina, uno de los principales productores de maíz, trigo, cereales y porotos de soja, ya no se puede arar más del 90 por ciento de los campos. Además, el uso de pesticidas y de aditivos químicos se reduce cada vez más. En cambio, los agricultores vuelven a confiar en viejos métodos como la rotación de cultivos, así como en la siembra de granos tradicionales acordes con las condiciones regionales. Todo eso significa un ahorro de energía y reduce los costos de transporte y los precios.
Y como resultado, se derrumban las ganancias de las multinacionales agrícolas.
Las grandes compañías no se opondrán a estas ideas. Este cambio hacia los pequeños agricultores y los métodos de cultivo regionales es una cuestión global, una cuestión del futuro. No podrán ignorarlo a largo plazo. Pero los consumidores también tendrán que cambiar. Necesitamos un nuevo tipo de consumo, consciente del medio ambiente y de nuestra salud.
¿Qué quiere decir exactamente? ¿Comer menos? ¿Comer mejor? ¿Comer de una forma diferente?
El hambre no es el único problema que tenemos que tratar. El número de personas con sobrepeso también creció a niveles alarmantes. Esas personas están muy desnutridas, pero de una forma diferente. Les faltan minerales esenciales y se enferman. Hasta se mueren. Es hora de que nos ocupemos de ese tema.
¿Cómo?
Tenemos que refundar nuestra relación con la comida. Mi abuela tenía sus propios tomates. Sabía perfectamente cómo cocinar pastas a la pomodoro y cómo hacer unos fideos maravillosos. Las personas que ahora compran en los supermercados ni siquiera saben de dónde proviene la comida. No tienen idea de lo que están comiendo. Tener una nutrición adecuada se ha vuelto un problema para la generación joven. ¡Y piense en todas las víctimas de bulimia! La anorexia también es un problema. Todas estas cosas son los desafíos del futuro.
Usted prevé cambios sustanciales. ¿Cómo puede solventarlos la FAO, que es relativamente pequeña?
El aumento del precio de los alimentos y las crisis económicas y financieras han incrementado la conciencia en relación al hambre y la pobreza en todo el mundo. La comunidad internacional se está movilizando para erradicar el hambre. El Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, auspiciado por la FAO, se volvió un foro clave donde los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las organizaciones internacionales pueden tratar los temas del hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición. Eso nos da una base importante para construir un sistema efectivo de gobernanza alimentaria mundial.
Su predecesor, Jacques Diouf, estuvo en el cargo 18 años y no logró demasiado. ¿Con qué marco de tiempo piensa usted?
Los procesos de transformación siempre requieren tiempo. Pero siempre es más rápido eliminar algo. Nos llevó cien años introducir la química en la agricultura. Nos podemos deshacer de ella en mucho menos tiempo.
Fuente: http://www.revistadebate.com.
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